24 Raza
En el otoño de 2007, James Watson ofreció una entrevista en la que se declaró «intrínsecamente pesimista acerca de las perspectivas de África». Señaló que las políticas de desarrollo estaban fundamentadas en la idea de que los africanos eran tan inteligentes como los occidentales, «a pesar de que todos los estudios al respecto indican que no es así». Al tiempo que esperaba que todo el mundo fuera igual, «las personas que tienen que tratar con trabajadores de raza negra saben que esto no es cierto».
La sugerencia de Watson de que existen diferencias raciales hereditarias respecto a la inteligencia desató una acalorada controversia. Los científicos atacaron los puntos de vista de Watson señalando que se basaban en prejuicios y no en pruebas. Se le anularon las invitaciones para dar conferencias, fue suspendido de su puesto académico y se jubiló poco tiempo después de este escándalo.
En cualquier caso, ¿por qué estas observaciones y comentarios resultaron tan virulentos? Sabemos que la inteligencia es heredable y es posible que ciertos grupos raciales hayan evolucionado hasta adquirir capacidades promedio distintas. ¿Es posible que esta figura legendaria de la genética hubiera sido injustamente vilipendiada por expresar opiniones que eran políticamente incorrectas aunque científicamente válidas?
Raza e inteligencia Este punto de vista era muy común en el siglo XIX: en El origen del hombre Charles Darwin señaló que las características mentales de las razas humanas son «muy diferentes; principalmente en lo que se refiere a los aspectos emocionales, pero también —en parte— a sus facultades intelectuales». A lo largo de las décadas de 1960 y 1970, el estudio del CI reveló que los distintos grupos raciales no mostraban resultados uniformes. En Estados Unidos, las personas de origen africano obtenían puntuaciones inferiores a las de raza blanca, mientras que las de origen asiático y los judíos ashkenazi presentaban puntuaciones mayores.
La posibilidad de que esta variación pudiera ser innata se formuló en la obra The Bell Curve, publicada en 1994 por Richard Herrnstein y Charles Murray. Investigadores como Richard Lynn y Philippe Rushton han señalado que las diferencias naturales en el CI podrían explicar las desigualdades a nivel mundial, que es lo que había expresado previamente Watson respecto a África. Henry Harpending, de la Universidad de Utah, ha propuesto que la inteligencia de los judíos ashkenazi puede estar relacionada con la historia de persecución de los judíos y con sus actividades tradicionales como comerciantes y prestamistas.
Aptitudes deportivas
En 1980, un hombre de raza blanca, Allan Wells, ganó por última vez la prueba olímpica de los 100 metros lisos, cuando una situación de boicot en Estados Unidos hizo que no pudieran competir los velocistas de raza negra. Los deportistas negros también estaban bien representados en los equipos de élite de fútbol americano y baloncesto. Esta situación ha dado lugar a una percepción generalizada de que las personas de raza negra poseen una ventaja genética en deportes que requieren velocidad y potencia.
Esta suposición podría ser correcta: hay genes (como ACTN3) que influyen en la proporción de fibras musculares de contracción rápida, que son las que permiten alcanzar la fuerza explosiva, aunque no hay muchas pruebas de que varíen en número según la raza. Los logros deportivos conseguidos por las personas de raza negra también podrían reflejar las circunstancias sociales o las tradiciones culturales, que guían a las personas de orígenes étnicos distintos hacia diferentes deportes.
El deporte también ilustra las limitaciones de las categorías raciales tradicionales. Tal como señaló Jon Entine en su libro Taboo, publicado en 2000, las carreras de velocidad suelen estar dominadas por deportistas de origen africano occidental, mientras que los africanos del este y del norte destacan en las carreras de media y larga distancia. Raza y color de piel son cosas distintas.
En cualquier caso, la evidencia en apoyo de estas ideas es débil. A pesar de que las variaciones raciales en las puntuaciones del CI son reales, se podrían explicar fácilmente por factores socioeconómicos. Hay datos que demuestran que los norteamericanos de origen africano están eliminando la laguna correspondiente a su CI, a medida que mejoran sus condiciones de vida. La hipótesis relativa a la inteligencia de los judíos ashkenazi es interesante, pero carece de datos objetivos de apoyo. El hecho de que la inteligencia esté influida por los genes no implica en modo alguno que estos genes varíen en abundancia según la raza. Cualquier propuesta en este sentido debe ser considerada una conjetura, no un hecho.
¿Es el concepto de raza científicamente significativo? En 1962, el biólogo norteamericano Richard Lewontin argumentó que el concepto de raza carecía de valor social y de significación científica, y que la cartografía del genoma humano había convencido a muchas personas de que él tenía razón. Cada persona comparte entre el 99,7 y el 99,9% de su ADN con el resto de las personas del planeta. Las pequeñas variaciones que hacen que cada individuo sea único también difieren más entre las personas que pertenecen a un mismo grupo racial que entre las que forman parte de dos grupos raciales distintos. Los genes de un africano tienen a menudo más similitudes con los de personas de raza blanca u origen chino que con los de otro africano.
De todas formas, la discriminación racial seguiría siendo injusta incluso si la ciencia hubiera encontrado diferencias notables entre los grupos de población. No obstante, la sugerencia de que el de raza sea un concepto biológicamente carente de significación va demasiado lejos. A pesar de que el color de la piel es un marcador inadecuado de la ascendencia y que muestra grandes variaciones en grupos a los que denominamos «negros», «blancos» o «asiáticos», es posible determinar ascendencias definidas de manera más estrecha a partir de los genomas individuales.
Evolución del color de la piel
El Homo sapiens se originó en África y probablemente los primeros seres humanos tuvieron una piel oscura. Entonces, ¿por qué hay tantas razas de piel clara? Una explicación es que, en su momento, fue una adaptación a la vida en latitudes mayores. Las concentraciones elevadas del pigmento melanina protegen la piel de la lesión provocada por la luz ultravioleta de los rayos solares, que pueden causar cáncer. Sin embargo, la melanina también inhibe la producción de vitamina D cuando los rayos solares no son muy intensos.
A medida que las personas migraron hacia latitudes norte respecto al ecuador, la selección natural pudo haber favorecido a las que tenían una piel más clara debido a que en esas latitudes el cáncer era un peligro menos amenazante que la falta de vitamina D. Esta posibilidad está apoyada por el hecho de que las personas que viven en las zonas del norte de Europa y América muestran una incidencia mayor de raquitismo, una enfermedad ósea causada por la deficiencia de vitamina D. En estudios recientes se ha identificado un gen, denominado sic245a5, que puede contribuir al color de la piel.
Algunos grupos raciales muestran una incidencia mayor de enfermedades concretas. La anemia drepanocítica es más frecuente entre las personas de origen africano y mediterráneo; la esclerosis múltiple muestra una prevalencia mayor en la raza blanca, y la enfermedad de Tay-Sachs afecta predominantemente a los judíos ashkenazi (véase el capítulo 39). Estos datos pueden ser útiles para el diagnóstico, aunque los médicos no deben descartar enfermedades solamente por el hecho de que un paciente pertenezca a un grupo racial «equivocado».
El concepto de raza también puede tener utilidad para predecir las respuestas a medicamentos concretos. El antipsicótico clozapina tiene más posibilidades de causar efectos adversos graves entre las personas de origen africano y caribeño, mientras que el fármaco cardíaco BiDil® (isosorbida dinitrato más hidralazina hidrocloruro) sólo ha sido aprobado para su administración a los norteamericanos de raza negra. En ninguno de estos casos es importante el color de la piel, pero a menudo este rasgo se hereda junto con otros genes aún desconocidos que influyen en la metabolización de los medicamentos.
Los haplotipos (los bloques en los cuales se hereda el ADN) también varían en función de la raza, y este conocimiento es clave para la identificación de los genes que causan enfermedades. El Proyecto HapMap, comentado en el capítulo 19, incluye cuatro grupos raciales (europeos, nigerianos yoruba, chinos han y japoneses), de manera que la investigación genética puede cubrir grupos de población diferentes.
La diversidad genética es mayor dentro y entre los individuos de cada raza, que entre los diferentes grupos raciales; por otra parte, no hay nada en el genoma humano que justifique la discriminación racial. Clasificar a los individuos en función de las características promedio de los grupos a los que pertenecen siempre es incorrecto; sin embargo, también lo es inferir de ello que la diversidad genética en las poblaciones carece de toda importancia.
Cronología:
1871: En El origen del hombre Charles Darwin sugiere la existencia de diferencias raciales en el comportamiento
1972: Richard Lewontin propone que la raza es un concepto carente de significación biológica
1994: Herrnstein y Murray argumentan en The Bell Curve que entre los distintos grupos raciales hay diferencias hereditables en el CI promedio
2007: James Watson se jubila tras sus controvertidas declaraciones sobre la inteligencia de los africanos
La idea en síntesis: el concepto de raza no carece completamente de sentido