Capítulo XIX
Seducción, la mejor medicina
Como a las ocho de la noche, una de las mucama subió llevándome la cena, encendiendo las luces tenues para no molestarme, desperté después de haber dormido más de dos horas mucho mejor de los malestares y por orden de Loui me había llevado la cena. Tenía mucho sueño pero también tenía razón en no dejarme dormir hasta el siguiente día, no podía tener el estómago vacío y más con los malestares que sentía, así que cuando me desperté un poco desorientada me senté en la cama y colocando la charola en mis piernas me dispuse a comer. Como él lo pidió había un sándwich de pan integral con jamón ahumado, queso cheddar, lechuga y tomate, trozos de papa horneada con mantequilla y especias, un pequeño tazón conteniendo una ensalada de frutas variadas bañadas de crema condensada y un té frío muy dulce también, por lo que la ver la vianda se me abrió el apetito y comencé a comer con mucho gusto. No cabe duda que a su manera Loui seguía consintiéndome, mi rey era todo un chef y sabía exactamente como darme lo que quería.
Por un momento eso último que había pensado lo interpreté de otra manera y me estremeció por un momento, un delicioso calor invadió mi intimidad y ya no me saboreaba por la comida sino por otra cosa, realmente Loui sabía complacerme y darme lo que quería, todo lo que yo quería, incluyéndolo a él mismo. Dejé por un momento mi naturaleza erótica y me concentré en la comida, le pregunté a la mucama donde estaban todos y me dijo que en el salón de televisión, al parecer Loui y Dylan se habían distraído jugando al billar mientras Randolph y el doctor Khrauss se ponían al día con las noticias una vez que habían cenado. Los niños ya estaban en la cama después de haber cenado y jugado un poco así que supuse que de un momento a otro Loui subiría. Cuando terminé de comer y al momento que la sirvienta salía con la charola él entró a la habitación, noté que observó la charola alzando una ceja y a la vez mostrándome una ligera sonrisa como si hubiera estado complacido, luego cerró la puerta y supe que ya no sería momento para volver a salir. Lo miré de una manera seductora saboreando mis labios que tenían la sensación dulce de las frutas y él se acercó a mí lentamente comenzando a desabrocharse los botones de su camisa, su paso lento me encendía y su mirada aceleraba mi corazón, al parecer el felino se preparaba para atacar y disfrutar a su presa, lo cual me excitaba mucho;
—Me complace saber que te gustó la cena que encargué para ti —dijo mientras se acercaba a mí e intentaba desnudarse a la vez.
—Todo lo que tú haces por mí me encanta —le dije sin dejar de saborearme—. Sabes cómo complacerme.
—Ah sí… —estaba muy sonriente parándose al pie de la cama—. Me da mucho gusto saberlo, me siento muy poderoso.
—Oh sí… —insistí mientras gateaba hacia él intentando seducirlo—. No tienes idea del control que ejerces sobre mí, mi voluntad es completamente tuya.
Por un momento me miró fijamente levantando una ceja como si tuviera desconfianza, me acerqué a él y me hinqué en la cama para ayudarle con la camisa y con algo más, comencé a desabrochar el cinturón de su pantalón mientras besaba suavemente su estómago y su pecho, un leve gemido salió de él y me tomó de los hombros para detenerme levantando mi rostro con la punta de sus dedos;
—Constanza no creo que sea buena idea —besó mi frente—. No has estado bien de salud y temo que puedas recaer, además estaba seguro que te habías enojado conmigo por lo sucedido con el doctor Khrauss.
“Otra vez no” —pensé decepcionada.
—Me siento mejor. —Lo ignoré volviendo al ataque y acercándolo a mí—. Y no estoy molesta, es sólo que no me gusta que me oculten cosas y más cuando se relaciona con mi salud.
Lo sujeté de su cuello y lo besé intensamente, sus manos envolvieron mi cintura y pude sentir su erección que me saludaba, quiso dejar de besarme por un momento pero no se lo permití, me posesioné de su boca y de su lengua con fuerza como si quisiera que entrara en mi piel;
—Constanza amor mío permíteme respirar. —Me apartó de él un momento para tratar de encontrar el aliento—. Veo que… estás muy… no creo que esto te siente bien, es muy intenso y no quiero que…
—Loui por favor no arruines el momento —supliqué abrazándolo, besando su cuello y su oreja—. Quiero que me hagas el amor.
Y sin dejar que siguiera hablando lo besé de nuevo atrayéndolo tanto hacia mí, que ambos caímos a la cama. Deseaba sentirlo encima de mí, deseaba que me amara y que me hiciera suya en ese momento;
—Constanza tus besos son una excitante y explosiva mezcla de sabores —dijo ansioso mientras sus manos ya comenzaban a moverse por mi cuerpo con vida propia—. Jamón, queso, especias, frutas, crema, estás embriagándome con el sabor de tu boca.
—Y tú con la tuya —besé su cuello—. El sabor del vino tinto es perfecto para terminar, ¿No te parece?
—No puedo resistirme a ti —besó mis hombros buscando mis pechos—. Creo que no soy tan poderoso como creí, eres tú la que tiene el poder sobre mí y la que hace conmigo lo que quiere.
—Que bueno saberlo. —Lo despojaba de su camisa y dejaba al descubierto su deseable pecho—. Siendo así en este momento quiero muchas cosas.
—¿Ah sí? ¿Qué deseas? —susurró con una seductora voz y su cálido aliento en mi oído lo cual me excitó aún más.
—De todo… quiero que beses, que me toques, quiero que me desnudes y que tus manos recorran mi piel, quiero que me hagas el amor y que me penetres con todo tu ser, quiero sentir tus embistes y enloquecer, quiero llegar al clímax y tensar mi cuerpo para ti mientras me escuchas gemir tu nombre en el éxtasis total.
—¡Dios, mujer! —Me miró fijamente reaccionando—. Tus ardientes palabras me han encendido y siento que perdí mi voluntad, tus palabras no son una simple petición.
—Claro que no. —Lo besé dulcemente en los labios—. No es una orden pero tampoco es una sugerencia, te amo, eres el dueño de mi mente, de mi alma, de mi cuerpo y de mi corazón.
Mis palabras lo habían convencido y me devolvió el beso apoderándose de mi boca intensamente, sus manos se encargaron de quitar mi ropa y todo lo que estorbaba, ansiosamente lo desnudé también y nos entregamos con amor y pasión. A medida que se intensificaba la excitación los mareos comenzaron a molestarme de nuevo pero preferí ignorarlos y no hacer que Loui sospechara, sólo esperaba no perder el conocimiento al llegar al clímax porque entonces si me metería en problemas y él no volvería a tocarme quien sabe por cuánto tiempo. Sus besos y sus caricias me habían llevado al cielo como siempre lo hacía, nos amamos como sólo nosotros sabíamos hacerlo, nuestra intimidad era excelsa y sólo existíamos los dos en ese momento, Loui sabía cómo complacerme en todos los aspectos y como hacerme sentir amada con cada detalle, cada beso, cada roce, cada caricia. El solo hecho de estar en la cama con él era más que suficiente, sentirlo, tocarlo, besarlo, sentir mi cara en su pecho mientras él acariciaba mi piel con el toque sutil de sus dedos es más que placentero. Escuchar sus jadeos susurrando su placer en mi oído era más que excitante y sentir nuestra piel transpirar por el deseo era una sensación sumamente ardiente. Sentir su penetración y ese delicioso vaivén de sus caderas me enloquecía completamente y su boca sobre mis pechos me hacía perder los sentidos, sus besos saciaban mi sed pero nunca me saciaría de su ser ni de lo que él es para mí, mi hombre y mi amante perfecto.
Después de hacer el amor tan deliciosamente como siempre y después de haber recobrado las fuerzas por un momento y evitar que él se diera cuenta del intenso mareo que sentí al llegar al orgasmo, nos metimos un momento a la tina. Disfrutaba ese momento con él ya que era raro que deseara hacerlo estando en el Boîte de Rêves y esta era la tercera vez que lo hacíamos estando en el palacete. Sentir sus manos masajeando mis hombros y mis pechos a la vez era una muy agradable y excitante experiencia, me gustaba reclinar mi espalda sobre su pecho mientras me rodeaba con sus brazos, eso era una delicia dentro del agua tibia con burbujas y más me gustaba sentir esa erección que no desaparecía y le daba un recordatorio a mi espalda de lo sucedido, algo muy delicioso sin duda. Una vez listos regresamos a la cama a dormir plácidamente, a pesar de haber dormido un poco seguía teniendo sueño así que me acomodé en el pecho de mi amado como era mi deleite y sintiendo su cálido y tierno abrazo que me rodeaba, ambos nos dispusimos a descansar.
Una nueva semana llena de expectativas comenzaba, estaba iniciando el mes de diciembre y la emoción junto con la tensión se estaba haciendo presente, había mucho por hacer en los próximos días antes de la navidad y sentía que el tiempo no era suficiente. Esa mañana amaneció muy helada y los primeros copos ya se podían ver, el invierno estaba haciendo su arribo sutilmente pero la temperatura era evidente, ya los niños no podrían salir al jardín y había que mantener la temperatura dentro del palacete muy agradable para guardar su salud. Ese día creí que haría mis funciones con normalidad pero para mi sorpresa Loui no me permitió hacerlo, me había pedido descansar lo más y mejor posible sin olvidarme de tomar mis pastillas. Él tenía que ir al Ange Château por unos asuntos y luego debía de ir al parlamento así que se fue junto con todos por la mañana pero como si estuviera convaleciente no permitió que me levantara de la cama y despedirme de ellos. No podía permitirme el lujo de no ir al castillo por la tarde para seguir con el trabajo de las donaciones pero me hizo ver que mi salud y bienestar era primero, que el pueblo necesitaba a su reina sana por mucho tiempo y el que faltara un día no sería motivo para que las paredes del salón donde trabajábamos se cayeran a pedazos así que según él exageraba. De todos modos no estaba tranquila así que para calmar mi ansiedad le diría a Randolph que por tratarse de algo que requería diligencia se hiciera cargo él personalmente durante mi ausencia, al menos durante ese día. Cuando todos se fueron me di un baño tibio y me dispuse a pasar el resto de la mañana consintiendo a mis hijos así que pasé en su habitación disfrutando de sus juegos, de sus meriendas y arrullando a mi pequeño en mi silla mecedora. Después del almuerzo los niños tuvieron su momento en el cuarto de televisión y juegos y al saber que mi pequeño Randolph dormiría su siesta yo me retiré a la habitación a descansar un poco. Loui tenía razón, me sentía cansada, débil, un tanto mareada, con un poco de náuseas y un leve dolor de cabeza se hizo presente por lo que me dispuse a dormir un momento, me tomé una pastilla para el dolor de cabeza y acostándome en la cama Morfeo me sedujo, cerré mis ojos y me quedé profundamente dormida.
No sé cuánto tiempo pasó pero el sonido de mi móvil me despertó, era Regina y en seguida contesté;
—Regina, ¿Qué tal?
—Hola Constanza, ¿Te molesté?
—No, para nada —sujeté mi cabeza—. Sólo descansaba un momento.
—Creí que estarías ocupada, lamento haber interrumpido tu descanso.
—No te preocupes, sólo me duele un poco la cabeza, pero haber dime, ¿Cómo estás?
—Pues no muy bien.
—¿Ya comenzaron tus malestares?
—Gracias a Dios no han comenzado, mi malestar es por otra cosa.
—¿No me digas que estás molesta con Jonathan?
—Exacto, rara vez me pasa, bueno casi nunca mejor dicho, pero…
—¿Y qué es lo que te molesta? —acomodé mis almohadas en el respaldar.
—Que le ha dado por comprar una villa en Venecia.
—¿Y eso es malo? —Pregunté levantando una ceja—. A mí me parece muy bien, Venecia es un lugar muy romántico.
—Preferiría que hubiera sido en Milán, los canales de Venecia no me sientan bien, sólo con pensar tener el agua casi en la nariz me hace desesperarme, siento como si de repente una oleada se levantara y cubriera por completo la ciudad sumergiéndola bajo el agua, me aterra eso, no me gusta estar cerca del agua, es más no podría dormir pensando que estoy sobre el agua.
—Regina, ¿No crees que exageras?
—Constanza no exagero y detesto que Jonathan haga las cosas sin consultármelas.
—¿No crees que quiso darte una sorpresa?
—¿Sorpresa?
—Sí Regina, Jonathan es un hombre muy lindo y maravilloso, no haría nada que te molestara, al contrario sé que lo hizo para halagarte, seguramente para celebrar este nuevo embarazo, por favor no lo desanimes, tu deber es apoyarlo en todo lo que él emprenda, recuerda que tú eres la noble y él desea sentirse digno de ti, no lo decepciones.
—No había pensado en eso —suspiró del otro lado.
—Regina recuerda cómo somos las mujeres cuando estamos embarazadas, todo nos molesta y creemos que sólo nosotras tenemos la razón, estamos más sensibles que de costumbre y son nuestros pobres hombres los que nos aguantan todo simplemente porque nos aman.
—Creo que tienes razón —sonaba un tanto desilusionada—. Creo que ahora tendré que…
—¿Qué?
—Le hice a Jonathan una rabieta como si hubiera sido una niña pequeña, prefirió callar y sólo se limitó a escuchar todo lo que dije, la expresión de su cara fue esa precisamente, decepción y…
Regina comenzó a llorar a través del teléfono;
—Ay Constanza… —continuó cuando se calmó—. No quiero perderlo, lo amo y he sido una tonta al hacer un escándalo por esto, la realidad es que no me gustan las propiedades cerca del agua, es un miedo extraño y vivir en Venecia unas temporadas no me hace gracia pero no quiero perder a Jonathan por eso, temo que se vaya él solo a pasar unos días según él para permitir que se me pase el enojo.
—Ahora tendrás que reconquistarlo, ¿Dónde está ahora?
—En la clínica, afortunadamente para él lo llamaron por una emergencia que se presentó y requería su presencia inmediata, pero de eso ya han pasado como dos horas y no me ha llamado, seguramente sigue molesto.
—Bueno entonces todo depende de ti ahora, prepárale tú misma alguna cena especial, algún platillo que a él le guste mucho y no olvides un delicioso postre también, prepara algo romántico con luces tenues, velas, música suave y sobre todo tú.
—¿Yo qué?
—Prepárate tú misma para la ocasión, viste algo provocador y sexy, no sé algo que a él le guste mucho, sedúcelo, complácelo, consiéntelo, adóralo, hazle saber que es amado y que te sientes orgullosa de él, sírvele todo en la boca si es preciso, invítalo a bailar después y luego pues… simplemente llévalo a la cama, bésalo, acarícialo, desnúdate para él y pídele que te haga el amor… ¿Regina me estás escuchando?
Su silencio y exceso de atención me había asustado;
—¿Hola? —insistí.
—Ay Constanza disculpa —contestó después de un momento—. Estaba tomando nota de todo lo que decías cuando de pronto la temperatura cambió y sentí un calor sofocante, tuve que correr a servirme un vaso de agua porque sentí mucho calor.
—Creo que tienes razón —sonreí—. Creo que de pronto comenzó a hacer calor y creo que yo también necesito agua.
Ambas nos reímos a carcajadas como si fuéramos compañeras de clases y estuviéramos preparando alguna maldad;
—Gracias Constanza —dijo cuando se calmó de la risa—. Hablar contigo siempre me hace bien. Reconozco que cuando él se fue no sabía qué hacer y me alegra mucho haber decidido llamarte, tus consejos me ayudarán y espero que él olvide lo tonta que he sido.
—Sé que lo hará —le dije después de beberme sedienta un vaso de agua también—. Te recuerdo las festividades próximas, ¿Vendrán a Bórdovar?
—Lo más seguro es que sí, yo me siento muy bien y aunque Jonathan tiene sus asuntos en la clínica supongo que puede tomarse una vacaciones, de todos modos yo te llamaré para confirmar.
—Esperaré tu llamada entonces, recuerda que estamos ya en los primeros días de diciembre y pronto será el cumpleaños de Loui, por cierto no sé si te había dicho pero estamos en el Boîte de Rêves así que las celebraciones serán aquí.
—Oh, me encantará conocer ese lugar, ¿Puedes creer que no lo conozco?
—Es un lugar precioso, es un palacete barroco, era la residencia favorita de la madre de Loui.
—Ahora que la mencionas, me gustaría ver algunos retratos de ella, si ese era su lugar preferido lo más lógico es que tenga sus pinturas adornado sus paredes, ¿No crees?
—Tienes razón, hasta ahora no he visto ninguna, pero creo que hay algunas en el ático, tendré que buscarlas y pedirle a Loui su permiso para que se exhiban.
—Bueno ahora te dejo, voy a seguir tus consejos y meterme a la cocina para ver que le hago a Jonathan, aunque ya no tenga tiempo para el postre el cual tendré que encargarlo a la ciudad.
—Suerte.
—Gracias la necesitaré, saluda a Ludwig y dale un besito a mis sobrinos, hablamos luego, adiós.
—Igual, adiós.
Después de hablar con Regina me acosté de nuevo sintiendo plácidamente las almohadas que consentían mi espalda, miré el reloj y ya eran más de la cinco de la tarde, me extrañaba no tener noticias de Loui todo el día, ni siquiera a la hora del almuerzo. La verdad sentía que la seducción de Morfeo se había ido y por lo tanto ya no sentía sueño. La sugerencia de Regina despertó mi curiosidad y me dirigí al ático de nuevo, deseaba leer un poco más el diario de la reina pero antes de que oscureciera más iría primero al ático, necesitaba ver detalladamente que era todo lo que había allí