¿POR QUÉ NOS DISTE LAS PROFUNDAS MIRADAS,
nuestro futuro contemplar recriminando,
nuestro amor, sin confianza bienaventurada
nuestra felicidad terrena imaginando?
¿Por qué nos diste, destino, sentimientos
para vernos mutuamente en el corazón,
y por todos los más extraños movimientos
poder espiar nuestra verdadera relación?
Ah, tantos miles de hombres viviendo insensibles
que apenas conocen su propio corazón,
por doquier a la deriva a un imprevisible
dolor desesperados corren sin ilusión.
De alegrías pasajeras jubilosos,
si llega esa aurora inesperada.
Sólo a nosotros dos, pobres amorosos,
nos está la mutua dicha rehusada
de amarnos sin entendernos,
ver en el otro lo que él nunca fue,
siempre de nuevo perseguir un feliz sueño
y en peligro de sueño vacilar también.
¡Feliz a quien ocupa un sueño vacío!
¡Feliz a quien la venganza le fue vana!
Cada presente y cada mirada da brío,
ay, al sueño y la venganza que aún nos gana.
¿Di, qué vendrá a depararnos el destino?
¿Di, como nos unió tan cerca y puramente?
Ah, tú fuiste en viejos tiempos de otro sino
mi hermana o mi mujer seguramente.
Tú conocías cada rasgo de mi ser
espiabas cómo suena el nervio más vital,
con una mirada sola me podías leer,
al que tan difícil penetra un ojo mortal.
Goteabas templanza en la flor ardiente,
enderezaste el salvaje correr extraviado
y en tus brazos de ángel nuevamente
se reponía el pecho destrozado.
Tal fino encanto a él quedaste unida
y lo ilusionaste más de un sólo día.
Qué gozo igualó a la hora transida,
en que él agradecido a tus pies yacía.
Su corazón junto a tu corazón hincharse
sentía y ante tus ojos complaciente,
todos los sentidos suyos aclararse
y apaciguar su sangre hirviente.
Y de todo aquello se cierne un recuerdo
sólo aún sobre el inseguro corazón,
la eterna verdad siente siempre dentro,
y el nuevo estado se le vuelve dolor.
Parece que el alma a medias nos sustenta,
tal crepúsculo nos circunda el día más claro.
Felices que el destino que nos atormenta
no nos puede cambiar sin embargo.
1776