OCTUBRE DE 2000

42

Se levanta el telón. Hace cuatro horas que es lunes 2 de octubre. He permanecido despierto durante cada una de ellas. De momento decido quedarme en la cama, tapado hasta el cuello, aunque la temperatura en la ciudad sigue siendo suave.

Los doguillos comparten la almohada que está junto a la mía. Su sueño ha sido inquieto, de vez en cuando levantaban la cabeza preguntándose por qué estoy sentado. Ahora gruñen y roncan tranquilamente.

Tengo el teléfono inalámbrico apoyado descuidadamente en mi regazo. He marcado los primeros números cinco, no, seis veces. Pero no voy a despertarla en mitad de la noche.

«Lo siento —vuelvo a decirle en la oscuridad silenciosa—. Siento no haber sido la persona que creíste que era. Lamento haberte hecho creer que era alguien que no soy, que malgastaste cinco años de tu vida conmigo. Sé que nada es blanco y negro. Sé que compartimos la culpa, pero estoy dispuesto a cargar con la mayor parte. Fui yo quien inició la cuesta abajo. No te dediqué el tiempo suficiente. Hice que te sintieras superflua, y nunca lo fuiste, jamás. Pero estaba demasiado ensimismado para saber lo que te estaba haciendo. Intentaste decírmelo y no te escuché. Y dejaste de quererme.

»Me arrepiento de todo lo que he hecho. Pero te prometo lo siguiente. Nunca volveré a arrepentirme. A partir de ahora, las cosas cambiarán. No mentiré acerca de nada. Haré que mi abogado haga todo lo posible para que me absuelvan. No me rendiré. Pero ahora por fin actúo correctamente.»