Capítulo 59
Graysmith abrió la puerta de la furgoneta.
—No te quedas corto pidiendo cosas, ¿verdad?
—Tú te ofreciste.
—No tienes idea de la cantidad de fichas que he tenido que cambiar en la última semana.
—Bueno, estamos en Las Vegas, ¿no?
Dark sabía que su solicitud no era totalmente ridícula. Si Graysmith estaba en lo cierto y aquella seguía siendo en cierta medida una ciudad estilo CIA, entonces no resultaría muy difícil conseguir el último programa informático Face-Tek de alguna agencia instalada en el área del Gran Las Vegas. El Face-Tek era un programa que empleaba los datos biométricos —la estructura del rostro, la forma de los iris, la amplitud de la boca, la curva de las fosas nasales— para identificar a una persona, aun cuando uno tratara de oscurecer su identidad. La gente ignoraba que se la podía identificar con la misma facilidad por la forma de la oreja que con una huella dactilar. Casos especiales había recibido la última versión de ese programa poco antes de que Dark decidiera abandonar la agencia. Esa versión era una herramienta realmente impresionante y podía reconstruir la forma definida de un rostro a partir de un amasijo ceniciento de píxeles. Dark esperaba que Graysmith tuviera acceso a ese mismo programa… o a una versión incluso mejor.
Necesitaba ver ese rostro.
Dark le entregó el lápiz de memoria que contenía las imágenes captadas por las cámaras de seguridad secretas del hotel. Graysmith lo conectó en el ordenador y activó el programa. Tuvo un ligero momento de duda, como si hubiera olvidado dónde se encontraba y qué estaba haciendo.
—Déjame a mí —dijo él.
—No suelo utilizar estos chismes a menudo —explicó ella levantándose de la silla.
—Tienes gente para eso, ¿verdad?
Dark se instaló delante del ordenador. Su parte paranoica volvió a gritar dentro de su cabeza: «Ha dudado porque es ella la que aparece en esas imágenes. Está permitiendo que tú lo descubras y luego te disparará por la espalda cuando estés distraído».
Arrastró la grabación de la cámara de seguridad a la ventana del Face-Tek usando el panel táctil y buscó la imagen en la que la misteriosa mujer miraba a la cámara. Las mediciones se realizaron y se procesaron en cuestión de segundos. Luego el programa hizo las extrapolaciones. Años antes se necesitaba un artista cualificado y un montón de horas para reconstruir un rostro humano de un cráneo enterrado. Ahora, un ordenador lo resolvía en un instante y ni siquiera necesitabas un cráneo.
La respuesta llegó muy pronto.
Había incluso un resultado positivo en una base de datos nacional.
El nombre de la mujer era Abdulia Maestro.