54
SENTADO en el murito del puente que une Castel Dell’Ovo con el barrio marinero, Paolo está mirando la colina de Posillipo, plagada de lucecitas; en la mano, una botella de Tuborg y un tarallo con almendras, aún caliente.
++... Y así me despido, con este último artículo y con esta nueva conciencia...
Valeria, iluminada únicamente por la luz de la luna, está sentada en una silla en el centro del estrado en el aula vacía.
++... Si a lo largo del camino sientes que el objetivo que te habías fijado ya no es importante, entonces, échale huevos, pon el intermitente y gira...
Un sol radiante entra por la ventana del dormitorio. Paolo apoya la maleta en el puf que hay junto a la cómoda y empieza a llenarla de ropa.
++... y no importa si no alcanzas nunca tu nueva meta, porque lo que cuenta de verdad es que has iniciado un nuevo camino.
Con profundo cariño para todos.
VUESTRO PAOLO
Ha empezado un curso nuevo. Valeria imparte su lección a una clase llena. Con letras grandes, escribe en la pizarra: «ATRACCIÓN»
++Ah, me olvidaba, ¿sabéis cómo se sabe que una mujer es la mujer de tu vida? Cuando sientes que sin ella estarías muerto.
Paolo corre la cremallera de la maleta, sale de la habitación y cierra la puerta a su espalda.
Siente un nudo en la garganta mientras sube el tramo de escaleras. Llama al timbre, el habitual sonido de apertura, entra y descubre que, extrañamente, Danila no está en su sitio. Atraviesa el largo pasillo con pasos cortos, los despachos están vacíos. Se para frente a la puerta de Enrico y llama, no obtiene respuesta, entonces baja el picaporte y entra.
—¡Sorpreeesa!
El despacho de Enrico está adornado con tiras festivas y globos. Un tapón de corcho vuela hasta el techo. Paolo da un paso atrás, sorprendido.
—¡¡Hemos ganado al Mattino, cielo mío!! ¡¡¡Hemos llegado a los cien mil ejemplares vendidos!!! —Enrico le salta al cuello con grititos de excitación.
Fabian y Danila le abrazan. También los otros tres redactores le dan palmadas en la espalda.
—¿Qué tal en Ischia, tesoro mío? —le pregunta Enrico.
—Bien —responde Paolo con una media sonrisa, luego saca un folio de la bolsa y lo pone sobre la mesa—. Este es... mi último artículo.
—¿Qué significa último, Paolo? —Enrico se sobresalta.
—Que ha llegado el momento de hacer lo que de verdad sé hacer, o sea, escribir sobre economía.
—Pero no puedes irte, amor mío. Si quieres abrimos una sección de economía. Podemos hablar de grandes empresas, Dolce & Gabbana, Armani; hablamos de rebajas...
—No, Enrico, te lo agradezco, pero dentro de un par de horas cojo un avión para Milán. He recibido una oferta de Il Sole 24 Ore. Mañana por la mañana tengo una entrevista con el director y, si sale bien, trabajaré con ellos. —Le enseña la carta certificada.
Enrico se derrumba en el sillón.
—Si eso es lo que quieres, vida mía, entonces ve, pero has de saber que aquí siempre habrá un puesto para ti. —Coge un pañuelo del bolsillo y se seca las lágrimas bajo las gafas con la montura de carey.
Paolo se queda un momento de pie frente a la mesa.
—Gracias. —Luego hace un esfuerzo y se da la vuelta para marcharse.
—Paolo —le para Fabian—, te echaremos de menos —dice, y le abraza.
Paolo le da un par de palmadas en la espalda.
—Yo a ti también.