¿Otros mundos?

Mapas y paradigmas. Esta imagen de la política global de la posguerra fría, configurada por factores culturales y que supone interacciones de Estados y grupos procedentes de civilizaciones diferentes, resulta muy simplificada. Omite muchas cosas, distorsiona algunas y oscurece otras. Sin embargo, si queremos reflexionar seriamente sobre el mundo, y actuar eficazmente en él, necesitamos una especie de mapa simplificado de la realidad, una teoría, concepto, modelo o paradigma. Sin tales elaboraciones intelectuales, sólo hay, como dijo William James, «una floreciente confusión de zumbidos». El progreso intelectual y científico, como demostró Thomas Kuhn en su obra clásica La estructura de las revoluciones científicas, consiste en la sustitución de un paradigma, que ha ido perdiendo poco a poco capacidad para explicar hechos nuevos o descubiertos recientemente, por un nuevo paradigma que da cuenta de tales hechos de forma más satisfactoria. «Para ser aceptada como paradigma», escribió Kuhn, «una teoría debe parecer mejor que sus rivales, pero no es preciso que explique, y de hecho nunca lo hace, todos los hechos con los que se puede confrontar.»4 «Encontrar el camino en un territorio desconocido», escribió también acertadamente John Lewis Gaddis, «exige por lo general un mapa de algún tipo. La cartografía, como la cognición misma, es una simplificación necesaria que nos permite ver dónde estamos, y hacia dónde nos dirigimos.» La imagen, propia de la guerra fría, de la rivalidad entre superpotencias fue, como señala este autor, un modelo de este tipo, formulado primeramente por Harry Truman como «un ejercicio de cartografía geopolítica que representaba el panorama internacional en términos que todo el mundo podía entender, preparando con ello el camino a la compleja estrategia de contención que pronto iba a seguir». Las cosmovisiones y las teorías causales son guías indispensables para la política internacional.5

Durante cuarenta años, los estudiosos y practicantes de las relaciones internacionales pensaron y actuaron partiendo de esta imagen sumamente simplificada, pero muy útil, de la situación mundial, el paradigma de la guerra fría. Dicho paradigma no podía dar cuenta de todo lo que acontecía en la política mundial. Había muchas anomalías, por usar el término de Kuhn, y a veces el paradigma cegaba a los investigadores y estadistas ante acontecimientos importantes, tales como la ruptura chino-soviética. Sin embargo, como modelo simple de la política global, daba razón de más fenómenos importantes que ninguna de sus rivales, era un punto de partida esencial para pensar sobre los asuntos internacionales, llegó a ser casi universalmente aceptada y configuró el pensamiento acerca de la política mundial durante dos generaciones.

Los mapas o paradigmas simplificados son indispensables para el pensamiento y la acción humanos. Por un lado, podemos formular explícitamente tales teorías o modelos y usarlos conscientemente para orientar nuestra conducta. Por otro lado, podemos negar la necesidad de tales guías y suponer que sólo actuaremos partiendo de hechos «objetivos» concretos, considerando cada caso «según sus méritos». Pero si creemos tal cosa nos engañamos, pues en lo más recóndito de nuestras mentes se ocultan supuestos, predisposiciones y prejuicios que determinan el modo en que percibimos la realidad, en qué hechos nos fijamos y cómo juzgamos su importancia y valor. Necesitamos modelos explícitos o implícitos a fin de poder:

1. ordenar la realidad y hacer generalizaciones acerca de ella;

2. entender las relaciones causales entre fenómenos;

3. prever y, si tenemos suerte, predecir acontecimientos futuros;

4. distinguir lo que es importante de lo que no lo es; y

5. indicarnos qué pasos debemos dar para lograr nuestros objetivos.

Cada modelo o mapa es una abstracción y será más útil para unos fines que para otros. Un mapa de carreteras nos indica cómo llegar con un coche de A a B, pero no será muy útil si estamos pilotando un avión; en este caso necesitaremos un mapa que destaque los aeródromos, radiofaros, rutas aéreas y la topografía. Pero, sin mapa estaremos perdidos. Cuanto más detallado es un mapa, más exactamente reflejará la realidad. Sin embargo, para muchos propósitos un mapa sumamente detallado no será útil. Si deseamos ir de una gran ciudad a otra por una importante autopista, no necesitamos, y hasta puede resultarnos confuso, un mapa que incluya mucha información no relacionada con el transporte por carretera y en el que las autopistas importantes estén perdidas en una masa compleja de carreteras secundarias. Un mapa, por otra parte, que contuviera sólo una autopista omitiría gran parte de la realidad y limitaría nuestra capacidad para encontrar rutas alternativas si dicha autopista estuviera cortada por un accidente grave. Dicho brevemente, necesitamos un mapa que represente la realidad y al mismo tiempo la simplifique de la forma que mejor se ajuste a nuestros propósitos. Al final de la guerra fría, se propusieron varios mapas o paradigmas de la política mundial.

Un solo mundo: euforia y armonía. Un paradigma profusamente formulado se basaba en la suposición de que el final de la guerra fría significaba el final de todo conflicto importante en la política global y el comienzo de un mundo relativamente armonioso. De este modelo, la formulación más analizada fue la tesis del «final de la historia», propuesta por Francis Fukuyama.* «Puede que estemos asistiendo», sostenía Fukuyama, «…al final de la historia como tal: esto es, al punto final de la evolución ideológica del género humano y a la universalización de la democracia liberal occidental como forma de gobierno humano definitiva.» Desde luego, decía, se pueden dar algunos conflictos en lugares del Tercer Mundo, pero el conflicto a escala planetaria ha terminado, y no sólo en Europa. «Es precisamente en el mundo no europeo» donde han tenido lugar los grandes cambios, particularmente en China y la Unión Soviética. La guerra de ideas ha terminado. Puede que todavía existan adeptos del marxismo-leninismo «en lugares como Managua, Pyongyang y Cambridge, Massachusetts», pero en conjunto la democracia liberal ha triunfado. El futuro no se consagrará a grandes y estimulantes luchas sobre ideas, sino más bien a resolver problemas económicos y técnicos triviales. Y con cierta tristeza concluía: todo será bastante aburrido.6

Las expectativas de armonía eran ampliamente compartidas. Los líderes políticos e intelectuales exponían perspectivas parecidas. El muro de Berlín había caído, los regímenes comunistas se habían derrumbado, las Naciones Unidas iban a asumir una importancia nueva, los antiguos rivales de la guerra fría entraban en una «asociación» y un «gran pacto», el mantenimiento y la construcción de la paz estaban a la orden del día. El presidente del país más importante del mundo proclamó el «nuevo orden mundial»; el rector de la que quizá sea la universidad más importante del mundo vetó el nombramiento de un profesor de estudios sobre seguridad porque su necesidad había desaparecido: «¡Aleluya! Ya no estudiamos la guerra, porque ya no hay guerra».

El momento de euforia al final de la guerra fría produjo un espejismo de armonía que pronto se reveló justamente eso: un espejismo. A principios de los años noventa, el mundo se modificó, pero no se hizo necesariamente más pacífico. El cambio era inevitable; el progreso no. Espejismos de armonía parecidos florecieron, de forma efímera, al final de cada uno de los demás conflictos importantes del siglo xx. La primera guerra mundial fue la «guerra que acabaría con las guerras» y haría un mundo seguro para la democracia. La segunda guerra mundial, como dijo Franklin Roosevelt, «pondría fin al sistema de acción unilateral, las alianzas exclusivas, los equilibrios de poder y todos los demás expedientes a los que se ha recurrido durante siglos… y que siempre han fallado». En vez de eso íbamos a contar con una «organización universal» de «naciones amantes de la paz» y con una «estructura permanente de paz» en ciernes.7 Sin embargo, la primera guerra mundial generó comunismo, fascismo y la inversión de una tendencia, con un siglo de existencia, hacia la democracia. La segunda guerra mundial produjo una guerra fría que fue verdaderamente mundial. El espejismo de armonía producido al final de dicha guerra fría pronto se disipó con la multiplicación de los conflictos étnicos y «la limpieza étnica», el quebrantamiento de la ley y el orden, la aparición de nuevos modelos de alianza y conflicto entre Estados, el resurgimiento de movimientos neocomunistas y neofascistas, la intensificación del fundamentalismo religioso, el final de la «diplomacia de sonrisas» y la «política de síes» en las relaciones de Rusia con Occidente, la incapacidad de las Naciones Unidas y los Estados Unidos para acabar con sangrientos conflictos locales, y el carácter cada vez más reafirmativo de una China en alza. En los cinco años que siguieron a la caída del muro de Berlín, la palabra «genocidio» se escuchó mucho más a menudo que en cinco años cualesquiera de la guerra fría. Resulta claro que el paradigma de un solo mundo armonioso está demasiado alejado de la realidad para ser una guía útil en el mundo de la posguerra fría.

Dos mundos: nosotros y ellos. Mientras que las expectativas de un solo mundo aparecen al final de los grandes conflictos, la tendencia a pensar partiendo de la existencia de dos mundos es recurrente a lo largo de la historia humana. La gente siempre ha sentido la tentación de dividir a las personas en nosotros y ellos, en el grupo propio y los demás, nuestra civilización y esos bárbaros. Los investigadores han analizado el mundo partiendo de los binomios Oriente y Occidente, norte y sur, centro y periferia. Tradicionalmente, los musulmanes han dividido el mundo en Dar al-islam y Dar al-Harb, tierra de paz y tierra de guerra. Al final de la guerra fría esta distinción, aunque con sentido inverso, encontraba eco en los estudiosos estadounidenses, que dividían el mundo en «zonas de paz» y «zonas de desorden». Las primeras incluían Occidente y Japón, con aproximadamente el 15 % de la población mundial; las segundas, el resto del mundo.8

Dependiendo de cómo se definan las partes, una imagen bipartita del mundo puede corresponder en alguna medida a la realidad. La división más común, que aparece con diversas denominaciones, es la establecida entre países ricos (modernos, desarrollados) y países pobres (tradicionales, subdesarrollados o en vías de desarrollo). En correlación histórica con esta división económica está la división cultural entre Occidente y Oriente, donde el énfasis no está tanto en las diferencias de bienestar económico, cuanto en las diferencias de filosofía, valores y forma de vida subyacentes.9 Cada una de estas imágenes refleja algunos elementos de la realidad, pero también tiene limitaciones. Los países ricos y modernos tienen en común características que los diferencian de los países pobres y tradicionales, quienes, a su vez, también comparten ciertas características. Las diferencias de riqueza pueden llevar a conflictos entre sociedades, pero los datos indican que esto sucede principalmente cuando las sociedades ricas y más poderosas intentan conquistar y colonizar sociedades pobres y más tradicionales. Occidente hizo tal cosa durante cuatrocientos años, hasta que algunas de las colonias se rebelaron y emprendieron guerras de liberación contra las potencias coloniales, que posiblemente habían perdido el afán de ser imperio. En el mundo actual, la descolonización ya ha tenido lugar y las guerras coloniales de liberación han sido sustituidas por conflictos entre los pueblos liberados.

En un plano más general, los conflictos entre ricos y pobres son improbables porque, salvo en circunstancias especiales, los países pobres carecen de la unidad política, poder económico y capacidad militar para enfrentarse a los países ricos. En Asia y Latinoamérica, el desarrollo económico está desdibujando la dicotomía simple de adinerados e indigentes. Los Estados ricos pueden mantener guerras comerciales entre sí; los Estados pobres pueden mantener guerras violentas entre sí; pero una guerra internacional de clases entre el sur pobre y el norte rico está casi tan lejos de la realidad como un único mundo armonioso y feliz.

La bifurcación cultural de la división del mundo es menos útil todavía. En cierto sentido, Occidente es una entidad. Sin embargo, ¿qué tienen en común las sociedades no occidentales, aparte del hecho de no ser occidentales? Las civilizaciones japonesa, china, hindú, musulmana y africana comparten poco desde el punto de vista de la religión, la estructura social, las instituciones y los valores predominantes. La unidad de lo que no es Occidente y la dicotomía Oriente-Occidente son mitos creados por Occidente. Dichos mitos tienen los defectos del orientalismo que Edward Said criticaba acertadamente porque promovían «la diferencia entre lo familiar (Europa, el Oeste, "nosotros") y lo extraño (Oriente, el Este, "ellos")» y porque daba por sentada la superioridad intrínseca de lo primero sobre lo segundo.10 Durante la guerra fría, el mundo estaba, en buena medida, polarizado según un aspecto ideológico. Sin embargo, no hay un espectro de posibilidades culturales. La polarización cultural de «Oriente» y «Occidente» es, en parte, una consecuencia más de la práctica universal, pero desafortunada, de llamar a la civilización europea «civilización occidental». En lugar de «Oriente y Occidente», es más apropiado habar de «Occidente y el resto del mundo», lo que al menos implica la existencia de muchos no-Occidentes. Para la mayoría de los propósitos, el mundo es demasiado complejo para que resulte útil considerarlo simplemente dividido económicamente entre norte y sur, o culturalmente entre este y Oeste.

184 Estados, más o menos. Un tercer mapa del mundo posterior a la guerra fría procede de lo que a menudo se llama la teoría «realista» de las relaciones internacionales. Según dicha teoría, los Estados son los actores principales (en realidad los únicos importantes) en los asuntos mundiales, la relación entre Estados es de anarquía y, por tanto, para asegurar su supervivencia y seguridad, los Estados intentan invariablemente maximizar su poder al máximo. Si un Estado ve que otro incrementa su poder y con ello se convierte en una amenaza potencial, intenta proteger su propia seguridad reforzando su poder y/o aliándose con otros Estados. Los intereses y actuaciones de más o menos 184 Estados del mundo de posguerra fría se pueden predecir a partir de estos supuestos.11

Esta imagen «realista» del mundo es un punto de partida sumamente útil para analizar asuntos internacionales y explica gran parte de la conducta de los Estados. Éstos son y seguirán siendo las entidades dominantes en los asuntos mundiales. Mantienen ejércitos, dirigen la diplomacia, negocian tratados, hacen guerras, controlan las organizaciones internacionales, influyen y, en una medida considerable, configuran la producción y el comercio. Los gobiernos de los Estados dan prioridad a garantizar la seguridad exterior de sus Estados (aunque a menudo puedan dar más prioridad a garantizar su seguridad como gobierno frente a amenazas internas). En conjunto, este paradigma estatista proporciona una imagen y una guía más realista de la política global que los paradigmas de uno o dos mundos.

Sin embargo, también tiene serias limitaciones.

Supone que todos los Estados ven sus intereses del mismo modo y actúan de la misma manera. Su simple suposición de que el poder lo es todo constituye un punto de partida para comprender el comportamiento de los Estados, pero no nos lleva muy lejos. Los Estados definen sus intereses en función del poder, pero también en función de muchas otras cosas. Por supuesto, los Estados a menudo intentan contrapesar el poder, pero si eso fuera todo lo que hacen, los países europeos occidentales se habrían coaligado con la Unión Soviética contra los Estados Unidos a finales de los años cuarenta. Los Estados reaccionan principalmente ante las amenazas que perciben, y los Estados europeos occidentales veían entonces una amenaza política, ideológica y militar procedente del Este. Veían sus intereses de un modo que la teoría realista clásica hubiera sido incapaz de predecir. Los valores, la cultura y las instituciones influyen de forma generalizada en el modo en que los Estados definen sus intereses. Dichos intereses, además, quedan configurados, no sólo por sus valores e instituciones nacionales, sino por normas e instituciones internacionales. Por encima y más allá de su inquietud principal por la seguridad, los diferentes tipos de Estado definen sus intereses de maneras diferentes. Los Estados con culturas e instituciones semejantes verán intereses comunes. Los Estados democráticos tienen puntos en común con otros Estados democráticos y, por tanto, no luchan entre sí. Canadá no tiene que aliarse con otra potencia para impedir su invasión por parte de los Estados Unidos.

En un nivel básico, los presupuestos del paradigma estatista han sido válidos a lo largo de la historia. Por eso no nos ayudan a entender el modo en que la política global de la posguerra fría se aparta de la política global seguida durante la guerra fría y antes de ella. Sin embargo, está claro que hay diferencias, y que la forma en que los Estados persiguen sus intereses cambia de un período histórico a otro. En el mundo de la posguerra fría, los Estados definen sus intereses cada vez más desde la perspectiva civilizacional. Cooperan y se alían con Estados de cultura común o semejante y entran más a menudo en conflicto con países de cultura diferente. Los Estados definen las amenazas en función de las intenciones de otros Estados, y dichas intenciones y el modo en que se advierten están profundamente configuradas por consideraciones culturales. Es poco probable que las sociedades y los estadistas vean surgir amenazas de un pueblo al que creen entender y en el que creen poder confiar porque comparte con ellos lengua, religión, valores, instituciones y cultura. Es mucho más probable que vean amenazas procedentes de Estados cuyas sociedades tienen culturas diferentes y a las que, por tanto, ni entienden ni creen dignas de su confianza. Ahora que una Unión Soviética marxista-leninista ya no supone una amenaza para el mundo libre, y los Estados Unidos ya no suponen una amenaza opuesta para el mundo comunista, los países de ambos mundos cada vez ven más las amenazas procedentes de sociedades culturalmente diferentes.

Aunque los Estados siguen siendo los actores básicos de los asuntos mundiales, también sufren pérdidas de soberanía, de funciones y de poder. Actualmente, las instituciones internacionales afirman su derecho a juzgar y a restringir la actuación de los Estados en su propio territorio. En algunos casos, sobre todo en Europa, las instituciones internacionales han asumido importantes funciones anteriormente desempeñadas por los Estados y se han creado poderosas burocracias internacionales cuya actividad afecta directamente a cada uno de los ciudadanos. A escala planetaria ha habido una tendencia favorable a que las administraciones de los Estados pierdan poder también delegándolo en entidades políticas subestatales, regionales, provinciales y locales. En muchos Estados, entre ellos los del mundo desarrollado, existen movimientos regionales que promueven una autonomía importante o la secesión. Las administraciones de los Estados han perdido en buena medida la capacidad de controlar la corriente de dinero que entra y sale de su país y cada vez tienen mayor dificultad en controlar los movimientos de ideas, tecnología, bienes y personas. Las fronteras estatales, dicho brevemente, se han ido haciendo cada vez más permeables. Todos estos hechos han llevado a muchos a ver el final gradual del Estado de perfiles netos, del conocido como «bola de billar», que supuestamente ha sido la norma desde el Tratado de Westfalia de 1648,12 y el nacimiento de un orden internacional variado, complejo, de múltiples estratos, que guarda semejanzas más estrechas con el de la época medieval.

Puro caos. El debilitamiento de los Estados y la aparición de «Estados frustrados» contribuyen a una cuarta imagen de un mundo en situación de anarquía. Este paradigma subraya: la quiebra de la autoridad gubernamental; la desintegración de los Estados; la intensificación de los conflictos tribales, étnicos y religiosos; la aparición de mafias criminales de ámbito internacional; el aumento del número de refugiados en decenas de millones; la proliferación de armas nucleares y de otras armas de destrucción masiva; la difusión del terrorismo; la frecuencia de las masacres y de la limpieza étnica. Esta imagen de un mundo caótico quedaba expresada y sintetizada de forma convincente en los títulos de dos obras penetrantes publicadas en 1993: Out of Control, de Zbigniew Brzezinski, y Pandaemonium, de Daniel Patrick Moynihan.13

Lo mismo que el paradigma de los Estados, el del caos está próximo a la realidad. Ofrece una imagen gráfica y exacta de gran parte de lo que está sucediendo en el mundo y, a diferencia del paradigma de los Estados, destaca los cambios significativos que han tenido lugar en la política global con el final de la guerra fría. A principios de 1993, por ejemplo, se estimaba que en todo el mundo se libraban 48 guerras étnicas, y en la antigua Unión Soviética existían 164 «conflictos y reivindicaciones étnico-territoriales con relación a las fronteras», de los cuales 30 habían supuesto algún tipo de enfrentamiento armado.14 Sin embargo, este paradigma, más aún que el de los Estados, tiene la limitación de estar demasiado pegado a la realidad. El mundo puede ser un caos, pero no carece totalmente de orden. Una imagen de anarquía universal e indiferenciada da pocas pistas para entender el mundo, para ordenar los acontecimientos y evaluar su importancia, para predecir tendencias en la anarquía, para distinguir entre tipos de caos y sus causas y consecuencias posiblemente diferentes, y para elaborar orientaciones para los decisores gubernamentales.

El choque de civilizaciones
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011_split_000.xhtml
sec_0011_split_001.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_042.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_043.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_044.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_045.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_046.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_047.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_048.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_049.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_050.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_051.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_052.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_053.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_054.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_055.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_056.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_058.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_059.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_060.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_061.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_062.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_063.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_064.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_065.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_066.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_067.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_068.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_069.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_070.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_071.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_072.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_073.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_074.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_075.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_076.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_077.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_078.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_079.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_080.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_081.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_082.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_083.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_084.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_085.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_086.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_087.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_088.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_089.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_090.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_091.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_092.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_093.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_094.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_095.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_096.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_097.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_098.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_099.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_100.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_101.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_102.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_103.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_104.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_105.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_106.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_107.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_108.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_109.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_110.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_111.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_112.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_113.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_114.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_115.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_116.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_117.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_118.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_119.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_120.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_121.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_122.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_123.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_124.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_125.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_126.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_127.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_128.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_129.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_130.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_131.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_132.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_133.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_134.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_135.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_136.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_137.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_138.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_139.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_140.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_141.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_142.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_143.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_144.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_145.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_146.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_147.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_148.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_149.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_150.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_151.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_152.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_153.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_154.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_155.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_156.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_157.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_158.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_159.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_160.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_161.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_162.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_163.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_164.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_165.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_166.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_167.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_168.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_169.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_170.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_171.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_172.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_173.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_174.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_175.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_176.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_177.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_178.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_179.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_180.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_181.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_182.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_183.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_184.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_185.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_186.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_187.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_188.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_189.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_190.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_191.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_192.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_193.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_194.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_195.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_196.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_197.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_198.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_199.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_200.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_201.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_202.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_203.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_204.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_205.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_206.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_207.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_208.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_209.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_210.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_211.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_212.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_213.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_214.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_215.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_216.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_217.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_218.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_219.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_220.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_221.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_222.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_223.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_224.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_225.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_226.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_227.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_228.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_229.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_230.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_231.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_232.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_233.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_234.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_235.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_236.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_237.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_238.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_239.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_240.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_241.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_242.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_243.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_244.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_245.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_246.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_247.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_248.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_249.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_250.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_251.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_252.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_253.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_254.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_255.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_256.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_257.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_258.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_259.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_260.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_261.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_262.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_263.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_264.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_265.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_266.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_267.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_268.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_269.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_270.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_271.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_272.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_273.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_274.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_275.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_276.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_277.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_278.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_279.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_280.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_281.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_282.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_283.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_284.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_285.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_286.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_287.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_288.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_289.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_290.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_291.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_292.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_293.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_294.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_295.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_296.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_297.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_298.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_299.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_300.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_301.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_302.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_303.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_304.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_305.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_306.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_307.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_308.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_309.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_310.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_311.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_312.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_313.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_314.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_315.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_316.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_317.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_318.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_319.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_320.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_321.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_322.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_323.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_324.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_325.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_326.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_327.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_328.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_329.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_330.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_331.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_332.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_333.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_334.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_335.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_336.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_337.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_338.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_339.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_340.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_341.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_342.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_343.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_344.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_345.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_346.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_347.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_348.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_349.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_350.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_351.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_352.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_353.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_354.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_355.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_356.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_357.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_358.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_359.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_360.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_361.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_362.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_363.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_364.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_365.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_366.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_367.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_368.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_369.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_370.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_371.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_372.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_373.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_374.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_375.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_376.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_377.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_378.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_379.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_380.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_381.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_382.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_383.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_384.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_385.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_386.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_387.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_388.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_389.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_390.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_391.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_392.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_393.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_394.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_395.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_396.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_397.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_398.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_399.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_400.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_401.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_402.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_403.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_404.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_405.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_406.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_407.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_408.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_409.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_410.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_411.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_412.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_413.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_414.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_415.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_416.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_417.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_418.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_419.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_420.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_421.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_422.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_423.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_424.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_425.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_426.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_427.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_428.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_429.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_430.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_431.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_432.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_433.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_434.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_435.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_436.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_437.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_438.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_439.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_440.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_441.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_442.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_443.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_444.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_445.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_446.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_447.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_448.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_449.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_450.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_451.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_452.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_453.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_454.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_455.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_456.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_457.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_458.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_459.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_460.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_461.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_462.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_463.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_464.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_465.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_466.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_467.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_468.xhtml