CANTO V
CIELO I. ESPÍRITUS DÉBILES. CIELO II. ESPÍRITUS ACTIVOS
Esencia y valor del voto. Aparecen como resplandores llameantes que cantan y bailan. Mercurio: arcángeles.
«Si, ardiendo más que en tierra puede el fuego,
yo te envuelvo con llama de amor viva
3y, vencidos tus ojos, quedas ciego,
no te sorprendas, que mi ardor deriva
de un mirar que es perfecto porque aprende
6y hacia el bien percibido el paso aviva.
Bien veo que la luz eterna prende
en tu intelecto ya, y en él reluce,
9pues, vista, sola y siempre amor enciende;
y si otra cosa vuestro amor seduce,
de aquella luz tan sólo es un vestigio
12que, mal juzgado, por allá trasluce.
Preguntas si otra acción el desprestigio
del falso voto puede borrar tanto
15que al ánima asegure de litigio.»
Así Beatriz comienzo dio a este canto,
y, como aquel que hablando no tropieza,
18de este modo siguió el discurso santo:
«El bien mayor que Dios, en su largueza,
hizo al crear, y fue el más adecuado
21a su bondad, y amó más su grandeza,
fue el del libre albedrío, limitado
a las criaturas que hizo inteligentes,
24pero siempre y a todas otorgado.
Ahora verás, a poco que argumentes,
el gran valor del voto, siendo exacto
27que Dios consienta cuando tú consientes,

que, al cerrarse entre Dios y el hombre el pacto,
cual víctima se ofrece aquel tesoro
30que ya te dije; y se hace con su acto.
¿Qué puede darse a cambio con decoro?
Creer que se usa bien lo ya ofrecido
33es, por hacer el bien, ser ladrón de oro.
Ya está lo principal esclarecido;
mas si la Iglesia otorga su dispensa,
36cual si al hablar me hubiera confundido,[63]
en seguir a la mesa un rato piensa,
porque el manjar tan fuerte que has tomado
39requiere más ayuda a tu despensa.
Abre la mente bien a mi dictado
y enciérralo, que no supone ciencia,
42sin retener, estar bien enterado.
Dos cosas se reúnen en la esencia
del sacrificio; en su materia estriba
45la una, y la otra es la conveniencia.
A ésta no la cancela quien la priva
de observancia; mas de ella claramente
48recuerda que se trata más arriba:
pero necesitó la hebrea gente
ofrecerla, si bien alguna oferta,
51cual sabes, permutar fue conveniente.[64]
La otra, cuya materia ha sido abierta,
puede ser tal que no haya falta grave
54aunque en otra materia se convierta.
Pero cambiar su carga a nadie cabe
por propio arbitrio, sin que sea movida
57ya la amarilla, ya la blanca llave[65];
por necia la permuta sea tenida
si la cosa dejada en la tomada
60como el cuatro en el seis no es contenida.
Por eso cualquier cosa que, pesada,
venza con su valor toda balanza
63con otro gasto no queda pagada.
Nunca tome el mortal el voto a chanza:
sea fiel, y al hacerlo no sea ciego
66como Jefté con la primer cobranza;
que “Mal hice” mejor dijera luego
que hacer peor cumpliendo[66]; y tan vicioso
69puedes juzgar en esto al duque griego
por quien lloró Ifigenia al rostro
hermoso e hizo llorar a sabios y a livianos
72al saber de aquel culto doloroso.[67]
Sed graves al moveros, oh cristianos:
no seáis como pluma dada al viento,
75que no toda agua os lavará las manos.
Tenéis el Nuevo, el Viejo Testamento
y el pastor de la Iglesia es vuestro guía:
78esto es bastante a vuestro salvamento.
Si otra cosa te grita el ansia impía,
obra cual hombre, no cual loca oveja,
81de modo que el judío no se ría.
No imites al cordero que se aleja
de su madre, e ingenuo y lascivo,
84se combate a sí mismo y se festeja».
Me lo dijo Beatriz como lo escribo,
volvióse luego toda deseante
87hacia el lugar en que el mundo es más vivo.[68]
Y su callar y el transmutar semblante
de mi mente acallaron el anhelo
90que otras dudas tenía ya delante.
Cual flecha que en el blanco acaba el vuelo
antes de que la cuerda quede quieta,
93así corrimos al segundo cielo.
Vi a mi dama de dicha tan repleta
cuando aquietó aquel cielo nuestra prisa
96que más ardiente se volvió el planeta;
y si el cambio en la estrella una sonrisa
despertó, ¡qué no haría mi natura,
99pues transmutable soy de toda guisa!
Cual peces que en piscina quieta y pura,
si caen en ella cosas exteriores,
102se aproximan creyendo que es pastura,
así más de un millar vi de esplendores
acercarse, y cada uno así exclamaba:
105«¡He aquí al que aumentará nuestros amores!».
Y conforme cada uno se acercaba,
la sombra nos mostraba su leticia
108en el claro fulgor que derramaba.
Piensa, lector, si lo que aquí se inicia
no continuase, cómo sentirías
111de saber más angustiosa caricia;
y así comprenderás las ansias mías
por conocer su estado y condiciones,
114apenas divisé a las almas pías.
«Oh bien nacido, que hasta las mansiones
del triunfo eterno elévate la gracia
117antes que la milicia tú abandones;
nos enciende la luz que aquí se espacia,
y si ilustrarte quieres, fidedignos,
120haremos que tu mente quede sacia.»
Uno de los espíritus benignos
dijo así, y Beatriz: «Di, di confiado:
123son de creerlos como a dioses dignos».
«Sé que en tu propia luz has anidado
y que la están tus ojos despidiendo
126porque, al reír, tu brillo has aumentado;[69]
mas yo no sé quién eres, ni comprendo,
alma digna, por qué estás en la esfera
129que otra luz a la tierra está escondiendo.»[70]
Estas palabras dije a la lumbrera
que primero me habló; y entonces ella
132se volvió más luciente que antes era.
Como se oculta la mayor estrella,
por exceso de luz, si disipada
135queda la niebla que su fuego mella[71];
la excesiva alegría a mi mirada
hurtó en su rayo a la figura santa;
138y, así encerrada, respondió encerrada
del modo que el siguiente canto canta.