CANTO XXVIII
CIELO IX: COROS ANGÉLICOS
Las jerarquías angélicas aparecen como nueve círculos encendidos que giran alrededor de un punto sumamente luminoso. Primer Móvil: serafines. San Pedro, Dios, jerarquías y coros angélicos.
Tras abrir la verdad, contra el presente
vivir mortal y miserable hablando,
3la que me emparaísa a mí la mente;
como del cirio que le está alumbrando
detrás, en el espejo advierte el fuego
6quien no lo ve ni en él iba pensando,
y, por ver si verdad le dice, luego
se vuelve al vidrio y ve que éste concuerda
9cual de la nota y el compás el juego:
que hice igual mi memoria bien recuerda
cuando miré a los ojos admirados
12a los que Amor me prende con su cuerda.
Y, al volverme y los míos ser tocados
por lo que manifiesta aquella pieza,
15cuando sus giros son bien observados,
vi un punto que irradiaba una clareza
tan aguda, que al ojo que la enfoca
18le obliga a que se cierre su agudeza:
la estrella que parece aquí más poca,
luna parecería junto a él puesta
21como estrella al pie de otra se coloca.
Tal vez cuanto parece que se acuesta
a la luz que lo pinta halo luciente,
24cuando espeso vapor lo manifiesta,
de aquel punto distaba un cerco ardiente,
girando más veloz que aquel recinto
27que ciñe al mundo más rápidamente.[413]
De aquel cerco un segundo era precinto,
de éste un tercero, un cuarto del tercero;
30ceñía el quinto al cuarto, el sexto al quinto;
seguía arriba el séptimo; e infiero,
dada su anchura, que el nuncio de Juno[414]
33no bastaría a contenerlo entero.
Así el octavo y nono, y cada uno
más lento se movía, según era
36en número distante más del uno;
y tenía la llama más sincera
el más vecino de la chispa pura,
39porque en la verdad de ella más se envera[415].
Mi dama, cuando vio que tal figura
me suspendía, dijo: «De aquel punto
42depende el cielo y toda la natura.
Mira el cerco que de él se halla más junto,
y sabe que el girar suyo es más presto
45por el fogoso amor de que es trasunto».
«Si fuese el mundo —dije yo— dispuesto
como están estas ruedas ordenadas,
48me saciaría lo que me es propuesto;
mas las vueltas son más divinizadas
en el mundo sensible, en la medida
51en que del centro se hallan alejadas.[416]
Y si he de ver mi aspiración cumplida
en la angélica nave de este templo,
54de luz y amor tan sólo circuida,
aún me conviene oír cómo el ejemplo
y el ejemplar no giran de igual suerte[417],
57que en vano por mí mismo lo contemplo.»
«Que de tus dedos no puedas valerte
para este nudo, no es ningún portento:
60¡tanto, por no abordarlo, se ha hecho fuerte!»
Así mi dama; y luego dijo: «Atento
me tendrás que escuchar para saciarte;
63y en torno al caso aguza el pensamiento.
Cada círculo es, según comparte
más o menos virtud, ancho o estrecho;
66pues ésta se reparte en cada parte.
Quiere mayor bondad mayor provecho,
mayor salud en cuerpo mayor cabe,
69si en cada parte se halla éste bien hecho.[418]
Éste, pues, que arrebata al peso grave
de todo el universo, pertenece
72al cerco que más ama y que más sabe.[419]
Así, si a la virtud haces que empiece
tu medida a estimar, no a la apariencia
75de cuanto aquí redondo comparece,
tú verás la admirable consecuencia
de mucho a más y de lo poco a menos
78en cada cielo y cada inteligencia».[420]
Cual espléndidos quedan y serenos
los aéreos hemisferios, cuando empieza
81Bóreas, con sus soplos más amenos,
a purgarles la niebla y la impureza
que los turbaba, y hace que sonría
84la parroquia del cielo[421] con viveza,
así hice yo cuando la dama mía
y sus claras palabras me mostraron
87la verdad, que cual un sol relucía.
Y cuando sus palabras terminaron,
no de otro modo el hierro calentado
90chispea, cual los cercos chispearon.
Por chispas vi el incendio secundado;
y el número era tal que superaban
93a ajedrez que, al doblarse, es enmilado[422].
De coro en coro, todos hosannaban
al punto que les marca los confines
96y siempre los tendrá donde se hallaban.
Y, viendo de mi mente los trajines,
ella dijo: «Los círculos primeros
99querubes te han mostrado, y serafines.
A sus vínculos siguen tan ligeros
porque de parecerse al punto tratan;
102y más ven y más logran los cimeros.
Los amores que en torno se arrebatan
se llaman tronos del divino aspecto,
105y el ternario primero ellos rematan.
Y a cada uno el saber es más dilecto
cuanto más su mirada se aprofunda
108en la verdad que aquieta al intelecto.
Cómo el gozar beatitud se funda
en el acto que ve, verse aquí puede,
111no en el que ama, que luego lo secunda;
ver más o menos la merced concede,
que de la gracia y bienquerer prorrumpe:
114y así de grado en grado se procede.
El siguiente ternario, que así irrumpe
en esta primavera sempiterna
117que el Ariete nocturno no interrumpe,[423]
perpetuamente “Hosanna” desinverna[424]
en triple himno de trinas calidades
120de la misma leticia en que se enterna[425].
En esa jerarquía hay más deidades:
virtudes hay y, antes, dominaciones;
123y el tercer orden es de potestades.
Danzan en las penúltimas secciones
principados y arcángeles, y giran;
126y la última es de angélicas canciones.
En la altura estos órdenes se admiran,
y hacia Dios, lo de abajo sometiendo,
129todos tirados son, de todos tiran[426].
Y Dionisio, estos órdenes queriendo
contemplar, a ordenarlos dedicóse
132y los nombró como te estoy diciendo.[427]
Gregorio de él más tarde separóse;
pero apenas los ojos hubo abierto
135a este cielo, de sí mismo rióse.[428]
Y si al mundo aclaró lo oculto y cierto
un mortal, al asombro tú no cedas:
138le fue por quien lo vio aquí descubierto,
con muchas más verdades de estas ruedas».[429]
