Capítulo X

 

La imprudencia de Leonor

 

*******

Pasadas las tres de la tarde me desperté sobresaltada, Tita comenzaba a despertar también así que le ofrecí un poco de ponche para que se reanimara, su rostro estaba triste y se veía un tanto desanimada.

—¿Cómo te sientes Tita? ¿Ya estás mejor?

—Sí mi niña ya me siento mejor —se sentó acomodándose en el respaldar de la cama para tomarse el jugo.

—¿Puedes decirme que fue lo que pasó? —insistí.

Tita se quedó callada por un momento, sus manos comenzaron a temblar y sus ojos retuvieron las lágrimas que querían rodar.

—Tranquila Tita —le dije dándole un beso en la sien y sosteniendo su mano—. No lo hagas si no quieres.

Aunque la abuela no deseaba hablar, yo sabía de qué se trataba todo este asunto.

—¿Deseas que regresemos a Barcelona? O ¿Prefieres que nos quedemos unos días en Madeira? —le pregunté.

—Nunca me imaginé volver al pasado —dijo observando su jugo sin reparar en mis preguntas—. Lo creí muerto y enterrado.

—¿A quién?

—Al pasado.

—Voy a ir a buscar a Leopoldo, le diré que deseamos irnos mañana mismo.

—¿De verdad quieres irte mi niña? —me miró tiernamente.

—No sabría qué decirte abuela, todo esto nos tomó por sorpresa —contesté encogiendo mis hombros.

—No lo molestes, no es necesario, será mejor ser valientes y afrontar todo esto.

—¿Estás preparada abuela?

—¿Y tú? ¿Estás preparada para continuar con Leopoldo sabiendo que no es un hombre común y corriente?

—No lo sé.

—¿Lo amas?

—Sí.

—Esa es toda la respuesta que necesitas.

—¿Y tú?

—¿Yo qué?

—No me has respondido si estás preparada para afrontar el pasado que regresa.

—No, no lo estoy, pero lo haré.

Esa era mi Tita, una mujer fuerte, valiente y decidida.

—¿Recuerdas al chico del que te hablé cuando yo cumplí mis quince años? ¿El mismo que me dejó cuando supo de mi compromiso con Gonzalo?

—Sí, si lo recuerdo, se llamaba...

—Es el mismo Ludwig que acabamos de ver, el abuelo de tu novio fue el mismo que me dejó creyendo que lo había traicionado. Qué pequeño es el mundo, nunca más volví a saber de él, es más, hasta lo creí muerto.

—No voy a hacerte pasar malos ratos Tita, no por mi culpa, yo veré como soluciono las cosas con su alteza pero igual voy a decirle que nos vamos mañana mismo, si él quiere lo hablamos en Barcelona pero no voy a permitir que ese hombre vuelva a hacerte daño, lo detesté desde el momento en que me dijiste tu historia y ahora que lo conozco lo aborrezco más, por idiota, por orgulloso y porque fue tan tonto al haber dejado escapar a una gran mujer como tú.

—Mi niña no sacrifiques tu felicidad y tu futuro por mí, lo que pasó está en el pasado y ya no importa.

—Claro que importa Tita, de lo contrario no te hubieras desmayado y tus ojos no estarían intentando retener las lágrimas.

—Fue la impresión, nada más.

—Será el sereno, pero ya lo decidí.

En ese momento llegaba Eugenia para saber cómo estábamos y le pedí que me llevara con mi novio, necesitaba hablar con el príncipe. Enseguida se fue para avisarle y me dijo que enviaría a una de las sirvientas para que me llevara con él.

—Mi niña ¿Estás segura de lo que haces?

—Por supuesto Tita.

La abuela sólo se limitó a encoger los hombros, a hacer un gesto negativo con la cabeza y a seguir tomando su jugo. Al poco rato una de las sirvientas llegó decirme que su alteza me esperaba en su despacho así que no lo hice esperar, con paso firme la acompañé. Cuando llegué él estaba en su escritorio cerrado y de madera oscura, revisando concentradamente unos documentos y la verme llegar muy solícitamente dejó sus papeles y se levantó para recibirme, abrazándome y dándome un casto beso en los labios, yo seguía muy seria, pero no podía negar que su gesto me hizo sentir bien, yo era prioridad para él, yo estaba primero que cualquier cosa.

—Cariño me dijeron que deseabas verme, ¿Cómo está tu abuela?

—Precisamente de eso quiero hablarte.

—Ven, vamos a sentarnos al sillón, estaremos más cómodos.

Y llevándome de la mano nos sentamos y muy atentamente me miró y escuchó;

—Leo… perdón, su alteza —comencé a decir—. Perdón, no me acostumbro a esto, ni siquiera te hice una reverencia.

—Cariño no te preocupes por eso, no es importante ahora, sé que estás molesta conmigo por no haberte dicho nada…

—Tita y yo queremos irnos mañana temprano —le dije sin rodeos interrumpiéndolo—. Queremos regresar a Barcelona.

—¿Qué? —preguntó mirándome muy sorprendido—. ¿Pero…? ¿No entiendo? Leonor, cariño, ¿No crees que exageras con tu molestia? Entiendo tu sentir y asumo mi culpa pero esto no lo esperaba, Leonor por favor no me hagas esto.

¿El príncipe rogando? Eso era algo que no esperaba y no podía creerlo, si era importante para él, yo le importaba mucho, tal vez no era igual que su abuelo.

—Por favor dime que bromeas —insistió.

—No estoy bromeando, además ni siquiera sé cómo llamarte, creí que eras un hombre normal, muy rico sí, pero normal, no un príncipe de verdad.

—Realmente me desconciertas, otra mujer en tu lugar estaría brincando de alegría, la mayoría sueña con encontrar a su príncipe azul y tú que literalmente lo tienes en carne y hueso…

—No estoy aquí para hablar de nosotros, sólo vine a decirte que prepares todo para mañana, queremos irnos a primera hora.

—No Leonor, no quiero que te vayas, ¡Por Dios acabas de llegar! Tengo planes para nosotros, quiero mostrarte todo mi mundo, quiero hacerte sentir la princesa que eres para mí, quiero poner el mundo a tus pies, por favor no te vayas, no me humilles de esta manera.

—No voy a sacrificar el bienestar de mi abuela por todo esto, por favor no lo hagas más difícil.

—No entiendo nada, por favor ¿Dime qué pasa? ¿Qué tiene que ver tu abuela? ¿Es ella la que ya no quiere estar aquí? ¿Tiene algo que ver con su desmayo?

—¿No te lo ha dicho tu abuelo?

—¿Decirme qué?

—Será mejor que se lo preguntes, él es el responsable del estado de mi abuela.

—Pero…

—Pregúntaselo, quiero saber si tiene el valor de negar las cosas.

—Leonor me asustas, nunca te había visto así de firme, tan molesta, tan decidida.

Me puse de pie y me dirigí hacia la puerta.

—Habla con él y luego hablamos nosotros, tal vez tú seas diferente.

—Pero…

—Con su permiso alteza —le dije haciéndole una reverencia y saliendo del despacho.

Regresé a la habitación pero al cruzar por uno de los pasillos me encontré con el duque que regresaba de montar y al verme, intente disimular pero no pude.

—Señorita Leonor, por favor dime ¿Cómo está tu abuela?

Lo miré seriamente y no supe qué contestarle, la verdad no quería hablar con ese hombre, realmente me molestaba.

—Ya está mejor —contesté—. Con su permiso.

Intenté pasar por su lado pero me detuvo interponiéndose en mi camino.

—Disculpa pero me da la impresión que estás molesta, ¿Algún problema con Leopoldo?

Lo miré detenidamente sin que su presencia me intimidara.

—No, no tengo ningún problema con él.

—¿Entonces?

La verdad no podía disimular más.

—¿Tengo alguna razón para estar molesta?

—No lo sé, la verdad te veo diferente, siento que, pareciera que no te caigo bien.

—Excelencia no me voy a andar con rodeos y voy a decirle lo que siento porque de lo contrario voy a ahogarme.

Me miró fijamente y desconcertado, dio un paso atrás para intentar asimilar lo que él ya pensaba.

—¿No me digas que tú sabes…?

—Sí lo sé, sé perfectamente quien es usted y desde que lo conocí lo detesté, lo aborrecí por tonto y por orgulloso, por haber hecho sufrir a mi abuela negándole la oportunidad de explicarle lo que sucedió y por haber dejado ir a una gran mujer como ella.

El duque me miró muy desconcertado sin poder creer todo lo que le había dicho, estaba consciente que me había pasado de la raya y le falté el respeto, pero tenía que sacarme lo que sentía.

—Yo… —fue lo único que logró decir.

En ese momento noté que su mirada asustada se posó en alguien detrás de mí, me giré y vi a Leopoldo muy serio que nos miraba desconcertado, me asusté al ver su expresión y ya no sabía que más hacer, en cierta forma me sentía avergonzada y más si había escuchado todo lo que le dije a su abuelo. Bajé mi cabeza y los dejé en el pasillo, caminé con paso firme hacia la habitación, seguramente la abuela se iba a molestar cuando lo supiera pero ya no había remedio, ahora tenía que arreglar esta situación y seguramente el duque tendría que darle a Leopoldo las explicaciones del caso. Regresé a la habitación con el piloto automático, no sé cómo pero llegué, Tita ya se sentía mucho mejor y acababa de darse una ducha.

—¿Sigues molesta mi niña? ¿Hablaste con tu novio?

Tenía que decirle a Tita lo que había hecho y tenía miedo de su reacción, creo que había empeorado las cosas.

—No sé cómo describir mi molestia Tita —le dije disimuladamente mientras intentaba darle de comer a mis mascotas, Florentina, Dorotea y Lorenzo estaban hambrientos—. Hablé con “su alteza” y le hice ver nuestro sentir, le dije que dispusiera todo para mañana.

—¿Y cómo lo tomó?

—Está muy desconcertado y no entiende nada, al parecer su abuelo no le ha comentado nada y cree que estoy exagerando.

—Mi niña no quiero que pongas en riesgo tu relación por mi culpa.

—Veré si él es igual que su abuelo y si es así, peor para él, no voy a echarme a morir como tú abuela, ni tampoco como mi madre, si no es con él será con otro, va a dolerme no lo niego pero lo superaré, no quiero tener a alguien a mi lado con “cualidades” que detesto.

—Mi niña no quiero que odies a Lud… a su excelencia el duque, como te lo dije el pasado es pasado y no tiene caso revivirlo, no a estas alturas, ya no vale la pena.

—Será el sereno abuela pero ya está decidido, no quiero que tu salud se vea afectada por culpa de… ese hombre.

—No cabe duda que el mundo es muy pequeño, jamás imaginé, nunca se me cruzó por la cabeza volver a saber de él.

Estaba indecisa en decirle a Tita lo sucedido, seguramente pensaría que fui una mal educada y que la toda la educación que había recibido se había ido al… seguramente la avergonzaría pero preferí hacerlo yo y no que se diera cuenta por otras personas. Me limité a soltar todo el aire que estaba reteniendo, me concentré en darle de comer a mis mascotas, me armé de valor y le dije lo sucedido.

—Abuela… tengo que decirte algo y no sé cómo lo vayas a tomar.

—Mi niña me asustas, ¿Qué pasa? —preguntó mientras abría una maleta.

—Hice algo que… creo que no te va a gustar.

La abuela me miró fijamente centrando su atención en mí, no quería que se asustara pero ya era tarde.

—Abuela… —respiré hondo y continué—. Cuando salí del despacho del príncipe me encontré con el duque al venir para acá y…

Realmente no sabía cómo hablar, me asustaba la reacción de Tita.

—¿Y qué? ¿Leonor qué hiciste? —preguntó asustada y con un rostro transfigurado.

—No me aguanté y le dije lo que pensaba de él.

—¡¿Qué?! ¿Por qué lo hiciste?

—Estoy molesta abuela y más me molestó que me preguntara por ti como si no hubiera pasado nada cuando él es el culpable de tu condición, de verdad que parece tonto o se hace el tonto.

—¡Leonor por favor dime que estás bromeando! —exclamó acercándose a mí, hasta Lorenzo se asustó y corrió a su madriguera— ¡Niña por Dios qué hiciste!

—Lo siento abuela, pero ya no podía quedarme con esto que me quemaba el pecho, si tú no te atreves a hablar de eso pues ya te quité un peso de encima, le dije lo tonto que había sido y el daño que te había hecho.

—No, no, no —decía la abuela caminando de un lado a otro, sujetándose la cabeza—. Leonor no puedo creer que lo hayas hecho, yo ya había dejado todo atrás, él va a creer que me sigue importando y que después de tantos años sigo sufriendo por lo que me hizo. Leonor agradezco tu intención y sé que actuaste sin pensar, pero has hecho el problema más grande, yo no quería revivir esto y ahora…

—Tita perdóname —corrí hacia ella y la abracé—. Por favor perdona mi estupidez, me siento fatal.

—Mi niña no solo yo sufrí, sé que él también y no será nada fácil volver a… —respiró hondo y me abrazó besando lo alto de mi cabeza—. Sé que para él también fue difícil y no será nada grato volver al pasado. Espero que el príncipe arregle todo para irnos temprano, definitivamente ya no quiero seguir aquí, no quiero hablar con él, no hay nada que aclarar, a estas alturas ya no hay nada que decir.

Me sentía realmente mal, mi imprudencia había hecho sentir más mal a Tita y ahora ya no tenía idea de cómo arreglar la situación, no sabía cómo consolarla, ya no sabía qué era lo que había hecho, definitivamente había arruinado todo y ni siquiera quería imaginarme a Leo, suficiente había tenido con ver su expresión de desconcierto al vernos a su abuelo y a mí, realmente quería desaparecer, quería cerrar mis ojos y creer que esto había sido una pesadilla, quería cerrar mis ojos y abrirlos en Barcelona. Sin poder remediar las cosas dejé a Tita quién terminó de vestirse y prefirió leer un buen libro para distraerse, así que yo me di una ducha larga y muy tibia en la tina, hubiera deseado que todo lo que sentía también me resbalara y se fuera por la coladera pero no era así, no podía engañarme y ser indiferente, amaba a Leopoldo con todas mis fuerzas y en el fondo me halagaba sabiéndolo un príncipe de verdad, era el hombre más guapo que había conocido, un verdadero príncipe, hermoso, elegante, atractivo, su mirada cristalina me derretía y sus labios me esclavizaban, beber de ellos y sentir su boca en la mía, hacía que mi cuerpo comenzara a temblar y a responder a él, me imaginaba el día en que fuera suya completamente y el sólo hecho de pensar en eso no sólo me arrancaba una tímida sonrisa y un ligero rubor, sino que también sentía que un voraz apetito sexual en mí, comenzaba a manifestarse. Era lo que más deseaba, entregarme a él completamente y convertirme en su mujer para toda la vida.

******

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nieblas del pasado 2
cover.xhtml
titlepage.xhtml
part0000_split_091.html
part0000_split_092.html
part0000_split_093.html
part0000_split_090.html
part0000_split_004.html
part0000_split_005.html
part0000_split_006.html
part0000_split_086.html
part0000_split_085.html
part0000_split_084.html
part0000_split_083.html
part0000_split_082.html
part0000_split_012.html
part0000_split_013.html
part0000_split_014.html
part0000_split_078.html
part0000_split_077.html
part0000_split_076.html
part0000_split_075.html
part0000_split_074.html
part0000_split_020.html
part0000_split_021.html
part0000_split_022.html
part0000_split_070.html
part0000_split_069.html
part0000_split_068.html
part0000_split_067.html
part0000_split_066.html
part0000_split_028.html
part0000_split_029.html
part0000_split_030.html
part0000_split_062.html
part0000_split_061.html
part0000_split_060.html
part0000_split_059.html
part0000_split_058.html
part0000_split_036.html
part0000_split_037.html
part0000_split_055.html
part0000_split_054.html
part0000_split_053.html
part0000_split_052.html
titlepage0001.xhtml
part0000_split_091.html
part0000_split_092.html
part0000_split_093.html
part0000_split_090.html
part0000_split_004.html
part0000_split_005.html
part0000_split_006.html
part0000_split_086.html
part0000_split_085.html
part0000_split_084.html
part0000_split_083.html
part0000_split_082.html
part0000_split_012.html
part0000_split_013.html
part0000_split_014.html
part0000_split_078.html
part0000_split_077.html
part0000_split_076.html
part0000_split_075.html
part0000_split_074.html
part0000_split_020.html
part0000_split_021.html
part0000_split_022.html
part0000_split_070.html
part0000_split_069.html
part0000_split_068.html
part0000_split_067.html
part0000_split_066.html
part0000_split_028.html
part0000_split_029.html
part0000_split_030.html
part0000_split_062.html
part0000_split_061.html
part0000_split_060.html
part0000_split_059.html
part0000_split_058.html
part0000_split_036.html
part0000_split_037.html
part0000_split_055.html
part0000_split_054.html
part0000_split_053.html
part0000_split_052.html
part0000_split_042.html
part0000_split_043.html
part0000_split_044.html
part0000_split_045.html
part0000_split_046.html
part0000_split_047.html
part0000_split_048.html
part0000_split_049.html
part0000_split_050.html
part0000_split_051.html