Capítulo XXVI

 

La confesión de Jonathan

 

Después de acostar a los príncipes me dirigí a la habitación, otro día más había terminado, otro día igual y con la misma incertidumbre de no saber nada de esa mujer y su amenaza sobre nosotros. Cuando estuve lista para dormir y aprovechando la ausencia del rey que todavía departía con los demás, mientras estaba en mi cama aproveché para leer un poco más del diario, me había hecho falta la lectura y la deseaba con ansiedad.

***

Los carruajes cerrados estaban listos esperándonos y mientras los sirvientes acomodaban todo el equipaje y mientras yo me aferraba al brazo de Leo a la vez que él acariciaba mi barbilla, el duque apareció, Tita que estaba próxima a subir al carruaje se giró para verlo al escuchar que él la llamó, estoy segura que su corazón brincó, ambos tenían su amor a flor de piel todavía y merecían esa nueva oportunidad ahora que se habían vuelto a encontrar, ella me miró y yo sonreí, entendió lo que le quise decir. Leo y yo subimos al carruaje para darles a ellos un poco de privacidad al momento de despedirse.

—¿Me permites un momento? —le dijo el duque. Tita se acercó a él.

Fingiendo indiferencia y mientras me distraía acariciando a Florentina pude escuchar un poco lo que hablaron.

—Me hubiera encantado ir con ustedes, al menos tenía la excusa de poder viajar con Leopoldo, llevarlo a Inglaterra directamente y dejarlo instalado pero en ausencia de Karl no puedo dejar las riendas del reino ni siquiera por unos días, lo siento.

—Entiendo no te preocupes —le dijo Tita bajando la cabeza, seguramente no quería que la notara que había llorado.

—Isabella… —sujetó su mano y la acarició llevándola a su boca—. Ahora que te volví a ver… no pienso desperdiciar más mi tiempo. Has sido la única mujer para mí, la mujer de mi vida y voy a luchar con lo que me reste de fuerzas para lograr tu perdón y para que me des la oportunidad de demostrarte lo que vales para mí.

—Ludwig…

—No quiero peros, ni excusas —la interrumpió—. No las hay, por mi parte voy a luchar contra quien sea o lo que sea para… tenerte junto a mí el poco tiempo que…

—Ludwig por favor… —Tita puso sus dedos en los labios de él—. No hagas esto más difícil, suficiente ha sido el volver a encontrarnos como para ahora separarnos de nuevo pero creo que así debe ser, tú tienes una vida y yo la mía, no podemos hacer nada más.

—¿Una vida? He tenido una vida vacía y ahora que volví a encontrarte pienso llenarla de nuevo, como antes, como cuando te vi la primera vez, como cuando nos conocimos, ¿Y tú?

—¿Por qué tan callada cariño? —me preguntó Leopoldo haciéndome brincar y sacándome de mi “metiche” concentración.

—No, nada —contesté—. Ya sabes, esta separación… no sé, no sé lo que siento, sólo sé que no estoy bien y no sé cómo le voy a hacer para soportar la distancia que se cierne sobre nosotros, no me parece justo, es todo.

Acarició mi cara y besó mi frente, suspiró sobre mi piel, esa sensación me estremeció, la tibieza de su aliento activaba mi piel la que ya era muy sensible a él.

—Lo siento —le dije dándole un beso en la mejilla—. Sé que debo ser fuerte, lo haré y lo haré por ti, quiero estar a tu altura, quiero que estés orgulloso de mí.

—Cariño, preciosa —besó mis labios suavemente—. Eres perfecta para mí, eres lo mejor e independientemente siempre estaré orgulloso de ti, tú eres mi razón de ser desde que te conocí y haces que el peso de mis obligaciones sea más liviano, ¿y sabes por qué? Porque llegar a ti es mi meta.

Sonreí por sus palabras y nos besamos con fuerza, estaba muy enamorada de él, sentía que lo amaba con todas las fibras de mi cuerpo y alma y aún así no era suficiente para mí, era un amor inexplicable, ardiente, sublime, él fue mi primera ilusión que se hizo realidad y sé que sería el primero y el único en muchas otras cosas más.

Cuando Tita subió al carruaje ayudada por el duque, él volvió a besar su mano y después de despedirla hizo lo mismo con nosotros.

—Eres lo mejor para mi nieto —me dijo después de besar mi mano también—. No pudo haber sido mejor, no hay otra como tú, eligió muy bien, serás una digna compañera para él, estoy más que seguro de eso.

—Muchas gracias excelencia —bajé mi cabeza para reverenciarlo, él sonrió.

—Cuídate mucho Leopoldo —se dirigió a él con un apretón de manos—. En cuando regrese Karl te haré una visita, estoy ansioso por respirar otros aires —sonrió y le lanzó una mirada a Tita entre reojo que Leo y yo entendimos muy bien.

—Por supuesto abuelo, sé que eso te va a sentar mucho mejor. —Leo sonrió.

Los carruajes avanzaron y Tita se limitó a suspirar, respetamos su melancolía, pronto llegaríamos al puerto y pronto, abordaríamos el barco que nos llevaría de regreso a casa.

***

El sonido de mensaje de mi móvil me desconcentró, cerré el diario y lo miré, me asusté;

“Mil perdones por ser tan inoportuno, entenderé si piensa que es una falta de respeto hacia usted pero sólo quería decirle que ya registré su número para saber contestar la próxima vez, porque en realidad deseo que haya no sólo una sino muchas comunicaciones así” 

¡Dios! Abrí mis ojos y evité que la quijada se me cayera, era un mensaje de Dylan, la mano comenzó a temblarme, al momento otro;

“Le confieso que me hizo feliz escuchar su voz de esta manera, le deseo una feliz noche, hasta mañana.”

Estaba nerviosa, rígida, helada, no podía reaccionar, para colmo no pude contestarle porque en ese preciso momento escuché que Loui entraba al salón de la habitación y lo único que se me ocurrió hacer fue borrar los mensajes inmediatamente, si él los miraba el castillo iba a sacudirse. Antes de que entrara a la recámara coloqué de nuevo mi móvil en mi mesa de noche y tomando el diario de nuevo fingí leerlo concentrada, evitaba ser tan obvia;

—¿Te he dicho ya lo hermosa que te ves mientras lees? —dijo cuando entraba y se acercaba a mí.

Brinqué y lo miré, necesitaba olvidar lo que Dylan había hecho;

—Muchas veces —sonreí a la vez que guardaba el diario en mi cajón.

—Y no me cansaré de decírtelo —sujetó mi barbilla y me acercó a él acariciando mi nariz con la suya.

—Y yo quiero escucharlo siempre —susurré deseando probar sus labios.

Me besó atendiendo mi deseo, nos disfrutamos, el sabor del vino en su paladar me embriagó, acarició mi cuerpo y yo comencé a desvestirlo, él hizo lo mismo, nos confundimos entre las sábanas e hicimos el amor de nuevo.

Por la mañana aprovechamos desayunar todos en uno de los salones que tenía una terraza para disfrutar la maravillosa vista invernal, no estaba nevando, ni haciendo viento helado pero si estaba un poco frío, aún así quisimos disfrutar un desayuno en familia en un lugar diferente al comedor antes de que cada quien comenzara su labor diaria.

Cuando terminamos Loui y su mano derecha se retiraron al despacho como siempre, Regina se apresuró con el pequeño marqués junto a su nana a cambiarlo de nuevo porque el babero no fue suficiente, así mismo los gemelos y mi pequeño se encaminaron con sus nanas a sus habitaciones porque debíamos comenzar las tutorías, así que mientras nos adelantábamos y Dylan se quedaba un momento más en la mesa leyendo el diario matutino, Jonathan me alcanzó y sutilmente hablamos un poco más en privado mientras me dirigía a mi habitación;

—Me da gusto que las cosas hayan mejorado —le dije.

—Gracias a vos —dijo sin rodeos.

—¿Cómo?

—Sé que Regina cambió porque vos hablasteis con ella, creo que eso no se vale, por ella misma no toma la iniciativa.

—Jonathan… —me detuve un momento intentando digerir.

—No la justifiquéis —me miró con el verde oscuro de sus ojos—. Tiene sus arrebatos de niña y en algunos casos necesita orientación, si vos no le hubierais dicho nada ella no hubiera ido a buscarme.

—Bueno pero me alegra ser de ayuda, al menos se reconciliaron.

Me miró tragando en seco, tensó sus labios, retuvo el aire y se acercó más a mí;

—¿Queréis saber lo que pasó?

—No —contesté recordando lo que Regina me dijo.

—Por un momento os vi a vos en ella —susurró muy cerca de mí—. Cuando me besó la aparté de mí porque deseaba una explicación a su comportamiento pero no lo hizo y volvió a besarme, mi mente se nubló y por un segundo vi que erais vos la que estaba conmigo, olvidé todo, sentí que acaricié vuestro rostro, vuestra piel y me dejé llevar, el subconsciente me engañó, debo de confesaros que tomé a Regina en ese escenario sin detenerme a pensar en nada más que en vos, sentiros en mis brazos me excitó más y no pude detenerme, en otras palabras hice el amor con vos no con ella.

Con mis ojos más abiertos de los que los podía tener y mi boca en el suelo, la confesión de Jonathan me había dejado sin habla y mi cuerpo se había estremecido respondiendo a sus palabras, mi mente estaba bloqueada. Sus ojos verdes sobre mí fijamente me intimidaron, nunca esperé lo que Jonathan me acaba de decir y palidecí más cuando desvié mi mirada atrás de él, Dylan nos miraba fija y seriamente, lo había escuchado, sin decir nada más dio la media vuelta y se fue, iba molesto, sentí que me faltaba el aire, debía hablar con él, debía alcanzarlo y aclarar las cosas, si le mencionaba algo al rey sobre esto iba a suceder una desgracia;

—¡Dylan! —lo llamé pero se perdió en los pasillos.

—¿Qué pasa? —preguntó Jonathan seriamente.

—Pasa que Dylan debió escucharte —le dije molesta—. Ahora debo hablar con él y arreglar la situación.

—¿Y a él que le interesa? —insistió delatando sus celos.

—Jonathan basta —le dije conteniendo mi paciencia—. Debo hablar con él y aclarar las cosas antes de que… le haga algún comentario a Loui.

Pasé mis manos por mi cara y cabello, comencé a respirar aceleradamente sin saber qué hacer, Jonathan intentó controlarme pero no lo dejé. Sin decirle nada más me alejé y corrí hacia mi habitación, necesitaba pensar, necesitaba controlar mis nervios. Antes de llegar a la habitación encontré a una de las sirvientas y le ordené encontrar a Dylan y citarlo de mi parte en el salón Beethoven lo antes posible, necesitaba hablar con él y dejarle claro las cosas, debía abrirme más y confiar en él, necesitaba que me fuera más fiel a mí que a su propio amigo.

Salí del baño y me arreglé frente al tocador, necesitaba controlarme y hablarle a Dylan de la mejor manera, intentaba no mostrarme nerviosa pero me era imposible ocultar mi nerviosismo, era muy notorio y no encontraba la manera de poder controlarme.

Cuando me disponía a salir rumbo al salón el azote de la puerta de la habitación me asustó, comencé a respirar aceleradamente, sabía que era Loui, me sentí mareada, sabía que estaba molesto, tragué en seco. Entró a la recámara furioso y me encomendé a Dios por eso, lo reconocía, le temía;

—¡Hijos de…! —exhaló casi desprendiendo la puerta de la recámara y antes de lanzar un pobre florero al suelo se detuvo.

Estaba demasiado molesto e intentaba contenerse, estaba rojo, retenía la respiración, su pecho subía y bajaba y su ceño fruncido junto a su mandíbula tensa delataba más su estado, no podía disimularlo;

—¿Qué pasa? —pregunté asustada intentando mantener la distancia por si acaso.

Me miró seriamente y exhaló de nuevo;

—Pasa que algunos imbéciles ya comienzan a cuestionar mi fortuna y mi posición como rey —caminaba de un lado a otro—. Esto ya es el colmo, voy a tener que tomar una decisión y tomar medidas para poner a cada quien en su lugar, esta situación ya me tiene harto.

Solté el aire aliviada y sin disimular llevé una mano a mi pecho, mi corazón comenzaba a buscar su ritmo normal, mi temperatura también volvía a ser la misma, al menos no estaba molesto por lo de Jonathan sino por otra cosa, de haberse tratado de eso me hubiera sujetado del cuello;

—¿Te pasa algo? —me preguntó haciéndome brincar.

—No, nada —contesté inmediatamente.

Me miró un tanto desconcertado así que tenía que actuar rápido;

—Te veo extraña —insistió.

—No, no es nada, es sólo que tu actitud al entrar me asustó, ¿Qué fue lo que pasó?

—Randolph atendió la llamada del primer ministro, el parlamento está dividido, van a reunirse en una hora y debo ir.

—¿Hoy sábado?

Exhaló intentando controlarse;

—Amor… —me acerqué a él evitando temblar—. Yo… no sé qué decirte, no puedo meterme en eso, no soy apta pero por favor tranquilízate y piensa con calma, ¿está bien?

Sujeté su cara y me miró, intenté tranquilizarlo;

—Eres el rey de Bórdovar les guste o no y te deben lealtad y respeto, eres la suprema cabeza y debajo de Dios la autoridad primera aquí eres tú.

Su respiración se controlaba, acarició mis manos;

—Amor no te permitas dudar de tu capacidad y posición —sonreí para darle ánimos—. Mentes mediocres sólo buscan provocarte aún sabiendo el precio, son nobles seguramente, hartos de someterse a ti, hartos de estar por debajo de ti, pero son tan idiotas que no se dan cuenta que con su actitud están cavando su propia tumba, si no existe una monarquía tampoco existirán ellos, tienen envidia de lo que eres y ya no les parece servir a un joven y apuesto rey, pero no tienen otra opción, deben sujetarse a tu autoridad porque les guste o no nunca estarán a tu altura, naciste noble, príncipe heredero de auténtica sangre real, la corona fue sobre ti desde que fuiste concebido, este es tu lugar, te corresponde legítimamente, nadie podrá decir lo contrario, nadie podrá estar por encima de ti.

Exhaló aliviado y me abrazó con fuerza, el calor de su cuerpo me envolvió, me embriagó;

—Te amo Constanza —susurró—. Tú eres mi motor, sin ti no sería nada.

—Yo también te amo y yo sin ti no soy nada también, tus hijos y yo estamos siempre contigo, tu familia es tu estandarte.

Me besó con fuerza y apretó mi cuerpo al suyo, su beso fue intenso, él descansaba en mí y yo en él;

—Gracias por tus palabras amor mío —acarició mi nariz con la suya—. Eres la mejor, mi compañera perfecta, mi apoyo, te confieso que no sabía cómo actuar pero después de escucharte… siento alivio, siento paz, me siento más tranquilo.

—Y decidido —lo besé castamente—. Demuéstrales que contigo no se juega, recuérdales la casta pura e imponente de los Waldemberg, eres el rey y les guste o no tendrán que respetarte.

Me miró fijamente regalándome una pícara sonrisa, me besó de nuevo y terminó de arreglarse, debía enfrentarse a un debate en el parlamento.

Cuando lo despedí junto con Randolph y lo miré alejarse exhalé largamente, tremendo susto me había llevado así que recordando mi cita con Dylan me apresuré al salón Beethoven lo más rápido posible.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nieblas del pasado 2
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