Capítulo 9

 

 

A pesar de todo la mañana fue fructífera.

Me concentré en hacer lo mío fingiendo dedicación pero de vez en cuando lo miraba a él que estaba a unos cuantos metros muy concentrado en su portátil, sus lentes, su seriedad, todo él me encantaba e inconscientemente hacía que me saboreara, intentaba ser la mejor empleada, la más responsable y eficiente para que él se sintiera satisfecho.

A las once en punto ya los documentos traducidos estaban listos, se imprimieron y sentándose un momento en su sillón de cuero negro muy concentrado procedió a revisarlos. Me limité a observarlo mientras lo hacía, ni siquiera respiraba yo para captar el aliento de él, sus ojos, su mirada, su piel, su porte, todo él era igual a mi Edmund y deseaba con lo que me quedara de corazón que muy dentro de él se pareciera también. Los recuerdos volvían a mí y no pude evitar ponerme triste como era mi semblante siempre, suspiré, bajé la cabeza.

—¿Le sucede algo signorina? —me miraba con ese perfecto azul en mí.

—No, nada —reaccioné.

—Es usted muy extraña —se quitó los lentes para poder vernos mejor, él estaba en el sillón y yo seguía en su escritorio—. Me gustaría saber qué es lo que la pone tan triste.

—Cosas de mujeres no se preocupe.

Insistió con su mirada escrutadora y yo preferí no verlo, tenía que buscar la manera de mantenerme fuerte y seguir siendo lo que había sido hasta ahora.

—La felicito —me dijo poniendo los papeles sobre la mesa de vidrio en su pequeño salón—. Todo está muy bien, estoy complacido.

—Gracias.

Nos miramos fijamente y justo en ese momento, Dayana tocó la puerta.

—Adelante —dijo él ordenando las carpetas.

—Perdón señor, pero ya la delegación extranjera llegó.

—Muy bien —se puso de pie cogiendo las carpetas y llevándolas a su escritorio—. Enseguida estamos con ellos. ¿Qué pasó con la computadora de mi asistente?

—Ya los técnicos se la llevaron y la reemplazaron, están instalando el sistema operativo.

—¿Ya saben que fue lo que pasó?

—No señor, no tienen idea, todo el interior del CPU… se derritió

Giulio la miró sin creer lo que había escuchado para luego verme a mí.

—¿Y qué dice la compañía? —continuó.

—No se explican lo que pasó pero están apenados, dijeron que van a ponerse en contacto con los mismos fabricantes si es posible, la máquina que están instalando corre por cuenta de ellos y por ser usted y por ser un caso que no se explican ampliaron la garantía.

—Bien, manténgame informado —le dijo seriamente—. Es todo puede retirarse, en un momento salimos.

Dayana asintió y salió cerrando la puerta.

—Signorina Alcázar, asigne estas carpetas por idiomas ya que se van a entregar a nuestros “posibles clientes” que ya están esperando afuera, irán  a un recorrido personal que yo mismo les daré, es una inspección que desean hacer a las plantas de procesamiento y necesito que me acompañe, después de eso nos iremos a almorzar.

Hice lo que me ordenó sin decir nada, tenía que ingeniármelas con lo del almuerzo ya que yo no comía y no sabía cómo manejar ese asunto.

Cuando todo estuvo listo salimos y acercándose a mi escritorio habló con los técnicos.

—Ya el Windows está instalado —le dijo uno de ellos.

—Bien, voy a introducir la clave —dijo Giulio.

La tecleó rápidamente y esperó que el sistema iniciara.

—Quiero que todo quede bien instalado —insistió—. Todos los programas a utilizar, el antivirus, la conexión a internet, quiero que la máquina esté bien equipada para que mi asistente no tenga ningún problema al trabajar.

—Claro señor, así será.

—Bien, los dejo hacer su trabajo —se alejó de ellos y se acercó a mí de nuevo—. Luego le daré la clave para el acceso, a la información de la computadora sólo tendremos acceso usted y yo, nadie más.

—Está bien —sujeté las carpetas y mi bolso.

—¿Nos vamos ya? —hizo la invitación para salir.

—Vamos —contesté sin remedio.

Y así fue, nos encontramos con todos los “futuros clientes” extranjeros que habían llegado, incluso algunos de América del sur. Giulio me presentó ante ellos como su asistente y al ver que no tenía problemas con las “lenguas” entendieron por qué el jefe me necesitaba, aunque más de alguno pensó que también le servía en la cama y eso me molestó, sus pecaminosos y sucios pensamientos demostraban lo que realmente eran detrás de sus intachables apariencias, unos cerdos como la mayoría.

Me limité a traducir seriamente como era mi obligación siempre tomando nota de muchas cosas, los americanos eran bromistas, el alemán un tanto serio y el japonés se pasaba de simpático pero por él y por la imagen de su empresa tuve que… disimular y controlarme para no hacer una locura, hasta que mis ojos no podían creer a quien veían entre los demás empleados de la planta, él me miró levantando una ceja y medio curvó sus labios provocativamente, tragué, era James. ¿Cómo demonios estaba trabajando en la empresa? ¿Cómo supo que yo…? Nos miramos sin decir nada mientras él fingía muy bien trabajar, él parecía mi empleado y yo su jefa, él estaba entre los esclavos que remaban y yo en un trono observándolo, negué sin poder creerlo, nos comunicamos telepáticamente.

—¿Qué haces aquí James?

—Sabes que vine por ti.

—Hasta cuando vas a entenderlo.

—Hasta que me des la oportunidad.

—No la tendrás.

—No estés tan segura.

—James basta, no me provoques ni provoques a mi jefe.

—A él es al que voy a quitar de mi camino.

—No James, no te atrevas, no te lo voy a permitir.

—¿Por qué te interesa el cara pálida? ¿Estás enamorada de él?

—No, no, es mi jefe y es mi trabajo, intento redimirme y dejar de ser lo que soy, por favor no te metas en mi vida.

—Sé mi mujer entonces y demuéstrame que ese hombre no te interesa, de lo contrario no voy a descansar hasta quitarlo de mi camino, si no eres mía no serás de nadie más.

—¿Signorina Alcázar? —el italiano me desconcentró haciendo que me mareara un poco, sacudí la cabeza—. ¿Le pasa algo?

—No, nada signore, estoy bien.

—Pues la veo muy interesada en la planta de procesamiento —miró a su alrededor—. ¿Algo en particular?

—No, nada, es sólo que si me parece impresionante —miré a James disimuladamente y la mirada que le lanzaba a mi jefe no me gustó, era una clara sentencia.

—Pues con gusto volveremos otro día —me sujetó de la cintura y me estremecí—. Pero ahora la necesito cerca, por favor no se separe de mí.

El acercamiento no le hizo gracia a James, sus ojos querían despedazarlo, por primera vez en mucho tiempo volví a sentir miedo, miedo de perder a alguien que… me importaba.

—No te atrevas James —le dije a su mente.

—Ya verás que sí —contestó molesto.

Sentí un hueco en mi pecho.

—¿Signorina? —insistió Giulio haciendo un ademán para desconcentrarme. Nos miramos fijamente por un momento.

—Sí señor, como diga —bajé la mirada y continuamos con el recorrido.

Estaba preocupada por la sentencia de James.

Al momento del almuerzo fue más incómodo, ya se tenía la reservación en uno de los más lujosos restaurantes de la ciudad y en unas mesas unidas procedimos a sentarnos. Él se sentó a la cabeza como el empresario que era y acomodándome la silla me invitó a sentarme junto a él, cuando todos nos sentamos los meseros procedieron a repartir las carpetas de menú y mientras todos departían con entusiasmo yo no sabía qué hacer.

—¿Desea tomar agua señorita? —me preguntó uno de los meseros sosteniendo la jarra de agua helada lista para vaciar en una copa.

—No, gracias.

—¿No tiene sed señorita Alcázar? —me preguntó él—. Ha hablado mucho, creí que estaría sedienta, creo que le haría bien a su garganta seca sentir el vital líquido. ¿No le parece?

Exhalé, tenía razón, se me olvidaba mi condición y debía aparentar ser humana y tener las mismas necesidades que los demás.

—Está bien —acepté resignada, el mesero llenó la copa.

Saqué la libreta y mientras me disponía a tomar nota él me detuvo.

—No es necesario que lo haga ahora, este es un momento de compañerismo en donde vamos a conocernos mejor.

—Pero…

—Ningún pero, a la hora del almuerzo el trabajo se suprime.

—Pero es un almuerzo de trabajo.

—¿Y eso qué?

—Creí que…

—Cuando terminemos podrá hacer sus anotaciones, no se preocupe.

Bajé la cabeza, su mirada me dominaba y su voz me estremecía, me amansaba como si fuera un animal salvaje en busca de cariño, necesitaba controlarme, estando junto a él comenzaba a sentirme más humana y una extraña debilidad se apoderaba de mí, mi cuerpo comenzaba a sentirla y eso me asustaba.