Capítulo 68
Fresno, California
Graysmith encontró una habitación de hotel cerca de la iglesia. Además, se encargó de reunir algunos suministros, como otras Glock 22 con sus respectivos cargadores y equipo de vigilancia. Dark no le preguntó cómo lo había hecho. Suponía que había gente repartida por todo el país que solo esperaba la llamada de un agente secreto de la CIA que necesitaba alguna clase de equipo y estaba dispuesto a pagar una pasta por ello.
Graysmith le preguntó por las actividades del padre Donnelly mientras le pasaba una bolsa de plástico llena de detectores de movimiento.
—Una vez que acabe de redactar su homilía, Donnelly dice que intentará dormir un par de horas antes de la primera misa, seguida de la misa de la mañana, luego la misa de los niños y, finalmente, un desfile de Halloween para los niños de la escuela parroquial.
—Darán el golpe en ese momento —dijo Graysmith—. Un montón de padres. Un montón de máscaras y disfraces. Mucha confusión.
—Yo he pensado lo mismo. Le diremos que cancele el desfile y lo pondremos bajo una especie de custodia preventiva.
—¿Y luego, qué? Encontrarán otro Diablo. Mira lo que le pasó a Jeb Paulson. ¿Crees realmente que él era el Loco original que los Maestro tenían pensado?
Un buen argumento. El plan de Abdulia se podía adaptar a las circunstancias. Ocultar a Donnelly podía enfurecerlos, pero no detendría los asesinatos.
—¿Qué hacemos, entonces?
—Nosotros lo protegeremos.
—¿Solo nosotros dos? Ni siquiera podemos pedir refuerzos. ¿Cómo se supone que vamos a cubrir un desfile?
Graysmith buscó un documento en su ordenador portátil y se lo enseñó a Dark.
—Estos son los antecedentes militares de Roger. Era francotirador, uno de los mejores, y se cargó a innumerables caudillos militares y traficantes de drogas desde una distancia considerable. Sus últimos asesinatos no han resultado tan elaborados como los primeros. Ahora ya tienen nuestra atención, así que lo harán de una manera simple y limpia.
—Un disparo desde un tejado —dijo Dark—. O desde una de las ventanas de la iglesia o la escuela.
—Maestro también podría confundirse entre la multitud como uno de los padres. Podrían llegar desde cualquier parte. De modo que le daremos al padre Donnelly un chaleco antibalas para que lo use debajo de la sotana. Si Roger se decide por un disparo, Donnelly vive y tenemos la oportunidad de coger a Roger.
Dark subió la carta del Diablo a la pantalla de su móvil.
—¿Y qué pasa si decide pegarle un tiro en la cabeza al Diablo? Echa un vistazo al pentagrama de esta ilustración. La punta señala al centro de su frente. Roger no le disparará al pecho. Si lo que me cuentas es verdad, entonces podrá hacer diana en cualquier cosa que le apetezca.
—Habla con Donnelly. Veamos qué es lo que considera más cómodo.
—Esa no es una prenda del Señor —dijo el sacerdote.
Dark miró su calzado.
—¿Y qué me dice de esos zapatos Rockport, padre?, ¿están bendecidos por el Vaticano?
—Eh, tengo los pies planos. ¿Se supone que debo sufrir durante todo el día por mi fe?
Dark sacó el chaleco antibalas de Kevlar de su funda de plástico. Otro tanto en la cuenta de Graysmith. El chaleco ofrecía una protección de tipo III, lo que significaba que podía detener potencialmente la bala de un fusil. Se lo dio a Donnelly, quien lo balanceó con las puntas de los dedos.
—Este chisme es ridículamente pesado —dijo el sacerdote.
—Cuanto mayor es la protección, más pesado es el blindaje.
Donnelly frunció el ceño.
—¿Tiene idea de cómo me mata la espalda después de estar lidiando con esos críos en un día normal, no digamos ya durante un desfile?
—No se trata solo de usted, padre. Queremos atrapar a esa pareja. Usted es nuestra mejor bala.
—Ese es un juego de palabras extremadamente pobre —dijo Donnelly—. Teniendo en cuenta las circunstancias.
Donnelly miró el chaleco antibalas y pasó los dedos por la superficie dura y lisa con el ceño fruncido. Luego giró en su sillón y lo colocó en un estante lleno de libros religiosos encuadernados en piel antes de volverse nuevamente hacia Dark.
—No los estará atrayendo aquí para matarlos, ¿verdad?
—Queremos que dejen de matar —repuso Dark.
—Lo entiendo y, por supuesto, yo deseo lo mismo. Pero lo que me preocupa es que usted y su compañero (a quien ni siquiera ha nombrado o presentado), bueno, no están con ninguna agencia de seguridad oficial. Nadie se hace responsable de sus acciones. De hecho, las autoridades parecen totalmente decididas a arrestarlo. No quiero que malinterprete mis palabras: creo en la historia que me ha contado, pero no tomaré parte en una matanza.
—Eso es exactamente lo que estoy tratando de evitar —dijo Dark.