CANTO XXX

CIELO X: ÁNGELES Y BIENAVENTURADOS

Un torrente de luz fúlgida con un chorro de centellas que se esparcen sobre las orillas consteladas de flores antes de entrar en la maravillosa cascada. El torrente se transforma en círculo, las centellas en ángeles, las flores en almas bienaventuradas. La cándida rosa, formada por los bienaventurados concéntricamente dispuestos en la espiral de los pétalos. Tres círculos del mismo diámetro, de distinto color, reflejo el segundo del primero, y el tercero tal fuego que emana de los dos primeros. En el segundo círculo aparece la imagen de un rostro humano. Empíreo.

Tal vez a seis mil millas esté hirviendo

la hora sexta, y el mundo el lecho plano

3con su sombra ya casi esté cubriendo,

cuando el centro del cielo, tan lejano,

comienza a hacerse tal, que alguna estrella

6pierde apariencia en este hondón mundano;

y a medida que avanza la doncella

clara del sol, así el cielo se cierra

9de vista en vista hasta la que es más bella.[448]

No de otro modo aquel que se descierra,

triunfo, en torno del punto que vencióme,

12pareciendo encerrado en lo que encierra,

poco a poco sus vistas ocultóme;

y que a Beatriz volviese la mirada

15nada ver ya, y amor, aconsejóme.

Si cuanta loa he dicho de mi amada

en un elogio se incluyera toda,

18no quedara esta empresa rematada:

la belleza que vi tal se transmoda

sobre nosotros, que a que complacido

21sea su autor tan sólo se acomoda.

Me doy en este paso por vencido

más que cualquier poeta, anteriormente,

24en comedia o tragedia lo haya sido;

que, cual sol en la vista más tremente,

así, cuando recuerdo su apacible

27risa, yo mismo hago menguar mi mente.

Que desde que su rostro fue visible

para mí en esta vida, hasta esta vista,

30no el seguir mi cantar me fue imposible;

mas bueno es ya que mi seguir desista

en pos de su belleza, poetizando,

33como hace en el extremo todo artista.

Tal cual la dejo ahora a mayor bando

que el de mi tuba, que prosigue el vuelo

36su tan ardua materia terminando,

mostrando en acto y voz su santo celo,

prosiguió: «Hemos salido del mayor

39cuerpo, a la pura luz que es este cielo:[449]

luz intelectual llena de amor;

amor del bien, colmado de leticia;

42leticia a todo gozo superior.

Aquí, del Paraíso a una milicia

y otra verás, y a una en el talante

45en que has de verla en la última justicia».[450]

Como un súbito lampo deslumbrante

la vista ofusca tanto que aun la priva

48de ser en cosas grandes operante,

así circunfulgióme una luz viva;

y me dejó de tal velo fajado

51con su fulgor, que nada vi allí arriba.

«Siempre así en este cielo ha saludado

el amor que la paz le ha concedido,

54y así al cirio a su llama ha preparado.»

No antes de que yo hubiera recibido

estas breves palabras, ya notaba

57que sobre mi virtud había ascendido;

nueva vista de nuevo me alumbraba

tanto, que de la luz que más luciera

60mi mirada los rayos soportaba.

Y vi una luz en forma de rivera

fluyente de fulgor, entre dos ribas

63pintadas de admirable primavera.

De tal río salían luces vivas,

y a ambos lados caían en las flores,

66cual rubí que con oro circunscribas.

Luego, como embriagándose de olores,

hundíanse de nuevo en la corriente

69mientras salían de ella otros fulgores.[451]

«Tu alto deseo, abrasador y urgente,

de comprender las cosas que estás viendo

72tanto me place cuanto es más turgente;

pero que has de beber de esta agua entiendo

antes que tus ardores sean sacios[452]

75—dijo el sol que me estaba esclareciendo—.

Son el río —añadióme— y los topacios

que entran y salen, y las rientes hierbas,

78de su verdad umbríferos prefacios.

No es que estas cosas sean por sí acerbas;

pues el defecto está en la parte tuya

81porque aún no tienes luces tan superbas.»

No hay niño que tan súbito rebulla

en busca de la leche, si atrasada

84le despierta una vez la usanza suya,

cual me incliné, para que mi mirada

fuera mejor espejo, hacia la onda

87que para mejorar fluye encauzada.

Y apenas se bañó en el agua honda

el borde de mis párpados, veía

90a su largura devenir redonda.

Luego, como quien máscara traía,

pareciendo otro mientras tuvo puestas

93las ajenas facciones que vestía,

se transformaron en mayores fiestas

las flores y las chispas, y yo he visto

96ambas cortes del cielo manifiestas.

¡Oh esplendor del Señor, por quien he visto

el alto triunfo del reino veraz,

99ayúdame a decir cómo lo he visto!

Hay una luz que deja ver la faz

del creador a toda criatura

102que sólo en contemplarla halla su paz,

y que se extiende en circular figura

de modo tal que su circunferencia

105sería para el sol ancha cintura.[453]

Un rayo forma toda su apariencia,

que es por el Primer Móvil reflejado

108y de él toma la vida y la potencia.[454]

Y cual collado en un agua espejado

desde su base, para ver su adorno,

111si está de flores y verdor cuajado,

tal, en más de mil gradas, yo vi en torno

descollar y en la luz mirarse a cuanto

114de nosotros está allí de retorno.

Si al último escalón inunda tanto

aquella luz, ¡cuál no será la anchura

117de esta rosa en las hojas de su canto![455]

En la amplitud, mi vista, y en la altura,

no se perdía, porque disfrutaba

120entero el cuánto y cuál de su hermosura.

Cerca o lejos, allí nada contaba;

que donde Dios sin mediador gobierna

123de la ley natural la fuerza acaba.[456]

A lo amarillo[457] de la rosa eterna,

que se engrada y dilata y, con su aliento

126perfumado, al sol loa que no inverna,

como al que quiere hablar y no halla acento,

me llevó Beatriz, y dijo: «Ojea

129de estolas blancas este gran convento.

Ve qué amplitud nuestra ciudad rodea:

mira la gradería casi llena,

132que a pocos más en ella se desea.

El trono que los ojos te enajena

por la corona que sobre él hay puesta,

135antes de que te inviten a esta cena

ha de ocupar, con ya cesárea testa,

el alto Enrique, que a arreglar la traza

138irá de Italia, sin que esté dispuesta.[458]

Por codicia que, ciega, os embaraza,

cometéis del chiquillo el desatino,

141que, hambriento, a la nodriza huye y rechaza.

Será entonces prefecto del divino

foro quien, encubierta o claramente,

144no marchará con él por un camino.

Mas Dios no ha de sufrirlo largamente

en tal oficio, pues será arrojado

147a do está Simón Mago por prudente;

y el de Anañi será más abismado».[459]

La divina comedia
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