CANTO XIV
CIELO IV: ESPÍRITUS SABIOS.
CIELO V: ESPÍRITUS MILITANTES
Muéstransee como fulgores rojizos que constelan una cruz griega y se mueven centelleando en ella. Cantan melodías inefables en alabanza a Cristo. Marte: virtudes.
Del centro al borde y desde el borde al centro
va el agua en un redondo recipiente,
3según se lo golpee fuera o dentro:
con veloz precisión cayó en mi mente
lo que digo, en el punto en que la vida
6gloriosa de Tomás quedó silente,
y esta similitud fue sugerida
por sus palabras y por el acento
9de Beatriz, que así empezó en seguida:
«Éste, aunque ni su voz ni el pensamiento
lo digan, necesita en esta hora
12saber de otra verdad el fundamento.
Decidle si la luz con que se enflora
vuestra sustancia en el presente estado
15siempre ha de acompañaros como ahora;
y si es así, quedar pueda enterado
de cómo, al recobrar el cuerpo un día,
18podrá ser que al mirar no os cause enfado».
Como, a veces, que crece la alegría
y empuja al corro quien lo observa nota
21porque aumentan la danza y la armonía,
así, tras la oración pronta y devota,
de ambas ruedas el nuevo gozo era
24causa de giros y admirable nota.
Quien se lamenta porque aquí se muera
para vivir arriba, no concibe
27cómo la eterna lluvia refrigera.
Que al uno, dos y tres que siempre vive
y reina siempre en tres y en dos y en uno,
30no circunscrito, y todo circunscribe,
tres veces le cantaba cada uno
con melodía tal, que se mostraba
33del mérito mayor premio oportuno.
Y de la luz más día yo escuchaba,
del círculo menor, una modesta
36voz —a María el ángel así hablaba—
responder: «Mientras dure la gran fiesta
del Paraíso, en torno nuestro amor
39esta veste de luz nos tendrá puesta.
Su claridad depende del ardor;
del ardor, la visión; y aquélla es tanta
42cuanto la gracia acrece su valor.
Cuando la carne gloriosa y santa
nos revista, será nuestra persona
45más grata, pues lo entero más encanta,
por lo que nos dará mayor corona
de luz gratuita el sumo bien, que tiene
48la luz que para verle condiciona;
y así que la visión crezca conviene,
y que el ardor aumente que ella enciende,
51 y sea mayor el rayo que de él viene.
Y tal como el carbón en llama asciende
y más, por su candor, que ella resalta,
54de modo que su aspecto se defiende;
de igual modo el fulgor que nos esmalta
vencido habrá de ser al completarnos
57la carne que, enterrada, ahora nos falta;
no podrá luz tan fuerte fatigarnos;
que los corpóreos órganos, abiertos
60serán a cuanto pueda deleitarnos».
Tan súbitos vi entonces y despiertos
a ambos coros «Amén, amén» diciendo,
63que mostraban querer los cuerpos muertos,

tal vez por ellos no estaban pidiendo,
mas por sus padres y otra gente cara
66antes de estar eternamente ardiendo.
Y hete que en torno, toda igual de clara,
nació una luz sobre la luz primera,
69a guisa de horizonte que se aclara
Y como a aquel que, anocheciendo, viera
mostrar al cielo nuevas apariencias,
72que cree y no cree a su vista verdadera.
me pareció que nuevas subsistencias
se empezaban a ver, y que giraban
75por fuera de las dos circunferencias.
¡Del Espíritu Santo destellaban
las encendidas chispas de repente
78y ya mis ojos no las soportaban!
Mas Beatriz tan bella y sonriente
se me mostraba, que entre aquellas vistas
81quiere quedarse y no seguir la mente.

De nuevo mis pupilas sentí listas
para mirar y vime trasladado
84con mi dama hacia más altas conquistas.
Bien vi que me encontraba más alzado
por la abrasada vista de la estrella
87que vi más herrumbrosa que lo usado.[223]
Con todo el corazón y el habla aquella
que es una en todos[224], le rendí holocausto
90al Señor por su nueva gracia bella.
Y aún en mi pecho no se hallaba exhausto
del sacrificio el fuego, y yo sabía
93que aquel litare[225] ya era acepto y fausto,
que entre luz y rojez ya distinguía
dos rayos, y en los rayos esplendores,
96y «¡Oh Helios, que los ornas!», me decía.
Cual con luces mayores y menores
blanquea entre los polos de este mundo
99Galaxia[226], confundiendo a los doctores,
los rayos, constelando lo profundo,
hacían en Marte el venerable signo
102que entre cuadrantes muéstrase rotundo[227].
Se desmemoria aquí el ingenio indigno,
que en esa cruz relampagueaba Cristo,
105y yo no sé encontrar ejemplo digno;
mas quien toma su cruz y sigue a Cristo
por lo que callo no se apesadumbre,
108viendo en aquel albor fulgir a Cristo.
De cuerno en cuerno[228] y desde el pie a la cumbre
se movían las luces, centelleando
111al reunirse y al cruzar su lumbre:
así vemos, veloces o tardando,
cortas, largas, en línea curva o recta,
114las minucias de cuerpos que, cambiando,
van por la luz que a veces se proyecta
en la sombra en que alguno se defiende
117con maña y arte de la luz directa.
Y como aquel que al arpa y giga atiende
tan sólo oye una dulce sonería
120de cuerdas, si las notas no comprende,
se acogía en la cruz la melodía
de las luces que allí se aparecieron,
123y yo, raptado, el himno no entendía.
Vi que en loas sus notas ascendieron
porque «Resurge» y «Vence» yo escuchaba,
126pero algunas palabras se perdieron.
Tanto con ello yo me enamoraba
que hasta allí nunca vi ninguna cosa
129que me ligase con tan dulce traba.
Tal vez sea mi palabra pretenciosa
posponiendo al placer que dan los bellos
132ojos en que mi anhélito reposa;
mas quien sabe que dan los vivos sellos[229],
cuando ascienden, un brillo más profuso,
135y que aún no me había vuelto a ellos,
puede excusarme de lo que me acuso
para excusarme, y ver que soy sincero;
138que aquí el santo placer no queda excluso,
porque se hace, al subir, más verdadero.
