CANTO V
RESALTO II: MUERTOS VIOLENTAMENTE
Muertos violentamente. Iacopo del Cassero, Buonconte da Montefeltro, Pia dei Tolomei.
De las sombras me había separado,
en pos de las pisadas de mi guía,
3cuando a mi espalda, el dedo levantado,
«¡Parece que a la izquierda —uno decía—
del de abajo el destello no fulgura
6y va como el que vive todavía!».
Al son volví los ojos con presura,
y en mí tan sólo su mirada absorta
9clavaba, y de la luz en la rotura.
Dijo el maestro entonces: «¿Por qué acorta
tu paso el embarazo de tu mente?
12Lo que allí se murmura ¿qué te importa?
Déjales que hablen, y conmigo vente:
sé cual cima de torre que ante el viento
15no cede, mas resiste firmemente.
Que aquel en quien retoña el pensamiento
del pensamiento, aleja de sí el signo,
18que el ardor de uno vuelve al otro lento».
¿Qué decir, sino «Voy», era condigno?
Lo dije, del color rociado un tanto
21que al hombre del perdón suele hacer digno.
De la costa acercábase entretanto,
oblicuamente, gente que entonaba
24del Miserere, verso a verso, el canto.[35]
Al notar que mi cuerpo no dejaba
paso a los rayos, se tornó su cante
27en un «¡Oh!» que, durando, se apagaba;
y dos de ellos corrieron adelante,
cual nuncios, y al llegar a nuestra vera,
30dijeron: «Declarad vuestro talante».
Y mi maestro: «Dad otra carrera
y referid a los que os han mandado
33que el cuerpo de éste es carne verdadera.
Si al contemplar su sombra se han parado,
según yo creo, baste mi respuesta:
36tal vez ganen, si de ellos se ve honrado».
Ardiente exhalación[36] no vi tan presta
hendir a prima noche aire sereno,
39ni de agosto las nubes, a la puesta
del sol, cual descorrieron el terreno
y volvieron con todos, cual se lanza
42la tropa que al correr desdeña el freno.
«Mucha gente a nosotros se abalanza,
y algo te rogarán —dijo el poeta—,
45mas, mientras vas oyéndolos, avanza.»
«Alma que viajas hacia dulce meta
llevando el cuerpo aquel con que naciste
48—venían gritando—, el paso un poco aquieta.
Mira si a alguno de nosotros viste
del que puedas allá dar evidencia:
51mas ¿por qué el pie a parar se te resiste?
Muertos fuimos allá con violencia
todos, y hasta última hora pecadores,
54mas el cielo alumbró nuestra conciencia
y, arrepentidos y perdonadores,
en paz con Dios dejamos la otra vida
57y de verle consúmennos ardores.»
«No veo —dije— cara conocida
por más que os miro; mas si acaso os place
60algo que pueda yo, grey biennacida,
que a hacerlo vuestra voz luego me emplace
por la paz que buscar tras de este guía,
63de un mundo en otro mundo, se me hace.»
Y uno dijo: «No jures, pues confía
cada uno en que tu voto no le engaña,
66si al querer la impotencia no desvía.
Yo, que en hablar precedo a mi compaña,
te ruego, si visitas el estado
69que entre el de Carlos yace y la Romana,[37]
que seas cortés en Fano[38], y adorado
sea Dios, a instancias tuyas, de manera
72que de mis culpas pueda ser purgado.
De allí fui yo[39], pero la herida fiera
de que salió la sangre en que moraba
75en brazos de anteriores la sufriera,
donde estar más seguro yo pensaba:
me la hizo hacer el de Éste, cuya ira
78los términos legales traspasaba.
Mas si yo hubiera huido hacia la Mira[40]
cuando ya me alcanzaban en Oriago,
81aún estaría donde se respira.
Corrí al pantano, mas el cieno aciago
y las cañas me hicieron caer al suelo,
84donde a mis venas vi formar un lago».
Otro dijo después: «¡Que así el anhelo
se cumpla que a este monte te ha traído
87como ayudes al mío con buen celo!
Bonconte soy, de Montefeltro[41] he sido:
ni Giovanna[42] ni nadie de mí cura,
90por lo que entre éstos voy entristecido».
Yo le dije: «¿Qué fuerza o qué ventura
tan lejos te llevó de Campaldino,
93que nadie vio jamás tu sepultura?».
«¡Oh! —respondióme—, al pie del Casentino
un agua pasa que se llama Arquiano[43]
96y nace en Ermo, cabe el Apenino.
A donde su vocablo se hace vano[44]
llegué con la garganta traspasada,
99huyendo a pie y ensangrentando el llano.
Allí perdí la vista, y clausurada
mi voz quedó cuando nombró a María,
102y allí cayó mi sangre abandonada.
Entre los vivos di la historia mía:
me asió el ángel de Dios, y el del Infierno
105“¿Por qué así me despojas?”, le decía.
“De éste te apropias tú lo que es eterno
porque una lagrimilla me lo niega,
108mas con lo otro me quedo y lo gobierno.”
Sabes cómo en el aire se congrega
el vapor que en el agua reincide
111tan pronto sube y junto al frío llega.
Se unió aquel mal querer que males pide
con su saber, vapor y aire agitando
114con la virtud que en su substancia incide.
Cuando el día acabó, se fue nublando
de Pratomagno[45] al montaraz macizo,
117y tanto se fue el cielo saturando
que el aire denso en agua se deshizo:
cayó la lluvia, y descendió en torrente
120aquella a la que el suelo correr hizo;
y, como es al riacho conveniente,
fuese hacia el río real con tal presura
123que ya nada detuvo a su corriente.
Mi cuerpo helado halló en su embocadura
el Arquiano robusto y lo arrastró
126al Arno, que deshizo la figura
de cruz que con los brazos hice yo
sobre mi pecho, triste, en lo profundo
129volteóme, y con su arena me cubrió.»
«Ah, cuando tú te encuentres en el mundo
y descansado de la larga vía
132—siguió el tercer espíritu al segundo—,
acuérdate de mí, que yo soy Pía[46]:
me hizo Siena, deshízome Maremma;
135lo sabe quien, si anillo yo tenía,
me desposó poniéndome su gema.»