Capítulo III
La Celebración
El resto del día fue de mucho movimiento. Loui aprovechó su mañana encerrado en su despacho ya que tenía trabajo pendiente y como yo necesitaba a Randolph me lo prestó por ese día. Él se encargó de ordenar el pastel y Tito aunque le cayó de sorpresa mi decisión, prometió tener lista una gran y deliciosa torta de chocolate y vainilla que enviaría al castillo en el ocaso. También Randolph se encargó de llamar a la fundación cultural para que la orquesta filarmónica, la de cámara, el cuarteto de cuerdas o quien estuviera disponible se reunieran a practicar para amenizar con música clásica lo que puso de cabeza al director artístico, ya habían practicado algunas piezas pero el que las cosas se hayan adelantado tampoco les hizo gracia, así que reuniría a los músicos para ensayar y prepararse para la noche. Con algunos nobles pasó lo mismo y como siempre mi querido Randolph dio la cara, no creían que a la reina se le había ocurrido adelantar la celebración del rey y también estuvieron de correr —o al menos sus mujeres— así que también harían lo posible e imposible para acompañarnos esa noche. Luego personalmente me dirigí a la cocina y elaboramos junto con Carlota y Pierre el menú que había dispuesto para esa noche, por lo que después de anotar todo ambos solicitaron el permiso correspondiente para salir de inmediato a hacer las compras personalmente y adquirir todo a su gusto, sabía que podía contar con ellos y harían todo lo posible para que esa noche la comida especial para el rey fuera un éxito.
Durante el almuerzo les tocó a los hombres comer sin nosotras. Regina y yo comimos algo ligero porque esperábamos a la estilista y su equipo que nos haría lucir radiantes esa noche y dispusimos un salón especial para que nos consintieran un momento, después de tanta tensión creo que nos merecíamos un masaje. Aunque tenía vergüenza de mostrar mis manos no tuve más remedio que hacerlo para poder disfrutar de un manicure y un pedicure y antes de que la encargada pegara el grito en el cielo, me limité a decirle que había tenido un pequeño accidente y que no quería comentarios. Ella entendió con mi sentencia que no había visto nada.
Al llegar la noche todo estaba listo, la servidumbre le había dado la vuelta al castillo al derecho y al revés para que la fiesta del rey fuera como yo la quería. Cuando personalmente me encargué de revisar todo y ver que no faltara nada, al sentirme satisfecha me dirigí a la habitación para cambiarme, me había duchado antes de que llegara la estilista quien me había hecho un hermoso moño alto, dejando caer unas cuantas ondas de cabello a los lados de mi cara y en la nuca, a la vez que me había cortado un poco de cabello de adelante dejándolo caer a un lado de mi frente acentuando mi mirada, dándole un toque sutil, romántico y sensual que me gustó mucho. El maquillaje como siempre resaltando mis ojos, una base delicada y delineador natural en los labios así que al estar lista sólo me restaba cambiarme. Escogí un vestido que combinaba la seda y el terciopelo, era color vino y negro muy propio para la noche, largo hasta mis pies, ceñido de la cintura y con un muy sexy escote que dejaba al descubierto mis hombros y el inicio de mis pechos, lo había adquirido la última vez que viajé con Loui pero desde que lo vi pensé para qué lo quería y el día de su estreno había llegado.
Cuando estuve lista y me vi en el gran espejo del armario no me reconocía, la estilista me había hecho el moño con la intención de que pudiera colocarme una tiara pero la verdad no era la ocasión, se trataba de una íntima celebración del cumpleaños del rey, no una cena con fiesta de gala en la que recibiríamos a las delegaciones de los diferentes países, me alegré mucho al saber que no se trataba de eso. Mientras me colocaba unos aretes y la gargantilla a juego escuché que Loui entró a la habitación, afortunadamente el vestido venía acompañado de largos guantes de seda negra, así que nadie sabría de mis moretes y rasguños y me libraría de las habladurías, suficiente había tenido con las del almuerzo en honor a Dylan y no quería que esta vez se repitiera algo igual, sentía que mi paciencia se agotaría de ser así y esta vez no sería benévola como la última vez;
—¿Amor mío estás aquí? —preguntó esa voz que sacudía el suelo bajo mis pies.
—Sí amor —le contesté—. Estoy en el armario.
Un gran chiflido me rozó los oídos. Mi rey se había quedado mirándome embobado y deteniéndose en la puerta del armario se reclinó para tener una mejor vista de todo el panorama, con los brazos y las piernas cruzadas su mirada salvaje me encendió;
—Tan hermosa como siempre —estaba extasiado—. Sin duda mi adquisición más preciada.
Me giré para mirarlo directamente a los ojos y no por el espejo, levantando una ceja en señal de no haber entendido lo que dijo;
—No quiero que te compares con las cosas materiales —dijo acercándose a mí y leyendo mi pensamiento—. Tú eres mucho más valiosa que eso, sin ti yo no sería lo que soy.
—Y yo sin ti tampoco sería lo que soy. —Me ruboricé bajando la cabeza.
—Tú eres toda una reina —besó mi mano sin dejar de mirarme—. Con o sin corona eres mi reina y mi mano derecha, eres mi vida entera.
—Que galante —sonreí aferrándome a su cuello—. Tú también lo eres todo para mí.
Me pegó a su cuerpo, sus ojos me dominaban, él hacía de mí lo que quería, llevó su nariz a mi mejilla y comenzó a inhalar mi perfume, su calor me estaba estremeciendo.
—Estás exquisita —susurró mientras me abrazaba y besaba mi cuello—. Y siento unos enormes deseos de hacerte el amor, ahora.
—No, por favor. —Me sorprendí tratando de mantener la lucidez—. Amor no, ya me arreglé, estoy peinada y maquillada y…
—¿Y quien dice que voy a estropear tu arreglo? —susurró muy sonriente mientras sus manos levantaban suavemente mi vestido—. Sólo quiero tocarte, sentirte, acariciarte y hacerte estremecer aún más.
—Loui no es justo —cerré mis ojos dejándome llevar—. Por favor, los invitados llegaran de un momento a otro y tú todavía no estás listo…
—Por ahora eso no es importante. —Estaba muy ansioso llevando su mano a mi entrepierna—. ¡Dios! Sentir estas medias me vuelven loco.
Su mano apretaba mi pierna al subir, para luego posesionarse de algo más que me hizo gemir;
—Claro que sí… —le dije perdiendo mis sentidos—. Es muy importante que te arregles, eres el anfitrión y…
¡Dios! Ya no podía pensar ni mantenerme en pie;
—Shhhh… —susurró en mi oído—. Prometo que no me llevará mucho tiempo y vas a disfrutarlo tanto como yo.
—Pero Loui… no importa, tómate todo el tiempo que quieras —dije resignada sin poder resistirme.
Sin dejar que me defendiera me giró muy sonriente de espaldas a él, mientras con una mano sujetaba mi cuello y besaba el lóbulo de mi oreja, con la otra ya había introducido sus dedos dentro de mí. ¡Dios! El toque de sus manos me estaba enloqueciendo y comencé a jadear sin poder detenerme. Me inclinó sobre un pequeño tocador donde guardábamos objetos personales y sutilmente me separó las piernas, al darse cuenta que estaba lo suficientemente lista y dispuesta para él hizo a un lado mi panty y me penetró sin pedir permiso, mi cuerpo reaccionó a la tremenda excitación que sentía y a las embestidas de las que estaba siendo objeto, era sencillamente delicioso, el sentir su respiración ardiente sobre mi cuello y el sonido de sus gemidos me excitaron aún más, quería llegar al clímax y ya no podía contenerme, hacer el amor en el momento más inoportuno era excitante, la prisa no me intimidaba. Sus movimientos candentes, rápidos, fuertes y deliciosos me llevaban al paraíso, amaba esa vehemente necesidad de él y de la cual yo dependía, amaba el placer de esas embestidas, amaba sentirlo dentro de mí, amaba su manera de hacerme el amor, lo amaba sólo a él, amaba a mi apasionado rey como jamás imaginé amar a alguien. Cuando llegamos juntos a un abrasador orgasmo y mis fuerzas quedaron en él, comenzó a susurrarme una serie de dulces palabras en señal de su devoción por mí, al mismo tiempo que reposaba parcialmente en mi espalda acariciando mi nuca y besándola a la vez, mis piernas no querían responderme, me temblaban horrible y con un delicioso hormigueo a la vez, sentía que no podía seguir manteniéndome de pie, tendría que disimular mi manera de caminar después de esto, necesitaba recuperar fuerzas para no caerme. Regresando a la realidad y al ver que se hacía tarde lo obligué a meterse a la ducha al mismo tiempo que yo me arreglaba otra vez, me quité los guantes y el vestido quedándome en mi corsé y ropa interior y corrí a asearme de nuevo con todo el arsenal de toallitas húmedas especiales que disponía, busqué otro panty y un protector que necesitaba y me cambié porque el anterior tenía parte de su esencia y la prueba húmeda de nuestro fugaz encuentro. Una vez lista me retoqué el maquillaje y luego en la cama coloqué su esmoquin para que al salir de la ducha se vistiera inmediatamente. Él era el agasajado y como rey tenía que ser el centro de atracción.
Cuando salió me miró deseosamente de nuevo observando mi ropa interior, pero yo lo castigué no permitiendo que me tocara otra vez, aproveché entrar al baño para terminar de asearme completamente y cuando salí, él ya estaba listo e imponente como siempre. Gertrudis tocó la puerta y nos hizo saber que ya todo estaba listo y que nos estaban esperando, corrí a ponerme el vestido y lo obligué a ayudarme ya que por su culpa ahora la retrasada era yo pero en su juego insistía en la seducción, lentamente subía el cierre de mi vestido a la vez que besaba mi hombro, luego —según él moldeando el corsé— apretó mis pechos con ambas manos cerciorándose que estuvieran en su sitio;
—Loui ¿Qué haces? —levanté una ceja y lo observé por el espejo.
—Ayudándote a vestir —contestó muy sonriente.
—¿En serio?
—Por supuesto.
—Entonces podrías quitar tus manos de mis pechos.
—Sólo quería constatar que lo había hecho bien, te recuerdo que soy muy bueno para desvestir no para vestir.
Sonrió pícaramente y me contagió.
—Bueno majestad como puede ver lo hizo bien, ¿me puede soltar? Le aseguro que mis pechos no se van a ir a ninguna parte, no se van a mover de su lugar.
—¿De verdad no se van mover? —frunció el ceño fingiendo concentración y evitando seguir riendo—. Hmmm… creo que aún no estoy muy convencido.
Volvió a apretarlos y mi cuerpo se estremeció.
—Le aseguro majestad que están en su sitio —le dije manteniéndome lúcida, su erección estaba en mi trasero de nuevo—. Si gusta cuando termine la fiesta lo puede comprobar, le aseguro que mis pezones sólo apuntan hacia una dirección.
—¿Ah sí? ¿Hacia dónde? —levantó una ceja.
—Hacia el rey —nos miramos a través del espejo.
—Hmmm… en ese caso me gusta el trato, está bien, me has convencido.
Me giró y nos besamos intensamente, pegó mi frente a la suya y sonreímos en complicidad, cuando salí del armario volví a ponerme un poco de brillo labial y más perfume, estando lista salimos de la habitación a la vez que me ponía los guantes por el camino, bajamos juntos al salón principal donde ya estaban congregadas varias personas y todos comenzaron a aplaudir nuestra aparición. Loui y yo comenzamos a saludar a los invitados uno por uno y mientras él fue llamado aparte por uno de los miembros del consejo yo me reuní con Randolph, Regina, Jonathan y Dylan que ya habían saludado al cumpleañero;
—Deslumbrante como siempre majestad —me dijo Randolph besando mi mano.
—Gracias —le dije un poco ruborizada—. Le agradezco infinitamente toda la ayuda que me proporcionó este día.
—Es un placer, además se trata nada más y nada menos que el trigésimo tercer cumpleaños del rey y gracias a usted ahora ya no pasa desapercibido.
—Hasta ahora el cambio de Ludwig me parece mentira —dijo Dylan mientras se acercaba y besaba mi mano—. Y déjeme decirle que Randolph se ha quedado corto con el halago, ahora entiendo el cambio de Ludwig, ante una mujer como usted cualquiera cambiaría, ese es un poderoso motivo para no volver a ser el mismo.
Las palabras de Dylan me habían ruborizado aún mas, le agradecí su amabilidad siempre yéndome por la tangente. Randolph lo miró seriamente al igual que Jonathan quien también aprovechó la oportunidad para saludarme como es debido, siempre mostrando ese respeto en el que escudaba sus sentimientos. No quería pecar pensando otra cosa, pero su mirada lo delataba, estaba segura que seguía sintiendo algo por mí y eso comenzó a asustarme;
—Regina tú también estás muy guapa —le dije dándole un beso en la mejilla—. El embarazo te sienta muy bien.
—Gracias Constanza, espero que siga así por los meses que restan, el bebé no ha molestado, creo que será muy tranquilo, creo que se parecerá mucho a mí.
Mientras estábamos reunidos algunos nobles nos saludaron y entablaron conversación, me sentía satisfecha por cómo se estaba llevando a cabo todo. La torta del rey era una bellísima obra de arte que Tito se esmeró en hacer, moldeada de forma hexagonal la torta base era enorme, seguida por columnas con diseño griego, hasta llegar a la torta más pequeña al final que coronaba con un moño hecho con pasta de chocolate y adornado con fresas. Todo el pastel estaba cubierto con una muy bien elaborada pasta de chocolate, adornada con fresas y listones del mismo chocolate que lo hacía ver precioso, la torta estaba hecha de vainilla y chocolate así que su sabor era sumamente delicioso. Los sirvientes vestidos con sus uniformes de etiqueta servían aperitivos y vinos, el champagne estaba reservado para el brindis en la cena. Mientras toda la familia entablaba conversaciones con algunas personas, yo sentía sobre mí las miradas de Loui, lo busqué sin poder disimular la falta que me hacía estar junto a él y entonces lo vi, estaba rodeado de algunos nobles que son parte del consejo del parlamento y mientras seguramente hablaban de negocios y planes a futuro, él me miraba a mí, degustaba sutil y sensualmente su copa de vino al mismo tiempo que clavaba sus ojos en mí, recordé la escena que su madre describió en su diario cuando invitó a comer al rey Leopoldo y entonces la entendí perfectamente cuando dijo que deseaba ser esa copa que sus labios tocaban y que la escena le había parecido muy “sensual” Loui era un hombre muy sensual, su atuendo de impecable esmoquin lo hacía ver muy deseable, su cabello húmedo y peinado hacia atrás le llegaba un poco más abajo de sus oídos, al principio de su cuello, al ver su mirada insistente en mí sólo pude pensar una cosa; deseaba estar en sus brazos, arrancarle la ropa, alborotarle el cabello, hacer que me tocara de nuevo y besarlo con desesperación hasta perder el aliento. No había duda que nuestras miradas recordaban lo que hacía un momento había pasado y comencé a ruborizarme aún más con sólo pensarlo y peor aún, las piernas me comenzaron a temblar de nuevo. Necesitaba beber algo muy helado, me sentía un termómetro en su punto más alto y listo para estallar, ese hombre me controlaba con sólo mirarme, me sentía una frágil marioneta a la que le movían los hilos al antojo del titiritero y en el momento en que él lo quisiera. El deseo se avivó en mí de nuevo, lo deseaba, trataba de controlarme para que mi excitación no fuera tan obvia, definitivamente nunca tendría suficiente de él, nunca iba a saciarme la sed que me provocaba, nunca dejaría de estar enamorada de él y sentía que nunca dejaría de amarlo.
El resto de la fiesta continuó de manera normal y daba gracias a Dios que ese día ya estaba terminando y esa mujer no había llegado. Suspiré muy complacida sintiéndome victoriosa en ese aspecto, si esperaba llegar para el cumpleaños del rey mandé sus planes al caño y eso me daba mucha satisfacción. Después de aperturar el baile como monarcas y de disfrutar unas cuantas piezas, nos dispusimos a sentarnos a la mesa y a degustar el banquete preparado;
—Espléndida fiesta majestad, con tan exquisito gusto como siempre —decían algunos nobles.
—Gracias, la verdad todo fue muy rápido y de no haber tenido la ayuda de mi familia no lo hubiera podido lograr sola.
—Y creo que alguien dijo que sólo sería una reunión familiar —susurró Loui sólo para que yo lo escuchara.
—Perdón amor —tragué en seco y tomé un poco de vino para disimular—. Creo que a pesar de eso he sido una niña buena, no creo merecer un castigo.
Su mirada pícara me decía lo contrario y no quise imaginar lo que pasó por su mente, sabía que le había dicho a Loui que la celebración sería familiar pero me fue imposible no hacerlo como antes y aunque traté de inventar miles de excusas, sé que ninguna me valió. Su fiesta de cumpleaños fue por todo lo alto y me daba gusto que así haya sido, así que si mi rey quería darme unas cuantas nalgadas por eso, las recibiría gustosa, es más, deseaba que me tocara de la manera en la que él quisiera, dejaría que hiciera conmigo todo lo que se le antojara.
Después de la cena, las nanas llevaron a los príncipes a sus habitaciones para hacerlos descansar. Regina llevó personalmente al pequeño marqués con sus primos ya que también estaba con mucho sueño y no tardaría mucho en sucumbir en los brazos de Morfeo como mi pequeño Randolph, no así Ludwig y Leonor que esperaban el pastel pero como ya era tarde no era correcto que se desvelaran y que comieran más, no quería que mis príncipes tuvieran alguna indigestión y era preferible que mejor descansaran. El baile continuó un poco más y cuando Regina regresó con nosotros, Loui procedió a cortar su enorme pastel, me pidió que lo acompañara y después de partir un pedazo puso un pequeño trozo en su boca y me pidió besarlo, compartimos el pastel como si se hubiera tratado de una boda y ese beso con sabor a chocolate me prendió aún más, sentía que ya no podía resistirme y deseaba que la fiesta terminara, quería ir a la cama con Loui, quería terminar de darle su regalo, el regalo que a él le gustaba y que siempre quería, hacerme el amor, deseaba entregarme a él de nuevo apasionadamente y que me hiciera suya, como sólo él lo sabía hacer. Pasada la media noche el festejo terminó, poco a poco todos se fueron retirando y hasta que el último dejó el castillo nos dispusimos a descansar, la servidumbre había llevado a nuestra habitación una enorme caja con los regalos que Loui había recibido pero obviamente no los vería hasta el siguiente día, ambos estábamos agotados pero aún así teníamos la energía necesaria para disfrutar un momento de pasión. Cuando entramos a nuestra recámara y al fin estuvimos solos su mirada felina se encendió de nuevo, amaba esa mirada que me excitaba y que me hacía estremecer, ¿Qué poder tenía este hombre sobre mí? Era capaz de provocarme un orgasmo con sólo mirarme;
—¿Vas a castigarme? —pregunté un tanto asustada.
—¿Debería? —preguntó mientras lentamente comenzaba a quitarse prenda por prenda.
—No, creo que todo salió muy bien —traté de controlarme para no arrancarle la ropa de una vez.
—Pero me dijiste que sólo sería…
—Una reunión familiar, lo sé. Pero… ¿Vas a decir que no te gustó la sorpresa?
—No lo niego, si me gustó, me gusta todo lo que haces. —Se acercó a mí, tocando sutilmente mi cara con la punta de sus dedos—. Toda tú me encantas y quiero probarte con fresas y chocolate.
—Mmmm… —musité muy feliz—. ¿Y cómo piensas hacer eso?
—Así… —Me mostró en la mesa un pedazo del pastel bañado con la mermelada de las fresas.
“¡Wow! Siempre sí voy a hacer mi fantasía realidad” —pensé estremeciéndome.
—Loui… ¿A qué horas…? ¿cómo llegó ese pastel aquí?
—Tengo mis trucos de magia —contestó mientras me abrazaba y a la vez bajaba el cierre de mi vestido.
—Ya lo veo Houdini —sentía que la temperatura llegaba al límite—. ¿Hiciste que un pedazo de la torta se escapara y apareciera aquí? Me encanta tu estilo.
—¿Entonces… le damos un buen uso? —susurró en mi oído mientras mi vestido caía al suelo.
—Por supuesto —contesté saboreándome sin poder controlarme.
Me aferré a él con fuerza y terminé de quitar su camisa, lo besé apasionadamente con desesperación como si deseara devorarlo. Sus manos deseosas recorrieron toda mi geografía e hizo que me prendiera de él a horcajadas, estaba con mi corsé, mi ropa interior y mis medias de encaje superiores por lo que al sentirme así, sus manos apretaron mi trasero y me sostuvo de esa manera penetrándome con sus dedos y jugando en mi intimidad hasta llevarme a la cama donde caímos y el deseo se volvió más intenso. Nos besamos hasta perder el aliento y cuando sus besos buscaban mi cuello y los míos sus hombros se levantó rápidamente para traer el pastel a la cama, nuestras caricias nos desnudaron completamente y jugamos en nuestros cuerpos, Loui colocó un poco de la cajeta en mis pezones y después los lamió con suavidad haciendo que el placer me envolviera completamente, pintó mis labios de la misma manera y me devoraba con devoción, puso gotas de la cajeta en mi estómago, en mi ombligo y los lamió hasta llegar a su paraíso. Jugó un momento con una fresa en mi sexo y después de casi hacerme estallar se la comió ansioso, seguidamente separó y levantó mis piernas y comenzó a beber de ahí toda la mermelada que había derramado, el sabor de la fresa se mezcló con el de mi excitación y al sentir su ávida lengua en mi interior no pude seguir conteniendo lo inevitable, un delicioso y sutil orgasmo me envolvió y me hizo tocar las estrellas por un momento. Cuando me recuperé y él se sintió satisfecho fue mi turno, lo acosté e hice exactamente lo que él hizo conmigo, distribuí cajeta en su boca, en su pecho, en su estómago, en su ombligo y cuando lo hice enloquecer después de comérmelo a lengüetazos y mordidas, coloqué más cajeta en su erecto miembro, lo envolví como si fuera una hábil pastelera cubriendo una obra maestra y cuando me sentí satisfecha lo introduje en mi boca y comencé a lamerlo con suavidad y devoción como si se tratara del más exquisito bombón, estaba degustando su miembro, duro, grande, grueso, dulce y suave a la vez, era sencillamente delicioso, sus gemidos me indicaban que también lo disfrutaba pero también llegó el momento en el que ya no pudo seguir controlándose, me acarició el rostro y yo levanté la cabeza para observarlo, me atrajo a él y me besó con fuerza acostándome en la cama, se acomodó en medio de mí y al abrir mis piernas sentí como me penetraba mientras me besaba. Los movimientos de sus caderas comenzaron a ser más fuertes cada vez, hasta que se dejó llevar por su instinto de hombre, la fuerza de su hombría estaba enloqueciéndome y sus deliciosos embistes haciéndome delirar de placer, cuando ya no pudo más el clímax lo abarcó y a mí junto con él de nuevo, llegamos juntos a un delicioso y arrollador orgasmo que nos hizo explotar con la fuerza de un huracán, nuestra fantasía nos había hecho sucumbir al deseo y al placer, Loui era un hombre completo en toda la extensión de la palabra y yo, encima o debajo de él me sentía la mujer más feliz y plena sobre la faz de la tierra. Cuando recuperamos el aliento, el arduo ejercicio nos abrió más el apetito así que nos comimos lo que quedó de la torta, al terminar nos dirigimos a la ducha para quitarnos el dulce, excitante y pegajoso sabor del chocolate, que junto con las fresas se convirtieron en un potente afrodisiaco, que nos había hecho gozar de una plena, íntima y placentera relación sexual.