CANTO XVI
CIELO V: ESPÍRITUS MILITANTES
Nobleza de Dante. La antigua Florencia. Familias florentinas.
Oh de la sangre módica nobleza
si por ti mucha gente es arrogante
3aquí, donde el querer sufre flaqueza,
ya no habré de admirarme en adelante;
que allá donde el amor no se adultera,
6digo en el cielo, me glorié no obstante.
Manto eres que se acorta sin espera,
pues si no se le añade cada día,
9va el tiempo alrededor con la tijera.
Con el vos que primero Roma oía,
y es hoy por su familia poco usado[246],
12yo di comienzo a la respuesta mía;
y Beatriz, que no estaba a mi lado,
pareció al sonreír la que, tosiendo,
15de Ginebra avisó el primer pecado.[247]
«Vos sois mi padre —comencé diciendo—,
vos me prestáis para que os hable aliento,
18vos me eleváis, y más que yo estoy siendo.
Por tantos ríos se hinche de contento
mi mente, que de sí hace su leticia
21por poderlo sufrir sin rompimiento.
Habladme ahora, pues, cara primicia,
de los mayores vuestros, de los años
24que se apuntaron en vuestra puericia:
cuántos eran entonces los rebaños
del redil de San Juan[248], y cuáles gentes
27merecieron los más altos escaños.»
Igual que aviva el viento los fulgentes
carbones inflamados, yo vi a aquella
30luz brillar a mis dichos complacientes;
y así como a mis ojos fue más bella,
así con voz más dulce y más suave
33—no con la que el moderno idioma sella—,
dijo: «Del día en que se dijo Ave
al que mi madre, a la que Dios contenta,
36aligeróse de mi carga grave,
a su León quinientas y cincuenta
y treinta veces se llegó este fuego
39para inflamarse do su planta asienta.[249]
Mis antiguos y yo, del solariego
lugar fuimos donde halla el primer sesto[250]
42aquel que corre vuestro anual juego.
Baste de mis mayores oír esto:
que quiénes eran y de do vinieron
45más es callar que razonar honesto.
Todos los que llevar armas pudieron
entonces entre Marte y el Bautista[251]
48un quinto de los que ahora viven fueron.
Mas la ciudadanía —que hoy es mista
de Feghine, Certaldo y Campi[252]— pura
51era en el más humilde y pobre artista.
Ser vecina esa gente, gran ventura
sería —si Galluzzo y el Trespiano[253]
54de vuestra población dieran la anchura—,
y no oler dentro el tufo del villano
de Aguglión y el de Signa[254], que insolente
57aguza el ojo al tráfico malsano.
Si no hubiese la más bastarda gente
sido de César la madrastra terca,
60sino madre benigna e indulgente,
tal se ha hecho florentino y cambia y merca
que habría regresado a Simifonti:
63que el abuelo trampeando anduvo cerca;[255]
sería aún Montemurlo[256] de los Conti;
los Cerchi vivirían en Acona
66y en Valdigrieve, acaso Buondelmonti.[257]
Que el confundir persona con persona
del mal de la ciudad principio ha sido,
69como del cuerpo el cebo que amontona;
y antes al ciego toro ves caído
que a ciega oveja; y una sola espada
77mejor que cinco con frecuencia ha herido.
Si a Luni y Urbisaglia la mirada
vuelves y ves caídas, mientras hacen
75hoy Sinigaglia y Chiusi igual jornada,
oír que las estirpes se deshacen
no será para ti nuevo ni fuerte,
78pues las ciudades en el polvo yacen.
Vuestras cosas también tienen su muerte,
mas, por mucho durar, la oculta alguna
81y vuestra corta vida no la advierte.
Como el girar del cielo de la luna
cubre y descubre playas sin reposo,
84así hace con Florencia la Fortuna:
y no debes tener por asombroso
oírme hablar de grandes florentinos
87cuyo nombre olvidado fue famoso.
Los Alberichi, Ormanni y Catellinos,
los Filippi, Ughi y Greci, vi cayendo
90aunque eran ciudadanos genuinos;[258]
y vi, tan grandes como antiguos siendo,
los Ardinghi y Bostichi; y al del Arca,
93Sannella y Soldanieri[259] resistiendo.
Dominando la puerta que se enarca
de nueva felonía al peso odiado
96que pronto hará destrozos en la barca,
los Ravignani vi, que cuna han dado
al conde Guido y a cuanto hoy en día
99lleva de Bellinción el nombre honrado.[260]
El de la Presa ya entonces sabía
cómo se ha de regir; y Galigaio
102dorado el pomo y el arriaz tenía[261].
Grande era ya la columna del Vaio[262],
Sacchetti, Giuochi, Fifanti y Barucci
105y Galli y los que azora hoy el estaio[263].
La cepa de que nacen los Calfucci
era ya grande, y ya tenían derechos
108a las curules Sizii y Arrigucci.
¡Oh cómo vi a los que fueron deshechos
por su soberbia! Y las esferas de oro
111a Florencia enfloraban con sus hechos.[264]
Tal fue de los mayores el decoro
de los que, si la iglesia vuestra vaca,
114ceba, en el consistorio, su tesoro.
La estirpe altiva que con furia ataca
al que ve huir, pero al que muestra el diente
117o el bolso, cual cordero se le aplaca,
subía ya, mas de pequeña gente;
por eso no agradó a Ubertín Donato
120que su suegro la hiciera su pariente.[265]
Al mercado vivía ya inmediato
Caponsacco, de Fiésole; y ya era
123buen ciudadano Giuda, e Infangato.
Diré cosa increíble y verdadera:
en la cerca se entraba, estrecha y corta,
126por la puerta nombrada por los Pera[266].
Todo aquel que la bella insignia porta
del barón cuyo nombre y valor regio
129la fiesta de Tomás hoy reconforta,
de él obtuvo milicia y privilegio;
aunque ahora con el pueblo ande mezclado
132el que pone un ribete al signo egregio.[267]
Y se vería el Burgo sosegado
con Gualterotti e Importuni ahora,
135si otros vecinos no hubieran llegado.
La casa por la que hoy Florencia llora,
por el justo desdén que os destruyera
138y acabó con la vida seductora,
en ella y sus consortes honrada era[268]:
¡oh Buondelmonte, malamente huiste
141de las nupcias, porque otra feliz fuera!
Se alegraría mucha gente triste
si concedido al Erna Dios te hubiese[269]
144la vez primera que a la ciudad fuiste.
Mas convenía que Florencia hiciese
a la piedra que, rota, guarda el puente
147un sacrificio mientras paz tuviese.[270]
Con esta gente y parecida gente,
vi yo a Florencia en tan feliz reposo
150que el llanto de mi faz estuvo ausente:
con esta gente conocí glorioso
y justo al pueblo, tanto que volteado
153no vi en el asta al lirio prestigioso,
ni por enemistad vuelto encarnado[271]».