27 Genes sexuales
Según la Biblia, Eva fue modelada a partir de la costilla de Adán. Sin embargo, si la genética ha sorprendido a los racistas al revelar que África es la cuna de la humanidad, también ha sorprendido a los chovinistas de sexo masculino. El ADN ha revelado que la historia contada por el libro del Génesis estaba completamente equivocada. Por defecto, el ser humano está genéticamente programado para ser una mujer.
En la película My Fair Lady, el profesor Henry Higgins hizo la famosa pregunta: «¿Por qué no puede ser una mujer más parecida a un hombre?». Sin embargo, desde la perspectiva genética, la pregunta es más interesante y reveladora cuando se formula a la inversa.
¿Por qué no puede ser un hombre más parecido a una mujer? El descubrimiento de la explicación genética de las diferencias entre los sexos lo llevaron a cabo de manera independiente, y con acierto, una mujer y un hombre. En 1905, Nettie Stevens y Edmund Beecher Wilson observaron que las células de los hombres y las mujeres tenían una estructura cromosómica distinta. Mientras que las mujeres poseían dos copias de un cromosoma grande, el cromosoma X, los hombres solamente tenían una copia de este cromosoma junto con otro cromosoma mucho más pequeño, Y. Estos investigadores identificaron que las mujeres poseen la pareja de cromosomas XX, mientras que los hombres poseen la pareja XY.
Cuando la meiosis separa los pares de cromosomas para crear los gametos que poseen un solo conjunto cromosómico, los óvulos siempre son portadores de un cromosoma X, mientras que los espermatozoides pueden ser portadores de un cromosoma X o de un cromosoma Y. El espermatozoide que porta un cromosoma X da lugar a un gameto femenino cuando se une a un óvulo; sin embargo, el espermatozoide portador de un cromosoma Y da lugar a un gameto masculino. Durante las 6 primeras semanas de gestación, los embriones masculinos y femeninos se desarrollan de forma idéntica. De hecho, lo seguirían haciendo —y con ello darían lugar a recién nacidos con fenotipo femenino— si no fuera por el efecto de un gen localizado en el cromosoma Y. El cromosoma X extra de la mujer no envía ninguna señal adicional que haga que el gameto adquiera el sexo femenino. Todos tendríamos un fenotipo femenino si no fuera por la intervención de un gen denominado SRY.
El «interruptor» de la masculinidad El gen SRY fue descubierto en 1990 por Robin Lovell-Badge y Peter Goodfellow, y su denominación hace referencia a la región de determinación sexual Y (sex-determining region Y). Las personas que poseen una copia activa de este gen desarrollan pene, testículos y barba, mientras que las que carecen de éste desarrollan vagina, útero y mamas.
Si este gen no se pone en marcha a las siete semanas del embarazo, el cuerpo se sigue desarrollando por omisión a través de la línea femenina. Si el gen SRY de un embrión XY presentara una mutación y no fuera funcionante, u otros problemas genéticos hicieran que las células periféricas de los tejidos fueran insensibles a las hormonas masculinas que elaboran las gónadas a consecuencia del efecto de este gen, el embrión se desarrollaría a través de la línea femenina (aunque sería infértil). En algunos casos, el gen SRY se puede localizar en un cromosoma X debido a una mutación denominada translocación. Posiblemente, el lector no se sorprenda al saber que, cuando ocurre esta eventualidad, los individuos XX se convierten en personas de sexo masculino.
Selección sexual
Las diferencias cromosómicas entre los hombres y las mujeres hacen que, en la actualidad, sea posible seleccionar el sexo de los hijos. El método más eficaz es el de crear embriones mediante fecundación in vitro para, después, extraer una única célula de cada uno de ellos con objeto de comprobar si posee dos cromosomas X o bien un cromosoma X y otro Y. Más tarde, sólo se transfieren al útero los embriones del sexo deseado.
Otro método, denominado MicroSort, se basa en los diferentes tamaños de los cromosomas X e Y. Los espermatozoides se tratan con un colorante fluorescente que tiñe el ADN y después se pasan bajo una luz láser. Dado que el cromosoma X es mucho más grande que Y, los espermatozoides portadores de dos cromosomas X muestran una señal brillante más intensa y pueden separarse del resto. Esta técnica incrementa un 70-80% el tener un hijo del sexo deseado.
El gen SRY actúa como un «interruptor» cuyo encendido da lugar a la masculinidad. A las cinco semanas de embarazo, todos los embriones comienzan a desarrollar gónadas sin diferenciación sexual que se pueden convertir potencialmente en testículos o en ovarios. Al cabo de dos semanas más, el «interruptor» SRY se enciende o se queda como está. Una vez activado, indica a las gónadas que se conviertan en testículos; si está ausente, apagado o silente, las gónadas se transforman en ovarios.
A las ocho semanas, los testículos recién formados comienzan a producir hormonas masculinas, los andrógenos, que inducen la masculinización del cuerpo. Los conjuntos de células que en caso contrario se habrían transformado en el clítoris y los labios vulvares forman el pene y el escroto, y los órganos sexuales quedan conectados entre sí a través de una serie de conductos que se atrofian en los embriones de sexo femenino. El gen SRY hace que el embrión se convierta en un hombre.
Diferencias sexuales El gen SRY también desempeña una función de los comportamientos más habituales entre los portadores un cromosoma Y, como la asunción de riesgos y la agresividad. Ninguna de estas conductas está programada directamente por el gen SRY, aunque algunos de los casi 85 genes restantes del cromosoma Y humano se podrían asociar a rasgos frecuentes en los hombres. No obstante, todos estos genes quedan bajo la influencia del potente gen SRY; la producción de andrógenos que desencadena da lugar a la masculinización de la mente y el cuerpo.
Masculinidad y salud
No hay ningún gen común tan perjudicial para la salud como el gen SRY. Las mujeres viven más que los hombres en todos los grupos sociales, y una de las razones es el perfil hormonal a que da lugar este gen. Las concentraciones elevadas de testosterona hacen que los hombres tengan más posibilidades de adoptar comportamientos de riesgo que ponen en peligro su supervivencia, como ocurre con la conducción imprudente de vehículos, el comportamiento agresivo, el tabaquismo o la drogadicción. Por otra parte, las hormonas femeninas, los estrógenos, también representan un factor protector frente a la enfermedad cardiovascular, que es la causa principal de muerte tanto entre los hombres como entre las mujeres. La enfermedad de Alzheimer es el único proceso patológico destacado que afecta habitualmente a ambos sexos y respecto al cual las mujeres muestran un riesgo mayor.
El sexo masculino también es un factor de riesgo importante para el autismo, una enfermedad cuatro veces más frecuente entre los niños que entre las niñas. Simon Baron-Cohen ha propuesto que esto podría ser debido a una exposición prenatal a los andrógenos excesiva, lo que daría lugar a un «cerebro masculino extremo» con una gran capacidad para la sistemización pero con una escasa capacidad para la empatía.
Al menos en parte, este efecto genético indirecto es posiblemente tan responsable de los rasgos típicos de la personalidad masculina como lo son la cultura y el aprendizaje.
Simon Baron-Cohen, de la Universidad de Cambridge, ha propuesto que un ejemplo de ello es la forma con la que las mujeres tienden a mostrar más empatía que los hombres, identificando los pensamientos y las emociones de los demás, mientras que los hombres son mejores en las cuestiones que requieren una sistematización; por ejemplo, en la construcción y el diseño de sistemas, como los motores de automóviles o los problemas matemáticos.
El trabajo de Baron-Cohen deja entrever que esto podría estar relacionado con la exposición del feto a los andrógenos cuando permanece en el útero materno. En su estudio, evaluó las concentraciones prenatales de testosterona en 275 mujeres embarazadas a quienes se había realizado una amniocentesis; después, se llevó a cabo el seguimiento de los niños tras su nacimiento. Los que habían estado expuestos a concentraciones mayores de testosterona tendían a mirar menos las caras de los demás y a adquirir una capacidad mayor en el dominio de los números y en el reconocimiento de patrones.
Estos resultados pueden ser fácilmente mal interpretados. De ningún modo indican que sea mejor «dominar los sistemas», ni que cualquiera de estos rasgos se asocie a una inteligencia superior. Estos patrones solamente indican que, en promedio, hay un mayor número de hombres con el primer tipo de cerebro y una mayoría de mujeres con el segundo tipo, de la misma forma que los hombres son —en promedio— más altos que las mujeres, a pesar de que algunas mujeres son más altas que algunos hombres.
Sin embargo, estos valores promedio forman parte de una idea cada vez más aceptada: las mujeres y los hombres no son biológicamente idénticos en sus procesos de razonamiento y en su comportamiento, como tampoco lo son en sus sistemas reproductores. La causa, un gen único localizado en el cromosoma Y.
Cronología:
1905: Nettie Stevens (1861-1912) y Edmund Beecher Wilson (1856-1939) identifican los cromosomas sexuales
1910: T. H. Morgan descubre la herencia ligada al sexo
1990: Robin Lovell-Badge y Peter Goodfellow descubren el gen SRY
2003: Simon Baron-Cohen publica la hipótesis de los dos tipos de cerebro, «con dominio de los sistemas» y «con dominio de la empatía»
La idea en síntesis: los hombres son mujeres genéticamente modificadas