Capítulo 50

 

Ya pasadas las diez cuando me había dado un ligero baño tibio después de dejar a la niña en su cama y mientras él se bañaba para dormir también, yo estaba cepillando mi cabello frente al tocador. Vestía mi bata y sólo esperaba que saliera para hablar con él, estaba decidida a hacerlo, no podía irme a la cama así, él no iba a perdonarme que como su esposa le ocultara las cosas y era mi deber decírselas aunque lidiara con él porque realmente era el colmo lo que nos pasaba.

—¿Mi bella esposa ahora se deleita frente al espejo? —sonrió al verme cuando salía y yo reaccioné.

No sé que tenía este hombre pero verlo con el cabello mojado, con esa pijama de seda azul marino y dejando impregnada la habitación a su perfume hacía que me saboreara sin querer, disimulé. La respuesta era lo deseable que él era.

—Vanidad de vanidades y no es la primera vez que me veo, yo podía verme, los demás no y ese era mi problema.

—¿Secretos de belleza? —se acercó a mí sonriendo abiertamente.

—Seguramente —sonreí también.

Acarició mis hombros y se inclinó para besar mi cuello, me estremecí.

—Deliciosa aroma, ¿te pasó el dolor de cabeza? —susurró, sabía lo que quería así que debía reaccionar.

—Lo tengo leve.

—Yo podría quitártelo —sonrió de nuevo bajando el cuello de mi bata para besar mi hombro derecho.

—Giulio… —reaccioné retorciéndome un poco—. Tengo que decirte algo.

Levantó la cara y me miró a través del espejo con desconcierto evitando exhalar. Me levanté porque necesitaba tener el valor, las palabras de Jank sobre “pensarlo muy bien ya que la decisión y consecuencias serían sólo mías” me martillaban la cabeza. Respiré hondo, ni siquiera sabía si debía estar de pie o sentarme.

—Eloísa me asustas —frunció el ceño mirando las vueltas que inquieta daba—. ¿Qué te pasa ahora? ¿Qué es eso que tienes que decirme?

—¿Realmente pudiste con mi historia? —le respondí con otra pregunta.

—¿Cómo?

—¿Creíste todo lo que te dije? ¿Creíste lo que fui?

—Definitivamente estás asustándome.

“Yo también lo estoy” —pensé.

Su expresión me lo confirmaba y a mí también me daba temor por no saber cómo iba a reaccionar. Era obvio que no lo iba a asimilar.

—¿Crees en mí? —insistí.

—Tengo todas las pruebas para confirmar lo que fuiste, no mentiste. Noté que no comías, no vi en lo absoluto tu reflejo en Segovia, tu historia es sorprendente, fui testigo de tu poder cuando fuimos a Edimburgo y miré con mis propios ojos al lobo ese. Lo que pasó en Val d’Orcia… no fue una ilusión y mucho menos tu estado después en el hospital, ¿a qué viene ahora tu pregunta?

—Es que hay algo más que debo decirte.

—¿Me ocultaste algo más? —se acercó a mí—. Eloísa estamos recién casados, no quiero que tengamos diferencias tan pronto, he confiado en tu honestidad.

—Por lo mismo tanto es que no puedo ocultarte esto, no podría dormir —le sujeté ambas manos—. Por favor prométeme que lo vas a tomar con calma o al menos intenta asimilarlo y lo más importante, no se lo vayas a decir a nadie.

—Definitivamente me estás asustando —acarició mi cara.

—Por favor prométemelo —le supliqué—. Mi tranquilidad… depende de ti, me han impuesto otro peso pero no puedo sola con él, no esta vez y menos en mi condición de esposa. Eres mi compañero para toda la vida y no pueden haber secretos entre nosotros.

—Me hace feliz que pienses así, me tranquilizas pero sigues asustándome.

Lo miré soltando el aire, esperaba que lo prometiera.

—Está bien te lo prometo, dime qué pasa.

Lo llevé al sillón y nos sentamos.

—Como una esposa ilusionada que regresa de su viaje de bodas estaba muy feliz —comencé a decir mientras acariciaba sus manos—. El inicio de una nueva vida es todo pero nunca me esperé el trago amargo que me recibió una vez que regresamos.

—¿Cómo?

—No es tu familia, no pienses eso, todos son muy especiales y yo se los agradezco.

—¿Entonces? ¿Alguien te hizo algo?

—Se trata… de los socios que han firmado con ustedes —no podía vacilar.

—Lo sabía, ¿fue Khardos verdad? —Comenzó a ponerse molesto tensando el mentón—. Ese tipo no me simpatiza, no desde la primera vez que lo vi, ¿te faltó el respeto? Lo siento como si fuera otra versión de Donato y eso no lo soporto, si no soporto a mi propio primo menos a un extraño, ¿qué te hizo?

“Te aconsejo que no lo hagas Eloísa, si les hablas de mí los habrás condenado a todos.” Recordé sus palabras en mi sueño y me estremecí, no era de los que amenazaba en vano, es más, de hecho no amenazaba, cerré los ojos y evité llorar.

—¿Eloísa? —me acarició la barbilla levantando mi cabeza.

—Tengo miedo —lo abracé—. Ahora soy un ser humano normal, no puedo protegerlos, Giulio por favor…

—No tengas miedo, estás conmigo y soy yo quien va a protegerte.

Otra vez lo mismo no iba a soportarlo, al igual que Edmund él también iba a protegerme con su vida. No podía volver a pasar lo mismo, no iba a permitirlo.

—No sé que hubiese pasado de haberlo visto antes —continué—. Seguramente… no habrían hecho tratos.

—¿Lo conoces? ¿Es mala persona? —me hizo verlo.

—Sí lo conozco, lo reconocí desde el momento que tu abuelo me lo presentó y él lo sabía, sabía que íbamos a vernos.

—¿Quién es ese tipo? —apretó los labios.

—No se llama Dorjan Khardos, o al menos yo lo conocí con otro nombre, se llama Vlad.

—¿Qué? ¿Vlad Tepes? —frunció el ceño palideciendo y llevándose una mano a la boca.

—No, su nombre es Vladimir Khrosak, dudaba en decírtelo, lo pensé mucho pero no puedo ocultártelo.

—¿El mismo al que le gritaste en la villa…?

—Sí, es el mismo Vlad del que te hablé en Madrid, el mismo que asustó a Arabella y el mismo que… conocí en el siglo XV.

Abrió los ojos muy asustado y palideció más por la impresión, evitó respirar. Su frente comenzó a humedecerse brillando por el sudor debido a los nervios.

—Tiene casi novecientos años y es un vampiro real y de raza superior—insistí.

Se levantó de un solo caminando de un lado a otro sin poder pensar, era natural, estaba muy nervioso.

—No, no, eso no es posible, no nos puede estar pasando esto —murmuró sin dejar de caminar.

—Lo siento, es mi culpa.

—¿Tu culpa? ¿Ese también te sigue? —se detuvo.

Asentí pero no podía decirle lo que me había dicho sobre su deseo, eso iba a enfurecerlo más y estaba segura que no se controlaría en sus celos, no podía ponerlo en más riesgo.

—Detuvo el tiempo sólo para nosotros y me confesó la manera en la que me había seguido todos estos siglos —continué—. Me dijo que no dijera nada porque todos ustedes estarían en peligro. Al menos agradezco que no haya impedido nuestra boda pero… fue testigo de nuestra entrega en Florencia.

—¿Qué? ¿También es voyerista? ¿Y te chantajeó?

Asentí exhalando otra vez.

—¿Y el otro quién es? ¿Es humano o no?

—Es un miembro de la estirpe de Flandes.

—¿La estirpe de…? ¡¿Qué?! —reaccionó más asustado al recordar lo que eran.

—Tranquilo, Jank es diferente —me levanté para encontrarme con él también.

—¿Jank? ¿Lo conoces también?

—No, a él lo vi hasta hoy, pero al parecer está aquí para protegerme a mí y a la niña.

—¿Protegerlas de quien?

—De Vlad, son enemigos.

—No, no, no —volvió a caminar de un lado a otro ofuscado, sujetándose la cabeza—. Él no tiene que protegerlas, para eso estoy yo, yo soy tu marido y el padre de Arabella, él no tiene que meterse ni jugar al héroe.

—Sé que vas a protegernos pero recuerda tu condición que te pone en desventaja, él es un aliado y al menos lo agradezco y Ángel… va a seguir cuidando siempre de nosotras, confío en eso.

—¿Ángel? ¿Volviste a verlo?

—No, pero Jank lo vio detrás de la niña durante la cena.

—¿Qué? ¿Y cómo lo sabes?

—Me lo dijo por telepatía.

—¿Se metió en tu mente? Ahora entiendo lo que te pasaba en la mesa, era él.

—No sientas celos, por favor piensa, tranquilízate, creo en la protección de Ángel esta vez, Vlad… tiene pésimas relaciones con ellos. Tal vez Ángel no sea tan poderoso como los demás pero Vlad sabe que al menos la mano derecha de Dios puede pulverizarlo con sólo verlo, así que los respeta aunque no le haga gracia.

—Es a mí al que tampoco le hace gracia su presencia, debo hacer algo.

—No harás nada, necesito que estés tranquilo, debes disimular, necesito que estemos juntos.

—Claro que vamos a estar juntos —caminó rápidamente hacia la puerta y la cerró con llave apagando también la luz, dejando sólo las lámparas de la cama, regulando a su vez el aire acondicionado de la habitación—. Este voyerista y este telépata van a saber quién soy yo, sabrán que soy tu dueño, que eres mía y que más les vale que se mantengan a distancia. Ni sus amenazas ni chantajes ni lo que sean me asustan, conmigo no podrán.

Terminó de correr las cortinas cerciorándose que las ventanas estuvieran cerradas como lo hice yo, luego se quitó la bata y la lanzó con fuerza al suelo.

—¿Qué haces? ¿Qué te pasa? —estaba desconcertada.

—Pasa que ahora seré yo quien los provoque —se quitó la pijama completamente haciéndome abrir la boca, se había desnudado sin más—. ¿Ellos pueden sentirnos? Pues bien, ahora sabrán que quien te tiene en su cama soy yo, sabrán que quien te hace el amor soy yo, sabrán que quien te hace estremecer y te da los orgasmos que quieres soy yo y esta noche no será la excepción.

Sin que pudiera reaccionar a sus palabras se acercó y me besó con fuerza tomándome desprevenida, se apretó a mí para que lo sintiera y sin darme cuenta me levantó en sus brazos para llevarme a la cama, abrió mis piernas, levantó mi seda y volvió a apretarse a mí en un impulso, gemí. Deshizo el nudo de mi bata y quitándomela la hizo a un lado, besando mi cuello apretó uno de mis pechos y volví a gemir, lo que había hecho de manera tan imprevista me estaba excitando también. Levantó mi camisón y lo sacó por encima de mi cabeza, besó mis pechos succionándolos con fuerza, mi piel estaba extremadamente sensible a él y estremecida por sus caricias. Bajó una mano recorriendo todo mi abdomen, mi vientre y acariciando mi monte Venus bajó más, gemí. Lentamente se abrió paso disfrutando el recorrido de mi íntima anatomía hasta que lo sentí, hizo que me arqueara cuando comprobó que ya estaba húmeda para él con la penetración de sus dedos, sonriendo jugó un momento en mi intimidad y cerrando mis ojos me impulsé buscando más de su placer, lo necesitaba. Me quitó el panty de un solo tirón y volviendo a inclinarse llevó su miembro a mi entrada, se detuvo un momento mirándome casi inconsciente de placer. Sonrió al ver mi estado e impulsándose con fuerza me penetró, me arqueé otra vez al sentirlo y sus embistes comenzaron a llevarme al borde de la locura.

—Desde que llegamos a la Toscana te soñé aquí y así —decía entre sus impulsos apoyándose en sus brazos sin dejar de mirarme—. Siendo mía en mi cama, teniéndote a mi antojo, haciéndote el amor con desesperación y deleitarme en ver que me respondías.

Se impulsaba introduciéndose de manera profunda como me gustaba, lento pero fuerte e intenso.

—Así debía ser mi primera noche aquí —le dije entre jadeos—. Disfrutando el placer como tu esposa no como amante.

—Así no te falté el respeto —sonrió.

—Ni se lo faltamos a tu familia, como marido y mujer tenemos una total libertad.

—Y no sabes cómo la estoy disfrutando —me besó otra vez y se impulsó con más fuerza sintiendo como yo lo recibía cuando abrí más las piernas y me enlacé a sus caderas.

Le correspondí sedienta, sentirlo era un placer descomunal, la excitación me hacía temblar con cada embestida haciéndome llegar al clímax sin poder detenerme.

—Giulio, Giulio… —buscaba respirar.

—Siéntelo Eloísa, eres mía, corre a mí.

El orgasmo me llegaba por sus movimientos desesperados, no podía retenerlo, nuestra primera noche en su casa no fue tan romántica como lo creímos sino todo lo contrario, un encuentro rápido producto de un excitante e impaciente anhelo que mi ahora esposo no podía dominar ni controlar. No pude más y me dejé llevar por lo inevitable, grité su nombre en un fuerte orgasmo que me hizo enterrarle las uñas en la espalda y sintiéndose complacido y victorioso hizo lo mismo. Dos impulsos más y se sacudió gritando mi nombre también, se tensó con fuerza para caer derribado en mi pecho, necesitábamos encontrar el aliento reposando en nuestros húmedos cuerpos.

—Absolutamente mía —susurró en su necedad, sentía como su miembro palpitaba en secuelas dentro de mí, cerré los ojos saboreándome.

Marcando su territorio se había liberado y olvidando un poco los problemas nos habíamos entregado. El alivio que nuestros cuerpos sentían nos hizo descansar placenteramente.

 

*****

Tres días después y habiendo aprovechado nuestro tiempo juntos en la Toscana donde lo complací paseando a caballo junto con él, regresábamos a Madrid mudándonos ya como familia definitivamente y volando en la comodidad del jet de los Di Gennaro que ya pronto despegaría. Ahora que nos asentaríamos en España, Giulio se llevaba por fin los cuadros que su primo le había prometido y que nos obsequió como regalo de bodas. Filippa se mudó con nosotros para cuidar de Arabella y lo mismo pasó con Leviatán que debía estar donde estaba su amo, al igual que el coqueto Piccolo que estaba demasiado consentido por la niña. Arabella ya pronto iniciaría clases así que una nueva etapa en mi vida, una que jamás me imaginé tener estaba por comenzar.

—¿Lista para volver a España definitivamente? —sonrió sujetando mi mano mientras se sentaba a mi lado.

Dejé de ver por la ventanilla cuando lo sentí.

—Lista.

—¿Extrañas viajar a tu manera?

—Por supuesto que sí, de hecho si te soy sincera extraño muchas cosas, estaba muy acostumbrada a chasquear mis dedos y tener lo que quería.

—Bueno, siempre puedes tener lo que quieras sólo que deberás armarte de paciencia.

—Y es algo de lo que carezco.

—Somos dos.

Sonreímos y besó mi frente.

—Eloísa quiero hacerte una pregunta pero no quiero que te molestes —suspiró.

—Dime.

—¿Qué hubiera pasado si… los planes de boda con Antonella siguieran en pie?

Levanté una ceja ante su pregunta y exhalé tensando los labios.

—No lo hubiera permitido y no creo que quieras detalles de lo que estaba dispuesta a hacer para quitar a esa de mi camino.

Me miró asustado evitando fruncir la frente.

—¿De verdad…?

—Confórmate con saber que seguirías soltero —lo interrumpí.

—Pero tú querías desaparecer de mi vida, ¿no entiendo en qué te hubiera afectado el que me casara con ella?

—Querido estamos recién casados, ¿de verdad quieres tener problemas tan pronto? —disimulé mi sarcasmo.

—Me encanta verte celosa —sonrió acariciando mi mano.

—Pues no abuses.

—Fue sólo una duda.

Y ya que tocaba el tema decidí hablarle de su visita a mi habitación la noche que terminó con ella.

—Tu ex… fue a buscarme esa noche a mi habitación —confesé.

—¿Cómo? ¿Y por qué no me lo dijiste? —se sorprendió.

—No tenía caso hablarlo pero ya que la mencionas es mejor que conozcas el episodio.

—¿Hablaron ustedes dos? —frunció la frente.

—No precisamente hablar, tu ex me insultó, me golpeó, me trató como la peor zorra, me provocó con sus suposiciones, me dijo todo lo que pensaba. Creía que te tenía loco por el sexo oral que te daba en la oficina y también por las noches de sexo en hoteles, según ella quería que confesara y como te imaginarás… tuve que callarla a mi manera.

Me miraba sin parpadear y asombrado, no esperaba escuchar lo que le decía.

—¿Permitiste que te golpeara?

—Fingí ser humana, de haber sido lo contrario sabes bien cómo hubiese reaccionado.

—¿Cómo la callaste a tu manera?

—No voy a negarte que… consideré la opción de hacer que se suicidara, no hubiera sido de extrañarse dada la situación que había vivido pero obviamente las consecuencias también hubieran repercutido en la familia y no podía ser la causante de semejante mancha, por eso desistí. Deseaba ahorcarla y arrancarle la cabeza por haberme bofeteado.

Tensó la mandíbula y apretó mi mano.

—¿Cómo se atrevió a tocarte e insultarte?

—Estaba furiosa pero lo que hizo me enfureció más y reconozco que el hecho de estar en tu casa… impidió que le hiciera pagar como se merecía. Mi lado oscuro me decía que acabara con ella pero Ángel me lo impidió también por la niña, que gracias al cielo no se despertó debido a sus gritos.

—¿Qué hiciste?

—Me defendí como una mujer normal y ofendida, la ataqué diciéndole que la zorra era ella, la sujeté de la muñeca cuando quiso golpearme otra vez y cayendo hincada al suelo por el dolor aproveché para tomarla con fuerza del cabello que por poco se lo arranco de la cabeza y le hice ver que te dejara en paz a ti y a tu familia y que ya que tenía planes de irse que lo hiciera. La poseí para hacer que olvidara lo que había hecho y me obedeciera, salió de la habitación y allí se acabó todo.

—Hiciste bien, fue lo mejor, imagino que no fue fácil para ti controlarte pero te lo agradezco, tal vez ella se merezca muchas cosas pero deja que la vida misma le haga pagar. Si hay algo de lo que estoy seguro era de que jamás hubiera sido feliz con ella, esa decisión sin duda hubiera sido la peor de mi vida condenándome aún más, un matrimonio con ella…

—Con ella no —lo interrumpí con firmeza—. Si en el futuro hubiese llegado otra mujer a tu vida, una que te hubiera amado y valorado aunque lo dudes estaba dispuesta a resignarme con tal de no hacerte daño y que vivieras feliz pero no con ella.

—La llamaste zorra ¿Qué sabes de ella? ¿Hay algo que ignoro?

Exhalé, no quería decírselo pero era mejor no ocultarlo y que lo supiera de una vez también.

—No me extraña —reclinó su cabeza en el asiento mirando hacia el frente como si lo supiera —. Era infiel ¿verdad? Por eso la detestas también.

—Cuando llegué de la oficina por mi fingido malestar… en mi apartamento con todas mis fuerzas me concentré para conocerla, estaba en Positano y… a su habitación del hotel llegó un hombre que al parecer ella esperaba.

Volvió a exhalar y tensó la mandíbula, me apretó la mano de nuevo.

—Fui el hazmerreír, se burlaba de mí sin la menor consideración, nunca me respetó, eso no me provoca celos puesto que me doy cuenta que nunca la amé pero si me provoca rabia la burla, aunque no valiera la pena rebajarme a su nivel.

Eso era todo lo que iba a decir, lo que pasó entre ella y Donato no era digno de resaltar, no valía la pena y no me correspondía a mí decirlo.

—Mi vida sentimental era vacía hasta que apareciste tú —besó mi dorso y suspiró—. Todo comenzó a girar en torno a ti, el día que llegamos aquí esa noche… tuve un sueño que para mí fue más bien una pesadilla que hizo acrecentar más mis temores pero no quise decirte nada. Soñé en un futuro, yo salía de una camioneta y al ver mi reflejo en el vidrio de la ventana me vi igual a mi padre, casi con su apariencia y al levantar mi vista al otro lado de la calle te vi a ti, así tan joven y hermosa como ahora pero igual de triste, me mirabas sin siquiera parpadear pero tu mirada me decía muchas cosas. Quise atravesar la calle y abrazarte, los años habían pasado pero no mis sentimientos y eso lo entendí. Sentí el dolor, la soledad y el vacío por no tenerte, no sé qué clase de vida tuve, no sé si estaba casado y si tenía hijos pero en ese momento estaba solo y sentí que así había vivido, sin ti y el volver a verte me consumía, entendí aún más tu sentir y lo que viviste. Desperté asustado, mucho, me di cuenta que no estaba preparado para eso —me sujetó la cara y me besó con fuerza.

Seguramente la plática con su abuela en el balcón lo llevó a tener ese sueño, el subconsciente le hizo ver que debía tomar una decisión y lo hizo.

—Te admiro Eloísa, intento ponerme en tu lugar y despertar después de una terrible experiencia de pérdida como la tuya y duele —pegó mi frente a la suya—. Después de ese sueño no pude volver a dormir, el temor de perderte… me hizo llorar pero también me hizo ver que no estaba dispuesto a tener una vida vacía ni a condenarme a eso, yo podía cambiar ese destino, era mi decisión y lo hice, gracias por darme una nueva vida, gracias por estar conmigo.

—Eso te lo agradezco yo —evité llorar—. Lo que fui no puedo olvidarlo pero tú me has dado una nueva vida, la vida y el amor que quise, gracias porque a pesar de todo me aceptas y me amas.

—Eso nunca lo dudes, te amo —volvió a besarme con intensidad.

Era como si el amor hubiera triunfado a través del tiempo, él hacía que los latidos de mi corazón fueran suyos, que toda yo le perteneciera y que estuviera dispuesta a estar con él y amarlo toda la vida que me restara. Estábamos juntos y nos amábamos, eso era lo más importante, eso era el todo, nuestro mundo, nuestro anhelo, nuestro sueño, nuestro universo.

Después de estar todos listos el avión se dirigía a la pista, en menos de dos horas ya estaríamos en España dando por hecho el inicio de una nueva etapa entre él y yo.

El avión despegó y me recliné para reposar mi cabeza en su hombro mientras me abrazaba a su brazo, suspiré, él volvió a besar mi frente.

Era de esta manera como empezaba mi nueva vida, había vuelto a ser humana, había logrado tener una familia y a un hombre maravilloso otra vez, a uno cuyo físico me confirmaba que volvía a ser mío, que era mío y que siempre lo había sido. Ligaduras de sangre a través del tiempo nos unía y el ciclo incompleto por fin se cerró, mi vida inmortal había estado siempre vacía y ahora el destino me devolvía lo que una vez perdí, no a mi familia verdadera, no a mi Edmund sino a otra que me había acogido con cariño y me daba la oportunidad de enmendarme y a otro hombre que me amaba sabiendo lo que fui. Tengo al hombre que quiero, lo tengo en su tiempo no en el mío, mi vida había sido compensada, ahora era el tiempo de volver a disfrutar con fuerza y como una segunda oportunidad lo que se me ofrecía. No todo sería felicidad, no todo sería fácil, no todo sería primaveras ni todo estaría bien, estaba consciente de eso pero era mi vida e iba a vivirla como me había tocado y en el tiempo decidido, cerrando un capítulo e iniciando otro como una persona normal, como siempre lo fui. Por fin había sido liberada de la maldición eterna de la inmortalidad y volvía a ser una persona normal, recordé a James y su sacrificio por mí, mi cariño por él siempre sería el mismo. No más siglos, no más vacío, no más soledad, no más odio ni rencor, mi tiempo tarde o temprano también llegaría y volvería a ver a los míos algún día. Viví muchas experiencias a través de los años, conocí gente malvada de sangre fría que nunca mereció existir y otras con un gran corazón que dejaron dignas huellas que seguir y recordar. Fui testigo de momentos dolorosos y otros no tan malos, muchas veces intenté no ceder a provocaciones pero en la mayoría de los casos carecí de paciencia, también propicié situaciones que no me enorgullecen y que es mejor ya no recordar, como dice Giulio podría escribir interminables enciclopedias que recopilen mis memorias pero hay cosas que es mejor no volver a traer a la mente. Recordé a John y las palabras de Pablo a los Filipenses; “en todo y por todo estoy enseñado…”

La esperanza de Giulio se había cumplido al no haberme perdido y tenerme junto a él, lo bueno no importa el tiempo que le tome prevalece, en algo se debe creer, esa es la fe, a pesar de todo sentía justicia para mí y debía agradecerlo. Ahora junto a él me preparaba para vivir un nuevo tiempo, una nueva etapa, ahora junto a él estaba preparada para disfrutar mi nueva vida… como debía ser, una vida mortal.