CANTO XXXIII
MANANTIAL: PROFECÍA DE BEATRIZ. PURIFICACIÓN EN EL EUNOE
Salmodia. Profecía de Beatriz. Llegada a la fuente de los dos ríos. Purificación de Dante.
Deus, venerunt gentes[384] —alternando,
ya tres, ya cuatro, dulce melodía—
3las mujeres cantaron, y llorando;
Beatriz, entonces, suspirante y pía,
las escuchaba; y poco más parada
6junto a la cruz, se demudó María.
Las vírgenes callaron, e invitada
sintiéndose a decir, se puso en pie
9y respondió, cual fuego colorada:
«Modicum, et non videbitis me,
et iterum, hermanas a quien quiero,
12modicum, et vos videbitis me[385]».
A las siete[386], después, hizo ir primero
y, por señas, mandó que la siguiese
15con la mujer[387] y el sabio compañero.
Tal íbamos; y no creo que hubiese
su décima pisada en tierra puesto
18sin que mis ojos, al mirarme, hiriese;
y con tranquilo aspecto «Ven más presto
—me dijo—, que si hablar quiero contigo,
21así estarás a oírme bien dispuesto».
Por mi obediencia, túvome consigo,
y «Hermano —preguntó—, ¿ganas no sientes
24de preguntarme cuando estás conmigo?».
Como a los que, en exceso reverentes
ante sus superiores, no les viene
27fuera la voz, y queda entre los dientes,
que hacen que con menguado tono suene,
me sucedió al decir: «A mis dolores
30sabéis qué medicina les conviene».
Y ella a mí: «De vergüenza y de temores[388]
libre te quiero de la basta estopa
33que hace que cual sonámbulo perores.
Sabe que fue y no es aquella copa
que la sierpe rompió; y entienda el reo
36que venganza de Dios no teme sopa.[389]
Sin sucesión por poco tiempo veo
al águila que dio plumas al carro
39que presa fue, tras ser monstruo feo.[390]
De un tiempo que vendrá la gloria narro
—y en las estrellas mi palabra afinco,
42libres de todo obstáculo y desgarro—
en el cual un quinientos diez y cinco,
nuncio de Dios, destruirá a la impura
45y al gigante que peca con ahínco.[391]
Por ser cual Temis y la Esfinge oscura[392],
tal vez de mi oración no te persuades,
48pues como aquéllas la razón apura;
mas Náyades[393] serán de sus verdades
los hechos, al romper el nudo fuerte
51sin daño para ovejas ni heredades.
Tú, escribe; y cual las digo, de igual suerte
di estas palabras a la gente viva
54cuya vida es correr hacia la muerte.
Y acuérdate, cuando tu mano escriba,
de no velar cuál viste tú la planta
57que dos veces robaron aquí arriba.
Cualquiera que la roba o la quebranta
a Dios con su blasfemia está insultando,
60que para usarla El solo la hizo santa.
Por morderla, en deseos y penando,
más de años cinco mil el alma prima
63a quien la castigó se vio anhelando.[394]
Dormido está tu ingenio si no estima
que por grave razón alta creciera
66y se encuentra invertida por la cima.[395]
Y si tu vano razonar no fuera
agua de Elsa[396], y el goce de tu mente
69un Píramo[397] ya al pie de la morera,
por estas circunstancias solamente
que Dios, al prohibir, fue justo y recto
72habrías conocido moralmente.
Mas viendo como piedra tu intelecto
—teñido y a la vez petrificado—,
75y a mi discurso en él no hacer efecto,
quiero que, si no escrito, sí pintado,
dentro de ti lo lleves, por aquella
78razón que ciñe palmas al cayado».[398]
«Como cera —repuse— que se sella
sin que mude del sello la figura,
81mi cerebro conserva vuestra huella.
Mas ¿cuál, sobre mi vista, a tanta altura
vuestra palabra deseada vuela,
84que más la pierde cuanto más procura?»
«Porque conozcas —dijo— aquella escuela
que tú has seguido, y cómo su doctrina
87de mi palabra puede ser secuela,[399]
pues tan distante está de la divina
vuestra vía, cual tierra que discuerda
90del cielo que, más alto, más festina.»
Yo le dije: «Mi mente no recuerda
que yo lejos de vos nunca haya ido,
93ni advierto nada más que me remuerda».
«Si recordarlo ahora no has podido
—repuso sonriendo—, ten en cuenta
96que el agua del Leteo ya has bebido;
y si del humo fuego se argumenta,
a ver culpa este olvido nos ayuda
99en tu mente, a otras cosas más atenta.
Desde aquí en adelante irá desnuda
mi palabra, cuando ella venga a cuento,
102para ponerla ante tu vista ruda.»
Con más fulgor y caminar más lento
el sol tocó la meridiana rueda
105que está, según quien mira, en movimiento,
cuando pararon, cual parado queda
quien va delante conduciendo gente,
108si algo sucede o puede que suceda,
las siete, de una sombra exangüe enfrente,
cual, en los Alpes, la corriente fría
111de fronda y ramas negras la consiente.
Al Eufrates y al Tigris yo creía
ver ante ellas salir de una fontana
114e ir, siendo amigos, por distinta vía.[400]
«Oh luz, oh gloria de la gente humana,
¿qué agua es ésta, que toda se despliega
117de un principio y de sí se hace lejana?»
Ante este ruego, se me dijo: «Ruega
que lo diga a Matelda[401] —y de seguido,
120cual culpable que hablando se sosiega,
dijo la bella—: De esto está instruido,
y otras cosas, por mí; y estoy segura
123que al agua del Leteo no han cedido».
Y Beatriz: «Quizás más alta cura,
que muchas veces de memoria priva,
126la visión a su mente torna oscura.
Mas al Eunoe, que por allí deriva,
llévale pronto, y tus poderes usa
129y su virtud menguada reaviva».
Como el alma gentil que no se excusa,
mas el deseo ajeno con presteza
132cumple cuando cualquier gesto lo acusa
así, tras acercarme yo una pieza,
la bella empezó a andar, y al buen Estacio
135«Ve con él» le ordenó con gentileza.
Si yo, lector, tuviese más espacio,
contara en parte aquel beber ameno
138del que nunca podría verme sacio;
mas ya todo el papel se encuentra lleno
sin que más a esta parte corresponda,
141y el arte me detiene con su freno.
Luego volví de la sagrada onda
tan renovado cual las plantas bellas
144que se renuevan con su nueva fronda,
puro y pronto a subir a las estrellas.