Causas: historia, demografía, política

¿A qué se debe el gran aumento, a finales del siglo xx, de las guerras de línea de fractura y del papel central de los musulmanes en tales conflictos? En primer lugar, estas guerras hunden sus raíces en la historia. La violencia intermitente de línea de fractura entre grupos de civilizaciones diferentes existió en el pasado, y los recuerdos de ese pasado persisten en el presente, generando a su vez temores e inseguridades en ambas partes. Musulmanes e hinduistas en el subcontinente asiático, rusos y caucasianos en el Cáucaso norte, armenios y turcos en Transcaucasia, árabes y judíos en Palestina, católicos, musulmanes y ortodoxos en los Balcanes, rusos y etnias turcas en Asia Central, cingaleses y tamiles en Sri Lanka, árabes y negros en toda África: todas ellas son relaciones que a lo largo de los siglos han llevado aparejadas alternancias entre una convivencia desconfiada y una violencia cruel. Existe un legado histórico de conflicto susceptible de ser explotado y utilizado por quienes ven razones para hacerlo. En estas relaciones la historia está viva, goza de buena salud y es aterradora.

Sin embargo, una historia de violentos ataques intermitentes no explica por sí sola el hecho de que la violencia se activara de nuevo a finales del siglo xx. Después de todo, como muchos han señalado, serbios, croatas y musulmanes convivieron pacíficamente en Yugoslavia durante décadas. También los musulmanes e hinduistas en la India. Los numerosos grupos étnicos y religiosos de la Unión Soviética convivían, con unas pocas excepciones notables, provocadas por el gobierno soviético. Tamiles y cingaleses también convivieron tranquilamente en una isla a menudo descrita como un paraíso tropical. La historia no impidió que estas relaciones relativamente pacíficas predominaran durante períodos prolongados de tiempo; de ahí que la historia no pueda por sí misma explicar la quiebra de la paz. Otros factores deben de haber intervenido en las últimas décadas del siglo xx.

Los cambios en el equilibrio demográfico fueron uno de tales factores. La expansión numérica de un grupo genera presiones políticas, económicas y sociales en otros y provoca reacciones compensatorias. Y, lo que es aún más importante, produce presiones militares sobre grupos menos dinámicos demográficamente. El hundimiento a principios de los años setenta del ordenamiento constitucional con treinta años de antigüedad en el Líbano fue en gran parte el resultado del incremento espectacular de la población chiíta respecto a los cristianos maronitas. En Sri Lanka, como ha demostrado Gary Fuller, el punto máximo de la sublevación nacionalista cingalesa en 1970 y del levantamiento tamil a finales de los años ochenta coincidió exactamente con los años en que el «súbito aumento de los jóvenes» entre quince y veinticuatro años de edad en estos grupos superaba el 20 % de la población total.27 (Véase la figura 10.1.) Prácticamente todos los insurgentes cingaleses, señalaba un diplomático estadounidense en Sri Lanka, tenían menos de veinticuatro años, y los «tigres» tamiles, según las informaciones, poseían «la peculiaridad de depender de lo que viene a ser un ejército de niños», reclutaban «a chicos y chicas de incluso once años», y contaban en su haber con muertos en combate «que no habían cumplido aún los diez años cuando murieron, y sólo [con] unos pocos mayores de dieciocho». Los «tigres», decía The Economist, estaban librando una «guerra de menores de edad».28 De manera parecida, las guerras de línea de fractura entre los rusos y los pueblos musulmanes situados al sur de su territorio fueron estimuladas por importantes diferencias de crecimiento de la población. A principios de los años noventa, el índice de fecundidad de las mujeres de la Federación Rusa era de 1,5, mientras que en las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central, fundamentalmente musulmanas, dicho índice estaba aproximadamente en el 4,4, y en estas últimas la tasa de incremento neto de la población (índice total de natalidad menos índice total de mortalidad) a finales de los años ochenta fue de cinco a seis veces la de Rusia.29 Chechenia era uno de los lugares de Rusia más densamente poblados, y sus altos índices de natalidad producían emigrantes y soldados. De manera parecida, los altos índices de natalidad y la emigración musulmana a Cachemira desde Paquistán estimuló una resistencia renovada al dominio indio.

Figura 10.1. Sri Lanka: incremento de la juventud cingalesa y tamil. Porcentaje de la población total, edad 15-24.

Los complicados procesos que desembocaron en guerras entre civilizaciones en la antigua Yugoslavia tuvieron muchas causas y muchos puntos de partida. Probablemente, el factor más importante que condujo a esos conflictos fue, sin embargo, el cambio demográfico que tuvo lugar en Kosovo. Kosovo era una provincia autónoma dentro de la república serbia, con los poderes de facto de las seis repúblicas yugoslavas excepto el derecho a la secesión. En 1961, su población era en un 67 % musulmana albanesa y en un 24 % serbia ortodoxa. Sin embargo, el índice de natalidad albanés era el más alto de Europa, y Kosovo se convirtió en la región más densamente poblada de Yugoslavia. Con un 4 % del territorio yugoslavo, Kosovo albergaba al 8 % de los yugoslavos. En los años ochenta, cerca del 50 % de los albaneses tenían menos de veinte años. Ante estas cifras, los serbios emigraron de Kosovo en busca de oportunidades económicas en Belgrado y otros lugares. Como consecuencia de ello, en 1991 Kosovo era en un 90 % o musulmán y en un 10 % serbio.30 Sin embargo, los serbios veían Kosovo como su «tierra santa» o su «Jerusalén», el lugar, entre otras cosas, de la gran batalla del 28 de junio de 1389, en la que fueron derrotados por los turcos otomanos y, a resultas de la cual, sufrieron el dominio otomano durante casi cinco siglos.

A finales de los años ochenta, el cambiante equilibrio demográfico llevó a los albaneses a exigir que Kosovo fuera elevado a la condición de república yugoslava. Los serbios y el gobierno yugoslavo se resistieron, temerosos de que una vez que Kosovo tuviera el derecho a la secesión hiciera uso de él y, posiblemente, se uniera con Albania. En marzo de 1981, estallaron las protestas y disturbios albaneses en apoyo de su demanda de estatuto de república. Según los serbios, la discriminación, persecución y violencia contra los serbios se intensificó a partir de entonces. «En Kosovo, desde finales de los años setenta», decía un protestante croata, «…tuvieron lugar numerosos incidentes violentos, entre ellos daños a la propiedad, pérdida de empleos, acoso, violaciones, peleas y asesinatos.» Como consecuencia de ello, los «serbios declararon que para ellos la amenaza tenía las proporciones de un genocidio y que ya no podían tolerarlo». La difícil situación de los serbios de Kosovo encontró eco en otras partes dentro de Serbia y en 1986 provocó una declaración de 200 importantes intelectuales, figuras políticas, líderes religiosos y oficiales militares serbios, entre ellos los editores del diario de la oposición liberal Praxis, declaración en la que exigían que el gobierno tomara medidas enérgicas para poner fin al genocidio de serbios en Kosovo. Desde el punto de vista de cualquier definición razonable de genocidio, esta acusación era enormemente exagerada, aunque según un observador extranjero bien dispuesto hacia los albaneses, «durante los años ochenta, los nacionalistas albaneses fueron responsables de varios ataques violentos contra serbios y de la destrucción de alguna propiedad serbia».31

Todo esto despertó el nacionalismo serbio, y Slobodan Milosevic vio su oportunidad. En 1987 pronunció un importante discurso en Kosovo llamando a los serbios a reclamar su propia tierra e historia. «Inmediatamente, un gran número de serbios -comunistas, no comunistas e incluso anticomunistas- comenzaron a congregarse en torno a él y determinaron, no sólo proteger a la minoría serbia de Kosovo, sino reprimir a los albaneses y convertirlos en ciudadanos de segunda clase. Milosevic fue pronto reconocido como un líder nacional.»32 Dos años después, el 28 junio de 1989, Milosevic regresó a Kosovo junto a una muchedumbre de entre 1 y 2 millones de serbios para celebrar el 600 aniversario de la gran batalla que simbolizaba su guerra constante con los musulmanes.

Los temores y el nacionalismo serbios provocados por las cifras y el poder en alza de los albaneses fueron exacerbados aún más por los cambios demográficos en Bosnia. En 1961, los serbios constituían el 43 % de la población de Bosnia-Herzegovina, y los musulmanes el 26 %. En 1991 las proporciones ya se habían invertido casi exactamente: los serbios habían bajado al 31 %, y los musulmanes habían subido hasta el 44 %. Durante estos treinta años, los croatas pasaron del 22 al 17 %. La expansión étnica de un grupo llevó a la limpieza étnica por parte del otro. «¿Por qué matamos niños?», preguntaba un combatiente serbio en 1992, y respondía: «Porque algún día crecerían y tendríamos que matarlos entonces». Menos brutalmente, las autoridades bosnio-croatas tomaron medidas para impedir que sus localidades fueran «ocupadas demográficamente» por los musulmanes.33

Los cambios en los equilibrios demográficos y el súbito aumento del grupo de los jóvenes hasta el 20 % o más explican muchos de los conflictos entre civilizaciones de finales del siglo xx. Sin embargo, no los explican todos. La lucha entre serbios y croatas, por ejemplo, no se puede explicar por la demografía y, si vamos a eso, sólo parcialmente por la historia, puesto que estos dos pueblos convivieron en una paz relativa hasta que los ustashe croatas mataron brutalmente a serbios al final de la segunda guerra mundial. Aquí y en otros lugares, la política fue también motivo de disensión. El hundimiento de los imperios austro-húngaro, otomano y ruso a finales de la primera guerra mundial estimularon los conflictos étnicos y de civilización entre los pueblos y Estados que los sucedieron. El final de los imperios británico, francés y holandés produjeron efectos parecidos tras la segunda guerra mundial. La caída de los regímenes comunistas en la Unión Soviética y Yugoslavia propició la misma situación al final de la guerra fría. La gente ya no podía seguir identificándose como comunista, ciudadana soviética o yugoslava, estaba desesperadamente necesitada de encontrar nuevas identidades y las encontró en los viejos recursos de la etnia y la religión. El ordenamiento represivo, pero pacífico, de los Estados adheridos a la proposición de que Dios no existe, fue reemplazado por la violencia de los pueblos adheridos a dioses diferentes.

Este proceso se vio agravado por la necesidad de que las entidades políticas que iban apareciendo adoptaran los procedimientos de la democracia. Cuando la Unión Soviética y Yugoslavia comenzaron a disgregarse, las elites en el poder no organizaron elecciones nacionales. Si lo hubieran hecho, los líderes políticos habrían rivalizado por el poder central y podrían haber intentado atraer al electorado desde la perspectiva de la pluralidad de etnias y civilizaciones y formar coaliciones mayoritarias de ese tenor en el Parlamento. En vez de eso, tanto en la Unión Soviética como en Yugoslavia, las elecciones se organizaron primero a nivel de repúblicas, lo cual creó un estímulo irresistible para que los líderes políticos hicieran campaña contra el poder central, apelaran al nacionalismo étnico y promovieran la independencia de sus repúblicas. Incluso dentro de Bosnia, en las elecciones de 1990 el pueblo votó siguiendo estrictamente criterios étnicos. El multiétnico Partido Reformista y el antiguo Partido Comunista consiguieron cada uno menos del 10 % del voto. Los votos obtenidos por el Partido de Acción Democrática (musulmán, 34 %), el Partido Democrático (serbio, 30 %) y la Unión Democrática (croata, 18 %) son eco fiel de las proporciones de musulmanes, serbios y croatas entre la población. Las primeras elecciones, bastante cuestionadas, fueron ganadas en casi todas las repúblicas ex soviéticas y ex yugoslavas por líderes políticos que apelaban a los sentimientos nacionalistas y prometían una acción enérgica para defender su nacionalidad contra otros grupos étnicos. La competencia electoral estimula las reivindicaciones nacionalistas y promueve así la intensificación de los conflictos de línea de fractura, que pasan a convertirse en guerras de línea de fractura. Cuando, según la expresión de Bogdan Denitch, «el ethnos se convierte en demos»,34 el resultado es polemos (guerra).

Sigue en pie la pregunta de por qué, cuando está terminando el siglo xx, los musulmanes están envueltos en mucha más violencia intergrupal que gentes de otras civilizaciones. ¿Ha sido siempre así? En el pasado, los cristianos mataban a otros cristianos y a otras personas en gran número. Evaluar la propensión de las civilizaciones a la violencia a lo largo de la historia requeriría una amplia investigación, que aquí resulta imposible realizar. Lo que se puede hacer, sin embargo, es identificar las posibles causas de la actual violencia de los grupos musulmanes, tanto dentro como fuera del islam, y distinguir entre las causas que explican una mayor propensión hacia el conflicto de grupo a lo largo de la historia, si es que se da, y las que sólo explican esa propensión al final del siglo xx. Se me ocurren seis causas posibles. Tres explican sólo la violencia entre musulmanes y no musulmanes, y tres explican tanto esa violencia como la que se da dentro del islam. Además, tres explican sólo la propensión musulmana contemporánea a la violencia, mientras que las otras tres explican tanto la contemporánea como la histórica, si es que existe. Sin embargo, si esa propensión histórica no existe, entonces sus supuestas causas, que no pueden explicar una propensión histórica inexistente, presumiblemente tampoco explicarán la demostrada propensión musulmana contemporánea a la violencia grupal. Esta última, entonces, sólo se podría explicar por causas específicas del siglo xx, inexistentes en siglos anteriores (véase la tabla 10.4).

En primer lugar, se argumenta que el islam ha sido desde el principio una religión glorificadora de la espada, que exalta las virtudes castrenses. El islam se originó entre «tribus nómadas beduinas en guerra», y este «origen violento está grabado en el cimiento del islam. Mahoma mismo es recordado como un guerrero duro y un diestro caudillo militar».35 (Nadie diría esto de Cristo o Buda.) Las doctrinas del islam, se afirma, prescriben la guerra contra los infieles, y, cuando la expansión inicial del islam fue disminuyendo, los grupos musulmanes, de forma absolutamente contraria a la doctrina, pasaron a luchar entre sí. La proporción de fitna o conflictos internos respecto a la yihad cambió radicalmente en favor de los primeros. El Corán y otras formulaciones de las creencias musulmanas contienen pocas prohibiciones de la violencia, y el concepto de no violencia está ausente de la doctrina y la práctica musulmanas.

Tabla 10.4. Posibles causas de la propensión musulmana al conflicto.

Conflicto extramusulmán Conflicto interno
y externo
Conflicto histórico
y contemporáneo
Proximidad
«Indigestibilidad»
Militarismo
Conflicto contemporáneo Condición de víctima Incremento demográfico
fuerte y súbito
Ausencia de Estado central

En segundo lugar, desde su origen en Arabia, el islam pronto se extendió por el norte de África y gran parte de Oriente Próximo y Oriente Medio, y más tarde por Asia Central, el subcontinente asiático y los Balcanes. Esta expansión puso a los musulmanes en contacto directo con muchos pueblos diferentes, que fueron conquistados y convertidos, y el legado de este proceso perdura. A raíz de las conquistas otomanas en los Balcanes, los eslavos urbanos del sur a menudo se convirtieron al islam, mientras que los campesinos rurales no, y así nació la distinción entre bosnios musulmanes y serbios ortodoxos. Por el contrario, la expansión del imperio ruso hasta el mar Negro, el Cáucaso y Asia Central lo puso en conflicto continuo durante varios siglos con diversos pueblos musulmanes. Occidente, en la cumbre de su poder con respecto al islam, patrocinó un Estado judío en Oriente Próximo, sentando con ello las bases para un constante antagonismo árabe-israelí. Así, la expansión musulmana y no musulmana por tierra se tradujo en que musulmanes y no musulmanes vivieran en estrecha proximidad física en toda Eurasia. En cambio, la expansión de Occidente por mar habitualmente no llevó a los pueblos occidentales a vivir en proximidad territorial con pueblos no occidentales: éstos fueron sometidos al dominio de Europa o, excepto en Sudáfrica, fueron prácticamente diezmados por los colonos occidentales.

Una tercera posible fuente de conflicto entre musulmanes y no musulmanes comprende lo que un estadista, en referencia a su propio país, denominó la «indigestibilidad» de los musulmanes. Sin embargo, la indigestibilidad funciona en ambos sentidos: los países musulmanes tienen con las minorías no musulmanas problemas parecidos a los que los países no musulmanes tienen con las minorías musulmanas. Más incluso que el cristianismo, el islam es una fe absolutista. Funde religión y política y traza una línea claramente marcada entre quienes pertenecen al Dar al-Islam y los que constituyen el Dar al-Harb. Como resultado de ello, confucianos, budistas, cristianos occidentales y cristianos ortodoxos tienen menos dificultad para adaptarse y convivir unos con otros, que la que cualquiera de ellos tiene a la hora de adaptarse a los musulmanes y convivir con ellos. Las personas de etnia china, por ejemplo, son una minoría económicamente dominante en la mayoría de los países del sudeste asiático. Han sido asimilados con éxito en las sociedades de la budista Tailandia y las católicas Filipinas; no hay prácticamente casos relevantes de violencia antichina por parte de los grupos mayoritarios en esos países. En cambio, se han producido disturbios y/o violencia antichina en las musulmanas Indonesia y Malaisia, y el papel de los chinos en estas sociedades sigue siendo una cuestión delicada y potencialmente explosiva, cosa que no ocurre en Tailandia y Filipinas.

El militarismo, la indigestibilidad y la proximidad a grupos no musulmanes son características constantes del islam y podrían explicar la propensión musulmana al conflicto a lo largo de la historia, si es el caso. Otros tres factores temporalmente limitados podrían contribuir a esta propensión a finales del siglo xx. Una explicación, propuesta por los musulmanes, es que el imperialismo occidental y el sometimiento de las sociedades musulmanas en los siglos xix y xx produjeron una imagen de debilidad musulmana en lo militar y económico, y por tanto mueven a los grupos no islámicos a ver a los musulmanes como un objetivo atractivo. Según este argumento, los musulmanes son víctimas de un prejuicio antimusulmán generalizado, semejante al antisemitismo que históricamente impregnó las sociedades occidentales. Grupos musulmanes como palestinos, bosnios, cachemires y chechenos, afirma Akbar Ahmed, son como «pieles rojas, grupos deprimidos, privados de dignidad, atrapados en las reservas en que se han convertido sus tierras ancestrales».36 Sin embargo, el argumento del musulmán como víctima no explica los conflictos entre mayorías musulmanas y minorías no musulmanas en países como Sudán, Egipto, Irán e Indonesia.

Posiblemente, un factor más convincente a la hora de explicar el conflicto, tanto dentro del islam como fuera de él, es la ausencia de uno o más Estados centrales en el islam. Los Estados aspirantes a ser líderes del islam, tales como Arabia Saudí, Irán, Paquistán, Turquía y, potencialmente, Indonesia, rivalizan por la influencia en el mundo musulmán; ninguno de ellos está en una posición de fuerza que le permita mediar en los conflictos internos del islam; y ninguno de ellos es capaz de actuar con autoridad en nombre del islam a la hora de afrontar conflictos entre grupos musulmanes y no musulmanes.

Finalmente hay que considerar algo muy importante, la explosión demográfica en las sociedades musulmanas y la existencia de gran número de varones, a menudo desempleados, entre los quince y los treinta años, que constituye una fuente natural de inestabilidad y violencia, tanto dentro del islam, como contra no musulmanes. Sean cuales sean las demás causas que puedan intervenir, este factor por sí solo explicaría gran parte de la violencia musulmana en los años ochenta y noventa. Por consiguiente, el envejecimiento de esta generación hacia la tercera década del siglo xxi y el desarrollo económico de las sociedades musulmanas, si se dan y cuando se den, podrían llevar a una importante reducción de las propensiones musulmanas a la violencia y, por tanto, a un descenso generalizado en la frecuencia e intensidad de las guerras de línea de fractura.

El choque de civilizaciones
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011_split_000.xhtml
sec_0011_split_001.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_042.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_043.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_044.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_045.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_046.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_047.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_048.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_049.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_050.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_051.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_052.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_053.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_054.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_055.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_056.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_058.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_059.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_060.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_061.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_062.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_063.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_064.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_065.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_066.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_067.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_068.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_069.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_070.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_071.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_072.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_073.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_074.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_075.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_076.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_077.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_078.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_079.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_080.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_081.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_082.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_083.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_084.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_085.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_086.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_087.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_088.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_089.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_090.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_091.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_092.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_093.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_094.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_095.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_096.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_097.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_098.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_099.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_100.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_101.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_102.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_103.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_104.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_105.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_106.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_107.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_108.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_109.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_110.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_111.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_112.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_113.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_114.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_115.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_116.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_117.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_118.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_119.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_120.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_121.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_122.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_123.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_124.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_125.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_126.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_127.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_128.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_129.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_130.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_131.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_132.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_133.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_134.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_135.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_136.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_137.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_138.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_139.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_140.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_141.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_142.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_143.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_144.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_145.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_146.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_147.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_148.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_149.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_150.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_151.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_152.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_153.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_154.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_155.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_156.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_157.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_158.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_159.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_160.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_161.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_162.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_163.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_164.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_165.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_166.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_167.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_168.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_169.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_170.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_171.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_172.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_173.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_174.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_175.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_176.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_177.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_178.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_179.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_180.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_181.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_182.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_183.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_184.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_185.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_186.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_187.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_188.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_189.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_190.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_191.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_192.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_193.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_194.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_195.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_196.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_197.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_198.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_199.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_200.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_201.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_202.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_203.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_204.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_205.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_206.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_207.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_208.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_209.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_210.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_211.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_212.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_213.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_214.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_215.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_216.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_217.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_218.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_219.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_220.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_221.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_222.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_223.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_224.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_225.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_226.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_227.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_228.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_229.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_230.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_231.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_232.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_233.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_234.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_235.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_236.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_237.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_238.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_239.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_240.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_241.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_242.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_243.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_244.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_245.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_246.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_247.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_248.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_249.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_250.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_251.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_252.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_253.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_254.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_255.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_256.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_257.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_258.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_259.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_260.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_261.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_262.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_263.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_264.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_265.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_266.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_267.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_268.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_269.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_270.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_271.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_272.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_273.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_274.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_275.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_276.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_277.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_278.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_279.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_280.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_281.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_282.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_283.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_284.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_285.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_286.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_287.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_288.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_289.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_290.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_291.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_292.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_293.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_294.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_295.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_296.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_297.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_298.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_299.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_300.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_301.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_302.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_303.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_304.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_305.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_306.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_307.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_308.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_309.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_310.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_311.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_312.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_313.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_314.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_315.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_316.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_317.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_318.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_319.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_320.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_321.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_322.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_323.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_324.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_325.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_326.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_327.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_328.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_329.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_330.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_331.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_332.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_333.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_334.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_335.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_336.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_337.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_338.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_339.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_340.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_341.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_342.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_343.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_344.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_345.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_346.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_347.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_348.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_349.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_350.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_351.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_352.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_353.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_354.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_355.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_356.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_357.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_358.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_359.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_360.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_361.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_362.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_363.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_364.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_365.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_366.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_367.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_368.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_369.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_370.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_371.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_372.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_373.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_374.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_375.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_376.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_377.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_378.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_379.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_380.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_381.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_382.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_383.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_384.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_385.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_386.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_387.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_388.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_389.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_390.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_391.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_392.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_393.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_394.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_395.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_396.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_397.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_398.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_399.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_400.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_401.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_402.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_403.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_404.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_405.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_406.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_407.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_408.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_409.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_410.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_411.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_412.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_413.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_414.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_415.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_416.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_417.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_418.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_419.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_420.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_421.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_422.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_423.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_424.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_425.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_426.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_427.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_428.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_429.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_430.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_431.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_432.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_433.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_434.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_435.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_436.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_437.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_438.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_439.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_440.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_441.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_442.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_443.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_444.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_445.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_446.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_447.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_448.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_449.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_450.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_451.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_452.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_453.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_454.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_455.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_456.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_457.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_458.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_459.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_460.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_461.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_462.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_463.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_464.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_465.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_466.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_467.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_468.xhtml