Capítulo VII

 

La Escapada

 

Me dirigí a la habitación del príncipe y en efecto estaba dormido, mi ángel se había comido todo su puré de papas y la medicina había hecho su efecto. El ver que ya comenzaba a tener buen apetito y a dormir más me llenaba de satisfacción, al verlo dormido tan plácidamente me fui a ver a los gemelos quienes seguían jugando muy emocionados, Leonor estaba en su rincón de la cocina estrenando un hermoso juego de té que su papá le había traído y según ella, su enorme muñeca le haría los honores sentada en una sillita y Ludwig, estaba muy feliz diseñando una preciosa ciudad en miniatura preescolar, por lo que estaba muy ocupado en su papel de ingeniero y arquitecto. Me dispuse a pasar un rato jugando con mis hijos para olvidar esa plática tan incómoda que había tenido, al poco rato a los gemelos se les antojó comer un pedazo de pastel con malteadas, así que yo misma fui a la cocina para consentirlos, pero cuando regresaba con la charola en mano escuché que todos ya se iban, así que me escondí atrás de unas cortinas cerca de una enorme columna para evitar encontrarme con todos ellos;

—Les agradezco a todos su visita. —Los despedía Loui—. Y les pido que excusen a la reina que no ha podido despedirlos.

—No se preocupe majestad —dijo una de las damas—. Se sintió un poco indispuesta y seguramente está descansando, debe de estar dormida.

—Con mis respetos majestad —dijo uno de los caballeros—. Esperemos que el malestar de la reina se deba a otra buena noticia.

Todos se quedaron callados por un momento y yo tuve que soportar las ganas de reírme a carcajadas ante tal ocurrencia;

—Si usted gusta puedo revisar a la reina ahora mismo majestad. —Sugirió el doctor Khrauss.

—No, no es necesario —dijo Loui—. Además no lo creo, pero es algo que me alegraría mucho.

—¡Enhorabuena! —Exclamó un tipo más confianzudo—. Ese es el deber de nuestras mujeres, hacernos felices en la cama y asegurar nuestra descendencia.

“Majadero y machista” —pensé muy indignada, ese comentario si me había molestado.

—En lo personal —continuó uno de los mayores—. Le doy gracias a Dios porque nuestro rey es todo un semental y nuestra reina una mujer muy bien dispuesta, felicidades hijo, ustedes están gozando la plenitud de su edad, sácale todo el provecho posible ya que después todo se vuelve recuerdos.

Todos los presentes no pudieron evitar reírse, pero a mi parecer esos comentarios eran una falta de respeto y no sabía porque Loui como rey lo permitía. Mientras algunos se alejaban hacia la salida, escuché como los comentarios dañinos estaban empezando a surgir;

—Creo que no todo es color de rosa entre los reyes querido —dijo una de las damas secretamente a su marido.

—Mujer, ¿Cómo se te ocurre decir eso? —Le dijo el marido—. Ten cuidado con lo que dices.

—Sólo digo la verdad —insistía—. Además se nota, en el almuerzo estaba un poco tenso el ambiente entre ellos, no había esa chispa que los caracterizaba y además, la reina defiende a capa y espada a su cuñado, no permite que se hable mal de los ingleses, a estas alturas todavía lo… sigue estimando.

—Mujer por favor no hables así, todas las parejas tienen sus diferencias, pero también tienen la dicha de arreglar todo en la cama y si es así, en este caso nuestros monarcas deben de gozar muy bien sus reconciliaciones y será mejor que no metas a su excelencia en esto, lo que hubo o no entre ellos no es asunto nuestro.

Fruncí el ceño y evité abrir la boca, la gente tenía una opinión clara al respecto y eso me molestaba, al momento otra de las parejas que salía habló de lo mismo;

—Es una lástima que su majestad se sintiera mal —dijo sarcásticamente una de las mujeres a su marido—. Las mujeres somos muy buenas fingiendo.

—¿Dé que hablas? —Preguntó el hombre—. La reina no necesita llegar a esas excusas, es una real hembra, ten cuidado como te expresas.

—Ten cuidado tú —le dijo indignada—. Tus comentarios tan descarados al defenderla me faltan el respeto, ¿No te diste cuenta durante la comida la tensión entre ellos? Me extraña mucho porque él estaba de viaje y supongo que… lo recibió muy bien, pero esta vez no había miel que destilar como en otras ocasiones.

—Ay por favor, ustedes siempre ven pericos en bicicletas y se ahogan en un vaso de agua, es normal que como pareja tengan problemas pero lo bueno viene después, la reina es una mujer muy hermosa y sabe como complacer a su marido, además el rey seguramente sabe como conquistarla con sólo chasquear los dedos y poner el mundo a sus pies, mientras las mujeres tengan todo lo que quieran estarán contentas.

—Pues yo no creo que sean simples problemas —insistió—. ¿Acaso no te diste cuenta como el doctorcito ese amigo de su majestad no le quitaba los ojos de encima? Por favor, ese hombre fue demasiado obvio y demos gracias a Dios que el rey no lo notó si no, la reunión no hubiera terminado bien, estoy segura que este tipo no durará mucho tiempo aquí.

—Ya es suficiente, es mejor que cierres la boca y dejes de pensar tanta tontería, vas a tener que buscar cualquier actividad para que te distraigas y te abstengas de pensar y decir tanta…

—Sólo digo la verdad, tarde o temprano los problemas conyugales se vuelven insoportables y no todas las mujeres estamos dispuestas a callar.

Esto ya no me estaba gustando, era asombrosa la hipocresía entre estas personas, era un ambiente horrible, yo no quería llegar a esos años de matrimonio y verme ese estado, no lo soportaría y no me conformaba. Las murmuraciones ya habían comenzado y no iban a cesar tan fácilmente, yo sabía que aunque había tratado de disimular, la gente lo notaría y se expresarían de esa manera. Sus puntos de vista obviamente eran muy negativos. 

Cuando todos ya se habían ido, escuché a Dylan pedirle a Loui que necesitaba hablar con él y eso me asustó mucho. Cuando se retiraron al despacho, apresuradamente subí a la habitación de los niños a dejarles su merienda y preferí esperar junto a ellos lo que pudiera pasar, me sentía muy nerviosa;

¿Siempre si nos mudaremos al Boîte de Rêves majestad? —preguntó Gertrudis.

—Todavía no lo sé —contesté reaccionando—. Espero que sí.

Al verme que estaba distraída y un tanto nerviosa prefirió no seguir hablando, a pesar de estar con los niños no lograba concentrarme en darles toda mi atención, esperaba la reacción de Loui después de esa plática y la ansiedad estaba haciendo estragos en mí. Al poco rato él entró a la habitación de los gemelos y por los momentos trataba de disimular;

—¡Papi, papi! —gritaban los niños corriendo hacia él.

Con mucha ternura los levantó en sus brazos a ambos, mientras los niños dulcemente se aferraban a su cuello;

—Me dijeron que estabas indispuesta —dijo mientras se acercaba a mí—. Fui a buscarte a la habitación y al no verte, supuse que estarías aquí, ya que me dijeron que el príncipe duerme.

—Si es verdad, no me sentí bien después del almuerzo y preferí retirarme.

—¿Sabes que fue una grosería? —Preguntó seriamente—. Eres la anfitriona y no debiste hacer tal desaire a las damas dejándolas solas en el jardín, al menos creen tener una excusa justificable a tu comportamiento.

Torcí la boca y puse los ojos en blanco, levanté una ceja y desvié mi mirada;

—Constanza no hagas esos gestos, sabes que no me gusta.

Lo miré fijamente de nuevo intentando respirar con tranquilidad pero no pude y exhalé provocándolo;

—Y si así fuera, con una “excusa justificable” te mostrarías más cariñoso y comprensivo, como cuando me retiré después de la coronación. ¿Lo recuerdas?

—¿Cómo? Constanza por favor…

—No quiero tratar estos temas delante de los niños —dije firmemente.

—Tienes razón. —Colocó a los gemelos en el piso—. Vamos a la habitación, necesitamos hablar.

Besé a los niños y salí sin decir nada seguida por él, la tensión era muy evidente. Mientras íbamos camino a la recámara un incómodo silencio nos envolvió, lo cual agudizaba aún más mi estado de ánimo, yo no tenía la más mínima intención de hablar y él parecía respetar mi decisión. Cuando llegamos me sentía más nerviosa, pero traté de disimular lo mejor que pude para no levantar y evitar las sospechas a Loui;

—Perdón si te fallé esta vez. —Hablé rompiendo el hielo—. Lamento haberte avergonzado.

—Tú sabes que jamás me has avergonzado. —Me sujetó del brazo atrayéndome hacia él y tomándome por la cintura—. No tienes porqué disculparte.

—Entonces no entiendo tu molestia. —Traté de no hacer caso al estremecimiento de mi cuerpo—. Me acabas de decir que… ¿Loui qué haces?

—Inhalando tu perfume —susurró en mi oído mientras sus dedos se enredaban en mi cabello—. Ya no puedo tolerar tu distanciamiento, por favor, quiero derretir ese hielo en el que te escudas y sentir tu ardiente fuego para mí.

—Tu actitud ha logrado eso. —Lo rechacé separándome de él—. Además si quieres darme un sermón sobre la comida y sobre mi desplante te advierto que no estoy de humor.

—Tu determinación hacia mí me está frustrando —respiró hondo tensando la mandíbula—. Pero no es de tu desplante que quiero hablar, por favor siéntate conmigo.

—Está bien. —Bajé un poco la guardia obedeciendo.

—Creo que sabes perfectamente lo que voy a decir. —Me miró fijamente.

—¿Y crees que yo tengo algo más que decirte? Lo que tenía que decir ya te lo dije en la mañana

—¿Estás segura? Creo que tu “héroe matutino” ya reveló su identidad.

—En ese caso lo acabo de saber en la comida, me sorprendió ver que era tu amigo y no un desconocido como creí, en ningún momento te mentí.

—¿Y por eso tu comentario? Me refiero a tu defensa por él y por el doctor Valder.

—Puede ser, ellos son personas diferentes a la hipócrita sociedad que nos rodea.

—¿Puedes ser más específica?

—¡Por favor Loui! —Exclamé molesta levantándome del sillón—. Tú sabes perfectamente a lo que me refiero, tuve que soportar comentarios poco agradables de las damas los cuales no me gustaron y mejor preferí ignorar, traté de no parecer grosera, lo siento si no pude hacerlo, no me gusta ser partícipe de chismeríos y tampoco puedo fingir que no me importan.

—Conozco muy bien esa cualidad en ti. —Se puso de pie también y se acercó a mí—. Sé que no eres como ellas y eso me hace sentir orgulloso.

—¿A dónde quieres llegar? —Pregunté firmemente—. No entiendo tu halago, quieres que le pida una disculpa a tu amigo, está bien lo haré.

Y mientras me dirigía hacia la puerta, Loui me detuvo sujetándome de la cintura;

—Es él, el que se ha disculpado —susurró con su cálido aliento en mi oído—. Y no sabes la vergüenza que siente contigo.

—No tiene porqué, no sabía quién era yo, él ha sido una persona muy amable conmigo sin saber que era la reina, eso habla bien de él, una persona capaz de ayudar solícitamente al prójimo es digna de admirarse.

—Un gentil caballero ayudando a una dama en peligro es digno de una prosa según tú. —Acarició mi cuello sutilmente con su dedo.

—Loui no entiendo tu sarcasmo —le dije molesta tratando de soltarme—. Estás hablando de tu amigo.

—Y de un hombre que con mucho gusto hizo la buena acción del día —insistió.

—¿Qué te propones?

—Me pregunto si Dylan hubiera hecho lo mismo con alguien diferente.

—Sabes bien que lo hizo sin saber quién era yo ¿Qué no entiendes? Ni él ni yo sabíamos el uno del otro, fuimos dos desconocidos y sí,  yo estoy segura que lo hubiera hecho tanto por un niño como por un anciano. —Me sentía realmente indignada.

—¿Así que ya crees conocerlo para defenderlo de esa manera? Sólo bastó un momento y mi querido amigo ya cuenta con la gracia de la reina.

—Pues si tanto te molesta entonces dejaré de ser la reina —contesté muy molesta.

Era obvio que mi comentario le dolió y su expresión se transformó, la verdad fue algo que dije sin pensar;

—¿Qué quieres decir? —preguntó mirándome seriamente.

—Que a veces extraño ser una persona normal como antes —continué sin remedio.

—Trae tu bolso y tu abrigo Constanza —ordenó firmemente dirigiéndose a la puerta—. Vamos a salir.

—¿A dónde? —pregunté asustada.

—No preguntes. —Salió de la habitación.

La actitud de Loui no me gustaba para nada y volví a sentir un miedo que hace mucho no sentía, recuerdo perfectamente cuando me dijo un día que no volvería a portarse tan estúpidamente y hasta el momento lo había cumplido, pero ahora simple y sencillamente había vuelto a ser el príncipe que siempre detesté con la diferencia que hacía el daño con alevosía. Preparé mi bolso y mi abrigo y salí de la recámara, me dirigí a la del pequeño Randolph y al seguir dormido le di un dulce beso en su frente dejándolo al cuidado de Helen, luego fui a la habitación de los gemelos y me despedí de ellos diciéndoles que mami tenía que salir pero que pronto regresaría. En ese momento, Randolph llegó a buscarme para decirme que Loui me esperaba en la entrada principal así que besé y abracé a mis príncipes y dejé a mis niños al cuidado de Gertrudis. Bajé acompañada de Randolph quién me ofreció su brazo y mientras caminábamos, no pude evitar preguntar;

—¿Sabe usted que le pasa al rey?

—Puede ser que se sienta un poco tenso, no se preocupe.

—¿Tenso por qué? ¿Sucede algo malo? ¿Pasó algo en su viaje?

—No majestad —contestó dándome palmaditas en mi mano—. Al contrario, el viaje fue muy satisfactorio.

—¿Entonces?

Creo que él no quiere ir al Boîte de Rêves, no se sienta mal pero desde la última llamada que le hizo y al exponerle usted su deseo, su tranquilidad parece haber desaparecido.

Mi reacción del momento fue bajar la cabeza;

—No se sienta apenada. —Levantó mi barbilla—. Usted sabe que el rey no puede negarle nada, pero desde ese momento él no ha dejado de pensar en el asunto ni un solo instante.

—¿Es por eso que tomó la determinación de regresar a Bórdovar? Su llegada en la madrugada me sorprendió mucho, no lo esperaba.

—Ya se había concluido la gira y no había ningún caso en quedarnos un momento más, además al parecer usted estaba muy molesta y el rey no hubiera podido dormir anoche, así que mejor decidió regresar de inmediato.

—Perdón por mi actitud. —Volví a bajar la cabeza—. Creo que me he vuelto muy caprichosa.

—Ese es el resultado de ser tan consentida —dijo dándome un pequeño toque en la punta de la nariz con su índice—. Pero no creo que sea capricho todavía, sólo entienda que no es fácil para él volver a sus recuerdos, la reina Leonor también fue muy consentida pero ella conocía muy bien el carácter de su esposo y sabía que era un hombre determinante, pero también sabía cómo lograr hacerlo cambiar de parecer. Ella tenía esa virtud y usó esa sabiduría en beneficio de ambos, ella era la corona y el refrigerio de paz para su marido, piénselo bien es sólo un consejo y no quiero que piense que la quiero comparar con ella, sólo le digo que usted tiene un enorme poder, un poder que ejerció desde el momento en que llegó a Bórdovar, utilícelo sabiamente y usted misma verá los resultados.

—Trataré de seguir sus consejos. —Intenté sonreír un poco más animada—. Muchas gracias por sus palabras.

Cuando llegamos al vestíbulo Randolph se despidió de mí y yo muy gentilmente le di un beso en la mejilla, por un momento levanté mi mirada y en el pasillo del segundo piso estaba Dylan observándome mientras sus manos sujetaban la baranda, asintió con un gesto de su cabeza en señal de un saludo respetuoso hacia mí, el cual yo le correspondí e inmediatamente salí a las gradas principales. La camioneta favorita de Loui, negra y polarizada, un juguete que había adquirido recientemente me esperaba con los motores encendidos, él mismo manejaría así que uno de los guardaespaldas me abrió muy gentilmente la puerta y entré. Allí estaba él con el cinturón de seguridad puesto, lo que le hacía ver parte de su deseable pecho a través del cuello desabotonado de su camisa, callado muy seriamente con sus lentes oscuros de sol, con una mano en su barbilla y la otra en el volante y esa actitud que por algún motivo ya no me molestaba, me estaba encendiendo. Traté de distraerme colocándome también el cinturón y mis lentes oscuros y sin decir nada arrancó el auto y nos fuimos, otra camioneta con la guardia iba una adelante y la otra detrás de nosotros, ya eran más de la cuatro de la tarde y hasta el momento él no me había dicho hacia donde nos dirigíamos. Un incómodo silencio era el ambiente entre los dos y mientras él no apartaba sus ojos de la carretera, yo no apartaba los míos del hermoso paisaje otoñal por el que pasábamos distrayéndome de esa manera;

—Me sorprende como puedes controlar la curiosidad cuando te lo propones —dijo rompiendo el hielo.

—¿A qué te refieres? —pregunté sin dejar de observar el paisaje.

—A que ni siquiera has preguntado a donde vamos.

—Será porque no me interesa y lo que no me interesa, no tiene mi atención.

—Pues será mejor que te interese porque regresaremos hasta mañana.

—¡¿Qué?! —Pregunté asustada quitándome los lentes para mirarlo seriamente—. ¿Pero como…? ¿Loui que te propones? ¿A dónde vamos?

—Ya lo sabrás —contestó tranquilamente mientras yo comenzaba a desesperarme.

—No por favor, los niños, ¿Qué pasara con ellos?

—Gertrudis y Helen ya tienen instrucciones y obviamente Randolph también, cualquier cosa no dudará en llamarme.

—Loui por favor no me hagas esto, ¿Ya lo habías planeado y me lo ocultaron? Me engañaste, me sacaste del castillo engañada.

—Yo no te engañé, simplemente no quise decirte nada.

—Es casi lo mismo, Loui por favor detén el auto, quiero regresar ahora y no mañana.

—Ya te dije que no.

—¿Cómo es posible? Ni siquiera traemos un cambio de ropa.

Una ligera y pícara sonrisa se dibujó en su cara sin dejar de ver la carretera, algo me decía que estaba equivocada y lo que él tenía en mente, me asustaba;

—Loui no me digas que…

Sólo se limitó a mostrarme su coqueta y cínica sonrisa mientras los nervios comenzaron a apoderarse de mí sintiéndome muy impotente, conociendo a Loui podía sacarme de Bórdovar y llevarme al fin del mundo si se lo proponía, el no llevar nada más que lo que andábamos puesto no era ningún impedimento para el rey de Bórdovar. Mientras avanzábamos muchas cosas pasaron por mi cabeza, pero al ver que no íbamos ni al puerto ni al aeropuerto sentí mucho alivio y el corazón comenzó a tener su ritmo normal, no así mi piel que se estremeció al máximo al saber hacia dónde nos dirigíamos. Sabía perfectamente que si Loui lo había decidido era por un solo motivo y también estaba consciente que no iba a tener opción ni a escapar de él esta vez;

—¿Qué hacemos aquí? —pregunté cuando llegábamos.

—Imagínatelo —contestó suavemente mientras seguía sonriendo.

Por supuesto que podía imaginarlo, podía deleitar mi mente con fantasías mientras mi cuerpo comenzaba a encenderse y a retorcerse hasta lo más profundo, habíamos llegado a la cabaña que muchas veces había sido testigo de nuestro amor y de nuestra pasión, a la misma que presenció nuestra maravillosa noche de bodas y en cuyos rincones estaba nuestra esencia. Hacía mucho que no la visitábamos y el rey le había hecho muchos cambios desde la última vez, ahora tenía un anexo donde vivían las personas que la cuidaban y le daban el mantenimiento adecuado y era en ese lugar, en donde la guardia se quedaría, un enorme muro rodeaba el perímetro del terreno para hacer de ella una residencia segura, se había equipado muy bien con lo último de la tecnología para una mayor comodidad de lujo, pero gracias a petición mía seguía manteniendo el romanticismo que la caracterizaba, el mismo interior acogedor e íntimo del que me había enamorado;

—¿Y bien? —preguntó sin contener su sonrisa mientras estacionaba la camioneta.

Me limité a mirarlo seriamente sin decir nada y luego volví la cara hacia la ventana;

—Veo que insistes con esa actitud. —Soltó el aire resignado—. Al parecer todo lo que he hecho últimamente me resta puntos.

—No sé qué venimos hacer aquí —le dije seriamente sin darle la cara.

—Por supuesto que lo sabes. —Bajó muy sonriente de la camioneta—. Así que es mejor que te vayas relajando.

Me había hecho abrir la boca ente eso, sus palabras provocaban ese cosquilleo en mi estómago y no sabía hasta que punto iba a poder resistirme, estaba luchando para ser indiferente pero lo único que estaba logrando era engañarme a mí misma y al abrir él mismo la puerta del auto, me puso más nerviosa;

—¿Por favor? —insistió ofreciéndome su mano para bajar.

Sin decir nada acepté su oferta y bajé de la camioneta, el viento del ocaso se estaba intensificando y ya no sabía si temblaba de frío o de nervios, mientras Loui le daba indicaciones a uno de los guardaespaldas yo me dirigí al pórtico para protegerme del viento helado. Mientras lo miraba venir su porte me encendió aún más, de nuevo optaba por parecer ese felino que deseaba atacar a su presa con furia y la cual disfrutaba observar antes de devorarla, intenté desviar mi mente pero en todos los sentidos y de todas las maneras, él sabía qué hacer para verse siempre tan encantador y yo, comenzaba a odiarme por sentir que las fuerzas que había adquirido durante el día comenzaban a abandonarme;

—¿Entramos? —Con caballerosidad hizo un gesto con su mano invitándome a pasar primero.

Sin mirarlo lo obedecí y una vez adentro menuda sorpresa me llevé; el clima era irresistiblemente cálido y romántico, no sólo por la luz tenue de los candelabros y por el calor de la calefacción que estaba a temperatura agradable, sino por el centenar de rosas rojas y el aroma de las velas que invadían el lugar. Mientras estaba atónita observando semejante panorama el guarda espalda regresó a la cabaña a devolverle a Loui las llaves del auto y una maleta que sabe Dios en qué momento la prepararon;

Muy buenas tardes sus majestades y bienvenidos. —Nos dijeron reverenciándonos Pietro y Esther la pareja que se encargaban del cuidado de la propiedad, eran unos señores de casi cincuenta años de edad, muy humildes pero muy solícitos en todo y hasta el momento no había queja alguna de su labor.

—Buenas tardes. —Saludamos también al mismo tiempo.

—Llevaré su equipaje a la recámara —dijo Pietro—. Todo está listo como lo pidió majestad.

Miré a Loui levantando una ceja para que pudiera leer mi expresión, la cual él me devolvió con una intensa mirada que estaba haciendo que sucumbiera a él sin siquiera tocarme;

—¿Se quedará todo el fin de semana majestad? —preguntó Esther.

—No, sólo esta noche, regresamos al castillo mañana.—le contestó Loui.

—En ese caso disfrute su estadía majestad y ya mañana temprano con la luz de la mañana, su majestad la reina puede admirar la belleza de los jardines.

—Gracias Esther —le dije—. Con mucho gusto seguiré su consejo.

—Todo está listo majestad —dijo Pietro que bajaba las escaleras.

En la cocina está todo lo que pidió —dijo Esther—. Esperamos que todo sea de su completo agrado.

—Sé que así será. —Loui observó todo asintiendo con la cabeza.

—Aquí tiene las llaves de la cabaña majestad —le dijo Pietro a Loui—. Y ya sabe que estamos a la orden para lo que se les ofrezca.

—Gracias, la reina y yo les agradecemos su servicio. —Loui tomó el llavero.

—Con su permiso majestades —dijeron reverenciándonos de nuevo—. Que pasen una linda tarde y muy buenas noches.

—Gracias —dijimos al mismo tiempo.

—Igualmente —les dije.

Después que salieron Loui cerró la puerta con llave y entonces si supe que definitivamente ya no iba a escapar, ni así inventara mil excusas de nada me servirían. Sabía perfectamente que él ya tenía sus planes;

—¿Y bien? —Pregunté mientras ya había entrado en calor y me quitaba el abrigo—. ¿Qué significa todo esto?

—¿No lo adivinas? —contestó tomando una rosa, besándola suavemente y caminando lentamente hacia mí.

—Loui lo que sea que te has propuesto no te va a servir de nada. —Traté de contener todo dentro de mí.

—¿Quieres apostar? —dijo muy sonriente entregándome la rosa.

—No, no quiero hacerlo —dije firmemente alejándome de él y rechazando la flor.

—Constanza por favor, creo que ya es suficiente tu comportamiento.

—¡¿Mi comportamiento?! La yegua no nace arisca, la hacen arisca creo que entiendes perfectamente el dicho.

—Pues parece que la yegua necesita que la domen —dijo mirándome fijamente—. Necesita saber quién es su dueño.

—Loui no me hables así —le dije indignada y muy molesta—. Soy tu esposa no un objeto de tu propiedad.

—Tú iniciaste con tu dicho, además entiende que ya no puedo seguir así.

—Tú lo provocaste, si no te hubieras comportado de esa manera por la mañana… ¿No te das cuenta que así más que desearte y amarte te tengo miedo? Voy a aprender a no decirte las cosas Loui, para evitar tu comportamiento voy a comenzar a ocultarlas.

—¡Ni se te acurra decir eso! —Exclamó sujetándome fuertemente de la cintura—. Eso sería provocarme más, perdería la confianza en ti y entonces cada día de mi existencia se volverá un verdadero infierno.

—¡Loui suéltame! ¡Me estás lastimando!

Un apasionado beso robó de mi boca posesionándose de ella con desafío, mientras me sujetaba con más fuerza tanto de la cintura como de la cabeza para evitar que lo rechazara. Luchar contra él me resultaba imposible porque mientras forcejeaba, comenzó a faltarme el aire y un intenso mareo me debilitó;

—Loui no me siento bien —le dije cuando logré liberarme de su boca.

—Constanza por favor no utilices esos trucos.

—No es un truco. —Insistí con los ojos cerrados y respirando más aceleradamente—. Por favor suéltame.

—No lo haré —bajó su mirada hacia mis pechos.

—¿Qué pasa? —pregunté mientras me sujetaba la cabeza y lo observaba.

—Miro tus encantos y me están invitando a beber de ti.

—¡Loui ya basta! —Intenté forcejear con él tratando de liberarme.

—Soy yo el que ya tiene suficiente de tu conducta y de tu terquedad —dijo levantándome sobre su hombro como si fuera un costal de papas.

—¡Loui bájame! —Le grité observando todo patas arriba—. Siento mi cuerpo como una pluma y no puedo respirar bien.

—Lo siento. —Sentenció dándome una nalgada y subiendo las escaleras—. Si no vas a entender por las buenas lo harás por las malas, pero lo entenderás, de lo único que estoy seguro es que no voy a perderte por mis estupideces.

—Loui por favor… —insistí ya sin fuerzas—. Siento un mareo espantoso.

Llegamos a la habitación y sin la menor delicadeza me lanzó a la cama, sentí una horrible y enorme presión en la cabeza como si por un momento me la hubieran apretado. Sólo tuve consciencia por un momento más y observar cómo se acercaba a mí para besar mi cuello, sintiendo el toque de sus manos sobre mi cuerpo y después de eso, ya no supe nada más.

 

 

 

 

Nieblas del pasado 2
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