Capítulo XVII

 

Mi malestar

 

Por la noche no pude dormir bien, la calefacción no era suficiente o al menos no para mí, Loui podía sentir calor pero yo me estaba congelando y sentía un tremendo malestar en el cuerpo, no podía descansar, me dolía la cabeza, las náuseas no desaparecían al contrario se habían intensificado al igual que el dolor de mi vientre, no podía ni siquiera moverme porque no lo soportaba, era muy fuerte, parecían contracciones de embarazo, estaba menstruando con flujo abundante y sentía por momentos que iba a vomitar, sentía que mi cuerpo era un caos y era Loui el que pagaba las consecuencias;

—Amor mío, trata de tranquilizarte —decía a mi lado acariciando mi frente—. No puedes estar así.

—Loui no sé lo que me pasa —me quejaba y me sentía molesta—. No sé porqué me siento así, siento que no puedo respirar, siento como si tuviera aire en la cabeza.

—Voy a tener que solicitar la presencia del doctor, todo lo que sientes no me gusta, necesito una explicación lógica.

—No Loui, no lo hagas, además no es hora, que venga por la mañana pero no ahora, no quiero ver a nadie.

—Pero Constanza…

—¡Dije que no! —grité muy molesta, sentía que todo me molestaba, ni yo misma me soportaba, intenté suspirar y controlarme—. Perdón amor, lo siento —comencé a llorar como tonta, él besó mi frente—. ¿Loui qué pasa? ¿Por qué no me siento bien? No pensé que mi periodo me visitara con tantos malestares, esto no me había pasado.

—Tranquila, temprano haré venir al doctor y ya sabremos, ¿Necesitas algo por ahora?

—No nada, hasta el agua me sabe amarga, es sólo que no soporto el dolor en el vientre y por ende siento que la cabeza me va a explotar.

—Tranquila, ven, déjame abrazarte así, voy a masajear tu vientre y al calor de mi mano te vas a sentir mejor.

Asentí sin decir nada, sentía que si abría la boca iba a vomitar, hizo que me acostara de lado y él me estrechó por la espalda, me rodeó con su brazo y metiendo su mano por debajo de mi camisón la posó en mi vientre, comenzó a masajear en círculos lentamente hasta que creó su propio calor en esa zona lo cual hizo que el dolor se controlara y poco a poco me fuera quedando tranquila;

—¿Te ayuda? —susurró.

—Parece que sí.

—Duerme, descansa.

—Loui… gracias.

—Te amo.

—Yo también.

Besó mi sien y yo sujeté la mano con que acariciaba mi vientre para depender más de él, su calor me estaba ayudando con los malestares y sin saber cómo me fui quedando dormida.

Por la mañana sentía mi cuerpo muy pesado, me dolían los músculos, a pesar del cuidado de Loui y de mi intento por descansar no había podido ser, me sentía fatal por la mañana, ni siquiera quise levantarme, me dolía todo el vientre, las caderas, las piernas y el malestar en la cabeza no se me pasaba. Me di un baño muy tibio y regresé a la cama, Loui ordenó mi desayuno en la cama por mientras él miraba por un momento a los niños y ponía al tanto a Regina y a Jonathan de mi condición, quien quiso verme para dar un diagnostico a lo que Loui accedió por mientras llegaba el doctor Khrauss;

—¿Qué molestias sentís? —me preguntó mientras tomaba mi pulso.

—De todo, desde ayer comencé a sentirme mal pero no pensé que pasara a más, el dolor de vientre es insoportable parecen contracciones de embarazo, me pesa todo el cuerpo y el dolor de cabeza sólo baja un momento pero no se me quita, además las náuseas no me han dejado en paz.

—Vaya y eso que la embarazada soy yo y todavía no siento todo eso —dijo Regina tratando de evitar fruncir el ceño.

—Me preocupa porque eso no le había pasado y más por un retraso que tuvo —dijo Loui.

—Tenéis el pulso un poco débil —dijo Jonathan—. Los retrasos o los adelantos son naturales dependiendo del organismo, parecieran malestares de embarazo pero no lo son, ¿tomáis algún medicamento?

—Unas pastillas, vitaminas, hierro, lo normal —le contestó Loui.

—Será necesario un examen de sangre —sugirió Jonathan.

—Ya me lo hicieron —le dije observando seriamente a Loui quien tensó la mandíbula—. Se supone que me hicieron todos los exámenes que necesitaba.

—¿Se supone? ¿Cuándo? —insistió.

—La mañana que nos mudamos al Boîte de Rêves, ya hará un mes de eso —contestó Loui.

—¿Y qué dijo el médico? —preguntó levantando una ceja.

—Hipoglucemia —contesté—. Al parecer mis niveles de azúcar están bajos.

Jonathan se quedó en silencio y pensativo, al igual que yo, no estaba convencido;

—Hablaré con el doctor Khrauss, le pediré que me muestre vuestro expediente.

Noté que Loui levantó el mentón tensando la mandíbula de nuevo, esa expresión no me gustó, no me equivocaba, sabía que me ocultaban algo;

—Jonathan pero tú eres cardiólogo —le dijo Regina—. No creo que debas…

—Antes que cardiólogo fui médico general, así que puedo entender unos simples análisis, además si su majestad tiene problemas de azúcar no me parece que deba intentar un embarazo, al menos no hasta que se estabilice.

Miré a Loui seriamente, a veces no entendía cómo es que había cursado una carrera de medicina, sin duda debió haber sido muy mal alumno para haber olvidado ciertas cosas básicas, bajé la cabeza sin decir nada.

—No os preocupéis —insistió Jonathan—. Por los momentos es mejor que bebáis todo el té de manzanilla disponible y que descanséis, los malestares menstruales varían dependiendo de la salud del organismo, pero es parte de la naturaleza femenina no estáis enferma por eso sólo un poco indispuesta.

Al momento llegaron con mi desayuno y aunque Jonathan quería animarme un poco, ellos junto con Loui aprovecharon bajar al comedor para desayunar también, ver la comida me daba más náuseas pero intenté comer, intenté hacerlo sin pensar en nada más. Cuando terminé me levanté un momento al baño y estaba furiosa porque caminaba encorvada apoyándome en cada mueble a mi paso, el dolor en el vientre evitaba que pudiera pararme erguida, sentía unos tirones a un lado del vientre que me dolía más y con ese malestar llegué al baño, me lavé los dientes y regresé a la cama, estaba preocupada, no había visto coágulos como los que vi y eso me quitaba más la paz, sabía que mi organismo no estaba bien. Cuando llegó el doctor Khrauss sentía una extrema debilidad, los mareos persistían y al parecer mi presión había descendido más, intenté levantarme y al momento mis fuerzas se fueron, Loui me sujetó en sus brazos porque me desvanecí y me acostó de nuevo en la cama, me sentía una completa inútil. Solícitamente el doctor me revisó, me inyectó un reconstituyente vitamínico y me dejó más pastillas, incluso unas especiales para dolores menstruales;

—No se preocupe majestad —me dijo después de inyectarme—. Es necesario que esté tranquila, si piensa que está enferma o que sus síntomas son por algo en especial su mente la puede traicionar, son sólo malestares menstruales, como le dijo su excelencia no todos los meses el organismo está igual.

—No trate de engañarme —susurré sin ganas de hablar—. Ni siquiera cuando me convertí en mujer y mi ciclo comenzó me sentí así, eso no lo había sentido ni siquiera siendo señorita, mis malestares variaban mes a mes eso era normal y me acostumbré pero esto que siento ahora no lo había sentido y es por eso que me preocupa, ¡Por Dios! Yo conozco mi cuerpo y mi organismo y sé que no estoy exagerando, algo tengo y ustedes me lo están ocultando.

El doctor se limitó a bajar la cabeza y Loui no dejaba de observarme, yo no tenía ánimos para discutir porque sabía que no lograría nada. Me molestaba la actitud de ambos, con ocultarme las cosas no me ayudaban en lo más mínimo al contrario, mis sospechas crecían y eso no me hacía ningún bien. El medicamento me hizo descansar, traté de dormir un poco más antes del almuerzo.

En la noche que estaba en la cama y ya lista para dormir gracias al medicamento Loui me acompañó, se mostraba muy cariñoso mientras yo estaba que no me calentaba nada;

—Amor mío no quiero verte así —susurró a la vez que besaba mi frente.

Preferí girar mi cara y suspiré;

—Constanza por favor…

—No quiero hablar.

—¿Estás molesta? Bueno, sé que no has estado de humor y entiendo pero… no quiero verte así, distante no, por favor…

—Sólo quiero saber qué me pasa, sé que tú lo sabes, por favor dímelo, no me ocultes nada ¿No te das cuenta que me haces más daño? No me proteges de esa manera, tengo derecho a saberlo.

Exhaló y bajó la cabeza, besó mi mano y cerró los ojos;

—Amor por favor —supliqué—. Dímelo.

—Lo de los niveles bajos de azúcar es verdad y tus mareos y náuseas…

—No me digas que son por mi periodo —solté mi mano molesta girando la cara, me molestaba mirarlo.

—Constanza… —insistió acariciado mi barbilla—. Tienes un problema de hipoxia lo que también se llama falta de oxigenación cerebral, es por eso tus malestares y sumado con la hipoglucemia eso te pone más mal y puede ser peligroso.

—¿Falta de oxigenación cerebral? ¿Pero a qué se debe?

—Eso es lo que no entendemos, no tienes problemas de grasa, haces ejercicio, te alimentas bien, la verdad el doctor y yo estamos muy confundidos.

—¿Y tan grave es para que lo hayas ocultado?

—No sólo hay desvanecimientos, puede haber un cambio de comportamiento, no responder adecuadamente a estímulos incluso perder la memoria, unos cuantos minutos de pérdida de conciencia puede poner a la persona en coma permanente o en estado vegetal, si no se trata puede causar la muerte.

Abrí mis ojos asustada y traté de respirar con tranquilidad, sentía que me faltaba el aire;

—Amor mío tranquila, ¿ves porqué no quería decirte nada?

—Loui…

—El medicamento que tomas te ayudará, una de las pastillas que has estado tomando es específicamente para eso, es un estimulador cerebral que a la vez aumenta la circulación no te preocupes, debes estar muy tranquila, relajada, disfrutar la vida como hasta ahora, tu bienestar depende de eso. Ya verás como en unos meses ya estarás mejor y no sentirás nada, debes cuidarte y mantener el nivel de azúcar normal ya que es el combustible que tu cerebro necesita.

Cerré mis ojos intentando asimilar lo dicho por él, me sentía confundida;

—Amor mío, no sabemos a ciencia cierta por qué te pasa esto y es debido a eso que también sientes mareos después de la actividad sexual, pero con todo el medicamento que tomas más la alimentación adecuada y todos los cuidados vas a estar bien.

Besó mi frente y acarició mi cara, lo miré fijamente;

—¿Me dices la verdad?

—Es la verdad.

Me vi en el azul de sus cristalinos ojos y quise creerle, bajé mi mirada;

—Te lo juro amor mío —insistió levantando mi barbilla y besándome suavemente.

—¿Me prometes que voy a estar bien?

—Eso depende de usted señora de Waldemberg —besó mi mano—. De que siga al pie de la letra todas las indicaciones médicas y en cuanto de mi dependa, voy a cuidarla con todo el esmero del que pueda ser capaz.

Intenté sonreír y lo abracé;

—Por ti, por los niños, por el futuro bebé y por mí misma prometo hacer todo lo que me digan.

—Lo sé.

Me besó intensamente a la vez que calentaba mi vientre con su mano, me hizo acostarme de lado y me abrazó en la misma posición para hacer mis malestares más llevaderos, sin pensar en nada más intenté evitar una lágrima que se escapó de mis ojos sin que él se diera cuenta, intentamos descansar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nieblas del pasado 2
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