La naturaleza de las civilizaciones
La historia humana es la historia de las civilizaciones. Es imposible pensar la evolución de la humanidad de otra forma. Su trama se extiende a través de sucesivas generaciones de civilizaciones, desde las antiguas sumeria y egipcia a la clásica y mesoamericana, a la occidental e islámica, y a través de las manifestaciones sucesivas de las civilizaciones china e hindú. A lo largo de la historia, las civilizaciones han proporcionado a la gente sus identificaciones más amplias. Como consecuencia de ello, las causas, nacimiento, crecimiento, interacciones, logros, decadencia y caída de las civilizaciones han sido examinadas detenidamente por distinguidos historiadores, sociólogos y antropólogos entre los que se encuentran, por ejemplo, Max Weber, Émile Durkheim, Oswald Spengler, Pitirim Sorokin, Arnold Toynbee, Alfred Weber, A.L. Kroeber, Philip Bagby, Carroll Quigley, Rushton Coulborn, Christopher Dawson, S. N. Eisenstadt, Fernand Braudel, William H. McNeill, Adda Bozeman, Immanuel Wallerstein y Felipe Fernández-Armesto.1 Éstos y otros autores han producido un material bibliográfico voluminoso, erudito y refinado, dedicado al análisis comparativo de las civilizaciones. Las diferencias de perspectiva, metodología, enfoque y conceptos impregnan dicho material. Sin embargo, existe también un amplio consenso acerca de las proposiciones centrales relativas a la naturaleza, identidad y dinámica de las civilizaciones.
En primer lugar, se distingue entre civilización en singular y civilizaciones en plural. La idea de civilización fue elaborada por pensadores franceses del siglo xviii como opuesta al concepto de «barbarie». Una sociedad civilizada difería de una sociedad primitiva en que era urbana, alfabetizada y producto de un acuerdo. Ser civilizado era bueno, ser incivilizado era malo. El concepto de civilización proporcionaba un criterio con el que juzgar a las sociedades, por lo que durante el siglo xix los europeos dedicaron mucha energía intelectual, diplomática y política a elaborar los criterios por los que las sociedades no europeas se podían juzgar suficientemente «civilizadas» para ser aceptadas como miembros del sistema internacional dominado por los europeos. Pero, al mismo tiempo, la gente hablaba cada vez más de civilizaciones en plural. Esto significaba «la renuncia a una civilización definida como ideal, o más bien como el ideal» y un alejamiento del supuesto de que había un único criterio de lo que era civilizado, «limitado», según la frase de Braudel, «a unas pocas personas o grupos privilegiados, la "elite" de la humanidad». Por el contrario, había muchas civilizaciones, cada una de las cuales era civilizada a su manera. Dicho brevemente, la civilización en singular «perdió algo de su cachet», y una civilización en el sentido del plural podía de hecho ser absolutamente incivilizada en el sentido del singular.2
Las civilizaciones en plural son el tema de este libro. Sin embargo, la distinción entre singular y plural sigue teniendo actualidad; y además, la idea de civilización en singular ha reaparecido en el argumento de que hay una civilización mundial universal. Este argumento es insostenible, pero resulta útil para examinar (como se hará en el último capítulo de este libro) si las civilizaciones se van haciendo más civilizadas o no.
En segundo lugar, una civilización es una entidad cultural, salvo en Alemania. Los pensadores alemanes decimonónicos establecieron una neta distinción entre «civilización», que incluía la mecánica, la tecnología y los factores materiales, y «cultura», que incluía los valores, los ideales y las más altas cualidades intelectuales, artísticas y morales de una sociedad. Esta distinción ha persistido en el pensamiento alemán, pero no ha sido aceptada en ningún otro lugar. Algunos antropólogos han invertido incluso la relación, concibiendo las culturas como características de sociedades primitivas, inmutables, no urbanas, mientras que las sociedades más complejas, desarrolladas, urbanas y dinámicas serían civilizaciones. Sin embargo, estos esfuerzos por distinguir cultura y civilización no han llegado a hacerse populares, y, fuera de Alemania, se coincide mayoritariamente con Braudel en que es «engañoso pretender, a la manera alemana, separar la cultura de la civilización que le sirve de fundamento».3
Tanto «civilización» como «cultura» hacen referencia a la forma global de vida de un pueblo, y una civilización es una cultura con mayúsculas. Ambas contienen «valores, normas, instituciones y formas de pensamiento a las que sucesivas generaciones dentro de una sociedad dada han atribuido una importancia fundamental».4 Para Braudel, una civilización es «un espacio, un "ámbito cultural"», «un conjunto de características y fenómenos culturales». Wallerstein la define a su vez como «una particular concatenación de cosmovisión, costumbres, estructuras y cultura (tanto cultura material como cultura superior) que forma una especie de todo histórico y que coexiste (aun cuando no siempre simultáneamente) con otras variedades de este fenómeno». Una civilización es, según Dawson, el producto de «un proceso particular y original de creatividad cultural que es la obra de un pueblo concreto», mientras que para Durkheim y Mauss es «una especie de medio ambiente moral que abarca un determinado número de naciones, siendo cada cultura nacional sólo una forma particular del todo». Para Spengler, una civilización es «el destino inevitable de la cultura… los estados más externos y artificiales de los que una especie de humanidad desarrollada es capaz… una conclusión, la cosa resultante del proceso de cosificación». La cultura es el tema común de prácticamente todas las definiciones de civilización.5
Los elementos culturales clave que definen una civilización quedaron expresados de forma clásica por los atenienses cuando éstos aseguraron a los espartanos que no los venderían a los persas:
Pues hay muchas y poderosas consideraciones que nos prohíben hacer tal cosa, aun cuando nos sintiéramos inclinados a realizarla. Primero y principal, las imágenes y moradas de los dioses, quemadas y en ruinas: esto nos reclama venganza hasta donde alcance nuestro poder, y no que pactemos con quien ha perpetrado tales acciones. En segundo lugar, el ser la raza griega de la misma sangre y la misma lengua, y comunes los templos de los dioses y los sacrificios; y semejantes nuestras costumbres. De ahí que no estaría bien que los atenienses traicionaran todo esto.
Sangre, lengua, religión, forma de vida, eran lo que los griegos tenían en común y lo que los distinguía de los persas y otros pueblos no griegos.6 De todos los elementos objetivos que definen las civilizaciones, sin embargo, el más importante suele ser la religión, como subrayaban los atenienses. En una medida muy amplia, las principales civilizaciones de la historia humana se han identificado estrechamente con las grandes religiones del mundo; y personas que comparten etnicidad y lengua pueden, como en el Líbano, la antigua Yugoslavia y el subcontinente asiático, matarse brutalmente unas a otras porque creen en dioses diferentes.7
Existe una importante correspondencia entre la división de los seres humanos en civilizaciones merced a características culturales y su división por características físicas en razas. Sin embargo, civilización y raza no son lo mismo. Personas de la misma raza pueden estar profundamente divididas por la civilización; personas de diferentes razas pueden estar unidas por la civilización. En particular, las grandes religiones con afán misionero, cristianismo e islam, abarcan sociedades de razas diversas. Las distinciones cruciales entre grupos humanos atañen a sus valores, creencias, instituciones y estructuras sociales, no a su talla física, la forma de su cabeza ni el color de su piel.
En tercer lugar, las civilizaciones son globales, esto es, ninguna de las unidades que las constituyen puede ser entendida plenamente sin hacer referencia a la civilización que las abarca. Las civilizaciones, decía Toynbee, «engloban sin ser englobadas por otras». Una civilización es una «totalidad». Las civilizaciones, dice Melko,
poseen cierto grado de integración. Sus partes están definidas por su relación recíproca y con el todo. Si la civilización está compuesta por Estados, dichos Estados tendrán más relación entre sí que con los Estados extramuros de su civilización. Puede que se peleen más y establezcan con mayor frecuencia relaciones diplomáticas. Serán más interdependientes económicamente. Habrá corrientes estéticas y filosóficas omnipresentes.