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—Mañana le toca al guardia de seguridad —dice Ben—. Y a la secretaria. Incluso podría comparecer el detective de policía.

Me enderezo en la silla. Estoy en la sala de conferencias de Seaton, Hirsch con Ben, trabajando esta noche después del primer día del juicio.

La sala parece un almacén, está repleta de las cajas de los banqueros y de carpetas.

—El debate se celebra mañana por la noche —comento, refiriéndome al primero de los tres debates televisados entre Grant Tully y Langdon Trotter—. Quiero asistir.

—Si hay tiempo —dice Ben—. La declaración del guardia de seguridad podría llevar horas.

—¿Tienes algo bueno?

—En realidad, no. De todas formas, no creo que sea necesario destrozarlo.

Suena el teléfono situado en un rincón de la sala. Ben se acerca y contesta.

—Dígale que suba. —Se vuelve hacia mí—. Es Cal Reedy.

Ben se sienta y espera que llegue nuestro investigador privado, tamborileando en la mesa con los dedos.

—¿Sí o no? —pregunto—. ¿La juez se ha creído nuestro alegato respecto a la causa de la muerte?

—No-contesta Ben—. Apuesto a que no.

—Yo tampoco. —Por algún motivo, escuchar la predicción oficial de mi abogado me deprime. Permanecemos sentados en silencio durante un rato—. ¿Qué quiere Cal? —pregunto.

—No losé, John.

Cal Reedy entra presurosamente en la sala de conferencias. Viste camiseta amarilla y vaqueros sucios, una mugrienta gorra de béisbol le cubre la cabeza.

—Noticias importantes —proclama.

Bennett y yo esperamos que nos las cuente.

—Lyle Cosgrove —dice—. Hace dos turnos que Cosgrove no aparece por el trabajo. Si no se presenta, aunque sólo sea un día, el dueño de la farmacia debe informar inmediatamente al oficial de la condicional. Supongo que es un defensor de causas perdidas, así que le concedió un día más. Después llamó. El oficial llama al apartamento, nadie contesta...

—Cal, por amor de Dios —le ruego.

—Está muerto —dice Cal—. Lo encontraron muerto en su apartamento. Tan muerto como Mao. Estrangulado.

Al principio, los tres permanecemos inmóviles. Miro desesperadamente a Bennett Carey y descubro que también tiene la vista clavada en mí,

—Creen que lo mataron hace unos días. En algún momento a finales de septiembre.

Ben murmura algo que no logro oír.

Me apoyo contra el respaldo e intento controlar los nervios.

—También encontraron algunas cosas —prosigue Cal, limpiándose el sudor de la frente. Después advierte nuestra reacción-Todavía tengo amigos en la policía —puntualiza.

—Pero no nos mencionaste al hacer las preguntas, ¿verdad? —dice Ben.

—¡Venga ya! Sólo me hice el interesado.

—Dime qué diablos encontraron —le insto.

Cal se vuelve hacia mí.

—Encontraron un sobre cerrado que contenía unas bragas.

Me quedo atónito. Cal ha trabajado lo suficiente en este caso como para saber lo que pensamos. Las bragas de Gina Masón, y todas las pruebas que podrían acompañarlas. También nos explica que Lyle estaba preparado para apoyar el chantaje con algo más que su palabra. Tenía pruebas físicas. ADN, semen, vello púbico, lo que fuera. Pero claro, yo siempre reconocí que me había acostado con Gina esa noche.

—También encontraron una llave de una caja de seguridad —añade Cal, y se sienta en una silla, entre Ben y yo—. Van a ir al banco a la que pertenece y la registrarán.

Cierro los ojos durante unos segundos. Oigo la voz de Ben.

—¿Hallaron alguna relación entre Cosgrove y Dale Garrison?

—No —responde Cal—. No que yo sepa. Creen que quizá se trate de un problema entre traficantes de droga, o tal vez de una venganza por algo que Cosgrove hizo antes de ingresar en prisión hace doce años. Es un delincuente habitual. No malgastarán mucho tiempo en este asunto.

Vuelvo a abrir los ojos.

—¿Te mantendrás al tanto, Cal? ¿Para averiguar qué Hay en la caja de seguridad?

—Claro, compañero —asegura, dando un golpecito en la mesa.

—Gracias, Cal. —El investigador se pone de pie y abandona la sala de conferencias. Me deja con Bennett Carey, que se pregunta si está viendo a un asesino.

—Bueno —dice—. Supongo que ahora tenemos nuestra silla vacía, ¿verdad, John?

Bajo la mirada y ni siquiera me molesto en negarlo.

—¿Hay algo que quieras decirme? —pregunta Ben.

—Sí —contesto—. Quiero saber de qué manera esto modifica nuestra estrategia.

—Nuestra estrategia... —Bennett se remueve ansioso en la silla—. Verás, el fiscal del condado descubre el vínculo entre Lyle y Dale. Eso ocurrirá, no lo dudes. Harán una comprobación rutinaria. Verán que Lyle fue un sospechoso preliminar en la muerte de Garrison y atarán cabos. Tarde o temprano te involucrarán en ese lío. Y entonces empezarán a pensar seriamente que tú mataste a Cosgrove.

Me froto las manos lentamente y me enfrento a esa realidad.

—Necesito saberlo —susurra Ben.

—Lo único que necesitas hacer es conseguir que me absuelvan —contesto—. Investiga a ese tipo llamado Rick, el de 1979.

—¿Rick? ¿Crees que él también está implicado en esto?

—Tal vez —respondo apretando los dientes, y en mi interior vuelve a surgir la oscuridad—. O quizá la muerte de Cosgrove no esté relacionada con nada —digo—. El tipo es un ex convicto. "Vive entre ex convictos. Tal vez fue por rencor. Quizá fue un antiguo ajuste de cuentas de la prisión.

—Necesito saberlo —insiste Ben.

Me levanto de la silla y me dirijo a la puerta, sin mirar a mi abogado.

—Limítate a ganar el maldito caso —le espeto al salir.