Poder occidental: dominación y decadencia

Coexisten dos imágenes del poder de Occidente en relación con otras civilizaciones. La primera es la de una dominación occidental abrumadora, triunfante, casi total. La desintegración de la Unión Soviética eliminó al único contrincante serio para Occidente, y, como resultado de ello, el mundo está moldeado, y lo seguirá estando, por los objetivos, prioridades e intereses de las principales naciones occidentales, con quizá una ayuda ocasional de Japón. En su calidad de única superpotencia restante, los Estados Unidos, junto con Gran Bretaña y Francia, toman las decisiones cruciales en materia de política y seguridad; los Estados Unidos, junto con Alemania y Japón, toman la decisiones cruciales en materia económica. Occidente es la única civilización que tiene intereses importantes en todas las demás civilizaciones o regiones, así como capacidad para afectar a la política, economía y seguridad de todas ellas. Las sociedades de otras civilizaciones suelen necesitar ayuda occidental para alcanzar sus objetivos y proteger sus intereses. Las naciones occidentales, como resumía un autor:

• Poseen y dirigen el sistema bancario internacional.

• Controlan todas las divisas fuertes.

• Son el principal cliente del mundo.

• Proporcionan la mayoría de los productos acabados del mundo.

• Dominan los mercados internacionales de capital.

• Ejercen un notable liderazgo moral dentro de muchas sociedades.

• Tienen capacidad para llevar a cabo una intervención militar en gran escala.

• Controlan las rutas marítimas.

• Dirigen la experimentación e investigación técnica más avanzada.

• Controlan la educación técnica puntera.

• Dominan el acceso al espacio.

• Dominan la industria aeroespacial.

• Dominan las comunicaciones internacionales.

• Dominan la industria armamentística de alta tecnología.1

La segunda imagen de Occidente es muy diferente. Es la de una civilización en decadencia, cuya porción de poder político, económico y militar en el mundo va decayendo con respecto al de otras civilizaciones. La victoria de Occidente en la guerra fría no ha engendrado triunfo, sino agotamiento. Occidente cada vez se ocupa más de sus problemas y necesidades internos, ya que se enfrenta a un crecimiento económico lento, paro, déficit públicos enormes, ética laboral en decadencia, índices de ahorro bajos y, en muchos países entre los que se encuentran los Estados Unidos, disgregación social, drogas y crimen. El poder económico se está desplazando rápidamente al este de Asia, y el poderío militar y la influencia política están comenzando a seguir sus pasos. La India está a punto de iniciar un despegue económico y el mundo islámico es cada vez más hostil respecto a Occidente. La disposición de otras sociedades a aceptar los dictados de Occidente o a aguantar sus sermones se está desvaneciendo rápidamente, y lo mismo sucede con la confianza de Occidente en sí mismo y con su voluntad de dominio. El final de los años ochenta fue testigo de un importante debate acerca de la tesis de la decadencia respecto de los Estados Unidos, y a mediados de los noventa Aaron Fridberg concluía:

[E]n muchos aspectos importantes, su poder relativo [el de los Estados Unidos] decaerá a un ritmo acelerado. Desde el punto de vista de su potencial económico bruto, es probable que la posición de los Estados Unidos con relación a Japón y, a la larga a China, se deteriore aún más. En el ámbito militar, el equilibrio de potencial efectivo entre los Estados Unidos y varias potencias regionales en alza (entre las que se encuentran, quizá, Irán, la India y China) se desplazará del centro hacia la periferia. Parte del poder estructural de los EE.UU. pasará a otras naciones; parte (y algo de su poder flexible también) acabará en manos de agentes no estatales, como empresas multinacionales.2

¿Cuál de estas dos imágenes contradictorias del puesto de Occidente en el mundo se ajusta a la realidad? Por supuesto, la respuesta es: ambas. Occidente domina actualmente de forma abrumadora, y seguirá siendo el número uno desde el punto de vista del poder y la influencia hasta bien entrado el siglo xxi. Sin embargo, también se están produciendo cambios graduales, inexorables y fundamentales en los equilibrios de poder entre civilizaciones, y el poder de Occidente con respecto al de otras civilizaciones continuará decayendo. A medida que la primacía de Occidente se deteriore, gran parte de su poder simplemente se esfumará, y el resto se distribuirá siguiendo un criterio regional entre las diversas civilizaciones importantes y sus Estados núcleo. Los incrementos más significativos de poder corresponden y seguirán correspondiendo a civilizaciones asiáticas, entre las que China va apareciendo poco a poco como la sociedad con mayores posibilidades de competir con Occidente por la influencia a escala mundial. Estos cambios de poder entre civilizaciones conllevan, y seguirán haciéndolo, el renacimiento y una mayor afirmación cultural de las sociedades no occidentales y su creciente rechazo de la cultura occidental.

La decadencia de Occidente tiene tres características básicas.

En primer lugar, es un proceso lento. La progresión del poder occidental duró cuatrocientos años. Su regresión podría durar otro tanto. En la pasada década de los ochenta, el distinguido estudioso británico Hedley Bull afirmó que «la dominación europea u occidental de la sociedad internacional universal se podría decir que alcanzó su apogeo hacia el año 1900».3 El primer volumen de Spengler apareció en 1918, y la «decadencia de Occidente» ha sido un tema capital en la historia del siglo xx. El proceso como tal se ha prolongado durante la mayor parte del siglo. Sin embargo, cabe pensar que podría acelerarse. El crecimiento económico y otros incrementos en los potenciales de un país a menudo describen una curva en S: un inicio lento, luego una rápida aceleración seguida por tasas reducidas de expansión y estabilización. La decadencia de los países también puede producirse siguiendo una curva en S invertida, como fue el caso de la Unión Soviética: moderada al principio y en aceleración rápida después, antes de tocar fondo. La decadencia de Occidente está todavía en la primera fase, lenta, pero en algún momento podría aumentar su velocidad de forma espectacular.

En segundo lugar, la decadencia no avanza describiendo una línea recta. Es muy irregular, con pausas, retrocesos y reafirmaciones del poder occidental a renglón seguido de manifestaciones de su debilidad. Las sociedades democráticas abiertas de Occidente tienen grandes potenciales de renovación. Además, a diferencia de muchas civilizaciones, Occidente ha tenido dos centros principales de poder. La decadencia cuyo comienzo veía Bull hacia 1900 era esencialmente la decadencia del componente europeo de la civilización occidental. De 1910 a 1945, Europa estuvo dividida y preocupada por sus problemas internos económicos, sociales y políticos. En los años cuarenta, sin embargo, comenzó la fase norteamericana de la dominación occidental, y en 1945, fugazmente, los Estados Unidos casi dominaron el mundo en una proporción parecida a la de las potencias aliadas en 1918 combinadas. La descolonización que siguió a la guerra redujo aún más la influencia europea, pero no la de los Estados Unidos, que sustituyeron el tradicional imperio territorial por un nuevo imperialismo fuera de sus fronteras nacionales. Durante la guerra fría, sin embargo, el poderío militar estadounidense fue igualado por el de los soviéticos, y el poder económico norteamericano declinó con respecto al de Japón. Sin embargo, se realizaron esfuerzos periódicos de renovación militar y económica. En 1991, en efecto, otro distinguido estudioso británico, Barry Buzan, afirmaba: «La realidad de fondo es que el centro es ahora más dominante, y la periferia está más subordinada, que en cualquier otro momento desde que comenzó la descolonización».4 La exactitud de esta observación, sin embargo, se desvanece a medida que la victoria militar que le dio origen se desvanece y pasa a ser historia.

En tercer lugar, el poder es la capacidad de una persona o un grupo de cambiar la conducta de otra persona o grupo. La conducta se puede cambiar mediante incentivos, coacciones o exhortaciones, lo cual exige que quien ejerza el poder tenga recursos económicos, militares, institucionales, demográficos, políticos, tecnológicos, sociales o de otro tipo. Por tanto, el poder de un Estado o grupo se calcula normalmente evaluando los recursos de que dispone, frente a los de los demás Estados o grupos sobre los que intenta influir. La porción controlada por Occidente de la mayoría de los recursos importantes de poder (aunque no de todos) alcanzó su punto culminante a principios del siglo xx; después comenzó a declinar con respecto a la de otras civilizaciones.

Territorio y población. En 1490, las sociedades occidentales controlaban la mayor parte de la península europea, salvo los Balcanes, o sea, aproximadamente 3,8 millones de kilómetros cuadrados de los 135 millones que constituyen la superficie total del mundo (sin contar la Antártida). En el punto culminante de su expansión territorial en 1920, Occidente gobernaba directamente unos 66 millones de kilómetros cuadrados, o sea, cerca de la mitad de la tierra firme del planeta. Para 1993 este control territorial se había visto recortado en casi un 50 %, hasta unos 32,8 millones de kilómetros cuadrados. Occidente volvía a su núcleo europeo original, al que se sumaban extensos países poblados por colonos en Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda. El territorio de las sociedades islámicas independientes, por el contrario, aumentó de 4,6 millones de kilómetros cuadrados en 1920 a más de 28 millones en 1993. En el control de la población tuvieron lugar cambios parecidos. En 1900, los occidentales constituían aproximadamente el 30 % de la población mundial, y sin embargo los gobiernos occidentales gobernaban casi el 45 % de dicha población entonces y el 48 % en 1920. En 1993, salvo por unas pocas reliquias imperiales menores como Hong Kong, los gobiernos occidentales sólo gobernaban a occidentales. En esa fecha, la población de Occidente constituía algo más del 13 % de la humanidad y se prevé que descienda hasta el 11 % a principios del próximo siglo y al 10 % para el 2025.5 Desde el punto de vista de la población total, Occidente ocupa en 1993 el cuarto lugar detrás de las civilizaciones sínica, islámica e hindú.

Cuantitativamente, pues, los occidentales constituyen una minoría en disminución constante dentro de la población mundial. Cualitativamente, el equilibrio entre Occidente y otras poblaciones está cambiando también.

Tabla 4.1. Territorio bajo control político de las civilizaciones, 1900-1933.

Estimaciones de territorio total de las civilizaciones en miles de kilómetros cuadrados
Año Occidental Africana Sínica Hindú Islamica Japonesa Latinoamericana Ortodoxa Otras
1900 52.511 424 11.181 140 9.303 417 19.997 22.618 19.342
1920 65.907 1.036 10.134 140 4.690 559 20.973 26.568 5.848
1971 33.167 12.007 10.194 3.408 23.783 367 20.287 26.796 5.962
1993 32.921 14.716 10.160 3.312 28.629 375 20.251 18.567 7.039
Estimaciones del territorio mundial en porcentajes*
1900 38,7 0,3 8,2 0,1 6,8 0,3 14,7 16,6 14,3
1920 48,5 0,8 7,5 0,1 3,5 0,5 15,4 19,5 4,3
1971 24,4 8,8 7,5 2,5 17,5 0,3 14,9 19,7 4,4
1993 24,2 10,8 7,5 2,4 21,1 0,3 14,9 13,7 5,2

Nota: Las proporciones relativasl del territorio mundial se basan en las fronteras estatales vigentes en el año indicado

*La estimación del territorio mundial de 134,6 millones de kilómetros cuadrados no incluye la Antártida

Fuente: Statesman's Year-Book, Nueva York, St. Martin's Press, 1901-1927, World Book Atlas, Chicago, Field Enterprise Educational Corp., 1970; Britannica Book of the Year,Chicago, Encyclopaedia Britannica, Inc., 1992-1994.

Tabla 4.2. Poblaciones de los países pertenecientes a las principales
civilizaciones del mundo, 1993 (en miles).

Sínica 1.340.900 Latinoamericana 507.500
Islámica 927.600 Africana 392.100
Hindú 915.800 Ortodoxa 261.300
Occidental 805.400 Japonesa 124.700

Fuentes: Calculadas a partir de los datos publicados en la Encyclopedia Britannica, 1994 Book of the year, Chicago, Encyclopedia Britannica, 1994, págs. 764-769.

Tabla 4.3. Porcentajes de la población mundial bajo control
político de las civilizaciones, 1900-2025.

Año [Total*
mundo]
Occidental Africana Sínica Hindú Islámica Japonesa Latino
americana
Ortodoxa Otras
1900 [1,6] 44,3 0,4 19,3 0,3 4,2 3,5 3,2 8,5 16,3
1920 [1,9] 48,1 0,7 17,3 0,3 2,4 4,1 4,6 13,9 8,6
1971 [3,7] 14,4 5,6 22,8 15,2 13,0 2,8 8,4 10,0 5,5
1990 [5,3] 14,7 8,2 24,3 16,3 13,4 2,3 9,2 6,5 5,1
1995 [5,8] 13,1 9,5 24,0 16,4 15,9 2,2 9,3 6,1 3,5
2010 [7,2] 11,5 11,7 22,3 17,1 17,9 1,8 10,3 5,4 2,0
2025 [8,5] 10,1 10,4 21,0 16,9 19,2 1,5 9,2 4,9 2,8

Notas: Las estimaciones relativas de la población mundial se basan en las fronteras estatales vigentes en el año indicado. Las estimaciones de población de 1995 al 2025 suponen las fronteras de 1994.

* Población mundial estimada en miles de millones.

Las estimaciones no incluyen a los miembros de la Confederación de Estados Independientes ni a Bosnia.

Las estimaciones incluyen la Confederación de Estados Independientes, Georgia y la antigua Yugoslavia.

Fuentes: Naciones Unidas, Sección de Población, Departamento de Información Económica y Social y de Análisis Político, World Population Prospects, The 1992 Revision, Nueva York, Naciones Unidas, 1993; Statesman's Year-Book, Nueva York, St. Martins Press, 1901-1927; World Almanac and Book of Facts, Nueva York, Press Pub. Co., 1970-1993.

Los pueblos no occidentales van haciéndose más sanos, más urbanos, más alfabetizados, mejor educados. A principios de los años noventa, las tasas de mortalidad infantil en Latinoamérica, África, Oriente Medio, este y sur de Asia y el sudeste asiático eran entre un tercio y la mitad de lo que habían sido treinta años antes. La expectativa de vida en estas regiones había aumentado de forma significativa con incrementos que iban de once años en África a veintitrés en el este de Asia. A principios de los años sesenta, en la mayor parte del Tercer Mundo, menos de la tercera parte de la población adulta estaba alfabetizada. A principios de los noventa, la población alfabetizada en muy pocos países, aparte de África, era inferior a la mitad. El 50% de los indios y casi el 75 % de los chinos sabían leer y escribir. En 1970, las tasas de alfabetización en los países en vías de desarrollo eran por término medio el 41 % de las de los países desarrollados; en 1992, el 71 %. A principios de los años noventa, en todas las regiones, excepto África, el grupo de edad correspondiente estaba matriculado, prácticamente en su totalidad, en educación primaria. Y algo muy significativo: a principios de los años sesenta, en Asia, Latinoamérica, Oriente Medio y África, menos de un tercio del grupo de edad correspondiente estaba matriculado en educación secundaria; a principios de los noventa, estaba matriculada la mitad del grupo de edad, salvo en África. En 1960, los residentes en ciudades constituían menos de una cuarta parte de la población del mundo menos desarrollado. Entre 1960 y 1992, sin embargo, el porcentaje de población urbana creció del 49 al 75 % en Latinoamérica, del 34 al 55 % en los países árabes, de 14 al 29 % en África, del 18 al 27 % en China y del 19 al 26 % en la India.6

Estos cambios en alfabetización, educación y urbanización crearon poblaciones socialmente movilizadas con mayores capacidades y expectativas más elevadas, susceptibles de nuevas formas de movilización con fines políticos, inaplicables a los campesinos analfabetos. Una sociedad movilizada socialmente es una sociedad más poderosa. En 1953, cuando menos del 15 % de los iraníes estaban alfabetizados y menos del 17 % vivían en ciudades, Kermit Roosevel y unos pocos agentes de la CIA sofocaron bastante fácilmente una revuelta y devolvieron al sah su trono. Una distancia importante separa todavía a los chinos, indios, árabes y africanos de los occidentales, japoneses y rusos. Sin embargo, esa distancia se va reduciendo rápidamente. Al mismo tiempo se va abriendo una distancia diferente. La edad media de los occidentales, japoneses y rusos está aumentando de forma constante, y la creciente proporción de la población que ya no trabaja impone una carga cada vez mayor a quienes todavía están empleados de forma productiva. Las demás civilizaciones arrastran el lastre del gran número de hijos, pero los niños son futuros trabajadores y soldados.

Producción económica. La participación occidental en la producción económica mundial también pudo alcanzar su punto culminante en los años veinte y ha ido decayendo claramente desde la segunda guerra mundial. En 1750, China representaba casi un tercio, la India casi un cuarto y Occidente menos de un quinto de la producción manufacturada mundial. Ya en 1830, Occidente se había puesto ligeramente por delante de China. En las siguiente décadas, como señala Paul Bairoch, la industrialización de Occidente condujo a la desindustrialización del resto del mundo. En 1913, la producción manufacturera de países no occidentales apenas era dos tercios de lo que había sido en 1800. A partir de mediados del siglo xix la proporción occidental creció de forma espectacular, alcanzando su punto culminante en 1928, con el 84,2 % de la producción manufacturada mundial. A partir de ese momento, la proporción de Occidente fue declinando, debido a que su tasa de crecimiento se mantuvo modesta y al rápido incremento del volumen de producción de países menos industrializados tras la segunda guerra mundial. En 1980, Occidente representaba el 57,8 % de la producción manufacturada mundial, aproximadamente la proporción que tenía 120 años antes, en los años sesenta del siglo xix.7

Tabla 4.4. Proporción relativa del volumen de producción
manufacturada mundial por civilización o país, 1750-1980
(en porcentajes; el mundo = 100%).

País 1750 1800 1830 1860 1880 1900 1913 1928 1938 1953 1963 1973 1980
Occidente 18,2 23,3 31,1 53,7 68,8 77,4 81,6 84,2 78,6 74,6 65,4 61,2 57,8
China 32,8 33,3 29,8 19,7 12,5 6,2 3,6 3,4 3,1 2,3 3,5 3,9 5,0
Japón 3,8 3,5 2,8 2,6 2,4 2,4 2,7 3,3 5,2 2,9 5,1 8,8 9,1
India/
Paquistán
24,5 19,7 17,6 8,6 2,8 1,7 1,4 1,9 2,4 1,7 1,8 2,1 2,3
Rusia
/URSS*
5,0 5,6 5,6 7,0 7,6 8,8 8,2 5,3 9,0 16,0 20,9 20,1 21,1
Brasil
y México
- - - 0,8 0,6 0,7 0,8 0,8 0,8 0,9 1,2 1,6 2,2
Otros 15,7 14,6 13,1 7,6 5,3 2,8 1,7 1,1 0,9 1,6 2,1 2,3 2,5

* Incluye a los países del Pacto de Varsovia durante los años de la guerra fría.

Fuente: Paul Bairoch, «International Industrialization Levels from 1750 to 1980»,Journal of European Economic History 11 (otoño de 1982), 269-334.

No se dispone de datos fiables sobre el producto económico bruto del período anterior a la segunda guerra mundial. Sin embargo, en 1950 Occidente representaba aproximadamente el 64 % del producto bruto mundial; en los años ochenta esta proporción había descendido al 49 % (véase la tabla 4.5). En el año 2013, según una estimación, Occidente sólo representará el 30 % del producto mundial. En 1991, según otra estimación, cuatro de las siete mayores economías del mundo pertenecían a naciones no occidentales: Japón (en segundo lugar), China (tercero), Rusia (sexto) e India (séptimo). En 1992, los Estados Unidos contaban con la mayor economía del mundo y las diez economías punteras incluían las de cinco países occidentales más los principales Estados de otras cinco civilizaciones: China, Japón, India, Rusia y Brasil. En el 2020, proyecciones creíbles indican que China tendrá la mayor economía del mundo, las cinco economías punteras se encontrarán en cinco civilizaciones diferentes, y las diez economías punteras sólo incluirán a tres sociedades occidentales. Este declive relativo de Occidente se debe obviamente, en gran parte, al rápido ascenso del este asiático.8

Las cifras absolutas del volumen de producción económica oscurecen en parte la ventaja cualitativa de Occidente. Occidente y Japón dominan casi totalmente las industrias de tecnología avanzada. Sin embargo, las tecnologías se van divulgando, y si Occidente desea mantener su superioridad deberá minimizar esa divulgación. Gracias al mundo interconectado creado por Occidente, sin embargo, cada vez resulta más difícil retardar la difusión de tecnología a otras civilizaciones. Y resulta aún más difícil en ausencia de una amenaza única, de poder enorme, reconocida por todos, como la que existió durante la guerra fría y dio a las medidas de control de la tecnología cierta modesta eficacia.

Tabla 4.5. Proporción del producto económico bruto mundial por civilizaciones,
1950-1992 (en porcentajes).

Año Occidental Africana Sínica Hindú Islámica Japonesa Latino-
americana
Ortodoxa* Otras
1950 64,1 0,2 3,3 3,8 2,9 3,1 5,6 16,0 1,0
1970 53,4 1,7 4,8 3,0 4,6 7,8 6,2 17,4 1,1
1980 48,6 2,0 6,4 2,7 6,3 8,5 7,7 16,4 1,4
1992 48,9 2,1 10,0 3,5 11,0 8,0 8,3 6,2 2,0

* La estimación ortodoxa para 1992 incluye la antigua URSS y la antigua Yugoslavia.

«Otras» incluye otras civilizaciones y el margen de error.

Fuentes: porcentajes de 1950, 1970 y 1980 calculados a partir de datos en dólares constantes por Herbert Block, The Planetary Product in 1980: A Creative Pause?, Washington, D.C., Bureau of Public Affairs, U.S. Dept. of State, 1981, págs. 30-45. Los porcentajes de 1992 están calculados a partir de las estimaciones de paridad de poder adquisitivo del Banco Mundial en la tabla 30 de World Development Report 1994, Nueva York, Oxford University Press, 1994.

Parece plausible que durante la mayor parte de la historia China haya contado con la mayor economía del mundo. La difusión de la tecnología y el desarrollo económico de sociedades no occidentales en la segunda mitad del siglo xx están produciendo actualmente una vuelta a la pauta histórica habitual. Éste será un proceso lento, pero para mediados del siglo xxi, si no antes, la distribución del producto económico y del volumen de producción manufacturada entre las principales civilizaciones es probable que se asemeje a la de 1800. Los doscientos años de «fugaz paréntesis» occidental en la economía mundial habrán acabado.

Potencial militar. El poderío militar tiene cuatro dimensiones: cuantitativa -el número de hombres, armas, material y recursos-; tecnológica -la eficacia y sofisticación de las armas y el material-; organizativa -la coherencia, disciplina, entrenamiento y moral de las tropas y la eficacia de las relaciones de mando y control-; y social -la capacidad y disposición de la sociedad para aplicar eficazmente la fuerza militar-. En los años veinte, Occidente estaba muy por delante de los demás en todas estas dimensiones. En los años transcurridos desde entonces, el poderío militar de Occidente ha declinado con respecto al de otras civilizaciones, y esta decadencia se pone de manifiesto en el equilibrio cambiante en cuestión de personal militar, un dato indicativo, aunque evidentemente no el más importante, del potencial militar. La modernización y el desarrollo económico generan los recursos y el deseo de los Estados de desarrollar sus potenciales militares, y pocos Estados dejan de hacerlo. En los años treinta, Japón y la Unión Soviética crearon fuerzas militares muy poderosas, como quedó demostrado en la segunda guerra mundial. Durante la guerra fría, la Unión Soviética tenía una de las dos fuerzas militares más poderosas del mundo. Actualmente, Occidente monopoliza la capacidad para desplegar una importante fuerza militar convencional en cualquier parte del mundo. No se sabe con certeza si continuará manteniendo esa aptitud. Parece razonablemente cierto, sin embargo, que ningún Estado o grupo de Estados no occidentales crearán un potencial semejante durante las décadas venideras.

En conjunto, los años de posguerra fría han estado dominados por cinco tendencias principales en la evolución de los potenciales militares a escala mundial.

En primer lugar, las fuerzas armadas de la Unión Soviética dejaron de existir poco después de que ésta desapareciera. Aparte de Rusia, sólo Ucrania heredó potenciales militares de importancia. Las fuerzas rusas quedaron muy reducidas en número y fueron retiradas de Europa Central y los Estados bálticos. El Pacto de Varsovia llegó a su fin. El objetivo de desafiar a la flota estadounidense se abandonó. El material militar, bien se destruyó, bien se abandonó al deterioro y acabó por dejar de funcionar. Las partidas presupuestarias para defensa se vieron reducidas drásticamente. La desmoralización cundió en las filas tanto de los oficiales como de los soldados. Al mismo tiempo, los militares rusos redefinieron sus misiones y doctrina y se reorganizaron para sus nuevas funciones en la protección de los rusos y el afrontamiento de conflictos regionales en el entorno externo inmediato a sus fronteras.

En segundo lugar, la repentina reducción del potencial militar ruso estimuló una disminución más lenta, pero significativa, del gasto, fuerzas y potencial militares en Occidente. Según los planes de los gobiernos de Bush y Clinton, el gasto militar de los EE.UU. debía bajar un 35 %, de 342.300 millones (de dólares de 1994) en 1990, a 222.300 en 1998. Ese año, la estructura de fuerzas sería entre la mitad y dos tercios de lo que era al final de la guerra fría. El personal militar total descendería de 2,1 millones a 1,4 millones. Muchos programas de armamento pesado han sido y están siendo cancelados. Entre 1985 y 1995, las compras anuales de armamento pesado descendieron de 29 barcos a 6, de 943 aviones a 127, de 720 tanques a 0 de 48 misiles estratégicos a 18. A partir de finales de los años ochenta, Gran Bretaña, Alemania y, en menor grado, Francia experimentaron reducciones parecidas en gastos de defensa y potencial militar. A mediados de los años noventa, las fuerzas armadas alemanas debían reducirse de 570.000 a 340.000 y probablemente a 320.000; estaba previsto que el ejército francés disminuyera el número de soldados, de 290.000 en 1990 a 225.000 en 1997. El personal militar británico bajó de 377.100 en 1985 a 274.800 en 1993. Los miembros continentales de la OTAN también acortaron el período de servicio militar obligatorio y debatieron el posible abandono del reclutamiento forzoso.

Tabla 4.6. Proporciones de los efectivos de potencial militar mundial
por civilizaciones (en porcentajes).

Año [Total
mundial]
Occidental Africana Sínica Hindú Islámica Japonesa Latino-
americana
Ortodoxa Otras
1900 [10.086] 43,7 1,6 10,0 0,4 16,7 1,8 9,4 16,6 0,1
1920 [8.645] 48,5 3,8 17,4 0,4 3,6 2,9 10,2 12,8* 0,5
1970 [23.991] 26,8 2,1 24,7 6,6 10,4 0,3 4,0 25,1 2,3
1991 [25,797] 21,1 3,4 25,7 4,8 20,0 1,0 6,3 14,3 3,5

Notas: Estimaciones basadas en las fronteras estatales vigentes en el año indicado. El total mundial de las fuerzas armadas (en servicio activo) estimadas para cada año determinado se expresa en millares.

* La parte de esta cifra correspondiente a la URSS es una estimación para el año 1924 realizada por J. M. Mackintosh en B. H. Liddell-Hart, The Red Army: The Red Army-1918 to 1945, The Soviet Army-1946 to present, Nueva York, Harcourt, Brace, 1956.

Fuentes; U.S. Arms Control and Disarmament Agency, World Military Expenditures and Arms Transfers, Washington, D.C., The Agency, 1971-1994; Statesman's Year-Book, Nueva York, St. Martin's Press, 1901-1927.

En tercer lugar, las tendencias en el este de Asia diferían de forma significativa de las existentes en Rusia y Occidente. El aumento de los gastos militares y las mejoras en el ejército estaban a la orden del día; China era quien marcaba la pauta. Estimuladas tanto por su salud económica en alza como por el gradual incremento chino, otras naciones del este de Asia están modernizando y ampliando sus fuerzas militares. Japón ha continuado mejorando las suyas, ya muy perfeccionadas. Taiwán, Corea del Sur, Tailandia, Malaisia, Singapur e Indonesia están gastando más en defensa y compran aviones, tanques y barcos a Rusia, los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania y otros países. Mientras los gastos de defensa de la OTAN disminuyeron en aproximadamente un 10 % entre 1985 y 1993 (de 539.600 millones de dólares a 485.000) (de dólares constantes de 1993), durante ese mismo período los gastos en el este de Asia crecieron un 50 %, de 89.900 millones de dólares a 134.800.9

En cuarto lugar, la capacidad militar que incluye armas de destrucción masiva se está difundiendo ampliamente por el mundo. A medida que los países se desarrollan económicamente, generan la capacidad de producir armas. Entre los años sesenta y los ochenta, por ejemplo, el número de países del Tercer Mundo productores de aviones de combate aumentó de uno a ocho; el de fabricantes de tanques, de uno a seis; el de constructores de helicópteros de uno a seis; y el de productores de misiles tácticos de cero a siete. Los años noventa han conocido una tendencia importante hacia la «mundialización» de la industria armamentística, que probablemente mermará aún más las ventajas militares occidentales.10 Muchas sociedades no occidentales poseen armas nucleares (Rusia, China, Israel, India, Paquistán, y posiblemente Corea del Norte), o han estado haciendo arduos esfuerzos por conseguirlas (Irán, Irak, Libia y posiblemente Argelia) o se están situando en una posición ventajosa para hacerse con ellas si lo consideran necesario (Japón). Las armas nucleares y los vectores de lanzamiento, lo mismo que las armas químicas y biológicas, son los medios con los que los Estados muy inferiores a los Estados Unidos y Occidente en fuerza militar convencional pueden equilibrar la balanza a un costo relativamente bajo.

Finalmente, todas estas nuevas circunstancias hacen de la regionalización la tendencia fundamental en materia de estrategia y poder militares en el mundo de posguerra fría. La regionalización proporciona la base lógica de las reducciones de las fuerzas militares rusas y occidentales y de los incrementos en las de otros Estados. Rusia ya no tiene un potencial militar global, sino que está concentrando su estrategia y sus fuerzas en el exterior inmediato a sus fronteras. China ha dado una nueva orientación a su estrategia y a sus fuerzas para subrayar su proyección como potencia local y la defensa de los intereses chinos en el este de Asia. Los países europeos, así mismo, están remodelando sus fuerzas, a través de la OTAN y de la Unión Europea occidental, para afrontar la inestabilidad en la periferia de Europa Occidental. Los Estados Unidos han modificado explícitamente su organización militar, pasando, de disuadir y combatir a la Unión Soviética en todo el mundo, a prepararse para afrontar simultáneamente contingencias regionales en el golfo Pérsico y el noreste de Asia. Sin embargo, no es probable que los Estados Unidos tengan el potencial militar para alcanzar este objetivo. Para derrotar a Irak, los Estados Unidos desplegaron en el golfo Pérsico el 75 % de sus aviones tácticos en activo, el 42 % de sus modernos carros de combate, el 46 % de sus portaaviones, el 37 % de su personal militar de tierra y el 46 % del personal de la marina. En el futuro, con unas fuerzas significativamente reducidas, los Estados Unidos tendrán difícil llevar a cabo una intervención, y mucho más dos, contra potencias regionales importantes fuera del hemisferio occidental. La seguridad militar en todo el mundo depende cada vez más, no de la distribución planetaria del poder y de las acciones de las superpotencias, sino de la distribución del poder dentro de cada región del mundo y de las acciones de los Estados centrales de las civilizaciones.

En resumen, Occidente seguirá siendo en conjunto la civilización más poderosa hasta bien entradas las primeras décadas del siglo xxi. Después, es probable que continúe teniendo una ventaja importante en talento, investigación y progreso científicos, así como en innovación tecnológica civil y militar. Sin embargo, el control sobre los demás recursos generadores de poder se está difundiendo cada vez más entre los Estados centrales y los países principales de las civilizaciones no occidentales. El control de dichos recursos por parte de Occidente alcanzó su punto culminante en los años veinte del siglo xx y desde entonces ha ido disminuyendo de forma irregular pero significativa. En los años veinte del siglo xxi, cien años después de ese punto culminante, Occidente controlará probablemente alrededor de un 24 % del territorio mundial (frente al 49 % al que llegó en su punto más alto), el 10 % de la población total del mundo (frente al máximo registrado del 48 %) y quizá un 15-20 % de la población socialmente movilizada, aproximadamente el 30 % de la producción económica del mundo (frente a un máximo probable del 70 %), quizá el 25 % del volumen de producción manufacturera (frente a un punto culminante del 84 %) y menos del 10 % del potencial militar humano a escala mundial (frente al 45 % de su momento más alto).

En 1919, Woodrow Wilson, Lloyd George y Georges Clemenceau juntos controlaban prácticamente el mundo. Sentados en París, determinaban qué países existirían y que países no, que países nuevos se crearían, cuáles serían sus fronteras y quiénes los gobernarían, y cómo se repartirían entre las potencias vencedoras Oriente Próximo y Oriente Medio y otras partes del mundo. También decidían sobre la intervención militar en Rusia y sobre las concesiones económicas que se debían arrancar a China. Cien años después, ningún grupito de estadistas podría ejercer un poder parecido; en el caso de que algún grupo llegue a ejercerlo, no lo formarán tres occidentales, sino líderes de los Estados centrales de las siete u ocho principales civilizaciones del mundo. Los sucesores de Reagan, Thatcher, Mitterrand y Kohl tendrán como rivales a los de Deng Xiaoping, Nakasone, Gandhi, Yeltsin, Jomeini y Suharto. La era de la dominación occidental habrá pasado a la historia. Entre tanto, la decadencia de Occidente y el ascenso de otros centros de poder están promoviendo los procesos de indigenización a escala planetaria y el resurgimiento de culturas no occidentales.

El choque de civilizaciones
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