CANTO XXXI
CIELO X: ÁNGELES Y BIENAVENTURADOS
San Bernardo. Saludo de Dante. Agradecimiento de Dante a Beatriz. Contemplación de la Virgen María.
Bajo la forma de cándida rosa
se me mostraba la milicia santa
3que Cristo, con su sangre, hizo su esposa;
mas la otra, que volando mira y canta
a la gloria de aquel que la enamora
6y a la bondad que diole virtud tanta,
como enjambre de abejas que se enflora
una vez, y otra vez allá retorna
9a donde su trabajo se ensabora,
descendía a la gran flor que se adorna
de tantas hojas, y de nuevo iba
12do siempre halló a su amor aquel que torna.
Todos tenían faz de llama viva
y alas de oro, y el resto era tan blanco
15que la nieve a tal término no arriba.
Al bajar a la flor, de banco en banco
la paz distribuían y el ardor
18que cosechaban ventilando el flanco.
Ni el situarse entre lo alto y la flor
de tan copiosa plenitud volante
21 impedía la vista y el fulgor;
porque la luz divina es penetrante
por el orbe, según se hace éste digno,
24tanto que nada puede serle obstante.
Este reino seguro, y tan benigno,
frecuente en nueva y en antigua gente,
27rostro y amor movía a un solo signo.
¡Oh trina luz, que en forma de fulgente
y única estrella la visión sosiega,
30a nuestra tempestad mira clemente!
Si la bárbara gente, que nos llega
de la tierra que Hélice está cubriendo
33mientras con su hijo amado giros juega,[460]
a Roma y a sus arduas obras viendo,
quedó asombrada, cuando a lo mundano
36eminente Letrán estaba siendo,[461]
yo, que hasta lo divino de lo humano,
a lo eterno del tiempo había ido,
39y de Florencia el pueblo justo y sano,
¡de qué estupor debía estar transido!
Cierto que entre él y el gozo me gustaba
42no escuchar y seguir enmudecido.
Y como peregrino que gozaba
del templo de sus votos, observando,
45y contar lo que ha visto deseaba,
allá, por la luz viva paseando,
mis ojos por los gozos discurrían,
48ya arriba o hacia abajo circulando.
Vi muchos rostros que al amor movían,
de su sonrisa y de otras con el viso;
51y sus actos honestos parecían.
La forma general del Paraíso
fue toda por mis ojos recorrida
54sin detenerse en un lugar preciso;
y me volví con ansia reencendida
a saber, por mi dama, de las cosas
57de que mi mente estaba suspendida.
Uno entendió, mas de otro eran las glosas:
creo ver a Beatriz, y un viejo viene
60vestido cual las gentes gloriosas.
En los ojos y el rostro un brillo tiene
de benigna leticia, y es tan pío
63como al más tierno padre le conviene.
«¿Dónde está ella?», pregunté sombrío;
y él: «Para que termine tu deseo
66me movió Beatriz del lugar mío;
mira hacia el tercer giro[462] de esta seo,
desde su cima, y la verás sentada
69sobre el trono que obtuvo por trofeo».
Sin responder, alcé yo la mirada
y vi que ella se hacía una corona
72de eterna luz por ella reflejada.
De la más alta tronadora zona
ojo alguno mortal tanto no dista,
75ni aun si al fondo marino se abandona,
cuanto Beatriz, arriba, de mi vista;
mas no importaba, pues su efigie bella
78no me llegaba con el medio mista.[463]
«Dama en quien mi esperanza alta destella,
y que por mi salud has soportado
81en los infiernos imprimir tu huella,[464]
en tantas cosas que se me han mostrado
veo que tu poder y tu bondad
84la virtud y la gracia me han prestado.
Yo era siervo y me has dado libertad
por cuanta vía y modo vio tu ciencia
87que tenías de hacerlo potestad.
En mí custodia tu magnificencia,
y mi alma se desnude, por ti sana,
90del cuerpo con tu santa complacencia.»
Así recé; y aquella que lejana
parecía, riéndose miróme;
93y se volvió hacia la eterna fontana.
«Para que acabes —el anciano hablóme—
perfectamente ahora tu camino,
96a lo que un ruego, y santo amor, movióme,
este jardín contempla peregrino;
que, al verlo, de tu vista ha de ir el dardo
99más afilado hacia el fulgor divino.
Y la reina del cielo, en la que ardo
de amor, ha de otorgarnos toda gracia,
102porque yo mismo soy su fiel Bernardo[465].»
Como aquel que quizás desde Croacia
viene a mirar la Verónica[466] nuestra
105y del deseo antiguo no se sacia,
mas piensa, mientras ésta se le muestra:
«Oh Señor Jesucristo, Dios veraz,
108¿era como la veo la faz vuestra?»;
tal era yo mirando a la vivaz caridad
del que en este bajo mundo,
111contemplando, gustó de aquella paz.
«Hijo de gracia, este vivir jocundo
—él comenzó— será para ti ignoto
114si abajo pones tu mirar profundo;
levántalo hacia el cerco más remoto
hasta a la reina descubrir divina
117de que este reino es súbdito y devoto.»
Lo elevé; y como a la hora matutina
el horizonte que se ve al oriente
120supera a aquel en el que el sol declina,
así, como del valle al monte ingente
se mira, vi a una parte superando
123con su fulgor al resto de aquel frente.
Y como el sitio en que se está esperando
al timón que usó mal Faetón, se inflama,
126mientras va acá y allá la luz menguando,[467]
así aquella pacífica oriflama
en el centro se aviva, y se reparte
129su luz acá y allá con lenta llama.
De plumas esparcidas, vi en la parte
central más de mil ángeles y, tantos
132como eran, con distinto brillo y arte.
Y allí vi que a sus juegos y a sus cantos
reía una beldad[468]; y ella leticia
135era en los ojos de los otros santos.
Si tuviese al decir tanta pericia
cuanto al imaginar, no intentaría
138lo mínimo expresar de su delicia.
Bernardo, que a mis ojos ya veía
del cálido calor de ella pendientes,
141con tanto amor los suyos le volvía
que tornó a mis miradas más ardientes.