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++... Pero el viaje auténtico es solo el que hacemos dentro de nosotros mismos...
PAOLO está sentado en el capó de un coche aparcado junto al portón verde. Como cada vez que está allí no puede evitar mirar la pared de toba por encima de su cabeza y recorrer mentalmente todo el vuelo que hizo hasta el techo de aquel Smart Cabrio.
Valeria aparece a su espalda.
—Hombre... —dice con suavidad, y esboza una sonrisa algo forzada.
—¿Cómo está Carmela?
—Ya está mejor. La han tenido en observación, pero mañana ya podrá salir.
—Te fuiste de esa manera.
—Era una situación de emergencia.
—No digo de la isla, sino de la playa.
—Ya tienes mucho nivel, Paolo; podrías dar clases en mis cursos. Podrás tener todas las mujeres que quieras. —Saca las llaves del bolso.
—He dejado a Giorgia.
Por un momento, Valeria no sabe qué decir.
—Es una pena, después de todo lo que te ha costado. —Mete la llave en la cerradura del portal.
Paolo la detiene.
—Valeria..., si Giorgia no me hubiera llamado, ¿qué habría pasado entre nosotros anoche, en la playa?
Valeria gira la llave y el portón verde se abre.
—Solo respuestas a estímulos biológicos. Estamos programados para eso. —Empuja con fuerza la puerta de madera, que vuelve a cerrarse a sus espaldas con un ruido sordo.
—Entiendo.
Paolo se da la vuelta y se encuentra de cara a Angelica, la ayudante de Valeria, que le mira, seria.
—No hay nada que haga más daño que un amor imposible. —Abre los brazos y le estrecha con fuerza contra su pecho—. A la mujer de la que yo estoy enamorada le gusta el pajarito. —Sollozando, le estrecha con más fuerza aún.