16 La página en blanco
El determinismo biológico ha tenido siempre un poderoso rival intelectual en la consideración de que es el ambiente, más que la naturaleza, el principal elemento responsable de la constitución de los rasgos humanos. Esta filosofía se ha convertido en el pensamiento predominante desde mediados del siglo XX.
Justo en el momento en el que la biología molecular estaba empezando a revelar los secretos del ácido desoxirribonucleico (ADN), la genética y la evolución quedaron relegadas a desempeñar un papel secundario por efecto de esta nueva ortodoxia, que sostenía que la biología había forjado una mente humana de maleabilidad casi ilimitada. Los defensores de este argumento señalaban que, para todos los objetivos y propósitos, en el momento del nacimiento, la mente era como una «página en blanco».
El origen formal de esta doctrina, que defiende que el ser humano comparte pocos rasgos innatos del carácter y que los desarrolla por medio de la experiencia y el aprendizaje, se suele atribuir al filósofo del siglo XVII John Locke, aunque posiblemente Aristóteles, santo Tomás de Aquino y el pensador islámico Avicena (Ibn Siná) ya habían esbozado las primeras versiones. Después, alcanzó una gran popularidad en el siglo de las luces debido a que encajaba bien en la tendencia al desafío de la autoridad representada por la monarquía y la aristocracia: si las capacidades humanas no eran innatas, sino aprendidas, los gobiernos fundamentados en la transmisión hereditaria de los derechos no estaban justificados. Para Locke, la página en blanco constituía toda una declaración a favor de la libertad individual.
Más adelante, esta teoría se asoció estrechamente con la izquierda política. A pesar de que muchos de los primeros socialistas fueron entusiastas defensores de la eugenesia, las generaciones posteriores comenzaron a desconfiar de la genética debido a su utilización para justificar la opresión de los grupos raciales y sociales desfavorecidos. La opinión liberal adoptó una postura decididamente en contra del concepto de una naturaleza humana de origen biológico, que pasó a ser contemplado como una herramienta con la que los hombres y las élites burguesas podían justificar su hegemonía.
El modelo de las ciencias sociales Lo que apareció a continuación fue una formulación fundamentada en las ciencias sociales. De la psicología vino el concepto más famoso de Sigmund Freud, en el sentido de que las actitudes y la salud mental individuales pueden ser explicadas a partir de la experiencia infantil. Después, el conductismo de B. F. Skinner propuso que el ser humano podía ser condicionado para todo tipo de respuestas en función de un entrenamiento adecuado, como ocurría con los célebres perros de Ivan Pavlov, que salivaban cuando escuchaban el sonido de una campana.
De la antropología procedían Franz Boas y Margaret Mead, cuyos estudios comparativos de las diferentes entidades sugerían que las tradiciones podían configurar el comportamiento humano en multitud de direcciones.
1984
Las distopias futuristas apelan a menudo al determinismo genético, pero la más conocida de ellas expone precisamente el brutal potencial de la filosofía opuesta. En 1984, de George Orwell, el agente del gobierno O’Brien explica a Winston Smith que los disidentes nunca van a poder con el partido debido a que éste puede modelar el comportamiento de todas las personas para alcanzar sus objetivos. «Usted imagina que hay algo denominado naturaleza humana que quedará ultrajado por lo que hacemos y que se volverá contra nosotros», dice O’Brien. «Sin embargo, nosotros creamos la naturaleza humana. Los seres humanos son infinitamente moldeables».
El aparato creado por el Gran Hermano tiene muchas similitudes con las ideas de Margaret Mead: «Nos vemos forzados a concluir que la naturaleza humana es casi infinitamente moldeable y que responde precisa y opuestamente a condicionamientos culturales también opuestos».
Estas ideas también encajaron en las teorías políticas y económicas de Karl Marx, que contemplaba la naturaleza humana como algo que podía ser reconfigurado y dirigido para facilitar la revolución. De esta forma se fundamentó que el comportamiento y el conocimiento tienen un origen social, y que todas las verdades son relativas.
El movimiento que surgió luego fue lo que Leda Cosmides y John Tooby denominaron el modelo estándar de las ciencias sociales del comportamiento humano. En este paradigma, la naturaleza humana no es algo fijo ni compartido, sino que puede ser modelado para que adquiera cualquier tipo de configuración en función de los condicionamientos culturales apropiados. Para sus defensores, este modelo se convirtió en el axioma de una sociedad justo: si todo puede ser aprendido, entonces es posible enseñar a valorar la igualdad. La justicia social y la moralidad quedaron entremezcladas con el concepto de que, en la vida, pocas cosas dependen directamente, o incluso reciben influencia, de los genes heredados.
No en nuestros genes Estas ideas alcanzaron una gran popularidad entre los científicos más liberales, como Stephen Jay Gould, así como entre los especialistas en ciencias sociales y los críticos culturales. Sin embargo, esta corriente también era peligrosamente inflexible ante cualquier nuevo descubrimiento científico que pudiera sugerir que la naturaleza del ser humano estaba influida, después de todo, por la genética. Cualquiera de estas evidencias podría amenazar los fundamentos de la libertad y la igualdad, de manera que había que oponerse a ellas y también a la investigación que pudiera conducir a estas conclusiones. E. O. Wilson, el gran teórico de la evolución y del conservacionismo, no era un hombre de derechas. Sin embargo, cuando en la década de 1970 se atrevió a sugerir que la naturaleza humana, al igual que la de otros animales, tenía un fundamento biológico que podía estudiarse de manera muy provechosa, sus conferencias fueron boicoteadas.
«Una vez que [los especialistas en ciencias sociales] apostaron por el vago argumento de que el racismo, el sexismo, la guerra y la desigualdad política eran argumentos poco sólidos desde el punto de vista de la lógica o bien teorías incorrectas d hecho debido a que no hay nada que podamos llamar naturaleza humana (en oposición a lo moralmente despreciable, con independencia de los detalles de la naturaleza humana), todos los descubrimientos indicaron, por su propio razonamiento, que era equivalente a decir que el racismo, la guerra y la desigualdad política no eran, después de todo, tan malos.»
Steven Pinker
«Si el determinismo genético es cierto, también aprenderemos a vivir con él. Sin embargo, quiero reiterar mi convicción de que no hay evidencia que lo apoye y que las versiones toscas de los siglos pasados han sido constantemente refutadas, al tiempo que la vigencia de su popularidad está en función de los prejuicios sociales de quienes se benefician más de este statu quo.»
Stephen Jay Gould
Los biólogos de izquierdas Richard Lewontin, Steven Rose y Leon Kamin respondieron en 1984 con un libro titulado No está en los genes: racismo, genética e ideología en el que acusaban a Wilson, a Richard Dawkins y a otros sociobiólogos de un determinismo tosco dirigido a la legitimación del statu quo. Estos ataques fueron interpretados erróneamente: en primer lugar, se basaban en la «falacia del hombre de paja» (argumentum ad logicam). Es difícil encontrar biólogos serios que crean que el comportamiento y la estructura social son «las manifestaciones inevitables del efecto específico de los genes». Los científicos que rechazaban el modelo de las ciencias sociales apoyaban una propuesta mucho más modesta: la de que los genes, así como la cultura y el ambiente, contribuyen a la conformación de la condición humana. Tal como escribió Dawkins, «El reduccionismo, en el sentido de “la suma de las partes”, es obviamente una tontería que no se va a plasmar en las publicaciones de ningún verdadero biólogo».
Además, el determinismo cultural puede ser tan perjudicial para la libertad humana como su contrapartida genética. Implica que, en vez de ser prisioneros de nuestros genes, lo somos de nuestros padres, nuestros profesores y nuestras sociedades. Quienes crecen en una situación de pobreza siempre van a estar desfavorecidos, mientras que quienes se desarrollan en una situación de privilegio, van a mantenerla. En este mismo sentido, se podría atribuir a las «madres nevera» el autismo de sus hijos y a las familias excesivamente protectoras los problemas de relación entre adultos. Esta visión es tan desoladora como la hipótesis de que todos estos rasgos se heredan a través de nuestros genes. Ciertamente, tiene poco que ver con la justicia social.
Cronología:
Siglo XVII: John Locke (1632-1704) introduce formalmente la teoría de la «página en blanco»
Principios del siglo XX: Los trabajos de B. F. Skinner (1904-1990) y de Franz Boas (1858-1942) popularizan el modelo del desarrollo humano en función de las ciencias sociales
1928: Margaret Mead (1901-1978) publica Adolescencia, sexo y cultura en Samoa
1975: E. O. Wilson (nacido en 1929) ve boicoteada sus conferencia tras publicar Sociobiología: la nueva síntesis
1984: Steven Rose (nacido en 1938), Leon Kamin (nacido en 1928) y Richard Lewontin (nacido en 1929) publican No está en los genes: racismo, genética e ideología
La idea en síntesis: la cultura es importante, pero no lo es todo