37 Clonación de personas
El periodo que va desde la Navidad hasta Año Nuevo es siempre una época tranquila para los medios de comunicación. En 2002, una desconocida secta defensora de los ovnis se las apañó para que no fuera así. El 27 de diciembre, los raelianos, un grupo fundado por un periodista deportivo que creía que los seres humanos habían sido creados por extraterrestres, convocaron una conferencia de prensa en la que pretendían comunicar el nacimiento de una niña llamada Eve. Sostenían que era el primer ser humano clonado.
Este cuento navideño apareció en los titulares de prensa de todo el mundo, a pesar de que para los expertos era claramente una patraña. En aquella época, ni siquiera los investigadores más respetados habían conseguido clonar un embrión humano, y no digamos un recién nacido vivo, además de que los raelianos nunca habían clonado nada más allá de una rana. No aportaron pruebas de la existencia de Eve, a pesar de que estaban dispuestos a que se le realizara cualquier tipo de prueba genética que demostrase su reivindicación. La secta había creado una compañía que ofrecía, por 200.000 dólares, al servicio de clonación a las parejas que quisieran hacer revivir a un hijo muerto. Toda esta historia parecía un cínico ardid publicitario.
En cualquier caso, el asunto de los raelianos provocó indignación e incredulidad. Los científicos señalaron que, aunque la clonación funcionaba ocasionalmente en los animales, era una técnica muy ineficiente que generaba decenas de abortos y malformaciones congénitas graves por cada nacimiento de un ser vivo. Intentarla para la reproducción humana sería algo extremadamente contrario a la ética.
Incluso si la técnica fuera segura, la sola idea de clonar personas suscitaba un sentimiento de repulsa generalizado. Forzar a un individuo a compartir el ADN de otro era considerado por muchos un insulto a la dignidad humana. Leon Kass, director del consejo de asesoría bioética del presidente Bush, señaló que: «El individuo clonado cargaría con el mismo genotipo de una persona que ya había vivido». La vanidad de un millonario megalómano o la confusa aflicción de unos padres que hubieran perdido a su hijo podrían llevar a la creación de una vida que tendría lugar a la sombra de otra.
Los raelianos parecían gente extraña, pero no estaban solos. Dos médicos inconformistas especializados en temas de fecundidad, Severino Antinori y Panayotis Zavos, comunicaron haber conseguido un resultado similar. Sus reivindicaciones hicieron que la mayor parte de los gobiernos prohibiera la clonación reproductiva y que Naciones Unidas también propusiera una prohibición universal.
La clonación en la ficción
La clonación reproductiva es un elemento esencial en la ciencia ficción, que ha perpetuado la creencia errónea de que los clones pueden ser idénticos, en todos los sentidos, a los individuos que donan el ADN para su creación. En general, en las películas, los clones y los individuos de cuyo ADN proceden son representados por el mismo actor, aunque en la práctica no hay ninguna garantía de que tuvieran algo más allá de cierto parecido familiar. Arnold Schwarzenegger representa al personaje y su clon en El sexto día, como también lo hace Ewan McGregor y Scarlett Johansson en La isla y Michael Keaton en Multiplicity. En La guerra de las galaxias: el ataque de los clones, Temuera Morrison va incluso más lejos y representa tanto al cazador de recompensas Jango Fett como a todo un ejército clonado a partir de su ADN.
¿Cómo sería un clon humano? En ausencia de pruebas ofrecidas por los raelianos, podemos dar por seguro que hasta el momento no ha nacido ningún clon humano. Sin embargo, esta hazaña puede no ser imposible y podría tener lugar en un país sin voluntad o capacidad para impedirlo. ¿Cómo sería una persona clonada si finalmente existiera?
Para empezar, sería posiblemente un ser deforme, en el caso de no haber nacido muerto. La clonación animal ha mejorado desde la época en la que fueron necesarios 277 óvulos para la creación de la oveja Dolly, pero todavía es un método cuajado de dificultades técnicas, especialmente en lo que se refiere a la clonación de los primates. El proceso de transferencia del núcleo de la célula somática sólo parece reiniciar correctamente el ADN de la célula adulta en unos pocos casos, y los clones de todas las especies animales nacen con un tamaño corporal excesivo o con malformaciones cardíacas y pulmonares. Los que sobreviven a las fases iniciales de la vida mueren durante su juventud; de hecho, la oveja Dolly falleció a los 6 años de edad, la mitad de la esperanza de vida normal de una oveja, tras desarrollar una enfermedad pulmonar; se desconoce si ésta tuvo relación con la clonación. También presentan acortamiento de los telómeros (estructuras situadas en los extremos de los cromosomas y que actúan como elemento de protección frente a las lesiones del ADN), dato que indica un proceso de envejecimiento prematuro. Hay que esperar que los clones humanos sufran también todos estos problemas. Los costes que representan los abortos y los niños fallecidos y con malformaciones explican que casi todos los científicos contemplen la clonación reproductiva, hoy día, como contraria a la ética.
Un clon humano compartiría todo su ADN nuclear con la persona a partir de la cual fue creado. Sin embargo, esto no significa necesariamente que el clon fuera una copia exacta de su progenitor, con un aspecto físico, unas capacidades y una personalidad idénticos. A pesar de que la genética influye en estos rasgos, no los determina de manera absolutamente precisa. Los gemelos idénticos o monocigóticos comparten todo su ADN y, a pesar de que muestran entre sí una similitud mayor que los gemelos dicigóticos, no son, en modo alguno, exactamente iguales.
En realidad, los clones podrían presentar más diferencias respecto a sus progenitores donantes que las que existen entre los gemelos idénticos, dado que no habrían compartido el mismo útero ni tampoco el mismo ambiente durante la niñez, u otros factores como la familia o el grupo de amigos. Como ha señalado John Harris, filósofo especializado en bioética, «Dado que sabemos que todas estas experiencias influyen en la estructura del cerebro, no hay ninguna razón significativa para dar por hecho que un clon vaya a ser exactamente como indica el genoma del donante». El punto de vista de que la clonación se podría utilizar para resucitar a Hitler, como ocurre en la película Los niños del Brasil, o bien para reemplazar a un hijo muerto, es un error de concepto básico. La copia de los genes no es sinónimo de la copia de una persona.
Transferencia mitocondrial
En la actualidad, se está investigando una forma de transferencia nuclear sutilmente distinta de la clonación y que puede permitir tener hijos a mujeres que sufren enfermedades debidas a alteraciones mitocondriales. Éstas son estructuras celulares de tamaño pequeño localizadas en el exterior del núcleo y cuya función principal es la producción de energía; se heredan íntegramente de la madre. Contienen sólo unos pocos genes cuyas mutaciones pueden causar enfermedades renales, cerebrales y hepáticas que las mujeres transmiten a su descendencia.
Para evitarlo, un equipo de la Universidad de Newcastle está desarrollando un método para transferir el núcleo del óvulo de una mujer afectada a un óvulo donado, cuyas mitocondrias son normales, y del cual se ha extraído el núcleo. Después, este óvulo podría ser fecundado con espermatozoides de la pareja del paciente. Esta técnica es algo controvertida debido a que los niños concebidos mediante este método tendrían el ADN de tres progenitores: el ADN nuclear procedería de la madre y el padre, pero el ADN mitocondrial procedería de la mujer que donó el óvulo.
¿Es un error la clonación reproductiva? A pesar de que hay grandes discrepancias acerca de la moralidad de la clonación terapéutica, es difícil encontrar hoy día personas de cualquier tendencia ética que consideren aceptable la clonación reproductiva. Los aspectos de seguridad implicados son excesivos. Sin embargo, estas consideraciones se refieren sobre todo a la tecnología utilizada, y es factible que pudieran ser resueltas en el futuro. Todo ello plantea una interesante reflexión. Si la investigación animal llegara a demostrar que la clonación reproductiva es segura, algunas personas podrían intentarla, como quizá parejas infértiles. ¿Sería intrínsecamente erróneo que lo hicieran?
La clonación reproductiva humana podría acabar siendo algo imposible en todos los sentidos, o bien imposible en función de su riesgo intolerable. No es un método de replicación de individuos, y nunca va a tener demasiado interés para más que una pequeña minoría; las opciones de reproducción alternativas van a seguir siendo más fiables y baratas. Hoy día, la clonación reproductiva humana sigue estando en el terreno de los charlatanes y los piratas. Pero puede que no para siempre.
Cronología:
1986: Clonación del primer ratón a partir de una célula madre embrionaria
1996: Nacimiento de la oveja Dolly, el primer mamífero clonado a partir de una célula adulta
2001: Reino Unido prohíbe la clonación reproductiva, al tiempo que permite la clonación terapéutica
2002: Se desecha la reivindicación por parte de la secta de los raelianos de la clonación humana
La idea en síntesis: los clones no son copias idénticas