22 Genética comportamental

Sabemos bien que ciertos comportamientos y rasgos de la personalidad aparecen en el seno familiar. Las personas cuyos padres son religiosos tienen una mayor probabilidad de ser practicantes, mientras que las que se crían en hogares de izquierdas tienen más posibilidades de votar a partidos de esta misma corriente política.

La sabiduría popular tiende a atribuir estas tendencias a la educación: la forma en que el niño contempla la vida está modelada por la de sus padres. Sin embargo, esta conclusión es demasiado simple. Por supuesto, los niños comparten con sus padres un entorno en el hogar que pueden influir en el desarrollo personal; pero no es todo lo que se comparte: los niños también heredan la mitad del ADN de cada progenitor, y la genética comportamental ha demostrado que este factor puede tener igual o mayor relevancia que la educación.

Experimentos naturales Naturaleza y la cultura son contribuciones extraordinariamente difíciles de separar cuando estudiamos a los grupos familiares, dado que ninguna de ellas puede explicar los rasgos compartidos, desde la espiritualidad hasta el rencor. La separación entre los niños y sus padres para realizar experimento controlados es contraria a toda norma ética y, por ello, este tipo de investigación sólo se puede fundamentar en experimentos naturales. Como vimos en el capítulo 17, los gemelos monocigóticos comparten tanto el ambiente de su hogar como todo su ADN, mientras que los gemelos dicigóticos comparten el mismo entorno en el hogar pero sólo la mitad de sus genes. Por tanto, las comparaciones entre ambos tipos de gemelos nos pueden aclarar muchos aspectos. En lo que se refiere a los rasgos influidos por la genética, los gemelos idénticos son más parecidos entre sí. También son útiles, en este sentido, los estudios en niños adoptados, que suelen parecerse más a sus familias biológicas que a las adoptivas.

La genética no sólo influye en características físicas como la estatura y la obesidad; hay otros aspectos que también son, al menos parcialmente, hereditarios: la inteligencia, el comportamiento antisocial, las conductas de riesgo, las religiosidad, las tendencias políticas y los cinco grandes rasgos de la personalidad: neuroticismo, introversión/extraversión, deseo de agradar, escrupulosidad y actitud abierta a la experiencia.

Estatura

Uno de los escollos a los que ha de hacer frente la genética del comportamental queda bien ilustrado por un rasgo que no es comportamental y en el que ciertamente están implicados los genes: la estatura. Se ha estimado que un 90% de las diferencias en la estatura de los individuos refleja la variación genética, y hasta el momento se ha identificado la participación de 20 genes. A pesar de que los factores ambientales —como la nutrición— son importantes, la influencia genética tiene un gran peso.

Sin embargo, nadie en su sano juicio diría que la estatura debería evaluarse mediante pruebas genéticas. En todos los caos vamos a obtener una información más precisa si medimos a las personas. Lo mismo ocurre con las demás características hereditarias, como la personalidad, la inteligencia o la agresividad. En los casos en que es posible evaluar fiablemente el fenotipo, el genotipo contribuyente suele ser irrelevante a efectos prácticos.

Heredabilidad Estos efectos pueden cuantificarse mediante técnicas estadísticas que permiten calcular índices de heredabilidad. Dichos índices se expresan en porcentajes o decimales, y es fácil que puedan ser malinterpretados. Cuando los especialistas en genética comportamental señalan que un rasgo (p. ej., la búsqueda de sensaciones fuertes) tiene una heredabilidad del 60%, no quieren decir que en una persona dada se pueda atribuir a sus genes el 60% de su aptitud para hacer puenting; ni que, de cada 100 personas a las que les gustan los deportes extremos, 60 hayan heredado esta pasión al tiempo que 40 la han aprendido. Quiere decir que el 60% de las diferencias que observamos entre las actitudes que manifiestan las personas respecto al riesgo dependen de la variación heredada.

Por tanto, afirmar que un rasgo es heredable sólo tiene significación a nivel de población general; no nos dice nada acerca de la forma precisa con la que la genética ha influido en una persona concreta. En algunos individuos, los genes serán el factor más destacado, mientras que en otros el elemento de mayor importancia lo constituirán las experiencias formativas. Los cocientes de heredabilidad reflejan un promedio. A menos que su valor sea 0 (p. ej., el lenguaje que hablamos) o 1 (p. ej., en la enfermedad de Huntington), estarán implicados tanto la naturaleza como el ambiente.

La consideración de que los hallazgos sobre la heredabilidad implican un determinismo genético es una idea equivocada. En todo caso, sí es cierto lo contrario: la mayor parte de los cocientes de heredabilidad referentes al comportamiento y a la personalidad oscilan entre 0,3 y 0,7, lo que deja un margen bien amplio a las influencias del ambiente.

¿Son los gemelos un buen modelo?

Los estudios en gemelos representan algo así como la «columna vertebral» de la genética comportamental, aunque se ha cuestionado el valor de sus resultados. Los críticos señalan que los gemelos pueden ser distintos de los individuos que no tienen hermanos gemelos y que, por tanto, pueden no ser representativos de la sociedad en su conjunto. Los padres también podrían tratar de manera más parecida a los gemelos monocigóticos que a los dicigóticos.

Los investigadores que han llevado a cabo estudios con gemelos suelen desestimar estas cuestiones y no las consideran importantes. Hay pocas pruebas que indiquen que los gemelos son muy distintos de quienes no tienen hermanos gemelos. Por otra parte, cuando los padres consideran erróneamente que los gemelos idénticos no son monocigóticos, siguen siendo más parecidos entre sí que los gemelos dicigóticos.

Rompecabezas éticos La mayor parte de las veces, este tipo de investigaciones tienen una finalidad adecuada. Si fuéramos capaces de determinar hasta qué punto está implicada la genética en las dificultades para la lectura o en el comportamiento antisocial, podríamos identificar los genes (o los factores ambientales) que desempeñan una función en ellos y desarrollar medicamentos o programas sociales para remediarlos. Sin embargo, el conocimiento sobre los efectos de la genética en el comportamiento también puede abrir un territorio ético plagado de dificultades.

En 1991, Stephen Mobley cometió un robo en un establecimiento de Domino’s Pizza, en Oakwood, Georgia, y disparó al gerente, John Collins. Fue declarado culpable del asesinato y condenado a muerte, pero sus abogados apelaron que su cliente pertenecía a una antigua estirpe de criminales violentos y era portador de una mutación genética que se había relacionado con un comportamiento similar en una familia holandesa. Los abogados defensores argumentaron que los genes de Mobley eran los responsables de su comportamiento y que, en consecuencia, se debería conmutar su sentencia.

La apelación fue rechazada y Mobley ejecutado en 2005. La mayor parte de los científicos considera que esta afirmación era engañosa y que la posible relación entre la mutación atribuida a los genes de Mobley y el comportamiento violento está lejos de ser sólida.

«La genética comportamental no puede abordar los comportamientos excesivamente complejos ni los genéricos, como la bondad o la maldad. No hay datos que demuestren que la existencia de genes que predisponen a la bondad o la maldad; cualquier dato de este tipo tendría tal debilidad que [sólo] se podría aplicar a una minoría de casos.»

Philip Zimbardo, psicólogo de la Universidad de Stanford

Es poco probable que las pruebas genéticas lleguen a representar alguna vez un buen argumento de defensa: los genes pueden predisponer a las personas a mostrar diversos patrones de comportamiento, pero no constituyen una causa inevitable. No obstante, también se ha señalado que se podría considerar un atenuante, de manera similar a lo que ocurre con los trastornos psiquiátricos. En la reunión más reciente del Nuffield Council on Bioethics británico, se ha propuesto que la genética podría tener utilidad para «facilitar la determinación del grado de culpa».

Hay otras posibilidades más siniestras. El perfil genético se podría utilizar para identificar a aquellas personas cuyos genes aumentan las posibilidades de que se conviertan en delincuentes, como ocurre en la película Minority Report. Estas técnicas también se podrían aplicar en los colegios para seleccionar a los alumnos genéticamente superdotados, de manera que recibieran clases especiales, o bien para evaluar las solicitudes de trabajo con el objetivo de detectar las aptitudes heredadas para tareas concretas.

No obstante, este tipo de aplicaciones estarían fundamentadas en un malentendido: la genética comportamental es probabilística, no determinista, y se aplica a grupos de población y no a individuos. Así, el uso de esta información para prejuzgar a las personas constituiría una vulneración flagrante de su libertad.

Cronología:

Finales del siglo XIX: Francis Galton estudia el fundamento hereditario del comportamiento

1953: Descubrimiento de la estructura en doble hélice del ADN

Década de 1970: El movimiento de la sociobiología propone la existencia de influencias evolutivas en el comportamiento humano

Finales del siglo XX: En un estudio con gemelos, se demuestra la existencia de influencias hereditarias sobre múltiples rasgos comportamentales y de la personalidad.

1995: Stephen Mobley apela su condena por asesinato en función de su perfil genético

La idea en síntesis: la heredabilidad no es determinista