EN EL SERIO OSARIO FUE DONDE OBSERVÉ
cómo las calaveras en orden se ajustaban;
en los viejos tiempos que horror daban pensé.
Están bien pegados los que antes se odiaban,
y rudos huesos que golpeábanse a muerte
yacían entrecruzados, mansos descansaban.
Escápulas dislocadas, el peso de su suerte
nadie pregunta, activos miembros delicados,
la mano, el pie, sin enlace vital ya inertes.
Así en vano yacisteis aunque cansados,
ni en la tumba reposasteis, hacia la altura
del claro día os lanzaron desplazados,
y nadie puede amar la seca envoltura
aun con noble magnífico contenido.
A mí, adepto, me estaba escrita la escritura,
que no a cualquiera reveló el santo sentido,
cuando en medio de multitud tan severa
una invalorable forma he percibido,
entre estrechez de espacio y cal pudridera,
libre y calor sintiendo me vine a deleitar,
tal si fuente de vida de la muerte surgiera.
¡Cómo la forma en secreto me vino a encantar,
la huella divina conservado se había!
Una mirada que me llevó hacia aquella mar
que fluyendo elevadas figuras envía.
¡Secreta vasija que oráculos vas dando!
¿Soy digno de tenerte en la mano todavía?
A ti tesoro de polvo con piedad llevando,
y en el aire libre hacia el libre sentido,
hacia la luz del sol pensativo avanzando.
¿El hombre en la vida que más ha merecido
que Dios se le manifieste en la naturaleza?
Cómo lo sólido en espíritu es diluido,
cómo lo espiritual sólido se expresa.
1826