41

Era una mañana de aquellas en que las nubes bajas devuelven los graznidos lastimeros de las gaviotas, los objetos carecen de sombra y el rumor del mar parece lejano.

Con un violento resuello de elefante enfermo, el antiguo camión Ford de la empresa Jones y Cía. se detuvo ante el portón de la fábrica de muebles Kindergarten portando un contenedor oxidado.

Un hombre grueso, de gorra bencinera, abandonó la caseta que se alzaba a un costado del portón, traspuso una puertecilla metálica para peatones y se acercó al vehículo.

—Vamos al galpón, venimos por la carga —anunció el chofer desgañitándose para que el trepidar del Ford no ahogara su mensaje.

Instantes después, dos grúas horquillas comenzaron a introducir cajas de madera en el contenedor, las que iban siendo acomodadas en su interior por una cuadrilla de hombres. Cuarenta minutos más tarde finalizaban la tarea sin percances.

Al rato, el chofer y un obrero de boina negra se encaramaron a la plataforma e ingresaron al contenedor, donde contabilizaron los bultos. Luego saltaron a tierra y ordenaron el cierre de las puertas y su aseguramiento con candados. Poco después el motor del Ford volvió a horadar el silencio matinal.

En ese instante, varios automóviles Fiat Tipo, de color azul, y un destartalado Lada blanco se detuvieron frente al terreno de la fábrica. Del primer vehículo desembarcó espectacularmente un grupo de hombres de terno y corbata, que portaban metralletas y usaban anteojos ahumados.

—¡Todos quietos! —bramó uno de ellos abriendo de un puntapié la puertecilla de la reja que custodiaba el cuidador—. ¡Policía de Investigaciones!

El resto de los agentes se apostó en un santiamén en varios puntos del patio, detuvo a los obreros e imposibilitó el avance del camión.

Mientras tanto, desde el Lada, el detective Cayetano Brulé, su ayudante Bernardo Suzuki y el inspector Zamorano observaban en silencio la operación de la Brigada Antinarcóticos.

—Si no hay cocaína en tus famosos caballitos, cubano, me puedo ir despidiendo de mi pega y tú de Chile —dijo el inspector a su bigotudo vecino sin dejar de mordisquearse la uña del pulgar.

Boleros en La Habana
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
part1.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
part2.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
part3.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
Section0084.xhtml
Epilogo.xhtml
autor.xhtml