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PUNTO Y APARTE
Llego a la casa de Darío y Daniel a las doce y media de la noche. Eso sí, cuando estoy en el portal, un señor sale del mismo y entro sin llamar al automático. No sé si ha sido lo mejor, a Darío puede darle un patatús, pero puestos a despertarlos al menos que Daniel me vea la cara, ¿no? Subo en el ascensor y por fin alcanzo el rellano. Temblorosa, llamo al timbre muerta de vergüenza, todo sea dicho. Y con el corazón a punto de que se me salga del pecho. ¿Y si está con otra? ¿Y si me echa a patadas? ¿Y si…?
—¿Lena?
Doy una gran bocanada de aire porque siento que me falta cuando Daniel abre la puerta, despeinado, enfundado en un horrible pijama corto lleno de rotos y manchas y mirándome con suma extrañeza.
—Hola, Daniel.
—¿Qué estás haciendo aquí a las… —mira su reloj— doce y media de la noche?
—Pues…
—¿Va todo bien?
—Sí. Yo… he venido. —Suspiro. Es más fácil pensarlo que hacerlo—. ¿Puedo pasar?
Él me mira serio y a mí me cuesta saber cómo comportarme porque verlo después de casi un mes es una bomba nuclear.
—Pasa.
Me deja entrar y me sorprende que vayamos a su dormitorio, que está inundado de la música bajita de Cohen, con olor a tabaco y con un libro abierto encima de la cama. Cierra la puerta y se cruza de brazos frente a ella.
—¿Quieres tomar algo? ¿Dormidina? —pregunta socarrón y me hace reír.
—No, gracias. Perdona por presentarme así a estas horas.
—Bueno, tú dirás.
—Pues… no sé —suspiro—. Estaba leyendo y he necesitado verte. Te echo de menos, Dani. Muchísimo. Está siendo insoportable y a veces pienso que nos precipitamos rompiendo, que no hicimos lo correcto y que nos dejamos vencer muy rápido. Dani, tú y yo nos queremos como jamás lo haremos con nadie más. Es algo que tú sabes y yo sé y quizá solo haya sido un mal comienzo.
Lo miro compungida y él se pasa las manos por la cara, resoplando.
—Sabes que no es solo eso, Lena. Si fuera solo eso, estaríamos juntos.
—Sí, pero podríamos intentarlo, joder. Ha pasado casi un mes y sé que para los dos ha sido horrible. ¿Para qué sufrir y arriesgamos a que todo se enfríe y se diluya si podemos seguir luchando juntos?
—Porque de lo que no eres consciente es de que estando juntos yo también sufro. Sufro por todas las cosas que me haces sentir y que no quiero en una relación. Es así de sencillo. Mira, yo te quiero con toda mi alma, me encanta como eres y no quiero cambiar nada de ti, pero tienes mierda en tu vida que te hace sufrir a ti y me hace sufrir a mí. Y eso no es sano.
—Pero lo intentaré —digo a punto de llorar, para mi vergüenza.
—Lo siento, Lena, pero es que esto no va a así. No puedes presentarte en mi casa a las tantas esperando que con un abrazo, un «cambiaré» y un «te echo de menos» se pase todo porque hay mucha mierda que nos sobrevuela aún. Paré la relación porque tenemos muchas cosas que pensar los dos. Yo tengo que aprender a fluir un poco más y a respetar tus tiempos y tú tienes que solucionar esa apatía que te consume.
—Dani…
—Será mejor que te vayas, de verdad. Ya hablaremos cuando estemos los dos más tranquilos, pero ahora necesito distancia. Por favor.
Abro la boca para replicar pero ante su férrea mirada la cierro y solo asiento, derrotada. Me encamino hacia la salida y él viene detrás de mí, pero ni yo me giro ni él me llama. Abro la puerta y la cruzo, mientras escucho las bisagras sonar porque se está cerrando. Hago un mohín y justo Daniel me llama.
—Lena.
Me giro. Apenas veo su silueta entre la oscuridad y la puerta medio abierta.
—¿Sí?
—También está siendo insoportable para mí. Soy incapaz de sacarte de mi cabeza un puto segundo.
Y sin más cierra la puerta.