Capítulo 42

 

Estaba frente a él otra vez, su desconsuelo era doloroso, se abrazaba a mi cuerpo sin querer soltarlo.

—Ángel… —susurré con voz temblorosa.

—Tranquila, vive ahora lo que te toca vivir, vive este tiempo, vive el presente, vive una nueva vida dejando todo atrás.

—Nunca olvidaré a mi familia.

—Y no se trata de eso, ellos siempre vivirán en ti y algún día podrán volver a verse.

—¿Es nuestra despedida también? —me limpié las lágrimas, me sentía vacía—. ¿Nunca más podré volver a verte?

—Pero me sentirás —me sujetó una mano—. Siempre estaré contigo Eloísa y con la niña también, nuestro deber no se limita sólo a adorar y alabar al altísimo sino también a proveer, guiar, proteger, liberar, dar ánimo y fortaleza, revelar y estar junto a algunos en su último aliento para llevarlos al paraíso. Dios nos usa de muchas maneras y lo sabes, cuando desees la respuesta a una oración es posible que yo mismo te la dé si es voluntad de él, después de todo ese es mi nombre, soy un mensajero de Dios y su servidor, soy un ángel.

—¿Tienes un nombre real?

—Sí.

—¿Y por qué nunca me lo dijiste?

—Porque desde pequeña me llamabas sólo Ángel y a mí no me importó, además soy sólo uno más entre la multitud de los millones de millones de adoradores del altísimo.

—¿Y cómo te llamas? —insistí.

—Sigue llamándome Ángel, nuestros nombres no son revelados a los mortales sin la autorización de él. Siempre que quieras y acudas a él o a mí estaré contigo, no olvides quien es él ni donde radica el verdadero poder sobre los principados y potestades, aquel poder y nombre que es sobre todo y exhibe públicamente el triunfo del bien sobre el mal.

Asentí sin remedio, sabía a qué se refería, es el poder del Hijo y del símbolo que el mal rechaza por recordarles lo que pasó; la cruz. Exhalé, ya no podía seguir retrasando lo inevitable y en parte lo agradecí.

—Ahora cierra los ojos —insistió, besó el dorso de mi mano—. Si te arrepientes tus pecados te son perdonados y serás tan limpia como el lino fino y tan blanca como la nieve. Cuando un pecador se arrepiente hay fiesta en el reino de los cielos, el señor ungirá tu cabeza con aceite y tu copa rebosará.

—“Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida y en la casa del señor moraré por largos días” —repetí las palabras del salmista David.

Me desvanecí.

Al momento inhalé con fuerza y abrí los ojos, volví a sentir el dolor de mi cuerpo, buscaba respirar con normalidad.

—Eloísa, Eloísa —me llamó él mirándome con atención, acariciando mi cara.

—Giulio… —susurré a penas, no sentía fuerza en mis labios.

—Mi Eloísa aquí estoy, junto a ti —su felicidad no podía describirla.

—¿Eres tú? —insistí—. No me dejaste.

—Y nunca lo haré preciosa, te tengo y no te dejaré ir.

—¿Me tienes?

—Y también me tienes Eloísa —sonrió entre lágrimas llenando mi rostro de cortos y desesperados besos cuando constató que había regresado a la vida—. Soy tuyo, solamente tuyo.

Sonreí también y cerré los ojos ante mi debilidad, sin saber nada más.

No supe cuánto tiempo pasó pero sentí que había sido mucho. Creí que todo se había acabado de verdad hasta que desperté en una clínica, estaba muy desorientada, débil, liviana y también muy adolorida.

—Eloísa… —susurró su voz mientras sostenía mi mano.

Gemí frunciendo la frente, lentamente abrí los ojos.

—Gracias a Dios —exhaló aliviado—. Dime ¿Cómo te sientes?

—¿Giulio…? —susurré bajito.

—Sí preciosa soy yo —sonrió y besó mi dorso.

—Que bueno que no te pasó nada —me sentí aliviada al verlo bien.

—Sólo tengo los rasguños del pecho y el moretón en mi cuello pero por lo demás estoy bien.

Abrí los ojos completamente y pude verlo con un traje de pijama muy formal, me extrañó.

—¿Dónde estoy?

—Estamos en una clínica privada en Siena.

—¿Estamos? —reaccioné.

—Tranquila, después de lo que pasó nos trajeron acá.

—¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Tres días.

Abrí los ojos de golpe cuando dijo eso.

—¿Tres días? —intenté levantarme pero no pude—. ¿Y Caterina? ¿Quién ha cuidado de la niña?

—Tranquila, la abuela, mi madre y Filippa lo han hecho, no te preocupes.

—¿Por qué estás vestido así? —me sujeté la cabeza.

—Porque he tenido que pasar las noches aquí también, me tienen en observación.

—Y no ha permanecido en su habitación sino aquí velando por ti —dijo Giulietta entrando también llevando a la niña en sus brazos.

—Eloísa, ¡Eloísa! —Caterina exclamó al verme, Giulietta la puso en el suelo y corrió hacia mí.

—Mi niña —sonreí.

—Creí que ibas a dejarme, me asusté mucho —me abrazó con cuidado dándome suaves besos en la cara.

—No iba a dejarte, aquí estoy.

—Mi ángel escuchó mis oraciones, le pedí mucho por ti y me dijo que ibas a estar bien.

—La fe de la niña es admirable —insistió Giulietta—. Algo que los viejos incrédulos agradecemos por mostrarnos esa lección, creí que lo de su “ángel” eran ideas de ella y llegué a asustarme pero veo que en su inocencia hay mucha fe y es una gran lección para nosotros. Me alegra que estés mejor hija —me sujetó una mano—. Es un alivio saber que la crisis ya pasó.

—Gracias —mis ojos se llenaron de lágrimas—. Gracias por todo y en especial por cuidar de Caterina.

—Caterina ya no existe —sonrió Giulio sujetando a la niña y con cuidado la levantó para sentarla en sus rodillas.

—¿Cómo? —me asusté.

—Te presento a Arabella Di Gennaro —contestó mirando a la niña y luego mirándome a mí.

—¿Arabella Di Gennaro? —repetí asombrada.

—Giulio me sorprendió con ese nombre más que por el deseo de registrarla con su apellido —dijo Giulietta—. Pero fue su deseo, dice que así te llamas.

Mis lágrimas caían al verlo a él, más halagada no podía sentirme.

—Es mi primer nombre—contesté emocionada—. Mi bisabuela se llamaba así, era italiana.

—Qué maravilla, es precioso, no cabe duda que el destino los ha unido a ustedes, tienen tanto en común, son el uno para el otro.

Giulio bajó la cabeza sonriendo ruborizado y yo hice lo mismo.

—Por cierto el pediatra ya miró a la niña y gracias a Dios está muy sanita —disimuló la abuela al notarnos.

—¿De verdad está sana?

—Con un poco de bajo peso y unos cuantos centímetros por debajo de su estatura promedio pero eso se arregla, le recetó unas vitaminas que ya empezó a tomar y un jabón y crema especial para una leve alergia en su piel pero por lo demás está muy bien.

—Gracias a Dios, de la manera en la que la encontré… cualquiera lo hubiera dudado también.

—Es necesario que la paciente descanse —dijo una enfermera que entraba a la habitación rompiendo nuestro encanto—. Y el signore también debe hacerlo, ya es hora de cambiar el vendaje de sus heridas.

—No, no quiero irme —Arabella hizo un puchero.

—¿Te gusta tu nuevo nombre? —le pregunté.

—Mucho, es muy bonito, ¿pero ahora si el signore será mi papá? —preguntó en su inocencia.

Nos hizo reír a todos, yo me apené más, él le dio un beso en su frente y Giulietta la sujetó de la mano para salir.

—Seguramente eso te lo contestarán después —le dijo la nonna—. Todavía ninguno de mis nietos me ha hecho bisabuela pero gracias a ti lo soy, ¿quieres que vayamos a comer helados mientras Eloísa descansa?

—Sí —sonrió muy feliz.

—Y de paso buscaremos un buen salón de belleza donde te cambien la apariencia —insistió.

La niña sonreía y acercándose a mí besándome otra vez y haciendo la señal de la cruz en mi cara, obedeció a “su bisabuela” Giulietta me sonrió y ambas salieron de la habitación.

—Gracias —le dije a él cuando se puso de pie para salir también.

—Sabes que es un placer —se acercó para besar mi frente, sonrió y salió.

La enfermera se quedó conmigo chequeando que el suero estuviera bien.

—Es muy afortunada signorina Alcázar —dijo mientras anotaba sus observaciones—. Su familia no se ha apartado de usted estos días y el signore menos, al menos ya podrá respirar tranquilo.

—Mi familia —repetí en susurros.

—Sí, su familia y en especial el signore Di Gennaro, no cabe duda que usted es muy importante para él —me tomó el pulso.

Sonreí cuando dijo.

—¿Quiénes están afuera? —pregunté.

—Pues aparte del signore que también tiene heridas de cuidado y es huésped en otra habitación, quienes no se han movido de aquí desde que llegaron han sido la signora Giulietta, el esposo de ella, los padres del signore Di Gennaro y la pequeña junto con otra mujer que parece ser su nana. Han habido otras personas que creo son otros familiares pero sólo han venido un momento.

—¿Estas personas han dormido en la ciudad?

—Sí, he han quedado en algún hotel para no moverse.

—Y el signore Di Gennaro… ¿cuál es su condición? —pregunté con disimulo.

—Ya está mejor, perdió una cantidad considerable de sangre pero su padre se prestó a donar la necesaria sin pensarlo, es por eso que está restablecido, las heridas son de cuidado y fue necesario hacer puntos para poder cerrarlas. Quien los haya atacado estaba dispuesto a matar al signore. La marca en su cuello demuestra la fuerza con la que quisieron estrangularlo.

Apreté los labios para no decir nada, no quería recordar lo sucedido.

—Me alegra que este bien y las cosas no hayan pasado a más —exhalé.

—Las noticias no han parado de hablar al respecto —continuó—. La policía ya ha venido varias veces pero la familia Di Gennaro ha pedido mucha discreción y el mismo signore prohibió que se le molestara a usted al respecto cuando despertara. La policía necesita su declaración porque sin duda usted se llevó la peor parte,  afortunadamente el arma punzante no le tocó órganos vitales, ni hay señales de perforación lo cual es un milagro que nadie se explica, ya que asombrosamente en comparación al signore usted no necesitó de una transfusión.

Sabía quién había logrado ese milagro y lo agradecí.

—Tengo sed —le dije a la enfermera, me extrañé al sentir esa necesidad.

—Es normal, está deshidratada a pesar del suero que la sustenta.

Se acercó a una jarra y en un pequeño vaso de cristal me ayudó a beber, muy poco pero bebí.

Me sentí extraña, ya no tenía el sabor amargo como la sentía, era agua normal y por primera vez volvía a sentirla como algo vital, la necesitaba, mi cuerpo quería más pero la enfermera no me lo aconsejó.

El médico que me entendió entró para verme y revisarme, según ahora que ya había despertado el peligro ya estaba pasando aunque la debilidad que sentía me dijera lo contrario. El dolor de cuerpo era demasiado y al verme como una mujer más confirmé lo que había pasado; ya no era inmortal como me lo dijo James, mis poderes se habían ido, era un ser humano como los demás, volví a ser Eloísa, la misma mujer normal que había nacido más de seis siglos atrás, algo que nadie jamás iba a creer. Cuando salieron dejándome sola después de revisarme me quité la sábana para ver las heridas de mis piernas, me asombré llevándome las manos a la boca, no tenía ninguna. Acaricié incrédula mi piel, estaba intacta, realmente estaba desconcertada, mis piernas no mostraban señal de perforación, no había ninguna cicatriz de heridas ni llagas de quemaduras, estaba en shock, no entendía nada.

Por la noche me visitó la familia y él otra vez, verlos a todos desde otro ángulo fue algo que jamás me imaginé.

—Gracias a todos por su preocupación y atenciones —les agradecí.

—Es lo menos que podemos hacer —me dijo Piero—. Giulio dice que te expusiste tú para salvarlo a él, en otras palabras expusiste tu vida por él y eso es algo que nunca dejaremos de agradecerte y de admirar.

Intenté sonreír pero sin saber a ciencia cierta la versión que ellos conocían, Giulio me miró y era mejor esperar saber las cosas por su boca.

—Yo… casi no recuerdo nada, me gustaría saber qué pasó —insistí pero disimulando.

—Es natural querida, debió haber sido algo traumático, para nosotros lo fue al enterarnos —me dijo Christina.

—Lo que realmente queremos es que esos malnacidos que se atrevieron a atacarlos sin importarles quienes eran paguen por lo que hicieron —Enrico sonaba muy molesto—. La policía rastrea sus paraderos desde hace tres días sin poder dar con ellos, las carreteras y salidas están intervenidas por ellos.

Definitivamente no entendía nada y antes de que pudiera seguir preguntando él habló.

—La culpa fue mía, yo le ordené a Francesco detenerse, quería mostrarle otro ángulo de las tierras a Eloísa, caminamos por las colinas, pasamos algunos cipreses y a lo lejos estaban los viñedos, la verdad quería que se enamorara más de este paisaje pero fuimos ajenos a… quienes seguramente nos siguieron y acecharon. Nos atacaron… sin darnos cuenta, estaban armados con puñales y otras armas igual corto-punzantes que fue con una de ellas que me hirieron a mí cuando los quise enfrentar. Al ver eso Eloísa reaccionó lanzándose como una leona sobre el tipo que me hirió porque no bastándole eso quería ahorcarme, le enlazó su cinturón al cuello para asfixiarlo y debilitarlo, cuando lo logró y cayó al suelo lo pateó aturdiéndolo y ganando tiempo para que yo pudiera recuperarme pero estaba débil, fue en eso cuando el otro al ver al compañero en el suelo se enfureció, la golpeó y para detenerla la hirió con una especie de estilete mediano. El asunto se les escapó de las manos, pienso que ellos sólo querían asustarnos en un simple asalto pero nosotros no nos amedrentamos y por eso fue que el asunto acabó peor.

—Ese no fue un simple asalto Giulio —le dijo su padre—. Todos en la Toscana y en la mayor parte del territorio italiano saben quiénes somos, yo no descarto el secuestro, querían secuestrarte a ti para someternos a nosotros y Eloísa casi muere por eso.

Giulio había sido muy ingenioso al mentirles, dándoles esa versión que sin duda era la más creíble.

—Yo secundo lo que dice Piero —opinó Giulietta—. La prueba está en que los dejaron sin más creyéndolos muertos y sin robarles absolutamente nada. Eso es extraño y de no haber sido por la llegada de Francesco a donde estaban ustedes alertado por tu misma llamada, esta escena no sería la que estuviéramos presenciando, los dos perdieron mucha sangre.

—Lo importante es que ambos están vivos y van a recuperarse —suspiró Christina aliviada.

—Pero no descansaremos hasta dar con esos hijos de… —Enrico se detuvo, estaba muy molesto, vaya coraje que Giulio le había hecho pasar a su abuelo—. Esos malditos se valieron del breve mal clima que hubo. ¿Cómo es posible que la tierra se los haya tragado?

“¿Mal clima?” —pensé evitando abrir más los ojos—. “¿Cómo se justificó lo que sucedió en los viñedos?”

—Pues esperemos que haya sido eso papá —le dijo Piero—. Porque no vamos a descansar hasta que todo el peso de la ley caiga sobre ellos.

“¿Ellos?” —pensé, hablaban en plural, ¿pues de cuantos tipos les habló Giulio?

—Con que los muy idiotas hayan creído dejarlos muertos fue ganancia —insistió Enrico—. Están vivos y como dice Christina se van a recuperar.

—Aunque el susto que pasamos no se nos vaya a olvidar —suspiró Giulietta.

—Insisto en que debimos hablarle a la policía sobre Antonella —resopló Piero—. A mí nadie me quita de la cabeza que ella puede estar detrás de esto.

—¡No! —dijimos al mismo tiempo Giulio y yo haciendo que ellos se sorprendieran y nos miraran.

—Ya les dije que no cometan una indiscreción que pueda arruinar su carrera como modelo, no quiero ser el culpable de eso —le dijo Giulio.

—Pero nada le quita ser la principal sospechosa —insistió Piero—. Salió dolida de una relación amorosa que jamás esperó terminar de manera tan abrupta y menos teniendo de testigo a toda la familia, eso fue humillante para ella.

—No creo que ella haya sido —disimulé también, tampoco iba a permitir una injusticia—. Es cierto que debe de estar dolida por… cómo terminó su relación con el hombre que creyó sería su marido pero no creo que haya tenido que ver. No por favor, como dice el signore yo tampoco quiero ser la causante de arruinar su carrera.

—Pues vaya que ustedes se ponen de acuerdo —opinó Giulietta—. Pero está bien, tampoco es justo que se juzgue a la ligera, ya el tiempo dirá si es culpable o no. Lo cierto es que según nuestras hipótesis podría ser el blanco, ya que pagarle a unos delincuentes cualquiera y ordenar un ataque a ambos porque parecía que quien lo hizo los quería muertos a los dos… era la versión más fácil y creíble que podíamos pensar y la más acertada.

—Pero no —insistí—. No creo que ella haya sido por favor, ya no más problemas, recuerden como salió de su casa, necesita tiempo, es mejor que se recupere de esa humillación.

—Humillación que bien podía cobrarse —murmuró Piero—. Donato quiso ponerse en contacto con ella y se ha desconectado de todo. La única respuesta que obtuvo fue la de su agente que le dijo que Antonella no estaba en Italia, ya que por orden médica necesitaba buscar tranquilidad emocional debido a la crisis sufrida para luego retomar los compromisos de su carrera. Muy sospechoso, ¿no crees? Ustedes son atacados en lo que quieran llamar asalto y extrañamente este hecho coincide con que ella no está en el país.

—Padre no —insistió Giulio con firmeza—. Por favor nada de suposiciones y respeten mi decisión de no acusar abiertamente a Antonella, por favor ya no hablemos más de ella.

—¿Cuándo saldré de aquí? —pregunté para cambiar de tema mientras acariciaba la manito de Arabella quien lucía un nuevo “look” de cabello corto a la nuca con un tono más oscuro y flequillo. Se miraba como una preciosa muñequita gracias al gusto de Giulietta.

—Si todo marcha bien para ti en tres días más —contestó Giulio—. A mí me dan de alta mañana pero no pienso dejarte aquí, hasta que salgas me iré contigo a la villa.

—Les agradezco mucho a todos sus atenciones pero siendo así no es necesario que se queden, me apena que estén en un hotel, por favor vuelvan a la villa.

—Nadie va a moverse querida, porque una cosa es que tú sigas hospitalizada y otra que este niño necio decida quedarse por ti, así que todos estamos obligados a quedarnos en Siena. Además es una ciudad preciosa, de las más bellas en Italia por si no lo sabías, este aire medieval aquí me encanta —me dijo Giulietta muy sonriente.

—¿Pero y la empresa…? ¿Los demás miembros de la familia…?

—No te preocupes —me tranquilizó Enrico—. El día del atentado no sólo nosotros nos movimos sino también Donato, Lucrezia y Flavius. Ángelo desgraciadamente sin saberlo ese medio día después del almuerzo regresó a Roma junto con su novia porque ella debía volar al siguiente día para su país pero igual volvió a la Toscana después de despedirla en Roma, la chica les dejó sus saludos a ustedes a través de él y el deseo que se recuperen pronto. Sólo Flavius está en la villa por ahora, Donato y Lucrezia les dejaron sus saludos también, se fueron ayer.

—Y siguiendo el consejo de mi niño artista es necesario que Giulio contrate guardaespaldas permanentes también, lo que sucedió puede ser sólo una advertencia —añadió Giulietta.

—Toda la familia deberá tenerlos ahora, nadie puede confiarse —secundó Enrico.

Exhalé, lo que sucedió o mejor dicho la versión de Giulio había puesto de cabeza la tranquilidad de la familia y yo, era la culpable.

En ese momento una enfermera entró con una bandeja de comida para mí, era la cena. Acercó una mesa especial y la colocó frente a mí, me ayudó a sentarme un poco más derecha y destapó la charola.

—Buon appetito —me dijo en su idioma.

Intenté curvar mis labios, el olor no estaba tan mal, olvidaba quien era ahora, sujeté el tenedor para probar algo pero luego desistí, tomé la cuchara pequeña a la que también hice a un lado, los utensilios me parecían nuevos. Él me notó cuando me enfoqué en algo, me miró sonriente, sabía que iba a comérmelo. En un plato pequeño había una rodaja de pan molde con mermelada, acerqué mi mano, comenzó a temblar, recordé por un momento cómo me gustaba comer esto desde que era una niña, tragué en seco, volver a sentir su sabor… fue algo que jamás me imaginé. Todos me miraban y eso me apenaba un poco, sujeté el pan y lentamente lo llevé a mi nariz, cerré los ojos, la mermelada era de frambuesas, tensé los labios y quise sentir esa sensación un momento, el pan era bastante suave, abrí la boca y le di una pequeña mordida.

—Filippa yo también quiero —dijo Arabella, todos se rieron.

Degusté lo que masticaba, lo saboreé lentamente reteniéndolo en mi boca, volví a cerrar los ojos y gemí, casi lloro. Volver a sentir el sabor de las cosas fue algo que jamás pensé que volvería a pasar y el sabor dulce de la mermelada y la suavidad del pan me había sabido delicioso. Él no dejaba de mirarme porque me entendía.

—¿Está rico? —insistió Arabella.

Asentí y sonreí, le di a probar.

—Mmmmm…. —se saboreó—. Yo quiero, yo quiero, que rica mermelada.

—Cómetelo —se lo di—. Disfrútalo.

—Gracias —sonrió feliz comiéndoselo con ansiedad.

—Seguramente debe ser lo único bueno del hospital, yo odio la comida de los hospitales —murmuró Enrico evitando mostrar desagrado—. Lo siento señorita pero es la verdad —se volvió a la enfermera que se reía.

—Eloísa tienes una manera extraña de actuar —me dijo Piero observándome—. Miras y pruebas la comida como si fuera algo nuevo y extraordinario.

—Después de lo que pasamos es natural —me defendió Giulio—. Con una experiencia así miras la comida con la gratitud de una segunda oportunidad por vivir, aprendes a valorar lo que antes ignorabas, realmente nunca sabes cuándo será la última vez que experimentes las cosas. En momentos así… crees que nunca más podrás hacer nada.

—Es comprensible pero ya no hay que hablar de lo que pudo haberse perdido, la vida lo es todo —dijo Christina acercándose a su hijo y abrazándolo.

—El signore me dijo en España que su señora abuela hacía una pizza exquisita y que era la mejor de toda Italia, me gustaría probarla —les dije mientras mordía otro pedazo de pan.

—Mi niño bello siempre halagándome —sonrió Giulietta son dulzura mirándolo a él y luego se volvió a mí—: Por supuesto querida, te haré la pizza con mucho gusto porque me alegra verte ya con apetito, sé que el del antojo es Giulio así que voy a consentirlo también —le lanzó un beso y Giulio se lo devolvió de la misma manera.

—Y hablando de comida dejemos comer en paz a Eloísa y vámonos nosotros también a cenar —dijo Piero—. Tengo mucha hambre, esto de donar sangre me tiene con mucho apetito.

Todos se despidieron de mí quedándose únicamente él un momento más, ya que su cena estaba también en su habitación.

—Come bien y descansa, al menos sé que ahora no vas a vomitar —sonrió.

—Volver a sentir esto es… indescriptible —susurré—. Nunca pensé que volvería a sentir el sabor de la comida y en verdad aunque sea de hospital la siento deliciosa —mordí un poco de papa con queso derretido.

—Y no sabes cómo me alegra eso —besó mi mano.

—¿Qué fue lo que realmente pasó? —pregunté—. ¿Cómo supieron de nosotros?

—Ya después te lo diré, por ahora descansa, ningún policía o reportero tiene el permiso de acercarse a ti. No hables con nadie, ni siquiera con las enfermeras y los médicos.

—Pero… James y yo peleamos contra Damián cuerpo a cuerpo —susurré para que la enfermera que sacudía un sofá no escuchara—. Lo enfrentamos y nos hizo comer polvo, ¿qué pasó con el rastro de tierra y los agujeros hechos en el suelo? ¿Qué pasó con la grama de esas colinas o los sembradíos de uvas afectados? ¿Qué pasó con el cuerpo de James?

—No te entiendo —frunció el ceño.

—El terreno debe de estar afectado. ¿Qué ha dicho la policía? Y el cuerpo de James… estaba junto a mí. ¿No lo viste?

—La policía ya fue al lugar de los hechos y no han dicho nada, supongo que no hay nada, hasta las noticias deberían decir algo al respecto pero no, no pasó nada más.

—¿Pero y el mal clima del que habló tu abuelo? Tú estabas conmigo, debiste ver las nubes negras y los truenos en el cielo, la tierra tembló y se abrió en fisuras, el viento fuerte casi nos arrastra.

—Fue sólo un momento breve, es verdad que el clima cambió de repente, hizo mucho viento y parecía que iba a caer la peor de las tormentas pero nada más, por lo que yo pude ver todo estaba bien excepto nosotros mismos, sí hubieron relámpagos pero la tierra no se abrió como dices y si tembló no lo sentí. Cuando volviste a la vida y te desvaneciste llamé a Francesco desde mi móvil quien vino hacia nosotros, me ayudó contigo y en sus brazos volvimos a la camioneta y nos vimos en la necesidad de venir a Siena directamente porque era lo más cerca. Del lobo… escuché que susurraste su nombre pero no volví a verlo y Francesco es testigo que no estaba con nosotros.

—No es posible… no puede ser… cuando creí que el cielo y la tierra se iban a abrir… el temblor… los truenos… yo me volví al cuerpo de James para protegerlo y no entiendo lo que pasó, algo lo apartó de mí.

—Te soltaste de mis brazos sí y te inclinaste al suelo, eso me extrañó, sólo sentí una ráfaga de aire muy fuerte y me incliné para protegerte también porque casi nos arrastró a los dos pero… yo no lo vi, él no estaba cuando me encontré contigo.

—Pero, pero… —estaba confundida.

—Sh… —acarició mis labios—. Come y descansa, prometo que después hablaremos.

—Está bien —asentí.

Besó mi frente con ternura y luego salió de la habitación, terminé de comer pensando en lo que había pasado y que no comprendía para nada.

Las noticias en la televisión hablaban del asunto, buscaban una explicación razonable sobre los hechos ocurridos.

“Nuestra bella Toscana se vio sacudida por un leve y extraño mal tiempo la tarde del Lunes” —decía la reportera en la televisión—. “El área afectada fue exactamente entre las colinas de vid que se encuentran a unos cuantos kilómetros sobre la carretera principal en el sector entre Florencia y Siena, específicamente cerca de Val d’Orcia. El informe meteorológico indica que hubo actividad eléctrica en las nubes negras que se encargaron de oscurecer el área por al menos veinte minutos, amenazando con dejar caer lo que hubiese sido una de las peores tormentas pero lo extraño es que no cayó ni una tan sola gota de agua. Los vientos fuertes que azotaron la zona gracias a Dios no afectaron los viñedos y aunque los vecinos de los alrededores insisten en que hubo un leve temblor el satélite no tiene ningún registro de este. Pasada la media hora del suceso el cielo comenzó a despejarse otra vez, volviendo también la calidez del clima veraniego. Los expertos del estado del tiempo siguen analizando el capricho de la madre naturaleza y encontrar una explicación científica para estar preparados la próxima vez y alertar a la población para que tomen sus medidas, nosotros estaremos pendientes con las noticias para seguirles informando.”

No había evidencia de nada, nunca sabrían lo que realmente sucedió.

 

“¿La batalla había sido en un plano espiritual?” —me preguntaba quebrándome la cabeza la noche del tercer día ya estando en mi habitación de la villa, que estaba llena de arreglos florales por parte de Giulio para recibirme. Ya estaba instalada después de llegar de Siena y agradecía estar en la residencia porque definitivamente ya no soportaba la clínica por muy bien atendida que estuviera. Como estaba en fase de recuperación y mis heridas eran de cuidado, pasaba más tiempo en cama que sentada por lo que gentilmente Giulietta dispuso una habitación especial sólo para Arabella y nombró a Filippa su nana oficial para que yo no tuviera el pendiente de preocuparme por ella. Ya la niña por deseo de Giulio pasaba a ser una Di Gennaro y por lo tanto un miembro importante como todos, algo que le agradecía mucho.

Por la noche después de bañarme y de darle su besito de buenas noches a Arabella que había llegado a verme junto con Filippa y después de haber cenado estando ya lista para dormir, tocaron mi puerta otra vez.

—Adelante —contesté reclinándome en el respaldar de la cama.

Él asomó travieso su cabeza y mirándome sonrió, todo nos parecía nuevo o al menos a mí cuyo “estatus” había cambiado definitivamente.

—¿Cómo te sientes?

—Pues con tantas flores es muy posible que se me desarrolle una alergia —sonreí—. Pero te agradezco el gesto, me encantan.

—Me alegra —se acercó a mí y se sentó en la cama—. La verdad si puede ser que exageré y como me dijo la abuela “vas a asfixiarla” pero no sabía qué más hacer y tampoco sabía cuáles son tus favoritas a parte de las rosas así que opté por un colorido estilo de cada una.

—Y están bellísimas.

—Al igual que tú —me miró con detenimiento entregándome dos cosas que me pertenecían.

—Gracias —los miré y después de besarlos me los puse, eran mi anillo y mi cadena con camafeo, suspiré—. Al menos agradezco… conservar mi apariencia —bajé la cabeza.

—Una apariencia que ahora si cambiará, pero quiero que tengas la seguridad de que no lo harás sola.

—¿Qué te hace pensar que soy humana? —levanté una ceja.

—¿Bromeas? —Sonrió sujetando mi mano—. Para comenzar tu piel es muy tibia ahora, siempre nácar y suave pero tibia, además ya comes bien y no por nada estuviste muy mal, tus heridas hubieran desaparecido, ¿no? o al menos los médicos se hubieran asombrado de algunas cosas.

—Pude fingir comer.

—Pero no lo hiciste porque no puedes, todo está intacto en ti Eloísa, tus órganos vitales, la sangre que recorre tus venas. De haber sido inmortal quien me hubiese llevado a mí al hospital debiste ser tú pero fue al revés, al menos lo que he dicho se lo han creído, por favor secunda mis palabras, nadie en esta casa está preparado para saber lo que vivimos.

—¿Qué recuerdas?

—Sólo recuerdo que hablábamos bien, que te estreché en mis brazos, que nos besamos y que en ese instante algo pesado y muy fuerte nos separó con brusquedad, lo vi si a eso te refieres, lo vi una única vez y con eso tuve suficiente para creer en fantasías. Me aterró Eloísa, si ese ser era James tenías toda la razón, con apretar más mi cuello hubiera bastado para que me lo arrancara, igual su zarpazo en mi pecho… —se llevó la mano por encima de la seda de su bata y se acarició—. Me ha dejado una marca de dolor cuya cicatriz dudo mucho que desaparezca.

—Estaba celoso, te lo dije, tuve que atacarlo con mi cinturón de plata para detenerlo y cuando te vi caer al suelo me asusté mucho, tenía miedo que murieras. Lo separé de ti y comencé a alejarme para que me siguiera y se apartara de ti, si nos enfrentábamos era mejor hacerlo a distancia de ti pero Damián se nos adelantó y… —pensé en él otra vez, en ese otro, pero era mejor no decírselo para no asustarlo, sólo rogaba que no regresara por mí—. Fue cuando todo comenzó porque Damián decidió acabar con James de una vez y como yo lo defendiera también me sentenció a mí. Lo que pasó después… nuestra batalla…

—Eso es algo incompresible, no hay cráteres como lo dices, el terreno está limpio como si nada le hubiera pasado.

—No sé cómo ni en qué momento pasamos a otro plano pero así fue porque el cielo se oscureció, truenos y relámpagos azotaban y el viento fuerte comenzó a soplar, lo vi a él transformado en su forma original, vi a los otros cerca de él esperando el momento de atacar pero también vi los cielos abrirse y un ejército hacer acto de presencia. Es algo que confunde y algo que no logro comprender pero así fue, el sacrificio de James por mí me liberó. Ángel me lo dijo después, él me explicó todo pero… son cosas que no logro entender y luego el sentimiento de haber visto a mi familia —me detuve y evité llorar—. Los vi Giulio, después de tanto tiempo los volví a ver.

—¿Fue cuando te fuiste? Moriste unos minutos, ¿te diste cuenta?

—Te vi llorando y sosteniéndome, por eso me di cuenta y lo constaté más cuando… los vi a ellos.

—¿Viste a Edmund? —su rostro se contrajo.

—Sí —asentí mordiéndome los labios—. Lo vi y corrí a él.

Suspiró y bajó la cabeza.

—Reconozco que no quería volver —le confesé—. Quería abrazarlo y besarlo, quería abrazar a mi familia y quedarme con ellos pero… una barrera no lo permitió, no pudimos tocarnos, hablamos y nos escuchamos pero nada más. Mi razón insistía en que me fuera con ellos pero al parecer mi corazón… decidió otra cosa.

—¿No entiendo?

—Yo tampoco lo entiendo y por eso estoy muy confundida, lo único que sé es que se me otorgó una segunda oportunidad y no sé qué hacer con esta vida que me ha tocado.

—¿Cómo dices? —frunció el ceño.

Sabía que podía molestarse pero debía ser sincera con él para que decidiera qué hacer también.

—Debo confesar que… me contradije sin darme cuenta —le dije con valor—. Al principio me encapriché contigo, te busqué por tu enorme parecido con Edmund, quise conocerte, estar cerca de ti y juré tenerte sin importarme si era por las buenas o por las malas. No iba a dejarte así el mundo amenazara con desaparecer del universo y volverse polvo entre la galaxia. Quería sentirte y tenerte, quería que fueras mío, sólo mío y cuando supe que tenías novia me enfurecí, estaba dispuesta a quitar a esa mujer del camino de cualquier manera pero nunca hubiera permitido que te casaras con ella, no iba a perderte así y jura que de haber insistido tú en eso que llamabas relación hubiera tomado medidas, mis medidas que sabes cuáles son, los días de esa mujer iba a llegar a su fin porque yo me iba a encargar de eso. Conocerte para mí fue otra oportunidad, estaba segura que Edmund estaba dentro de ti y sólo tenía que presentarme para que él despertara completamente liberando su alma y que volviera a renacer para mí, anhelaba que al verme y reconocerme nuestros destinos volvieran a unirse y terminar lo que empezamos y no pudimos hacer más de seiscientos años atrás, esa era mi idea. Ese sueño me alimentó desde el primer momento que vi tu foto en el diario, estaba segura que eras él y no sólo por el físico, estaba segura que sólo necesitabas de un llamado que te hiciera recordar a través del tiempo quien eras y lo que yo fui para ti, tu amor, tu Eloísa, tu mujer, tuya y sólo tuya. Pero cuando te fui conociendo yo misma comencé a frenarme y a frenar mi deseo por ti, preferí no precipitarme y saber quién eras en realidad, creí que sólo sería cuestión de tiempo pero entre más nos conocíamos lastimosamente yo me di cuenta que no eras él, no tenías nada de él, no había nada en ti que te hiciera recordarme y eso me llenaba de tristeza. Damián y Ángel me lo advirtieron a su modo pero en mi necedad no les hice caso, insistía en lastimarme y la única perjudicada fui yo misma. Reconozco que te deseé con una ansiedad abrumadora, nada anhelaba más que tus brazos, que besar tus labios, sentir tu cuerpo y entregarme a ti, volver a sentir como mi corazón latía por un amor y como mi cuerpo despertaba al deseo de tenerte y sentir tus caricias. Sí lo reconozco, estaba dispuesta a hacerlo y nada me detenía, en mi insensatez lo hubiese hecho sin pensar en nada más, más que en saciarme por fin después de tanto tiempo. Podría haberte utilizado sin problemas pero ya no sólo era el hecho de tu parecido con él, sino en que definitivamente iba a entregarme a otro hombre, no eras Edmund y eso me aturdió y me dolió. Preferí esperar siempre manteniendo tontas esperanzas y sin encontrar las respuestas del porqué te parecías tanto con él, para mí era muy difícil estar cerca de ti si no podía estar entre tus brazos, si no podía sentir tu boca, si no podía estar bajo tu cuerpo, si no podía someterte a mí, si no podía sentirte como ardientemente lo deseaba. Lo que para ti eran simples horas de trabajo para mí era otro suplicio eterno y ya no sabía cómo controlar la desesperación que comenzaba a sentir. Después llegó lo del viaje a Segovia, tu delirio, lo que te permití hacer y lo que me permití sentir, era como rogar al destino, era gritarle que se apiadara de mí de una vez pero luego otra decepción, no eras él y en el desayuno me lo confirmaste. Tus sueños me desconcertaron pero seguía igual, sin darme las respuestas que necesitaba y para colmo lo de mi imagen que no viste… tu actitud después de eso y tu manera de tratarme terminó de decepcionarme, fue por eso que pensé que lo mejor era dejarte de una vez y tratar de olvidar todo pero luego fuiste tú quien me buscó por orgullo o lo que haya sido, exigiste las respuestas que necesitabas y en ese momento ya no tuve más alternativa que confesarte quien era y mi verdad. Lo hice sabiendo que después de eso se acabaría todo pero la peor decepción no fue precisamente esa sino darme cuenta por fin que nada de lo que te dije lo hizo volver, darme cuenta que realmente Edmund no estaba en ti fue como si lo que tuviera de mi congelado corazón en ese momento terminara de quebrarse en miles de fragmentos para nunca más volver a reponerse. Allí tomé la determinación de ya no insistir contigo, sí, si quería que fueras mío pero debido a eso decidí sacrificarme otra vez y renunciar a ti, al empresario que me hizo ver un espejismo, con el que creí poder engañarme y vivir una tonta ilusión pero otras cosas fueron más fuertes, el recuerdo de su amor pesa demasiado y es intenso.

Giulio me miraba sin poder cerrar la boca y reteniendo las lágrimas, yo bajé la cabeza sin poder detener las mías, la situación tomó otro giro que nos lastimaba a ambos, algo que ninguno de los dos imaginó. Fuimos juguetes del destino, éramos como las piezas del ajedrez y ambos estábamos en jaque.