Capítulo XX
El retorno a la realidad
Casi no pudimos dormir, intentamos salir de Venecia después de la media noche pero el jefe de la policía y el inspector no lo aconsejaron, era mejor salir al amanecer y así fue, a las seis de la mañana llegamos al aeropuerto donde Ícaro nos esperaba y después de pasar una minuciosa revisión tanto en el interior como en la parte mecánica, una vez que estuvo listo volamos de regreso a Turín, nuestros días de vacaciones se habían acabado.
Cuando llegamos a Turín ya las camionetas nos esperaban pero Loui quería salir inmediatamente para Bórdovar, la cuestión era que Regina y Jonathan no estaban listos todavía y él no quería dejarlos en Turín, teníamos un buen dilema en pleno aeropuerto;
—Gracias Dios llegamos aquí pero no podemos arriesgarnos —decía el rey.
—Yo no… contaba con esto —le dijo Regina—. Tengo muchas cosas que hacer y si nos vamos a Bórdovar tenemos que llevar mucho más equipaje porque no sabemos el tiempo que estaremos allá, incluso tengo que llevarme a Margarita la nana oficial de mi pequeño, esto es un caos Ludwig no me pidas que viaje hoy mismo.
—Igual yo, debo de hacer muchas cosas en la clínica —dijo Jonathan—. A más tardar pasado mañana ya las tendré listas y aunque no me hace gracia dejar mi trabajo a la deriva sé qué debo hacerlo por seguridad, pero necesito estos días.
Loui y yo nos miramos con resignación;
—No me quedaré tranquilo, es muy posible que Juliana esté aquí —insistió.
—La seguridad que tenemos es suficiente —le dijo Regina—. Prometo no salir del château sin una razón, además Jonathan saldrá con la escolta también, sólo serán dos días, ten paciencia, estaremos en comunicación para que estés tranquilo, nadie ajeno entrará al château lo prometo.
—No recibas nada, ni siquiera flores, ni siquiera correspondencia, absolutamente nada.
—Lo prometo, te haré caso, puedes estar tranquilo.
—Está bien, nosotros seguiremos directo, en dos días mandaré a Ícaro para que venga por ustedes, ¿Les parece?
—Me parece excelente, con tanto equipaje será lo más conveniente, gracias.
Nos despedimos de ellos y cuando abandonaban la pista nosotros subimos a Ícaro de nuevo, haríamos escala en Madrid y en Lisboa y luego volaríamos directo a Bórdovar. Gracias a Dios el viaje fue tranquilo, placentero, tomando en cuenta que mi estrés volvía al ataque al saber que regresábamos a nuestra realidad. Llegamos a nuestro destino al atardecer, el mismo Randolph nos esperaba con las camionetas en el aeropuerto y cuando estuvimos listos nos llevaron al castillo, por fin y gracias a Dios estábamos en casa de nuevo;
—¿Alguna novedad Randolph? —le preguntó Loui a su mano derecha.
Nos miró fijamente y su tensión se hizo notar;
—¿Qué pasa? —insistió.
Randolph me miró y tensó la mandíbula;
—No oculte nada por favor —le dije—. No oculte las cosas por mí, necesito estar al tanto de todo y necesito saber.
Loui exhaló notando el semblante de Randolph, sujetó mi mano;
—Randolph no quiero ocultarle nada a Constanza, dime delante de ella qué pasa.
Nos miró y exhaló también;
—Ella volvió —contestó resignado.
Loui tensó la mandíbula y yo tragué en seco;
—¿Cómo lo sabes? —preguntó apretando mi mano.
—Ella misma llegó al castillo hace cinco días.
Giré mi cara hacia la ventana y exhalé, la francesa había vuelto y lo había hecho por una sola razón; por él, volvíamos de nuevo al estúpido juego;
—También entre la correspondencia que ha llegado… —continuó Randolph—. Hay una carta que seguramente le alegrará.
—¿Y de quién es?
—De Dylan.
Por alguna razón mi piel se erizó y tuve que contener la respiración para no ser tan obvia, podía ser su respuesta positiva o negativa. El rey besó mi mano y el resto del viaje lo hicimos en silencio.
Al llegar al castillo bajé sin decir nada e instalé a los niños en su habitación, pedí que cenaran algo ligero debido al viaje y al vértigo que podían tener y después de bañarlos y arreglarlos para dormir, los dejé en su habitación y regresé a la mía con un fuerte dolor de cabeza. Sentía un malestar en los hombros y sabía que era tensión, la tensión a todo lo que nos rodeaba, la presión de los deberes, la intromisión de esa mujer de nuevo y los ojos de Juliana sobre nosotros, por primera vez mientras caminaba por los pasillos del castillo me parecían más fríos y enormes, estaba comenzando a sentir que eso no era lo quería para mí ni para los niños, sentía que ya no sabía qué pensar. Llegué a la habitación y vi todo el equipaje, negué con la cabeza, busqué una de mis pastillas en mi bolso y con la poca agua de botella que tenía también en mi bolso me la bebí, me acosté un momento en la cama boca abajo sin querer saber nada más.
Sentí que había sido sólo un momento, unos cortos y tibios besos en mis hombros, nuca y cuello me estremecieron y me hicieron despertar, él estaba a mi lado y en mi melancolía me giré y lo abracé, sentía que nuestra vida se había vuelto una pesadilla que para colmo aún no comenzaba;
—¿Te sientes mal? —me preguntó besando mi nariz.
—Un leve dolor nada más, ya me tomé la pastilla.
—Es la tensión —acarició mi frente—. Por favor trata de estar tranquila.
—Como si eso fuera tan sencillo —suspiré.
—Seguiremos con nuestra vida normal, no tiene porqué alterarse.
Lo miré con el semblante de hacerle ver que ni él mismo se había creído lo que dijo;
—¿Qué tanto hacías en tu despacho? —pregunté para cambiar la conversación.
—Poniéndome al corriente de todo —se acostó a mi lado exhalando—. Sólo fueron menos de dos semanas de ausencia y se acumula todo.
—¿Viste la carta de Dylan?
—Sí.
—¿Y?
—Manda sus saludos de año nuevo y dice que ya meditó su decisión, lo pensó muy bien.
Suspiré, sabía que no aceptaría;
—Vendrá la próxima semana —continuó.
Lo miré asombrada sin saber si había escuchado bien;
—Así es, Dylan aceptó ser el médico veterinario de nuestros animales.
Me sentía tanto en shock que me limité a tensar la mandíbula, en el fondo quería reír pero mi ceño fruncido me lo impidió, no quería que Loui pensara otra cosa;
—Al menos una buena noticia —me limité a decir—. ¿Y esa mujer qué?
—No sé qué es lo que busca.
—¿No sabes? Es obvio, te busca a ti.
—Constanza…
—No quiero hablar de eso.
Me atrajo hacia él e intentó besarme, lo esquivé;
—¿Qué pasa? —preguntó desconcertado.
—Dile de una vez que se vaya.
—Amor mío no puedo mostrarme descortés, con que no la reciba y le de confianza es suficiente.
—No es suficiente —intenté separarme pero él no me dejó.
—Amor mío no comiences de nuevo, hemos estado muy bien estos días, más unidos, más cerca, amándonos, disfrutando y siendo uno, no echemos las cosas por la borda y menos ahora que en unos días celebraremos otro aniversario de bodas eclesiástica.
—No es justo Loui, no es justo que cuando creemos que todo está bien es cuando comienza a oscurecerse el panorama.
—Constanza estamos juntos tú y yo, tenemos a nuestros hijos, a nuestra familia, eres mi todo, te amo y me amas, te tengo y me tienes, eres mía y soy tuyo, puedes tener el mundo a tus pies, ¿No es suficiente? ¿Qué más quieres?
“Una vida normal” —pensé reflexionando en sus palabras—. “Una vida normal haría todo perfecto”
—¿Amor mío…? —insistió al verme callada y pensativa.
—Tienes razón, creo que no debo quejarme, lo tengo casi todo.
—¿Casi?
—No me hagas caso —intenté sonreír—. Creo que el dolor de cabeza ya no me permite pensar.
Loui me miró sin estar convencido por mi respuesta y yo, ya no sabía disimular;
—Descansa, iré a darme una ducha —besó mi frente intentando sonreír y se levantó de mi lado, sabía que había fingido y lo que dije no le había gustado. Asentí en silencio.
Suspiré cuando cerró la puerta del baño, no quería pensar que estaba molesto, es más no quería pensar en nada, abrí mi cajón y saqué el diario de la reina quería divagarme un momento retomando la lectura;
*****
Al día siguiente mis ánimos estaban por el suelo, no tenía ganas ni de comer, una enorme tristeza me embargaba y todos lo notaban, Leo acariciaba con melancolía mi mano en la mesa para darme ánimos con su cariño, Tita se limitaba a suspirar para sus adentros a la vez que intentaba comer en silencio ante la mirada del duque que tristemente también la observaba mientras bebía su taza de café, ninguno de los cuatro estábamos con ánimos de hablar.
—Espero que hayan pasado una semana inolvidable —dijo el duque rompiendo el silencio del ambiente.
—Sin duda llena de sorpresas —le dijo Tita sin dejar de ver su plato de frutas, él volvió a beber su café mirándola fijamente.
—Lo bueno es que no será la última vez que vengan. —Leo besó mi mano y yo lo miré intentando sonreír—. Ambas son muy bienvenidas y pueden regresar cuando lo deseen.
—Gracias, gracias por la amabilidad y la hospitalidad —le dijo Tita.
—¿Leonor…? —me miró con esa mirada que no podía resistir y que estaba comenzando a dolerme.
—Sí claro, gracias, cuando tú quieras.
Besó mi mano.
Terminamos de comer y nos retiramos a nuestras habitaciones para ultimar detalles, no sin antes el duque le pidiera a Tita acompañarlo un momento al despacho, por lo que yo me adelanté para tener todo listo. Leo debía dejar unos asuntos arreglados por lo que sólo me dejó en la puerta de la habitación, me besó intensamente al notar mi melancolía y yo sin saber cómo actuar abrí la puerta.
—En media hora vendrán por el equipaje, nos reuniremos en el vestíbulo.
—Está bien.
—Leonor cariño no quiero verte así, todavía tenemos un par de días para estar juntos.
—Lo sé.
—Ya no estés triste, no me gusta verte así, pareciera que te desconectaras de todo, no pareces la misma chica alegre y llena de vida, mi misión es hacerte feliz no ser motivo de tristeza.
—Leo… —lo abracé intentando no llorar—. Me haces feliz, muy feliz, es sólo que… esta ausencia a la que debemos someternos siento que no la voy a soportar, te quiero, te quiero mucho y…
—Sh… —besó la punta de mi nariz sujetando mi cara entre sus cálidas manos—. Será un suplicio también para mí y una prueba más, creo que tendré quince días libres en seis meses y lo primero que haré será volar a Barcelona para verte.
—Leo… esas visitas furtivas me hacen daño, me han hecho daño desde que te conozco, pero ahora me hieren más, extrañaré estar en tus brazos, extrañaré tu calor, extrañaré tus besos, siento que…
Una lagrima rodó por mi mejilla y mi voz que quebró, ya no pude más, esta separación iba a afectarme y mucho. Leo limpió mis lágrimas con su pulgar, besó mis labios tiernamente, pegó su frente con la mía, cerró los ojos y suspiró, no podía ser egoísta y pensar sólo en mí, él también sufría y no debía permitir que sintiéndose mal lo hiciera también por mi inmadurez, así que besé la punta de su nariz también, sujeté sus manos y las besé a la vez que sonreí, me tragué mi tristeza y sonreí para él, sonrió también y yo entré a la habitación, pero una vez que cerré la puerta me dejé caer sentada al suelo y en mis rodillas enterré mi cara para llorar de nuevo, necesitaba desahogarme para que no me viera llorar en lo que restaba del viaje, ya una vez que toda mi fantasía se acabara tendría tiempo para llorar lo suficiente sin que él lo supiera.
Cuando me calmé y ordené todas las maletas para que sólo llegaran a buscarlas en ese momento Tita llegó a la habitación llevando algo en sus manos, cerró la puerta e hizo lo mismo que yo, se reclinó en la misma y llevó una mano a su boca, comenzó a llorar también sin poder controlarse. Al verla me asusté y corrí a abrazarla y a llevarla a la cama, se sentó y yo a su lado, me sorprendí ver lo que tenía en su mano.
—Tita ¿Qué pasó? ¿Por qué lloras? ¿Te hizo algo el duque?
—Ay mi niña, siento que mi corazón ya no resistirá.
—Abuela no me digas eso.
Corrí a buscar un pañuelo de mi bolso para limpiar sus lágrimas, Tita había sido una mujer fuerte y no asimilaba verla derrumbada, el precioso alhajero que tenía en su mano me decía que era lo que causaba sus lágrimas.
—Abuela dime —evitaba llorar más y acompañarla—. ¿Qué es lo que tiene así?
Limpió sus lágrimas y suspiró, no dejaba de ver el alhajero.
—Él… —comenzó a titubear—. Me ha demostrado que siempre estuve en su mente y en su corazón, él nunca dejó de amarme.
—¿Y hasta ahora te das cuenta? —intenté sonreír—. Abuela, eso él te lo hizo ver desde que llegamos. ¿Qué te hizo cambiar de parecer?
—Esto —me mostró el alhajero de madera tallada.
—Abuela es precioso —lo observé detenidamente—. ¿El te lo dio?
—Lo mandó a hacer exclusivamente para mí en… 1,932 y su idea era… regalármelo con la intensión de… que en su interior llevara el anillo que…
Tita se derrumbó de nuevo, no la había visto así, siempre se mostró fuerte, decidida y esta situación comenzaba a afectarle, realmente temía porque su corazón ya no resistiera tantas emociones fuertes.
—Ya Tita, por favor, no te pongas así, no ahora que debemos volver.
—Sin duda ya no podré volver a ser la misma, han sido demasiadas emociones y ahora te entiendo perfectamente, yo nunca creí que mi Ludwig… jamás imaginé que se trataba de un príncipe de verdad, él en sí nunca me lo dijo, quería que me enamorara de él por el hombre “normal” que era y lo hice, a mí no me importaba su posición, sabía que tenía rangos nobles pero jamás que era un príncipe verdadero, me enamoré de él, del hombre que me mostró, creí que había superado todo esto pero no, los recuerdos y los remordimientos regresaron y no van a dejarnos en paz.
Suspiró limpiando sus lágrimas de nuevo y abriendo el alhajero me mostró el contenido.
—Mira —continuó—. Ludwig ha guardado esto por cuarenta y seis años, en el interior está tallado mi nombre, en este pequeño frasco guarda el polvo de una flor que le di la última vez que nos vimos, la cuidó hasta donde pudo pero de ella solo queda polvo, era un tulipán color rosa. Me dijo que deseaba pedir mi mano a través de este alhajero que portaría el anillo de compromiso que nunca llegó a comprar, en su lugar mandó a elaborar este collar con perlas legítimas colgando un camafeo que porta un retrato mío, un retrato mío que él mandó a pintar en miniatura. Mi retrato estuvo con él hasta que se casó al igual que el collar que representan sus lágrimas por mí, luego guardó todo, pero estas cosas seguían en su corazón y acompañándolo en silencio por todos estos años, incluso dice que…
Las lágrimas de Tita seguían cayendo sin parar.
—Tranquila Tita —besé sus manos—. Es una hermosa historia que debe de halagarte más, el enojo que sentía por él ha desaparecido porque te sigue amando, te sigue venerando a pesar del tiempo, es un amor envidiable que lo hizo tragarse su orgullo y doblegarse para abrirte su corazón y confesarte todo esto.
—Ay mi niña, si tan sólo pudiéramos volver el tiempo… pero ya no se puede, Ludwig dice que en su testamento pidió que este collar, mi retrato y este frasco con el polvo de la flor lo acompañen en su féretro…
Tita se derrumbó de nuevo y la abracé, sabía el dolor que sentía, era una dolorosa petición, sólo de imaginar que mi Leo me pidiera algo así sentía que me iría con él.
—Tranquila Tita, no pienses en eso, él es un hombre sano y fuerte todavía y tú una gran mujer con muchos años por delante, van a recuperar el tiempo perdido y van a disfrutar los años dorados de su amor.
—Dios te oiga mi niña, lo creí muerto y ahora que lo vuelvo a ver si lo pierdo de nuevo…
—Sh… no será así —besé su frente y acaricié su cara—. Ya verás que no, es una segunda oportunidad que el destino les brinda, aprovéchenla y recuperen el tiempo perdido, se lo merecen, merecen ser felices juntos.
Tita limpió sus lágrimas y sonrió, me mostró tres fotografías de él que ella le pidió para tenerlas como recuerdo y al verlas, me asombré al observar el enorme parecido con mi Leo, eran idénticos, parecían gemelos, las fotos obviamente un poco descoloridas pero al igual que a Tita a mí también me hicieron suspirar. Era realmente guapísimo, igual a mi Leo sólo que con el pelo más corto por la época, en una de las fotografías estaba presumiendo su auto, usaba unos lentes especiales para conducir y una boina, a pesar de eso se miraba muy bien, en otra se mostraba serio observando quien sabe qué pero por el traje que usaba deduje a qué se debía, era el día de su boda y en la tercer foto me derretí por completo, se la tomó en Madeira el mismo año del cumpleaños de Tita, estaba sentado en un sillón mirando seriamente a la cámara, a pesar de eso se miraba guapísimo, ahora entendía porque la abuela se había enamorado de él dejándola ciega sin poder ver a otro, el duque era extremadamente bello en 1,927 y esa mirada, su expresión, sus labios y todo él podía hacer que cualquier chica se desmayara con el sólo hecho de verlo, la imponente belleza de los Waldemberg sin duda era su sello personal. Al momento tocaron la puerta y abrí, ya venían por las maletas, cuando sacaron todo —incluyendo la jaula de Lorenzo y el acuario de Dorotea— Tita guardó el alhajero en su bolso y juntas observamos suspirando la lujosa habitación que nos había cobijado durante una semana, la melancolía nos abarcó y antes de volver a llorar preferimos recordar las cosas bonitas vividas, sujeté a Florentina entre mis brazos y las tres bajamos al vestíbulo, estaban esperando por nosotras, ya era hora de volver a casa.
*****
Esta parte de la historia me había hecho tener un nudo en la garganta, al igual que Isabella y mi suegra si mi Loui me pidiera algo mío que llevarse al otro mundo me haría derramar lágrimas, era algo para lo que no estaba preparada y pensarlo me deprimía extremadamente más, rogaba a Dios no sentir tan horrible dolor, no iba a soportarlo. Cuando estuvimos listos nos preparamos para dormir, él se acostó a mi lado y al verlo exhalando, cerrando sus ojos e intentando descansar me acerqué a él, acaricié y besé su pecho, me abrazó. Subí hasta su cuello inhalando su delicioso perfume;
—Te amo, es todo lo que sé —susurré en su oído.
—Yo también te amo, más de lo que puedas imaginarte —acariciaba mi cara.
Al llegar a su boca me buscó, nos besamos intensamente, deleitándonos, saboreándonos, estremeciéndonos, era un beso apasionado pero a la vez lleno de ternura, de necesidad, de compresión, de anhelo, de amor, cuando dejó mi boca besó mi nariz, mi frente y llevando mi cara a su pecho me estrechó con fuerza, no habíamos descansado bien y necesitábamos hacerlo, lo abracé también y acariciando su cabello lo arrullé, se durmió y sin darme cuenta yo también me quedé dormida.