Guerras de Transición: Afganistán y el Golfo

La première guerre civilisationnelle, así calificó a la guerra del Golfo, mientras se estaba librando, el distinguido estudioso marroquí Mahdi El-mandira.1 En realidad era la segunda. La primera fue la guerra soviético-afgana de 1979-1989. Ambas guerras comenzaron como simples invasiones de un país por otro, pero se transformaron y en gran parte se redefinieron como guerras de civilizaciones. En efecto, eran guerras de transición a una era dominada por el conflicto étnico y las guerras de línea de fractura entre grupos de diferentes civilizaciones.

La guerra afgana comenzó como un esfuerzo por parte de la Unión Soviética por sostener un régimen satélite. Se convirtió en una guerra de la guerra fría cuando los Estados Unidos reaccionaron enérgicamente y organizaron, financiaron y equiparon a los insurgentes afganos que resistían a las fuerzas soviéticas. Para los estadounidenses, la derrota soviética supuso la justificación de la doctrina de Reagan de promover la resistencia armada a los regímenes comunistas y una alentadora humillación de los soviéticos comparable a la que los Estados Unidos habían sufrido en Vietnam. Fue además una derrota cuyas ramificaciones se extendieron por toda la sociedad soviética y el establishment político, contribuyendo de forma importante a la desintegración del imperio soviético. Para los estadounidenses y los occidentales en general, Afganistán fue la victoria decisiva y final, el Waterloo de la guerra fría.

Sin embargo, para quienes combatían a los soviéticos, la guerra afgana fue algo más. Fue «la primera resistencia con éxito a una potencia extranjera», decía un estudioso occidental,2 «que no se basaba en principios nacionalistas o socialistas», sino más bien en principios islámicos, que fue librada como una yihad y que dio un tremendo impulso a la confianza y poder islámicos. Su repercusión en el mundo islámico fue, en efecto, semejante a la que la derrota rusa en 1905 a manos de los japoneses tuvo en el mundo oriental. Lo que Occidente ve como una victoria para el mundo libre, los musulmanes lo ven como una victoria para el islam.

Los dólares y los misiles estadounidenses fueron indispensables para la derrota de los soviéticos. Sin embargo, también fue indispensable el esfuerzo colectivo del islam, en el cual una amplia variedad de gobiernos y grupos competían entre sí en el intento de derrotar a los soviéticos y conseguir una victoria que sirviera a sus intereses. El apoyo financiero musulmán para la guerra proceda principalmente de Arabia Saudí. Entre 1984 y 1986, los saudíes entregaron 525 millones de dólares a la resistencia; en 1989 acordaron proporcionar el 61 % de un total de 715 millones de dólares, o sea, 436 millones de dólares; el resto lo pusieron los Estados Unidos. En 1993 proporcionaron 193 millones de dólares al gobierno afgano. La cantidad total que aportaron mientras duró la guerra igualó, por lo menos, los entre 3.000 y 3.300 millones de dólares gastados por los Estados Unidos, y probablemente los superó. Durante la contienda, unos 25.000 voluntarios de otros países islámicos, principalmente árabes, participaron en la guerra. Reclutados en su mayor parte en Jordania, estos voluntarios fueron entrenados por la dirección general de Inteligencia Inter-Servicio de Paquistán. Además, Paquistán proporcionó la indispensable base exterior para la resistencia, así como apoyo logístico y de otros tipos. Paquistán fue también quien gestionó y distribuyó el desembolso de dinero estadounidense, y con toda intención asignó el 75 % de estos fondos a los grupos islamistas más fundamentalistas; el 50 % del total fue a parar a la facción fundamentalista sunnita más extremista dirigida por Gulbuddin Hekmatyar. Aunque combatían a los soviéticos, los árabes que luchaban en esta guerra eran mayoritariamente antioccidentales y condenaban a los organismos de ayuda humanitaria occidentales como inmorales y subversores del islam. Al final, los soviéticos fueron derrotados por tres factores que no pudieron igualar o contrarrestar eficazmente: la tecnología estadounidense, el dinero saudí y la demografía y celo musulmanes.3

La guerra dejó tras de sí una coalición inestable de organizaciones islamistas resueltas a promover el islam contra todas las fuerzas no musulmanas. También dejó un legado de combatientes expertos y experimentados, campamentos, campos de entrenamiento e instalaciones logísticas, complejas redes de relaciones personales y organizativas extendidas por todo el mundo islámico, una importante cantidad de material militar, por ejemplo de 300 a 500 misiles Stinger cuya suerte se ignora, y, lo que era más importante, una sensación embriagadora de poder y confianza en sí mismos por lo que se había conseguido y un deseo impetuoso de avanzar hacia otras victorias. Las «credenciales de la yihad, religiosas y políticas», de los voluntarios afganos, decía un funcionario estadounidense en 1994, «son impecables. Han derrotado a una de las dos superpotencias del mundo y ahora están trabajando en la segunda».4

La guerra afgana se convirtió en una guerra de civilizaciones porque los musulmanes de todas partes la veían como tal y se unieron contra la Unión Soviética. La guerra del Golfo se convirtió en una guerra de civilizaciones porque Occidente intervino militarmente en un conflicto musulmán, los occidentales apoyaron mayoritariamente tal intervención, y los musulmanes de todo el mundo llegaron a ver dicha intervención como una guerra contra ellos y se unieron contra lo que consideraban un ejemplo más de imperialismo occidental.

Al principio, los gobiernos árabes y musulmanes estaban divididos sobre la guerra. Saddam Hussein quebrantó la inviolabilidad de las fronteras, y en agosto de 1990 la Liga Árabe votó por amplia mayoría (catorce a favor y dos en contra; cinco países se abstuvieron o no votaron) condenar su acción. Egipto y Siria acordaron aportar contingentes importantes de soldados a la coalición antiIrak organizada por los Estados Unidos, y Paquistán, Marruecos y Bangladesh también lo hicieron, en menor número. Turquía cerró el oleoducto que cruza su territorio desde Irak al Mediterráneo y permitió a la coalición usar sus bases aéreas. A cambio de estas medidas, Turquía reforzó su pretensión de conseguir entrar en Europa; Paquistán y Marruecos reafirmaron su estrecha relación con Arabia Saudí; Egipto consiguió que se le cancelara su deuda; y Siria consiguió el Líbano. En cambio, los gobiernos de Irán, Jordania, Libia, Mauritania, Yemen, Sudán y Túnez, lo mismo que organizaciones como la OLP, Hamas y el FIS, pese al apoyo financiero que muchos habían recibido de Arabia Saudí, apoyaron a Irak y condenaron la intervención occidental. Otros gobiernos musulmanes, como el de Indonesia, adoptaron posturas de compromiso o intentaron evitar la toma de partido.

Aunque los gobiernos musulmanes estuvieron divididos al principio, la opinión de árabes y musulmanes fue desde el primer momento mayoritariamente antioccidental. El «mundo árabe», informaba un observador estadounidense tras visitar Yemen, Siria, Egipto, Jordania y Arabia Saudí tres semanas después de la invasión de Kuwait, «está… lleno de resentimiento contra los EE.UU., apenas puede contener su júbilo ante la perspectiva de un líder musulmán lo bastante valiente para desafiar a la mayor potencia de la tierra».5 Millones de musulmanes desde Marruecos a China se solidarizaron con Saddam Hussein y «lo aclamaron como un héroe musulmán».6 La paradoja de la democracia fue «la gran paradoja de este conflicto»: el apoyo a Saddam Hussein fue más «ferviente y generalizado» en aquellos países árabes donde la política era más abierta y la libertad de expresión estaba menos restringida.7 En Marruecos, Paquistán, Jordania, Indonesia y otros países, manifestaciones masivas vituperaban a Occidente y a líderes políticos como el rey Hassan, Benazir Bhutto y Suharto, que eran vistos como lacayos de Occidente. La oposición a la coalición se hizo patente incluso en Siria, donde «un amplio abanico de ciudadanos se oponía a la presencia de fuerzas extranjeras en el Golfo», y Hafiz al-Assad tuvo que justificar su envío de tropas como algo necesario para equilibrar, y finalmente reemplazar, a las fuerzas aliadas. El 75 % de los 100 millones de musulmanes indios culpaban de la guerra a los Estados Unidos, y los 171 millones de musulmanes de Indonesia estaban «casi en su totalidad» contra la acción militar estadounidense en el Golfo. Los intelectuales árabes se alinearon de manera parecida y formularon intrincados análisis para pasar por alto la brutalidad de Saddam y denunciar la intervención occidental.8

En general, los árabes y otros musulmanes estaban de acuerdo en que Saddam Hussein podría ser un tirano sanguinario, pero, como sostuvo el pensamiento de Franklin Delano Roosevelt, «es nuestro tirano sanguinario». En su opinión, la invasión era un asunto de familia que se debía zanjar dentro de la familia, y quienes intervenían en nombre de una grandiosa teoría de justicia internacional lo hacían para proteger sus propios intereses egoístas y mantener la subordinación árabe a Occidente. Los intelectuales árabes, decía un estudio, «desprecian el régimen iraquí y deploran su brutalidad y autoritarismo, pero consideran que constituye un centro de resistencia al gran enemigo del mundo árabe, Occidente». «Definen el mundo árabe en oposición a Occidente.» «Lo que ha hecho Saddam está mal», decía un profesor universitario palestino, pero no podemos condenar a Irak por resistir a una intervención militar occidental.» Los musulmanes afincados en Occidente y en otros lugares condenaron la presencia de tropas no musulmanas en Arabia Saudí y la consiguiente «profanación» de los lugares santos musulmanes.9 La opinión predominante, dicha en pocas palabras, era: Saddam hizo mal en invadir, Occidente hizo peor en intervenir, luego Saddam hace bien en combatir a Occidente, y nosotros hacemos bien en apoyarle.

Saddam Hussein, como los principales contendientes en otras guerras de línea de fractura, identificó su régimen anteriormente laico con la causa que podía tener mayor atractivo: el islam. Dada la distribución en forma de U de las identidades en el mundo musulmán, a Saddam apenas le quedaba otra alternativa que identificarse con el islam. Esta elección del islam por encima del nacionalismo árabe o de un vago antioccidentalismo del Tercer Mundo, decía un comentarista egipcio, «da testimonio del valor del islam como ideología política para movilizar apoyo».10 Aunque Arabia Saudí es más estrictamente musulmana en sus prácticas e instituciones que los demás Estados musulmanes, salvo posiblemente Irán y Sudán, y aunque había financiado grupos islamistas por todo el mundo, ningún movimiento islamista de ningún país apoyó la coalición occidental contra Irak, y prácticamente todos condenaron la intervención occidental.

Así, para los musulmanes, la guerra se convirtió rápidamente en una guerra entre civilizaciones; en la que la inviolabilidad del islam estaba en juego. Grupos fundamentalistas de Egipto, Siria, Jordania, Paquistán, Malaisia, Afganistán, Sudán y de otros lugares la condenaron como una guerra contra «el islam y su civilización» por parte de una alianza de «cruzados y sionistas», y proclamaron su respaldo a Irak ante «la agresión militar y económica contra su pueblo». En el otoño de 1990, el decano de la Universidad Islámica de La Meca, Safar al-Hawali, declaraba en una grabación que se difundió ampliamente en Arabia Saudí, que la guerra «no es el mundo contra Irak. Es Occidente contra el Islam». En términos parecidos, el rey Hussein de Jordania afirmaba que era «una guerra contra todos los árabes y todos los musulmanes, y no contra Irak sólo». Además, como señala Fatima Mernissi, las frecuentes invocaciones retóricas de Dios hechas por el presidente Bush en nombre de los Estados Unidos reforzaban la impresión árabe de que era «una guerra religiosa», y las observaciones de Bush apestaban «a los ataques calculadores y mercenarios de las hordas preislámicas del siglo vii y las posteriores cruzadas cristianas». Los argumentos de que la guerra era una cruzada fruto de una conspiración occidental y sionista justificaban a su vez, e incluso exigían, la movilización de una yihad como respuesta.11

La definición musulmana de la guerra, Occidente contra el islam, facilitó la reducción o suspensión de los antagonismos dentro del mundo musulmán. La viejas diferencias entre los musulmanes menguaban en importancia comparadas con la diferencia decisiva entre el islam y Occidente. En el curso de la guerra, los gobiernos y grupos musulmanes se fueron distanciando continuamente de Occidente. Como su predecesora afgana, la guerra del Golfo unió a los musulmanes que anteriormente habían andado a la greña unos con otros: árabes laicistas, nacionalistas y fundamentalistas; el gobierno jordano y los palestinos; la OLP y Hamas; Irán e Irak; los partidos de oposición y los gobiernos en general. «Esos baasitas de Irak», como decía Safar Al-Hawali, «son nuestros enemigos durante unas pocas horas, pero Roma es nuestro enemigo hasta el día del juicio.»12 La guerra puso también en marcha el proceso de reconciliación entre Irak e Irán. Los líderes religiosos chiítas de Irán condenaron la intervención occidental y llamaron a una yihad contra Occidente. El gobierno iraní se distanció de las medidas dirigidas contra su antiguo enemigo, y a la guerra siguió un mejoramiento gradual de las relaciones entre los dos regímenes.

Además, un enemigo externo reduce el conflicto dentro de un país. En enero de 1991, por ejemplo, se informaba de que Paquistán estaba «inmerso en una polémica antioccidental» que reconcilió al país, al menos por un tiempo breve. «Paquistán nunca ha estado tan unido. En la provincia sureña de Sind, donde los sindhis nativos y los inmigrantes de la India se han estado matando unos a otros durante cinco años, gente de ambos bandos se manifiesta contra los estadounidenses codo con codo. En la regiones tribales ultraconservadoras de la frontera noroeste, hasta las mujeres están fuera en las calles protestando, a menudo en lugares donde la gente nunca se ha reunido para nada salvo las oraciones del viernes.»13

A medida que la opinión pública se iba haciendo más inflexible contra la guerra, los gobiernos que inicialmente se habían asociado con la coalición se echaron atrás, se dividieron o elaboraron complejas justificaciones para sus actuaciones. Los gobiernos que aportaron tropas sostenían que éstas eran necesarias para equilibrar y al final reemplazar a las fuerzas occidentales en Arabia Saudí y que, en cualquier caso, se usarían únicamente con fines defensivos y para la protección de los lugares santos. En Turquía y Paquistán, altos jefes militares condenaban públicamente el alineamiento de sus gobiernos con la coalición. Los gobiernos egipcio y sirio, que aportaron la mayoría de las tropas, tenían control suficiente de sus sociedades para poder suprimir e ignorar la presión antioccidental. Los gobiernos de países musulmanes algo más abiertos se vieron inducidos a separarse de Occidente y a adoptar posturas cada vez más antioccidentales. En el Magreb, «la explosión de apoyo a Irak» fue «una de las mayores sorpresas de la guerra». La opinión pública tunecina era intensamente antioccidental, y el presidente Ben Ali se apresuró a condenar la intervención occidental. El gobierno de Marruecos al principio aportó 1.500 soldados a la coalición, pero después, cuando se movilizaron grupos antioccidentales, también apoyó una huelga general en favor de Irak. En Argelia, una manifestación proiraquí de 400.000 personas movió al presidente Bendjedid, que inicialmente se inclinaba hacia Occidente, a cambiar su postura, condenar a Occidente y declarar que «Argelia estará al lado de su hermano Irak».14 En agosto de 1990, los tres gobiernos magrebíes habían votado en la Liga Árabe a favor de condenar a Irak. En otoño, reaccionando ante los intensos sentimientos de su pueblo, votaron a favor de una moción para que se condenara la intervención estadounidense, moción que fue desestimada por un estrecho margen, diez votos contra once.

El esfuerzo militar occidental tampoco contó con mucho apoyo de las personas de civilizaciones que no eran ni islámicas ni occidentales. En enero de 1991, el 53 % de los japoneses manifestaban en una encuesta que eran contrarios a la guerra, mientras que el 25 % la apoyaba. Los hindúes andaban igualmente divididos a la hora de culpar de la guerra a Saddam Hussein y a George Bush; una guerra que, advertía The Times of India, podía conducir a «una confrontación mucho más generalizada entre un mundo judeo-cristiano fuerte y arrogante y un mundo musulmán débil inflamado de celo religioso». Así, la guerra del Golfo empezó como una guerra entre Irak y Kuwait, pasó después a ser una guerra entre Irak y Occidente, después entre el islam y Occidente y, al final, fue considerada por muchos no occidentales como una guerra de Oriente contra Occidente, «una guerra del hombre blanco, un nuevo estallido de imperialismo anticuado».15

Aparte de los kuwaitíes, ningún otro pueblo islámico fue entusiasta de la guerra, y la mayoría se opuso de forma contundente a la intervención occidental. Cuando la guerra terminó, los desfiles de la victoria celebrados en Londres y Nueva York no se repitieron en ningún otro lugar. La «conclusión de la guerra», dijo Sohail H. Hashmi, «no brindaba razones para el regocijo» entre los árabes. Al contrario, el ambiente predominante era de intensa decepción, consternación, humillación y resentimiento. Una vez más, Occidente había ganado. Una vez más, el último Saladino que había suscitado las esperanzas árabes había caído derrotado ante el impresionante poder occidental que se había entrometido a la fuerza en la comunidad del islam. «¿Qué les podría haber ocurrido a los árabes», preguntaba Fatima Mernissi, «peor que lo que la guerra produjo: Occidente entero con toda su tecnología arrojándonos bombas? Fue el horror definitivo.»16

Tras la guerra, la opinión árabe fuera de Kuwait se fue haciendo cada vez más crítica respecto a la presencia militar de los EE.UU. en el Golfo. La liberación de Kuwait eliminó cualquier base lógica para oponerse a Saddam Hussein y dejó pocas razones sólidas para una presencia militar continuada de los estadounidenses en el Golfo. De ahí que, incluso en países como Egipto, la opinión pública se hiciera cada vez más favorable a Irak. Los gobiernos árabes que se habían unido a la coalición cambiaron de postura.17 Egipto y Siria, lo mismo que los demás, se opusieron al establecimiento de una zona prohibida a los aviones en el sur de Irak en agosto de 1992. Los gobiernos árabes más Turquía también se opusieron a los ataques aéreos contra Irak en enero de 1993. Si el poderío aéreo occidental se podía usar en respuesta a los ataques contra kurdos y chiítas musulmanes por parte de musulmanes sunnitas, ¿por qué no se usaba también para responder a los ataques contra los musulmanes bosnios por parte de los serbios ortodoxos? En junio de 1993, cuando el presidente Clinton ordenó un bombardeo de Bagdad en represalia por el intento iraquí de asesinar al ex presidente Bush, la reacción internacional siguió estrictamente los cauces de las civilizaciones. Israel y los gobiernos europeos occidentales apoyaron enérgicamente el ataque; Rusia lo aceptó como un acto de defensa propia «justificada»; China expresó «una profunda inquietud»; Arabia Saudí y los emiratos del Golfo no dijeron nada; otros gobiernos musulmanes, entre ellos el de Egipto, lo condenaron como otro ejemplo de los criterios dobles occidentales, e Irán lo denominó «agresión flagrante» impulsada por el «neoexpansionismo y egotismo» norteamericano.18 La pregunta siguiente se planteó reiteradamente: ¿por qué los Estados Unidos y la «comunidad internacional» (que es Occidente) no reaccionan de manera parecida ante la escandalosa conducta de Israel y sus violaciones de las resoluciones de la ONU?

La guerra del Golfo fue la primera guerra de recursos intercivilizatoria de la posguerra fría. Lo que estaba en juego era si el grueso de las mayores reservas petrolíferas del mundo sería controlado por los gobiernos de Arabia Saudí y de los emiratos, dependientes del poderío militar occidental para su seguridad, o por regímenes antioccidentales independientes, que podrían y estarían dispuestos a usar el arma del petróleo contra Occidente. Occidente no consiguió derrocar a Saddam Hussein, pero se anotó en cierto modo una victoria al poner de manifiesto la dependencia respecto a Occidente de los Estados del Golfo en materia de seguridad y al conseguir una mayor presencia militar en el Golfo en tiempo de paz. Antes de la guerra, Irán, Irak, el Consejo de Cooperación del Golfo y los Estados Unidos pugnaban para asegurar su influencia sobre el Golfo. Tras la guerra, el Golfo Pérsico era un lago estadounidense.

El choque de civilizaciones
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011_split_000.xhtml
sec_0011_split_001.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_042.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_043.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_044.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_045.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_046.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_047.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_048.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_049.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_050.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_051.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_052.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_053.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_054.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_055.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_056.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_058.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_059.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_060.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_061.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_062.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_063.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_064.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_065.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_066.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_067.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_068.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_069.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_070.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_071.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_072.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_073.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_074.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_075.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_076.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_077.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_078.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_079.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_080.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_081.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_082.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_083.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_084.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_085.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_086.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_087.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_088.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_089.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_090.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_091.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_092.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_093.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_094.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_095.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_096.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_097.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_098.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_099.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_100.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_101.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_102.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_103.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_104.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_105.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_106.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_107.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_108.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_109.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_110.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_111.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_112.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_113.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_114.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_115.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_116.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_117.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_118.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_119.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_120.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_121.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_122.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_123.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_124.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_125.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_126.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_127.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_128.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_129.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_130.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_131.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_132.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_133.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_134.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_135.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_136.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_137.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_138.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_139.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_140.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_141.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_142.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_143.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_144.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_145.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_146.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_147.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_148.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_149.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_150.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_151.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_152.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_153.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_154.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_155.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_156.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_157.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_158.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_159.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_160.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_161.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_162.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_163.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_164.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_165.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_166.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_167.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_168.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_169.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_170.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_171.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_172.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_173.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_174.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_175.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_176.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_177.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_178.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_179.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_180.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_181.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_182.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_183.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_184.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_185.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_186.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_187.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_188.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_189.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_190.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_191.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_192.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_193.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_194.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_195.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_196.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_197.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_198.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_199.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_200.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_201.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_202.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_203.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_204.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_205.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_206.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_207.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_208.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_209.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_210.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_211.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_212.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_213.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_214.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_215.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_216.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_217.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_218.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_219.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_220.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_221.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_222.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_223.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_224.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_225.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_226.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_227.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_228.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_229.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_230.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_231.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_232.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_233.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_234.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_235.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_236.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_237.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_238.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_239.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_240.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_241.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_242.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_243.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_244.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_245.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_246.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_247.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_248.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_249.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_250.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_251.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_252.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_253.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_254.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_255.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_256.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_257.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_258.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_259.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_260.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_261.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_262.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_263.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_264.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_265.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_266.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_267.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_268.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_269.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_270.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_271.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_272.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_273.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_274.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_275.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_276.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_277.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_278.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_279.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_280.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_281.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_282.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_283.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_284.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_285.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_286.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_287.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_288.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_289.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_290.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_291.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_292.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_293.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_294.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_295.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_296.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_297.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_298.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_299.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_300.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_301.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_302.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_303.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_304.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_305.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_306.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_307.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_308.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_309.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_310.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_311.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_312.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_313.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_314.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_315.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_316.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_317.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_318.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_319.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_320.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_321.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_322.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_323.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_324.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_325.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_326.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_327.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_328.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_329.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_330.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_331.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_332.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_333.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_334.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_335.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_336.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_337.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_338.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_339.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_340.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_341.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_342.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_343.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_344.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_345.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_346.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_347.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_348.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_349.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_350.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_351.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_352.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_353.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_354.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_355.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_356.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_357.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_358.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_359.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_360.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_361.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_362.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_363.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_364.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_365.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_366.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_367.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_368.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_369.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_370.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_371.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_372.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_373.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_374.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_375.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_376.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_377.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_378.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_379.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_380.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_381.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_382.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_383.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_384.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_385.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_386.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_387.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_388.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_389.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_390.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_391.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_392.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_393.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_394.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_395.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_396.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_397.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_398.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_399.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_400.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_401.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_402.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_403.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_404.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_405.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_406.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_407.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_408.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_409.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_410.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_411.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_412.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_413.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_414.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_415.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_416.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_417.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_418.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_419.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_420.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_421.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_422.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_423.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_424.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_425.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_426.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_427.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_428.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_429.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_430.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_431.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_432.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_433.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_434.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_435.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_436.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_437.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_438.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_439.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_440.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_441.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_442.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_443.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_444.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_445.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_446.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_447.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_448.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_449.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_450.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_451.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_452.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_453.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_454.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_455.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_456.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_457.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_458.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_459.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_460.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_461.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_462.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_463.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_464.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_465.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_466.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_467.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_468.xhtml