VI

—Rima —dije—. ¡Rima! Dios mío, sir Denis, ¿qué significa esto?

Me aferró el hombro con fuerza.

—Nada —contestó.

Sus ojos perspicaces observaron mi sorpresa.

—¿Nada?

—Sólo eso: nada. Le avisé que podía ser desagradable. Siéntese. Un trago de whisky nos sentará bien a ambos…

Me senté sin decir nada más. Nayland Smith preparó dos buenas copas y me tendió una.

—Aquí tiene parte de la explicación —dijo, y me colocó un libro bajo la nariz—. Huela. ¡Sólo una vez!

Noté un olor dulzón en las páginas abiertas. Era el libro que Rima había estado leyendo en la biblioteca.

—¿Le recuerda algo?

Asentí y di un gran trago. No tenía el pulso muy firme. Jamás olvidaría aquel perfume. Constituía mi último recuerdo de la reunión de los Siete en Al Jarya, el primero de aquel terrible despertar en la habitación verde y dorada de Limehouse.

—¡Hachís! —me espetó Nayland Smith—, o algún preparado del mismo. Rima ha entrado en trance mediante este libro empapado en droga. Se trata de un sistema con el que Petrie, por desgracia, está familiarizado… ¡De ahí que lo hayan retenido por el camino!

»Fa Lo Suee es experta en hipnosis. Esta información también se la debo al doctor: en cierta ocasión estuvo a punto de sucumbir a sus malas artes, y en aquella época la muchacha no llegaba a los veinte. Esta noche estaba apostada al otro lado de las puertas del balcón de la biblioteca. De algún modo, en un momento psicológico apropiado, ha captado la atención de Rima y se ha hecho con el control de su mente.

—Pero… ¿eso es posible?

—Usted lo ha presenciado —contestó—. Rima había recibido órdenes hipnóticas de ir a su habitación en busca de un pulverizador. Ha obedecido. Ha sido cuando, desde mi puesto de observación en la capilla china, la he oído correr escaleras arriba. Ha traído el frasco, ha abierto la ventana y se lo ha dado a Fah Lo Suee, cuyo nombre, por cierto, significa «dulce aroma». Esta lo ha vaciado, lo ha rellenado y se lo ha devuelto. Rima ha vuelto a cerrar la ventana… tras haber recibido precisas instrucciones poshipnóticas cuya ejecución hemos presenciado esta noche.

—Pero… —titubeé, cada vez más desconcertado—, ¡si he hablado con ella después de eso! Incluso le he preguntado por qué había ido a buscar la colonia, y me ha dicho que había notado un olor desagradable, como de hojas muertas, y que había querido refrescar el ambiente.

—¡Parte de las instrucciones! —contestó—. Le han ordenado que, a continuación, se fuera a la cama y durmiera hasta medianoche. Después debía rociarme con el preparado (que he guardado para analizarlo y he sustituido por agua) y borrar todas las huellas, ¡tal como la hemos visto hacer! Mi querido amigo, Rima es totalmente inconsciente de que ha cumplido su cometido, ¡y sin duda habría acabado conmigo sin mayor problema!

—¿Quiere decir que cuando despierte no recordará nada?

—¡Nada en absoluto! Salvo quizá, como le sucedió a Petrie, un sueño agitado. No obstante, tengo esperanzas de que las órdenes que he transmitido por morse sean obedecidas con prontitud.

—¿Se refiere a las señales que le ha hecho a Weymouth?

Asintió.

—Los gitanos —soltó.

—¿Qué?

—Tres son dacoits… ¡Uno se hace pasar por una vieja bruja! ¡El «chico» del grupo es Fah Lo Suee!

El regreso de Fu-Manchú
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