El Negro de Banyoles fue un bosquimano originario de lo que hoy sería Botsuana, al que en 1830 taxidermistas franceses disecaron para trasladarlo a su país.
Se desconoce si el cuerpo fue sustraído una vez muerto o si se le dio muerte para tan macabra tarea.
En 1916 fue adquirido por el museo Darder de Banyoles, donde estuvo expuesto al público hasta el año 2000. Durante este período fue la gran atracción del museo.
En ese mismo año, gracias a las gestiones iniciadas en 1991 por el doctor Alphonse Arcelín (1936-2009), concejal por el PSC de la población de Cambrils, que contaron con una gran repercusión mediática internacional, el cuerpo del Negro de Banyoles fue repatriado a Botsuana, donde se le dio la debida sepultura.
Al doctor Alphonse Arcelín se le embargó durante años su sueldo, para afrontar las costas judiciales del proceso, que finalmente pudo ganar a partir de la intervención de la Organización para la Unidad Africana.
La sentencia provocó movilizaciones de rechazo entre los vecinos de Banyoles, que consideraban al negro como un símbolo de identidad integrado en un museo que exhibe también otras pieles humanas disecadas.
A partir del proceso del Negro de Banyoles se iniciaron otros similares en diversos museos occidentales para la devolución a sus lugares de origen de distintos restos humanos de bajo perfil científico-histórico, y que hasta el momento se hallaban expuestos al público.
Uno de los más emblemáticos fue la cabeza de un guerrero maorí que se repatrió a Nueva Zelanda, desde el museo de Quai Branly, en París.
Otro famoso reclamo del museo Darder fue una supuesta momia egipcia que, en base a un estudio forense reciente, se supo que ni era egipcia, ni era antigua.
Los restos humanos, de una edad aproximada de unos doscientos años, eran los de un varón de facciones caucásicas. Se trata de un esqueleto unido con alambres y vendado.
Un fraude que adquirió el doctor Darder en una época de intenso comercio de antigüedades faraónicas, en el que abundaban los «cazadores de momias»dentro de las filas de egiptólogos, museólogos y paleopatólogos, entre otras disciplinas, lo que incitaba a falsificaciones que generaban grandes beneficios.
El mismo museo contó con una momia mexicana, cuyos estudios dieron idéntico resultado: también era falsa.
En las primitivas religiones tribales de Botsuana, los jefes de los clanes dirigían las cuestiones familiares desde el inframundo. Entre los ritos destacaban las ceremonias de iniciación masculina y femenina. Los misioneros occidentales desplazaron paulatinamente la práctica de las costumbres tradicionales hasta convertir el cristianismo en la religión preponderante del país.
Actualmente el rico folclore de la zona cuenta con explicaciones sobrenaturales sobre creencias ancestrales de sucesos orquestados por seres terrenales, como Ngodima, el bueno, y Gkawama, la encarnación del mal.