40 Fármacos a medida

Poco tiempo después de la publicación de los primeros bocetos del genoma humano en 2001, Francis Collins predijo que en 2010 la ciencia ya habría determinado el mecanismo a través del cual los genes contribuyen a una docena de enfermedades frecuentes, como la diabetes y la cardiopatía, lo que abriría las puertas a la aplicación de tratamientos preventivos. Tras otro decenio, estas enfermedades se podrían tratar mediante «fármacos de diseño» creados en función de la información genética individual y prescritos según las características específicas del genotipo de cada paciente. En 2030, la medicina genómica habría ampliado hasta 90 años la esperanza media de vida en los países desarrollados.

Este tipo de futurología podría sonar exagerada, pero sus primeros componentes ya se han hecho realidad. Tal como vimos en los capítulos 20 y 21, la genética ha permitido el diseño de tratamientos para enfermedades como la infección causada por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), la gripe y el cáncer. Herceptin® (trastuzumab), un fármaco que solamente actúa en los cánceres de mama cuyas células muestran un perfil genético concreto, ha salvado vidas. Las pruebas genéticas están empezando a permitir que las personas conozcan el riesgo que tienen de padecer ciertas enfermedades. Hoy por hoy, no parece que las predicciones de Collins estén equivocadas.

Medicina a la medida Uno de los próximos avances puede ser la denominada farcacogenómica, un método por el que se diseñan medicamentos en función de las características de los genes de cada paciente. En la actualidad, la mayor parte de los medicamentos funcionan según el principio de la «talla única», por lo que antes de su comercialización es necesario demostrar que son seguros y eficaces en grandes muestras de pacientes.

Las compañías farmacéuticas están siempre a la búsqueda de medicamentos superventas que puedan consumir millones de pacientes. Por ejemplo, las estatinas, para reducir las concentraciones elevadas de colesterol, y los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), una clase de antidepresivos en la que se incluye Prozac® (fluoxetina). Cada compañía ofrece una versión algo diferente, y médicos y pacientes intentan determinar qué es lo mejor mediante el sistema de «ensayo y error», antes de dar con el más eficaz.

La farmacogenómica puede cambiar esta situación. La metabolización de los distintos medicamentos está influida por factores genéticos, y a medida que los científicos comiencen a definirlos, se podrá prescribir fármacos adecuadamente. Los resultados de las pruebas genéticas van a predecir qué pacientes pueden responder mejor a ciertos medicamentos, o si un paciente concreto requiere dosis mayores o menores de las habituales. Además podría hacer que los medicamentos fueran más seguros, al indicar a los médicos cuáles deben evitarse debido a que el ADN de un paciente indica un riesgo de reacciones adversas.

Gleevec®

La leucemia mieloide crónica (LMC) es un cáncer de la sangre causado por el crecimiento incontrolado de ciertos leucocitos. A menudo se debe a un tipo de mutación genética denominada translocación, en la que partes de los cromosomas 9 y 22 se fusionan creando una estructura patológica denominada «cromosoma Philadelphia». Esta translocación da lugar a la producción de una proteína mutante que transforma las células normales en cancerosas.

El tratamiento de la LMC se transformó por completo en 2001, tras la comercialización de un medicamento denominado Gleevec® (Glivec® en Europa; en ambos casos con imatinib como principio activo), al menos en los pacientes cuya LMC se debe a la presencia del cromosoma Philadelphia. Este fármaco bloquea la actividad de la proteína mutante, de manera que los leucocitos ya no la producen de forma incontrolada. Gleevec® ha constituido uno de los primeros éxitos de la farmacogenómica.

Una estrategia relacionada con la anterior sería la de limitar las categorías diagnósticas, de manera que ya no se establecieran diagnósticos como los de diabetes tipo 2 o cáncer de colon, sino diagnósticos de los subtipos de estas enfermedades relacionados con genes concretos.

Este enfoque podría ser especialmente útil en enfermedades de tratamiento difícil, como el autismo o la esquizofrenia. Estos dos casos están influidos por una auténtica plétora de variaciones genéticas, además de que cursan con síntomas diferentes en cada paciente y de que es muy probable que no sean en absoluto enfermedades únicas. Si la genética es capaz de refinar los diagnósticos, a continuación vendrán estrategias terapéuticas mejores.

Un nuevo modelo económico En este sentido, la farmacogenómica es un método muy prometedor ya que puede facilitar el diseño de medicamentos con más posibilidades de inducir efectos terapéuticos en pacientes concretos. Sin embargo, también ha generado cierta inquietud en la industria farmacéutica debido a que representa una amenaza para su modelo de negocio. Si la próxima generación de medicamentos va a estar dirigida a pacientes definidos en función de sus características genéticas, no va a ser posible venderles las inmensas cantidades de fármacos que se han comercializado, como ha ocurrido con las estatinas o con los ISRS. No obstante, una parte significativa de los costes del proceso de desarrollo de los medicamentos es fija, lo que ha llevado a muchos observadores a la conclusión de que las medicinas a medida van a ser muy caras.

Nutrigenómica

Nuestros perfiles genéticos pueden influir en cómo respondemos a alimentos concretos; por ejemplo, las personas con la mutación causante de la fenilcetonuria deben seguir una dieta especial para evitar las lesiones cerebrales. También es probable que existan variaciones genéticas comunes que influyan en nuestras necesidades nutricionales, lo que ha hecho que algunas compañías ofrezcan servicios de «nutrigenómica» con los que se pretende diseñar dietas a medida en función de los perfiles genéticos.

La nutrigenómica podría tener futuro, pero los vínculos que pueda haber entre la genética y la nutrición son aún tan poco conocidos que la mayoría de científicos considera que no compensa su coste económico. Algunos critican los servicios ya disponibles, y los consideran algo así como «horóscopos de salud», lo que no parece una mala analogía. La mayor parte de los defensores de la nutrigenómica recomiendan el consumo de más verduras y de menos grasas, un consejo totalmente sensato para cualquiera, con independencia de sus genes.

«Los medicamentos que tendremos en 2020 van a estar fundamentados en su mayor parte en la comprensión del genoma, y los que utilizamos hoy día acabarán en el cubo de la basura.»

Francis Collins

Pero un medicamento como Herceptin®, por ejemplo, que se diseña para su uso en personas que presentan un perfil genético concreto, sólo puede evaluarse en este grupo de pacientes. En este sentido, el riesgo es menor que el que acompaña a la puesta en marcha de un costoso ensayo clínico que pueda dar lugar a resultados negativos, en lo que constituye el mayor coste económico que conlleva la investigación farmacéutica.

Por otra parte, los medicamentos con una alta eficacia conocida en ciertos pacientes se venden solos, sin necesidad de publicidad. Los médicos saben que Herceptin® es la mejor opción en las mujeres con cáncer de mama y resultados positivos para el oncogén HER-2, y que Gleevec® (principio activo, imatinib) es el mejor medicamento frente a la leucemia mieloide crónica, de manera que no hay necesidad de publicitar sus efectos beneficiosos. Esto reduciría de manera sustancial los costes que aparecen después en los balances económicos de las grandes compañías farmacéuticas.

La prescripción a medida también podría «rescatar» fármacos que no dan muy buenos resultados cuando se aplican a la población general, pero que pueden tener utilidad cuando se administran a pacientes concretos. Muchos medicamentos se abandonan debido a que fracasan en los ensayos clínicos o bien a que causan efectos adversos en una minoría de pacientes; si fuera posible identificar los grupos, se podrían recuperar parte de la inversión realizada. Los servicios de salud pública y las compañías de seguros sanitarios también ahorrarían dinero, ya que no tendrían que asumir el coste económico de la prescripción en masa de medicamentos de amplio espectro que carecen de utilidad para muchos pacientes.

La llegada de la farmacogenómica probablemente obligará a las compañías farmacéuticas, y también a los médicos, a cambiar su modo de trabajar. Sin embargo, esto no quiere decir que la farmacogenómica vaya a elevar de forma inexorable el coste de los medicamentos.

Cronología:

1960: Identificación del cromosoma Philadelphia como causa frecuente de la leucemia mieloide crónica (LMC)

Década de 1990: Desarrollo de Gleevec® para el tratamiento de la LMC con positividad para el cromosoma Philadelphia

1998: Comercialización de Herceptin®

2001: Finalización de los bocetos del genoma humano

2007: El servicio de salud británico pone Herceptin® a disposición de las pacientes adecuadas

La idea en síntesis: los fármacos pueden diseñarse en función de los genes