CANTO XVIII
CIELO V: ESPÍRITUS MILITANTES. CIELO VI. ESPÍRITUS JUSTOS
El alentamiento de Beatriz. Josué, Judas Macabeo, Carlomagno, Roldan, Guillermo de Orange, Renoardo, Godojredo de Buillón, Roberto Guiscardo. Aparecen como resplandores cfue, cantando, vuelan para formar la sentencia bíblica «Diligite iustitiam, qui iudicatis terram». La figura de la letra M, con el descenso de otros fulgores de lo alto, se transforma en lirio heráldico y luego en águila, símbolo del Imperio y de la justicia. Júpiter: dominaciones.
Ya se gozaba sólo de su verbo
aquel beato espejo, y yo templaba
3en el mío lo dulce con lo acerbo;
y la dama que a Dios me encaminaba
dijo: «Cambia de idea, y ve que poso
6junto al que todo entuerto y mal desgrava».
Volví la vista a aquel son amoroso
de mi consuelo, y cuánto amor veía
9en su mirada aquí decir no oso;
no por desconfiar del habla mía,
mas porque no repite el pensamiento
12lo que le excede, si otro no le guía.
Sólo puedo decir de aquel momento
que, mientras la miraba así, mi afecto
15a otro deseo ya no estaba atento,
pues el placer eterno, que directo
iba a Beatriz, desde su rostro quiso
18que me alegrase su segundo aspecto.
A su sonrisa viéndome sumiso,
ella me dijo: «Vuélvete y atiende,
21que no hay sólo en mis ojos Paraíso».
Como de vez en cuando aquí se enciende
el efecto en la vista, cuando es tanto
24que el alma por completo de él se prende,
así en el flamear del fulgor santo
al que yo me volví, vi reflejado
27el vivo afán de razonarme un tanto.
«En este quinto umbral del elevado
árbol —dijo—, que vive de la cima
30y hojas no pierde y da fruto granado,[280]
almas hay que gozaron tanta estima,
antes de aquí encontrarse, por su fama,
33que a toda Musa harían ser opima.
Pero mira a la cruz de rama a rama:
que los que nombre, habrán de comportarse
36como en la nube su ligera llama.»
Cuando nombró a Josué, vi desplazarse
por la cruz, al instante, un centelleo;
39que al dicho el hecho quiso anticiparse.
Y ante el nombre del alto Macabeo
otra luz vi que vueltas iba dando,
42pues zumbel del peón fue su recreo.
A Carlomagno y a Roldán mirando,
al seguir sus dos luces no fui tardo,
45que hice como quien ve a su halcón volando.
Después seguí a Guillermo y a Renoardo
y al duque Godofredo con la vista
48por la cruz, y a Roberto, el buen Guiscardo.[281]
Luego, entre tanta luz movida y mista,
mostróme el alma que me había hablado
51que en el coro del cielo ella era artista.
Yo entonces me volví del diestro lado
por ver en Beatriz a mi deber,
54con habla o ademanes, señalado;
y sus luces tan claras pude ver
y jocundas, que entonces su semblante
57venció a todos y al último soler.
Y como un sentimiento edificante,
cuando obra bien, al hombre cada día
60muestra que su virtud sigue adelante,
así pude advertir cómo crecía
el arco de mi giro con el cielo,
63viendo que aquel milagro más lucía.
Y cual es el mudarse en corto vuelo
de tiempo en blanca dama, cuando suelto
66queda en su rostro avergonzado anhelo,
tal fue en mis ojos, cuando estuve vuelto,
por el candor de la templada estrella
69sexta, cuando su luz me tuvo envuelto.[282]
Yo observar pude en la jovial[283] centella
el destellar de amor que suyo era,
72de nuestro hablar mostrándome la huella.[284]
Y como aves que dejan la ribera
casi congratulando a sus pasturas,
75que hacen de sí curvada u otra hilera,
así, en la luz, las santas criaturas
volitando cantaban, y se hacían
78ya D, ya I, ya L en sus figuras.
Primero, con sus cantos se movían;
luego, siendo uno de estos caracteres,
81paradas y calladas se veían.
¡Oh Pegasea[285], que al ingenio quieres
longevidad prestar y, si lo mueves,
84a reinos y ciudades la confieres,
ilústrame, y exponga los relieves
de las figuras que ahora he concebido:
87muestra tu fuerza en estos versos breves!
Consonante o vocal, se han sucedido
cinco letras por siete en dos letreros;
90y una por una yo las he leído.
DlLIGITE IUSTITIAM, los primeros
nombre y verbo, cada uno bien distinto;
93 QUI IUDICATIS TERRAM[286], los postreros.
Luego, en la M del vocablo quinto
se ordenaron; y Jove parecía
96de argento ser y verse de oro tinto.
Descender otras luces yo veía
a lo alto de la M, y aquietarse
99cantando, creo, al bien que las movía.
Y como del tizón suelen alzarse
chispas innumerables, si es golpeado,
102con que los tontos suelen augurarse;
así más de mil luces se han alzado
más o menos, según dispuso el juego
105el sol que con su luz las ha inflamado.
Cuando en su sitio se aquietaron luego,
vi de un águila el cuello y la cabeza
108representar a aquel distinto fuego.
Nadie al que la pintó presta destreza,
pues él guía, y origen es de aquella
111virtud que al nido[287] da forma y belleza.
La otra beatitud que, alegre y bella,
prestó a la M[288] los liliales temas,
114movióse poco al completar la huella.
¡Oh dulce estrella, cuántas y qué gemas
me demostraron que nuestra justicia
117es efecto del cielo que tú engemas!
Así, ruego a la mente en que se inicia
tu movimiento y tu virtud que inquiera
120quién hace el humo que tu rayo vicia;
de modo que otra vez airarse quiera
del comprar y vender dentro del templo
123que hecho con signos y martirios fuera.
¡Oh milicia del cielo que contemplo,
adora por los que andan en la tierra
126extraviados por el mal ejemplo!
Con espadas se hacía antes la guerra;
mas hoy, acá y allá, se hace quitando
129el pan que el pío Padre a nadie cierra.[289]
Tú, que escribes no más para ir borrando,[290]
a Pablo y Pedro ve, que aún tienen vida,
132morir por esa vid que estás secando.
Bien decir puedes: «Mi alma tan prendida
está de aquel cuyo martirio precio
135fue de un baile, y el yermo su guarida,
que al pescador y a Pablo los desprecio».[291]