CANTO VIII
CIELO III: ESPÍRITUS AMANTES
Aparecen como resplandores que, bailando y cantando, se mueven más o menos rápidamente. Venus: principados. Amantes: Carlos Martel. La constitución de la sociedad.
Con gran peligro, el mundo imaginaba
que la bella Ciprina el loco amor
3desde el tercio epiciclo propagaba;[113]
por lo que no a ella solamente honor,
con sacrificio y cantos, fue rendido
6por los antiguos, en su antiguo error;
sino que a Dione honraban y a Cupido,
por hijo, y madre ella, y se decía
9que a él le sostuvo en su regazo Dido;[114]
y de ésta, de quien parte la voz mía,
tomaban el vocablo de la estrella
12que es, tras el sol o ante él, su dulce espía.
No advertí que subiendo estaba a ella
pero me dio seguridad mi dama
15de haber llegado, pues la vi más bella.
Y cual la chispa adviértese en la llama,
y puede que en la voz la voz disciernas
18si una es firme y al par otra declama,
así vi en esa luz otras lucernas
de más o menos vivos movimientos,
21según sus formas de mirar internas.
De fría nube no han bajado vientos[115],
o visibles o no, tan velozmente
24que torpes no parezcan y muy lentos
a quien las divas luces tuvo enfrente
tras cesar en el giro que iniciaron
27junto a los serafines altamente,
y en las que más delante se mostraron
tal «Hosanna» sonó que en adelante
30nunca ganas de oírlo me faltaron.
Acercóse a nosotros al instante
uno y me dijo: «Todos aquí estamos
33para hacerte gozar a tu talante.
Con los celestes príncipes giramos
en un círculo, un giro y un anhelo,
36a los que así invocar ya te escuchamos:
“Vos, que movéis pensando el tercer cielo”[116]
y es tan grande el amor que nos satura
39que aquietarnos por ti será un consuelo».
Tras ofrecer mis ojos con mesura
a mi dama, y haberme asegurado
42de ella y su aplauso en su mirada pura,
hacia la luz volvílos que brindado
se había tanto, y «¿Quién sois?» la voz mía
45exclamó con acento emocionado.
Y más bella y mayor vi que se hacía
por la alegría nueva que retuvo,
48cuando le hablé, con la que ya tenía.
Cambiada así, me habló: «El mundo me tuvo
poco tiempo, y si más hubiera sido
51no hubiera el mal que al ausentarme hubo.
Mi alegría me tiene aquí escondido,
pues dentro de su luz me hallo cautivo
54cual gusano en su seda contenido.
Mucho me amaste, y no fue sin motivo,
pues mostrarte allí abajo yo pensaba
57más que las frondas de mi afecto vivo.[117]
Aquella orilla izquierda que se lava
donde el Ródano al Sorga ya contiene
60por su señor a tiempo me esperaba,
y aquel cuerno de Ausonia que mantiene
a Bari y a Gaeta y a Catona,
63donde al mar, con el Verde, el Tronto viene.[118]
Ya fulgía en mi frente la corona
de aquella tierra que el Danubio baña
66cuando el suelo germánico abandona.[119]
Y la bella Trinacria, que se empaña
de Pachino a Peloro, en aquel golfo
69que soporta del euro mayor saña,
por el azufre no, por el regolfo
de Tifeo, sus reyes hoy tuviera,[120]
72hijos, por mí, de Carlos y Rodolfo,[121]
si el señorío malo, que exaspera
a los pueblos, movido nunca hubiese
75a gritar a Palermo: “¡Muera, muera!”[122].
Y si mi hermano a tiempo esto previese,
de Cataluña la pobreza avara
78huyera, porque más no le ofendiese;[123]
que sería mejor que se ingeniara,
por sí o por otros, para que su barca
81cargada de más carga no se hallara.
Pues su natura, que de larga a parca
descendió[124], necesita tal milicia
84que no se ocupe de llenar el arca».
«Porque tu hablar me infunde una delicia,
oh señor mío, que en verdad yo creo
87que en donde todo bien para y se inicia[125]
es por ti vista como yo la veo,
me agrada más; y porque tu argumento
90hallas mirando a Dios, más me recreo.
Dame tu luz tras darme tu contento:
que, al oírte, de cómo la simiente
93dulce da fruto amargo, dudas siento.»
Dije, y «Si puedo —dijo dulcemente—,
te diré una verdad que hará que andes
96no a espaldas de la duda, sino al frente.
El bien que a todo el reino en que te expandes
mueve y alegra, de su providencia
99hace virtud en estos cuerpos grandes[126].
No sólo, en la perfecta inteligencia,
cada naturaleza está ideada,
102mas con salud unida a su existencia:
cada flecha de este arco disparada
sigue al volar las órdenes divinas
105como cosa a su blanco enderezada.[127]
Si así no fuese, el cielo en que caminas
causara de tal modo sus efectos
108que no serían arte, sino ruinas;
y es absurdo, si no a los intelectos
que el cielo mueven pides que declare
111faltos, y al que dejólos imperfectos.
¿Quieres que esta verdad más se te aclare?».
«No —dije— que imposible yo vería
114que natura, en lo que es fatal, se pare.»
Y él insistió: «Que el hombre perdería
si no fuese sociable, ¿se concibe?».
117«Sí —dije—, y cuestionarlo no podría.»
«¿Puede serlo si abajo no se vive
de distintos oficios no igualmente?
120No, si el maestro vuestro bien lo escribe.»[128]
Llegó aquí deduciendo y, finalmente,
concluyó: «Luego aciertas si supones
123raíz distinta a efecto diferente:
por eso nacen Jerjes y Solones,
Melquisedec y el otro que perdiera
126al hijo en las aéreas regiones.[129]
La circular natura, que a la cera
mortal sella, practica bien su arte
129e igual toda morada considera.
De aquí procede que Esaú se aparte
de Jacob desde el germen; que a Quirino,
132de padre vil, le den por padre a Marte.[130]
La natura engendrada su camino
haría siempre igual al generante
135si no venciese el proceder divino.
Ahora el que estuvo atrás está delante:
mas porque sepas que eres de mi agrado,
138te diré un corolario confortante.
Siempre que la natura encuentra al hado
contrario, cual simiente removida
141del propio ambiente, da mal resultado.
Si se mirase más en vuestra vida
el fundamento puesto por natura,
144mejor fuera la gente dirigida.
Mas vosotros torcéis a la clausura
al que nació para ceñir espada
147y hacéis rey al que el hábito procura:
y así marcháis por fuera de la estrada».