40
Oscuridad. Un hombre está sentado con las piernas cruzadas, en silencio, en el interior de su casa vacía y completamente a oscuras. Quizá parezca que está meditando, pero yo nunca he sido una persona espiritual. Nunca fui muy religioso, siempre creí que si vivía una vida decente, me recompensarían.
Hay sombras en la oscuridad. Nunca lo había notado. Variaciones breves pero dramáticas en la negrura. Un descenso de temperatura, tanto interior como exterior. Una liberación de la mente. La aparición de posibilidades, giros en el camino nunca antes imaginados. La decisión no saldrá de mi mente, sino de mi corazón. La lógica ha sido estudiada cuidadosamente. Se reduce al instinto, al primitivo instinto de supervivencia.
Suena el teléfono. No pienso contestar, pero echo un vistazo al número de la persona que llama y reconozco el número.
—Hola.
—Hola, Tracy.
—¿Resistes?
—Sí. Resisto.
—Bien. Bennett es un buen abogado.
—Sí.
—Debes creer que vas a ganar.
—Lo hago.
—¿Estás seguro de que te encuentras bien?
—Estaré bien.
—Quería preguntarte algo.
—Claro.
—¿Te gustaría que te haga una visita?
—No es necesario. —Si me lo hubieras preguntado hace un par de días, la respuesta hubiera sido otra.
—Sé que no es necesario. Pero tú... No puede ser fácil pasar por esto a solas.
—Piensas en mí. Rezas por mí. Con eso basta.
—¿Estás seguro de que estás bien? Tu voz suena rara.
—Estoy perfectamente.
—Hay un montón de gente que me encantaría ver. Hace meses que no veo ajen, a Krista y a toda esa gente. No te distraería. Podría tomarme un fin de semana largo. Podríamos...
—No quiero que me veas en este estado.
Comprende que esta afirmación incluye muchas cosas, más de las que ella podría percibir. Dejo que Tracy proteste, pero termino la conversación y apoyo el teléfono en el regazo. Ese no era yo. Pero quizá sea el nuevo yo. Clavo la mirada en la oscuridad, cuestionando suposiciones, pensando lo impensable, racionalizando y fantaseando hasta quedarme dormido.
Cuando despierto, me pongo los zapatos y bajo las escaleras.