Introducción
INTRODUCCIÓN
En el año 1330, un grupo de caballeros escoceses, acompañados de escuderos y servidores, partieron de su tierra natal al mando de James Douglas. Douglas era un veterano de la guerra de independencia escocesa y fue uno de los hombres de máxima confianza del rey Robert the Bruce, muerto el año anterior. Y en esa misión no solo era el caudillo, sino también el custodio de un relicario de plata lacada que colgaba de su cuello. Otro de los caballeros cargaba con la llave de ese relicario.
La hueste tenía como destino Tierra Santa, ya que su objetivo era unirse a la cruzada contra los sarracenos. Sin embargo, al saber que en el sur de España se libraba otra guerra, bendecida como cruzada por el papa, decidieron unirse a esta última.
Ahí, en el sur, Alfonso XI de Castilla estaba decidido a recortar los territorios del reino nazarí de Granada. El rey granadino a su vez había recurrido a alianza con el sultán de los benimerines, que le había mandado gran cantidad de tropas, al punto de que se puede decir que ostentaban el mando militar efectivo en el reino.
Los escoceses fueron muy bien recibidos por don Alfonso y, de hecho, al iniciar la campaña, dio a Douglas el mando de las tropas extranjeras que habían acudido a la convocatoria de cruzada.
En el verano de 1330, un gran ejército —suma de las huestes del rey, de las de algunos ricohombres, de las tropas de las órdenes militares, de las milicias de varias poblaciones, de contingentes cruzados extranjeros y de bandas de aventureros que se habían unido a la campaña al olor de la guerra y el botín— cruzó la frontera con Granada y se dirigió a la conquista de Teba.
A cerrarles el paso salió el que las crónicas castellanas conocen como Ozmín, viejo general al mando de tropas bereberes y al servicio nominal de Granada. Acudió con toda la caballería que pudo reunir, tanto granadina como benimerín. Sin embargo, no se atrevió a arriesgar a sus fuerzas en una confrontación directa, que de acabar en derrota habría desguarnecido al reino de Granada.
En vez de eso, optó por quedarse al sur del río Guadalteba y confiar en que Teba resistiese. Porque Teba —para los musulmanes Hisn Atiba—, más que castillo, era toda una ciudadela de doble recinto que ocupaba dos mil quinientos metros cuadrados y estaba defendida por una muralla doble y un total de dieciocho torres.
En efecto, el ejército cristiano quedó atascado ante la fortaleza. Atascado y a más de media legua del río Guadalteba, de forma que tenía que enviar a sus rebaños y a sus aguadores a larga distancia. Algo que le hacía vulnerable a las partidas de jinetes de Ozmín.
Se produjo así una situación de equilibrio inestable, con Teba asediada, el ejército cruzado bloqueado ante sus murallas y con Ozmín al otro lado del río, hostigando pero sin plantar batalla. Y fue entonces, durante una de esas largas jornadas de agosto, cuando los cruzados escoceses de Douglas se enfrentaron a una cuadrilla de bereberes que habían cruzado el Guadalteba para atacar a los pastores y aguadores de los cruzados.