15 Genes egoístas

Para muchas personas, la «biblia» del determinismo genético fue publicada en 1976 por Richard Dawkins, en aquella época un zoólogo poco conocido de la University Oxford. Aunque en El gen egoísta había poca investigación original y sus contenidos estaban fundamentados en otros científicos como George Williams, William Hamilton y John Maynard Smith, podemos considerar que es una de las obras de mayor influencia en la biología moderna.

El argumento de El gen egoísta afirma que muchos de los abordajes tradicionales de la evolución y la genética se han basado en un principio completamente equivocado. Los organismos no utilizan los genes para la reproducción, sino que son los genes los que se aprovechan de los organismos para replicarse y transmitirse de una generación a la siguiente. El gen es la unidad básica de la selección natural. La evolución se debe entender como un proceso que actúa sobre estos paquetes de información con capacidad de autocopia, más que sobre los animales, las plantas o las bacterias que los poseen.

En cierta medida, esta cuestión es banal: en la síntesis evolutiva moderna, se ha aceptado que la variación genética es el material básico que hace que la evolución tenga lugar. Sin embargo, bajo otro punto de vista, sugiere que los fenotipos a que dan lugar los genes carecen de valor en sí mismos: aunque pueden facilitar la supervivencia y la reproducción de los individuos, los grupos y las especies, no son seleccionados, en última instancia, con este objetivo. Simplemente representan un elemento secundario a través del cual los genes garantizan su futuro. La de El gen egoísta es la mejor interpretación posible de la naturaleza amoral de la selección natural y sugiere que son pocos los aspectos del comportamiento o la fisiología que no estén influidos por la genética.

Máquinas de supervivencia El corto ciclo vital de los seres vivos significa que los individuos están aquí ahora pero que ya no lo estarán mañana. Sin embargo, sus genes son funcionalmente inmortales, al menos mientras sean capaces de seguir autoduplicándose y de vivir de nuevo en otro cuerpo. Para ello, construyen las denominadas «máquinas de supervivencia», según el concepto propuesto por Dawkins para las rosas, las amebas, los tigres y las personas, que transportan los genes de una generación a la siguiente.

Los genes que prosperan y tienen éxito son los que construyen las máquinas de supervivencia mejor adaptadas a su ambiente. Así, los genes desempeñan a menudo funciones muy útiles para los organismos que los transportan: dan instrucciones a las células para que elaboren adrenalina que, a su vez, ayuda al organismo a escapar de los predadores; les indican que deben producir insulina para metabolizar la glucosa, o dopamina para el funcionamiento del cerebro. Sin embargo, estas adaptaciones no son más que elementos secundarios del mecanismo de selección darwiniano a nivel genético, en el que los genes que se autocopian con mayor frecuencia son recompensados.

Éste es el mensaje de Dawkins: para un observador externo, los genes parecen mostrar un comportamiento completamente egoísta. Los organismos respiran, se alimentan y se comportan de cierta manera porque resulta adecuado para el interés de sus genes. Éste es un paradigma que explica muchos de los fenómenos conocidos en biología y medicina, incluyendo las razones por las que enfermamos, envejecemos y finalmente morimos. Desde la perspectiva del gen, no tienen ningún sentido las máquinas de supervivencia que duran más tiempo del necesario para cumplir su objetivo, que es el de vivir lo suficiente como para tener y criar a su descendencia.

Memes

Quizá una de las ideas más originales que se plantean en El gen egoísta es la de que los fenómenos culturales pueden estar sometidos a una forma de selección natural similar a la que actúa sobre los genes. Dawkins acuñó el término «meme» para describir una unidad de información cultural (como la religión, las canciones o las anécdotas) que se transmite de persona a persona y que compite por la popularidad. De la misma forma que los genes, los memes pueden mutar cuando las personas los copian incorrectamente. Las mutaciones ventajosas, que hacen que un meme sea memorable, tienden a prosperar, mientras que las que arruinan el significado de un meme, desaparecen. Este concepto es muy controvertido: algunos filósofos consideran que es elegante, pero otros han señalado que esta analogía es demasiado simplista y que carece de evidencia que la demuestre.

Una metáfora mal comprendida No obstante, el lenguaje utilizado por Dawkins dio lugar a interpretaciones erróneas, por parte de los críticos que consideraron que su teoría era desoladora, reduccionista y determinista. Por supuesto, los genes no son egoístas en el mismo sentido que las personas. Como señaló la filósofa Mary Midgley: «Los genes no pueden ser egoístas ni generosos, así como tampoco los átomos pueden estar celosos, los elefantes son incapaces de razonamiento abstracto y las galletas no pueden opinar acerca de la doctrina de las causas finales». Sin embargo, esta línea argumental constituyó un ejemplo clásico de la falacia del hombre de paja. Dawkins había dejado perfectamente claro que los genes no actúan de manera egoísta, sino de un modo que hace que lo parezcan. En resumidas cuentas, el fundamento de su hipótesis es que la evolución carece de motivación.

Otra interpretación que se extrajo de este libro fue la de que, si los genes actúan de manera egoísta, los individuos se deben comportar de la misma forma. Sin embargo, que los genes sean egoístas no implica necesariamente que las personas lo sean también.

La teoría de los genes egoístas tampoco supone que los organismos puedan explicarse únicamente en términos de sus genes, tal como críticos como Midgley parecen pensar. El punto de vista de la evolución centrado en los genes es una teoría reduccionista, pero no determinista: no excluye las aportaciones del ambiente. Dawkins señaló que los fenotipos de los individuos son siempre un producto de los genes y del ambiente, y ésta es —en efecto— una de las principales razones por las que la evolución no actúa sobre los fenotipos, que siempre difieren entre los individuos y que, por tanto, desaparecen con la muerte; la evolución actúa sobre los genes, de mayor duración que los organismos y menos mutables.

La falacia naturalista

Un error común en relación con Dawkins, y con los psicólogos evolutivos a los que inspiró, es que la teoría sobre el gen egoísta persigue la justificación de una moralidad dudosa. Este argumento es una especie de trampa intelectual a la que ha denominado «la falacia naturalista». El hecho de que algo sea natural no quiere decir que sea correcto. Si los genes pueden fomentar la violencia o la violación para facilitar así su propagación, ello no justifica estos crímenes, tal como dejó perfectamente claro Dawkins. Además, necesitamos estudiar estas influencias si queremos evitarlas. Según señaló el propio Dawkins, «Debemos entender cuál es el objetivo de nuestros propios genes egoístas; cuando lo consigamos, tendremos al menos una oportunidad de modificar su diseño, algo a lo que no podría aspirar ninguna otra especie».

«El gen egoísta provocó una revolución silenciosa y casi inmediata en la biología. Las explicaciones tenían tanto sentido, los argumentos fundamentales se exponían con tanta claridad y los aspectos básicos derivaban con tanta perfección de los principios fundamentales, que tras la lectura de este libro es difícil entender de qué otro modo podría haber sido el mundo en el que vivimos.»

Alan Grafen

Psicología evolutiva Uno de los efectos de El gen egoísta fue el de inspirar a toda una generación de biólogos a pensar de nuevo acerca de cómo los genes influyen en la vida humana, ayudando a dar forma no sólo a nuestros cuerpos, sino también a nuestras mentes. La hipótesis evolutiva centrada en los genes incrementó la concienciación acerca de que las personas son animales, de que el cerebro es un órgano que procede de la evolución y que sus propensiones no han escapado a la influencia de los genes egoístas en su objetivo de potenciar su propia supervivencia.

Las consecuencias de este libro fueron especialmente significativas para el desarrollo de los nuevos campos de la psicología evolutiva y la sociobiología, que pretenden explicar diversos aspectos del comportamiento humano en términos de la adaptación darwiniana. Científicos como Leda Cosmides, John Tooby, David Buss y Steven Pinker han argumentado, de manera convincente, que muchos de los fenómenos que ocurren en las diversas sociedades humanas —como la agresión, la cooperación, el chismorreo y las actitudes típicas de los hombres y las mujeres ante el sexo y el riesgo— son compartidos debido a que han evolucionado. Estos rasgos aparecen en todas partes porque, al menos en épocas y lugares pasados, tuvieron utilidad para la supervivencia y la prosperidad del ser humano, asegurando que muchas copias de los genes influyentes se extendieran en el conjunto del acervo genético. Los genes egoístas nos han ayudado a ser como somos.

Cronología:

1859: Darwin publica El origen de las especies

1865: Mendel descubre las leyes de la herencia

1953: Crick y Watson descubren la estructura en doble hélice del ADN

1966: George Williams (nacido en 1926) propone un punto de vista de la evolución centrado en los genes

1976: Richard Dawkins (nacido en 1941) publica El gen egoísta

La idea en síntesis: los genes pueden parecer egoístas, pero las personas no están obligadas a serlo