Capítulo 49
Los señores hablaban muy entusiasmados con el belga y hasta el semblante de él mismo era otro ahora que Vlad ya no estaba, definitivamente había tensión entre ellos y al verlo sonreír hasta más atractivo me pareció, en sí era un hombre muy guapo para lo que se supone que era. Volvimos a saludar a todos y en ese preciso momento el travieso Piccolo entró corriendo al salón muy feliz pero se detuvo justo en los pies del belga, lo olfateó y muy ansioso le movía la colita como si lo conociera. El hombre lo levantó acariciándolo.
—Hola amiguito, eres un precioso cachorrito —murmuró.
—¿Quién lo dejó entrar? —preguntó Giulietta.
—Piccolo, Piccolo —Arabella venía corriendo siguiéndolo.
El hombre que sostenía al perro la miró y le sonrió, se inclinó a su altura.
—¿Es tuyo? —le preguntó a la niña.
—Sí, mi papá me lo acaba de traer, se llama Piccolo.
—Está muy bonito, cuídalo mucho.
—Eso hago señor.
—¿Te gustan los animales?
—Sí.
El hombre le sonrió otra vez y se lo entregó, Arabella lo cargó de nuevo.
—Gracias por detenerlo, corre muy rápido —le dijo la niña.
—Fue un placer, además él vino directo a mí. ¿Cómo te llamas?
Noté que la miraba con mucho interés.
—Arabella.
—Mucho gusto señorita Arabella —le extendió la mano—. Yo me llamo Jank.
Arabella le respondió al saludo sonriéndole, se miraron a los ojos por un momento y pareció haber entre ellos algún tipo de conexión porque simpatizaron.
—Mucho gusto señor —le contestó la niña.
—Cariño por favor lleva al perrito al patio otra vez y dile a Filippa que te lave bien las manos, ya vamos a cenar —le sugirió Giulio.
Arabella asintió y mientras caminaba hacia la cocina se volvió un momento para verlo a él, se sonrieron otra vez.
—Disculpe la molestia por lo del perro —le dijo Giulio a él—. Apenas y nos conoce por eso está inquieto.
—No se preocupe, es natural, además la niña es encantadora.
—La nena es un amor señor Valkens —le dijo Giulietta.
—Se nota —sonrió otra vez—. ¿Me permite su baño? Debo lavarme las manos.
—Por supuesto, siga este pasillo y al final encontrará una puerta.
—Gracias.
El hombre caminó rápidamente mientras nosotros lo esperábamos, los demás no repararon en lo que sucedió pero yo no dejaba el asunto de lado. Ambos habían simpatizado y una serie de presentimientos comenzaron a agolparse en mi pecho.
Regresando él pasamos al comedor. Cuando Filippa llegó con Arabella la sentó junto a mí, le di un beso en su cabeza y luego me volví instintivamente a él que nos miró ya que estábamos casi frente a frente, mi desconfianza volvió.
Mientras comíamos los hombres no dejaban de hablar de sus negocios, asunto al que poca atención le puse porque mi mente era un cúmulo de desorden por todo lo sucedido y no sabía cómo poner cada cosa en su lugar. De reojo lo miraba y él me miraba, con disimulo pero lo hacía y era inevitable la incomodidad hasta que él mismo tomó la iniciativa.
—No me temas, tranquila —habló a mi mente, brinqué y solté el tenedor de un solo al escucharlo, eso no lo esperaba, realmente era una humana muy vulnerable.
—¿Amor qué pasa? —me preguntó Giulio ante mi reacción. Todos me miraban.
—No, nada, disculpen, se me cayó el tenedor sin querer, no lo sujeté bien —inventé una excusa.
Lo miré a él otra vez evitando exhalar.
—Pues como decía… —continuó Enrico.
—¿Quién eres? —le contesté a su manera, si leía mi mente podíamos entendernos así.
—Supongo que ya lo sabes, ese entrometido te lo dijo, lo sentí y por eso tu indisposición —bebió un poco de agua mirándome sutilmente.
Y por eso había sacudido él la cabeza, no fue del todo ajeno a lo que Vlad hizo. Al parecer íbamos a comunicarnos así mientras estuviéramos en la mesa y había que mantener las apariencias, ni él me miraba directamente ni yo debía hacerlo, alguien de la familia podría sospechar, especialmente Giulio.
—¿Y qué pretenden ustedes dos? ¿Arruinarme la vida? —insistí mientras masticaba con lentitud mirando el plato.
—Él seguramente, yo no.
—¿Y qué te hace ser diferente?
—Somos muy diferentes y lo sabes.
—Ustedes tienen la misma maldad, sirven al mismo amo —sujeté mi copa de vino y lo miré levantando una ceja.
—Pero no con los mismos intereses, no nos juzgues.
—Dime qué quieres de una vez.
—Mantenerme cerca.
—¿Cerca? ¿Cerca de quien? A mí no vas a engañarme. ¿Cuál es tu interés por mi hija? —ataqué evitando apretar la copa.
—Uno muy especial, confía en mí.
—¿Estás loco? ¿Cómo voy a confiar en alguien que no conozco? Aléjate.
—Deberás hacerlo —insistió.
—¿Quién eres en realidad? ¿Por qué finges interés en los negocios de la familia de mi esposo? —volví a beber.
—Sólo soy alguien a quien vas a necesitar y si estoy aquí es porque sólo así podré protegerte a ti y a la niña.
Mi piel se heló otra vez y casi me atraganto, mi mano tembló amenazando con soltar la copa, la sujeté con fuerza. Miré a Arabella a mi lado que comía feliz y calladita, me llevé la servilleta a mi boca antes de toser, por poco y me ahogo con el mismo vino.
—¿Cariño? —Giulio giró la cabeza para verme otra vez.
—Nada, no te preocupes, bebí mal y casi me atraganto.
—Cuidado.
Asentí intentando mostrarme tranquila y disimuladamente me volví a él.
—Por favor señor Valkens…
—Dime Jank y no tienes nada que temer, mientras yo esté cerca tú y la niña pueden estar tranquilas.
—¿Por qué? —evitaba llorar frente a todos, no podía dejar que me notaran.
—Porque tú tienes algo de nuestra esencia y aunque estábamos distanciados eso no nos impide negarnos como especie.
—Una vez los negaron.
—No lo revivas por favor, esa parte en lo personal me avergüenza, yo nada tengo que ver.
—¿Remordimientos?
Me miró bebiendo de su copa con agua sin decir nada.
—¿Me estás diciendo que ahora puedo convertirme en lobo a la primera luna llena? —cambié de tema asustada con eso de la sangre.
—Eso no pasará en ti, lo que tienes de él es poco, además es sangre de redención, eres humana como los demás, no temas.
Respiré aliviada.
—¿Cariño? —volvió Giulio a preguntarme.
—Nada, tranquilo, estoy rogando que el dolor se me quite completamente, no quiero ir a la cama así.
Sonrió y se acercó para besar mi mejilla.
—Yo también ruego porque se te quite, no quiero que vayas a la cama así —susurró en mi oído, sonreí, sabía por qué lo decía y él también sonrió en complicidad.
Bebí un poco de agua también y seguí con mi plática “mental” con él.
—¿Conoces la fuerza que protege a mi hija? —insistí mirándolo con disimulo.
—Sí y me alegra que la tenga, puedo verlo a él detrás de la niña mirándome con advertencia. ¿Qué no merecemos nosotros la misericordia de los siete también?
Abrí los ojos cuando dijo eso y él bajó la cabeza para seguir comiendo, giré mi cara por instinto. Ángel estaba cerca de nosotras y lo agradecí profundamente.
—Dice que no te preocupes por la niña ni por tu familia, lo que pasó en Madrid él lo tenía bajo control —continuó mientras se alcanzaba su copa de vino.
—¿Qué? —volví a verlo otra vez con asombro.
—Tu ángel y el de la niña dice que a quien tú ya sabes no se le permitirá hacerle daño a tu familia y menos a la niña.
Me quedé rígida sin saber si creerle o no, volví la mirada nuevamente hacia mi lado y levanté la cabeza como si estuviera viéndolo de pie detrás de nosotras.
—Gracias Ángel —le dije en mi mente, él lo sabría.
—La oportunidad de expandirnos hacia nuevos horizontes gracias a nuestros ilustres benefactores es algo digno de celebrar —la voz de Piero me hizo reaccionar—. Esperamos que nuestros tintos jóvenes, de crianza y de reserva de más de quince años así como nuestras grandes reservas también de blancos jóvenes y de crianza en las barricas, especiales para aperitivos sean del gusto de su paladar.
—Y celebrar constatando el producto es mucho mejor —secundó Jank—. Será un honor ser un canal para la distribución exclusiva del mejor vino —llevó la copa a su nariz y luego de inhalar y saborear un poco continuó—: Por su cuerpo, intenso aroma y sabor a elegancia los hace distinguirse, ser perfectos e ideales, sin duda una de nuestras mejores inversiones en las que hemos acertado, este Cabernet Sauvignon por ejemplo es una delicia. No son los certificados o los premios, trofeos o reconocimientos ganados los que los respalda sino la calidad de su producto que los califica con cinco estrellas siendo de los mejores de Italia y de Europa.
—Que halagadoras sus palabras señor Valkens, es un honor el que nos hace con su opinión —le dijo Giulietta.
—Secundo a mi esposa señor Valkens, un honor sus palabras —agradeció Enrico feliz y orgulloso observando los variados decantadores en la mesa—. Hasta el momento tenemos doce exclusivas variedades de “il vino” para los paladares más exigentes que disfrutan nuestros intensos sabores. Nuestra casa vinícola “Di Gennaro” que en su fundación oficial se llamó “Valentino Di Gennaro & Sucesores” cuenta sólo en Val d’Orcia con más de mil doscientas hectáreas de viñedos, en grupos de veinticinco hileras de cincuenta cepas cada una que nos dan el mejor fruto a seleccionar. Centenares de barricas de roble en extensas cavas de temperatura ideal y las más estrictas normas de calidad, higiene y tecnología en nuestras plantas de procesamiento, sin contar el embotellamiento cuyo cristal es también exclusivo para nosotros nos ayuda a ofrecer al mercado una producción de más de setecientas mil botellas anuales solamente desde Italia.
—Y he visto que todo es de primera —insistió Jank mostrándose muy interesado—. Sin contar con la sorpresa de la producción del aceite de Oliva que me parece exquisito.
Con confianza y entusiasmo bañó su ensalada Caprese con el aceite.
—Virgen y extra virgen es indispensable en nuestra cocina italiana además de haber sido como pionera de la pequeña empresa mi amada madre aquí presente —le dijo Piero—. A ella se le debe la idea de incursionar en el negocio y su fundación hace más de veinticinco años y es mi hermana menor la que se encarga de llevar las riendas de la empresa desde Calabria y mi hermano Lucio apoya la sede de la Toscana desde Florencia.
—Mi amada Giulietta es mi adoración y mi orgullo —Enrico besó la mano de su esposa con devoción—. La variedad del Oliva en nuestra cocina no debe faltar, ¿ya probó la vinagreta? Es su especialidad, mi amada hace maravillas con sus preciosas manos y yo me siento muy feliz de apoyarla. La pequeña empresa exporta a todo el país y fuera de él solamente a cuatro dentro de Europa pero es un honor para nosotros ser uno de los aceites favoritos en las cocinas de las familias y en algunos prestigiosos restaurantes. Yo debo compartir a mi Giulietta con algunos chefs con los que ella tiene tratos en cuanto a patrocinio pero es una ayuda mutua que agradecemos mucho.
—Y es que es delicioso —Jank probó un trozo de carne con la vinagreta y se saboreó—. Tenga por seguro que este oro líquido llegará también a Bélgica, de eso me encargaré yo.
—Le estoy muy agradecida señor Valkens, cuando lo desee puedo mostrarle nuestros olivares, aquí mismo en Toscana hay algunos —Giulietta estaba feliz—. Será un honor para nosotros formar parte de su mesa y de la de sus compatriotas.
—Será un placer mi estimada señora, como también ha sido un gusto conocer algo de la historia del vino que narran desde 1,885.
—En sí la historia comienza desde mucho antes pero ese fue justamente el año del nacimiento no sólo de mi abuelo sino de la satisfacción de ver su sueño oficialmente concretado por mi bisabuelo, así que fue de doble bendición para él después de los malos tiempos —continuó Enrico después de beber un poco de su Merlot—. Después de años de arduo trabajo y constancia mi bisabuelo Valentino pudo ver su sueño cumplido, el fruto de su tierra y sus viñedos, lo que sembró con amor y entusiasmo desde que era niño junto a su padre y hermanos. El patrimonio familiar del que lastimosamente sólo él vería los frutos y sólo sobre él recaería la responsabilidad de continuar un legado que apenas y había comenzado unos años antes. Cuando él tenía doce años sus dos hermanos, el mayor y el menor se contagiaron de sarampión, a él lo mandaron a Francia donde una tía a estudiar para evitar que se contagiara así que no pudo estar presente en el velorio y sepelio de sus hermanos a quienes las altas fiebres les cobró la vida no pudiendo resistir, sólo pudo verlos mucho después a través de las llamadas fotografías “post mortem[36]” Seis años después de eso su padre muere de un infarto fulminante dejando a su viuda y es así como Valentino regresa permanentemente a Italia para hacerse cargo de todo como el único hombre de la familia Di Gennaro. A sus dieciocho años toma las riendas de la pequeña empresa que para esa época se llamaba “il vino nostro” a la cual le dedica todas sus fuerzas para mantenerla a flote evitando que la baja calidad lo lleve a la quiebra y optando por dejar muchos años más el líquido añejándolo. Se armó de paciencia como también se llenó de deudas haciendo que él y su madre tuvieran una vida un tanto “austera” por las inversiones hechas pero aún así tres años después de haber conocido a la mujer de su vida da el paso más importante ante el incierto futuro y se casa, un salto de fe lo llamo yo. Dos años después de eso se decide lanzar al mercado el producto reservado después de una complaciente degustación y una vez ahí tuvo la aceptación que Valentino nunca se esperó. Sus decisiones acertadas y la paciencia mostrada comenzaron a elevarlo a las alturas y fue así como oficialmente para 1,885 nace una nueva imagen y un nuevo nombre así como también una nueva empresa muy lejana a la que tenía su padre. Se llamó a su hijo Valentino como él y fue por eso el nombre y el deseo de perpetuar su apellido, un apellido del cual yo me siento muy orgulloso.
Me daba satisfacción ver ese semblante en Enrico, tan feliz y orgulloso por la historia de su familia y su legado, gente que en sus inicios como todo tuvieron carencias pero que con trabajo arduo, constancia y disciplina pudieron ver por fin el logro obtenido sorteando los malos tiempos que no les permitió el desánimo y los impulsó a continuar. Después de saber un poco más yo también me sentía orgullosa de pertenecer a ellos ahora y mientras de mi dependa seré de ayuda para ellos y para llegar más alto todavía porque lo merecen.
—Una familia admirable, es un placer formar parte de tan digna y prestigiosa empresa —dijo Jank.
—Honor que ustedes nos hacen —le dijo Piero—. Su preferencia aumentará nuestro estatus.
—Así que con todo nuestro entusiasmo y agradecimiento propongo un brindis por nuestros nuevos socios distribuidores y comerciales —Enrico levantó su copa—. Brindemos por el señor Valkens y el señor Khardos y porque nuestros lazos de amistad y relaciones empresariales sean un nuevo y próspero comienzo lleno de muy buenos augurios que nos beneficien a todos, ¡salud!
—¡Salud! —dijimos todos con las copas en alto.
La cena concluyó de manera normal y él se marchó a Florencia no sin antes reiterar su protección hacia la niña y hacia mí, algo que a mi modo le agradecí haciéndole ver también que dicho asunto no iba a ocultárselo a mi esposo, por lo que me sugirió pensarlo muy bien ya que la decisión y consecuencias serían sólo mías.