Capítulo VIII

 

Nuestro nido de amor

 

El peculiar olor a alcohol me hizo volver, sentía como si por un momento el alma hubiera abandonado mi cuerpo y comenzara a regresar. Lentamente abrí mis ojos y sentí que todo a mi alrededor me daba vueltas;

—Constanza… —escuché que me llamaban a lo lejos—. Amor mío puedes oírme.

—¿Qué pasó? —pregunté casi moviendo los labios.

—Amor mío te desmayaste —contestó muy asustado sosteniendo el algodón—. Creí que bromeabas y que eran inventos tuyos, pero realmente te desvaneciste y me asustaste.

—Te lo estaba advirtiendo y no quisiste creerme —le dije sujetándome la cabeza por la presión que sentía.

—Por favor perdóname, soy un inconsciente, creí que podía ser parte del juego y me excitó más.

Me limité a exhalar, a cerrar los ojos y a sostener mi cabeza sin decirle nada;

—Amor mío creo que será necesario que el doctor Khrauss te revise, tu pulso está débil, perdiste completamente el color de tu piel y tu palidez me asustó mucho parecías… por favor Constanza no me dejes. —Besó mi mano intensamente.

—¿Creíste que había muerto? —Pregunté observando que su mirada se llenaba de lágrimas mientras cerraba con fuerza sus ojos disimulando y bajaba la cabeza—. ¿Cuánto tiempo pasó?

—Unos cinco o diez minutos —contestó mientras sostenía mi mano en su frente—. Perdiste totalmente el conocimiento, tu respiración apenas y se notaba y tu piel además de pálida, estaba muy fría.

—Bueno al menos ya regresé.

—Constanza por favor perdóname —insistió abrazándome intensamente sin contener sus lágrimas—. Estaba muy asustado y no sabía qué hacer si pasaba más tiempo y tú no reaccionabas, soy un imbécil y un completo idiota, si algo te pasa por mi culpa jamás me lo perdonaré siento que voy a enloquecer de dolor, eres mi vida, mi amor, mi luz y mi sol, eres todo lo que soy, no podría pasar un minuto sin ti.

—Siento un poco de náuseas. —Me llevé las manos a la boca.

—¿Quieres vomitar?

—No, creo que no. ¿Quisiera beber algo?

—Aquí hay agua fresca. —Me ofreció en un vaso—. Bebe un poco, también necesito que te acuestes lo menos inclinada posible y flexiones al mismo tiempo tus rodillas un momento, eso te ayudará a sentirte mejor.

—Está bien, gracias. —Obedecí mientras la bebí y me acomodaba—. Pero me gustaría tomar algo dulce.

—¿Quieres jugo de naranja o de manzana? Creo que también debe de haber ponche de frutas.

—Ponche está bien, gracias.

Y besando mi frente, colocó el vaso de agua en la mesa de noche y bajó a la cocina, mientras yo aproveché para ir un momento al baño al sentir un leve malestar en el vientre, gracias a Dios no era nada pero tenía los mismos síntomas que sentía cuando mi período me quería visitar. Mojé mi cara un momento y después regresé a la cama, sólo hasta en ese instante pude ver que la habitación también estaba llena de rosas y de velas aromáticas encendidas, la misma cama tenía pétalos esparcidos por todas partes, realmente Loui deseaba conquistarme y hacer que pasáramos una noche de amor olvidando lo sucedido. Mientras una ligera sonrisa se dibujaba en mi rostro y mi mente comenzaba a volar, escuché sus pasos y regresé rápidamente a acostarme en la posición en la que estaba;

—¿Te sientes mejor? —preguntó mientras entraba.

—Sí un poco.

—Aquí está. —Me ofreció el vaso ayudándome a sentarme—. Está helado y eso te ayudará, bébelo muy despacio, también traje tu bolso por si necesitas algo.

—Gracias —dije mientras bebía muy sedienta.

El dulce y frío sabor del jugo sin duda me hizo sentir mejor, recliné mi cabeza en el almohadón cerrando mis ojos y dejando escapar un suspiro de alivio, realmente sentía mi temperatura normal y los malestares estaban pasando. Cuando abrí mis ojos, noté que él estaba sentado en la cama a mi lado y me observaba también muy aliviado, con esa dulce mirada cristalina que no podía resistir;

—¿Pasa algo? —pregunté curiosa.

—Pasa que te amo y no sabes cuánto. —Me mostró su bella sonrisa—. Me deleito observarte, mirar siempre lo bella que eres y a la vez, el silencio con el que hablas me hace adorarte con fervor. Saber que eres mi joya más valiosa, la cual me ha dado el mayor de los tesoros me hace amarte con toda el alma, reconocer que todos se rinden ante ti sólo con tu presencia y tu encanto humano, hace que me tengas en tus manos. Saber que cada gesto y cada movimiento tuyo me seduce, hace que me vuelvas loco, Constanza no tienes idea del poder que tienes y que ejerces sobre mí.

—¿Por qué me dices todo eso? —pregunté desconcertada evitando ruborizarme.

—Porque es lo que siento, porque deseo hacerlo y porque quiero hacerlo.

—A veces me es difícil creerlo, sé lo que te hace cambiar, pero nunca sé cómo vas a reaccionar.

—Y no sabes cómo me detesto por ser así —bajó su mirada—. Lo que menos deseo es hacerle daño a lo que más amo y creo que es lo que mejor sé hacer.

—Ya no tiene caso hablar de lo sucedido, simplemente hoy no fue un buen día.

—Y es por eso que te traje aquí. —Sostuvo mis manos—. Porque quiero redimirme y hacer que olvides todo.

—No es tan sencillo, han sido muchas cosas en un solo día y al menos ya está terminando.

—Pero no quiero que termine así —insistió—. Me siento un miserable, comenzamos el día maravillosamente y así mismo deseo que termine, pero reconozco que tengo miedo que tu conducta de hoy sea sólo el comienzo de algo que ni siquiera me atrevo a imaginar, creí que se te pasaría pero veo tu determinación y estoy consciente que soy el culpable de eso, es sólo que… ya no tengo fortaleza y no creo poder soportarlo.

—Ya no sé que esperar de ti y yo tengo miedo que lo que dices que es amor sea más bien un capricho ya, eso fue lo que sentí en la mañana, a veces siento que sólo te interesa una cosa nada más y eso me hace sentir utilizada, como si fuera un adorno, tengo miedo que llegue el día en que prefieras verme… muerta a verme lejos de ti.

—Por favor Constanza no me digas eso. —Me miró con tristeza—. Me haces sentir como lo peor.

—De la misma manera en que tú lo haces conmigo, a veces sólo te preocupas por lo que tú sientes y no piensas en lo que yo siento también cuando te comportas así, te gusta ordenar y ser obedecido, cuando estás así no tienes tácticas para pedir las cosas y lo haces de una manera muy fría, por ejemplo cuando me dijiste que tomara mis cosas fue una orden no una sugerencia, ni siquiera me pediste mi opinión, fui a despedirme de los niños sin saber que no volvería esta noche y tuvo que ser Randolph el que me buscara porque “el rey” me esperaba, tuvo que ser un guardia el que gentilmente me abriera la puerta de tu camioneta porque “el rey” ya estaba bien instalado en el interior con los motores encendidos y todo eso me hizo sentir muy mal. Jamás imaginé que tu reacción en la mañana hubiera sido así, ni siquiera te molestaste en terminar el desayuno que hice para ti, te molestaste exageradamente e intentaste tomarme a la fuerza. ¿Te das cuenta de eso y de lo mal que me hiciste sentir? No es la primera vez que sucede pero creí que ya habías superado esa manera de ser y sólo voy a decirte una sola cosa con respecto a eso; el día que abuses de mí sólo por complacerte a ti mismo, el día que me tomes por la fuerza en contra de mi voluntad haciendo caso sólo a tus bajos instintos, en otras palabras el día que mancilles nuestro lecho matrimonial obedeciendo únicamente a tu naturaleza carnal, ese mismo día se acaba todo entre nosotros sin importarme nada, absolutamente nada.

—¿Es una amenaza? —preguntó seriamente.

—Es una advertencia, de la misma manera en la que tú te transformas en ese momento sin poder razonar yo también lo haré a mi manera y no me vas a reconocer, dejaré de ser la mujer que has conocido y lamentarás haberme hecho daño, viva o muerta dejaré Bórdovar y dejaré de ser tu esposa.

No sé qué efecto tendrían mis palabras pero sólo se limitó a bajar la cabeza sin decir nada más, exhaló;

—Si tienes miedo de perderme tú mismo serás el responsable, nadie más —insistí.

—Eso no suena bien —dijo un tanto avergonzado y a la vez bromeando—. Creo que es peor a que me encuentres en la cama con otra.

—No bromees porque yo no lo estoy haciendo —le dije muy seriamente y desafiante—. El día que se te ocurra estar con otra mujer hasta ese día sabrás de mí, me vale un cuerno las tradiciones de Bórdovar y seré la primera mujer en tomar al toro por ellos entonces. El día que me humilles de esa manera y decidas estar con otra será mi abogado el que hable por mí, no sin antes pagarte con la misma moneda, tú decides Ludwig Waldemberg rey de Bórdovar que destino te apetece más, ya que de las dos formas siempre me vas a perder y para siempre. Ponme a prueba y verás que todo lo que hemos vivido hasta el momento, en un abrir y cerrar de ojos se me olvidará y se acabará, será mi odio hacia ti lo que me dé las fuerzas para vivir lo que me resta de vida.

—Dios mío Constanza de verdad me asustas. —Me miró fijamente sin poder creer lo que había escuchado—. En otras palabras todo está en mis manos y yo seré el único responsable de todo el mal que pueda desgraciar nuestras vidas, creo que es una carga muy pesada, ¿No te parece?

—Pues ahora tienes otro motivo para estresarte más —le dije tranquilamente mientras tomaba más jugo.

—No es justo.

—¿Por qué?

—Porque tú tienes mucha culpa también.

—¿Disculpa?

—Tu belleza, talento y habilidades son mi perdición, tú también eres responsable.

—Eso lo hubieras pensado antes —le dije modestamente disfrutando el jugo—. Cuando llegué a Bórdovar yo no tenía idea del cambio tan radical que le esperaba a mi vida.

—No me permitiste pensarlo, desde el primer momento en que te vi ya no supe quien era yo.

—¿Es un halago?

—Es la verdad, acabo de decirte que eres tú la que me tiene en sus manos y eres tú la única dueña de mi voluntad.

—¿Y si es así porque actúas tan tontamente? Creo que hasta el momento no te he faltado en ningún aspecto y aún así parece que dudas de mí, no creo ser la dueña de tu voluntad porque entonces no actuarías así. He sido tuya, soy sólo tuya, desde que te conocí ningún otro hombre ha estado en mi cabeza y en mi corazón, para mí sólo existes tú, me cegaste desde el primer momento y en ese mismo instante supe que jamás volvería a ver a otro hombre, desde el principio sólo exististe tú, en mi vida entera sólo existes tú, no te he dado motivos para sentir celos más sin embargo los sientes. ¿No te das cuenta que eres tú mismo el que te haces daño?

—Constanza por favor ayúdame. —Su tono era de súplica, bajando la cabeza y sujetándola con sus manos—. Sé que eres mía, toda tú eres sólo mía pero aún no logro entender el porqué me siento tan inseguro.

No puedo entender que fue lo que sentí al verlo así, no fue lástima pero tenía que hacerle entender que mi amor era suyo nada más y que no había motivo para darle cabida a sus temores. Mientras él seguía sentado en el borde de la cama, me levanté para sentarme y lo observé, luego me acerqué a él, me senté a horcajadas sobre él y quité sus manos de la cabeza;

—Constanza perdóname. —Me abrazó intensamente pegando lo más fuerte posible nuestros cuerpos, su voz sonaba entrecortada—. No quiero perderte amor mío, te amo con toda mi alma llena de desesperación, yo sé perfectamente que eres mía pero no soporto que otros te miren, toda tú eres sólo para mí, cada centímetro de tu piel me pertenece, tus ojos, tu boca, todo tu cuerpo es sólo mío, tu belleza y tu encanto han sido mi fortaleza como monarca pero también mi debilidad como hombre. Has brillado por ti misma, pero ante las miradas de codicia que te asechan siento que de alguna manera te comparto con otros y eso no lo soporto.

—Pues no creo que se te acurra cegar a todos los caballeros del reino, ¿Verdad? —Pregunté secando una lágrima de su mejilla—. Pasarías a la historia como Ludwig el terrible despojando de su título al pobre Iván y no creo que eso te convenga.

—No sería una mala idea, así nadie más te miraría sólo yo, voy a decretar que de ahora en adelante queda estrictamente prohibido que cualquier hombre sin importar su edad mire a la reina y en caso de desobedecer, pagará el precio con sus propios ojos.

—Loui no exageres, si hicieras algo así significa que ni siquiera Randolph o el doctor Khrauss escaparían, ya no hables así.

—Randolph sería una excepción por ser un hombre mayor y de toda mi confianza, además gracias a él te conocí y es como un padre para ambos, jamás él te miraría de otra manera y lo mismo puedo de decir del doctor Khrauss que ha sido mi amigo y mi médico, pero de los demás no puedo decir lo mismo así que voy a tomar todas las medidas para que la ley que prohíbe ver a la reina se cumpla y el castigo por desobediencia, será que vivan ciegos y errantes para que sirva de lección y nadie se atreva a poner sus ojos en ti.

—Loui no hablas en serio, ¿Verdad? —pregunté asustada imaginado por un momento la sangrienta escena.

—Tú me diste la idea —contestó seriamente besando la punta de mi nariz—. Mandaré a sacar los ojos de todos aquellos que se atrevan a verte, creo que a quien van a odiar en realidad será a ti, especialmente las mujeres que pierdan a sus hijos, a sus maridos y a sus padres por el simple hecho de haberte visto.

—Loui no hables así. —Insistí sintiendo náuseas y mostrando aflicción—. No vas a hacer nada tan descabellado, no vas a hacer correr ríos de sangre por mi culpa, no vas a convertir a Bórdovar en una ciudad de lamentos, no me hagas ver como la culpable de la trágica desgracia que piensas desatar.

—Amor mío tranquila —sonrió y acarició mi mejilla con su pulgar—. Era una broma, ¿No me digas que creíste todo lo que dije? Por Dios no estoy loco, jamás haría tal cosa, sólo quise hacerlo sonar muy amenazante pero se me olvida tu gran imaginación y estoy seguro que pudiste ver cada palabra que dije, por favor perdóname.

—Loui estoy asustada y ya no sé qué pensar. —Lo abracé de nuevo—. A veces siento que si puedes ser capaz de hacer cosas terribles y eso me da mucho miedo.

—Mientras estés conmigo nunca haré nada que te avergüence —dijo sosteniéndome en sus brazos—. No lo hice antes y tampoco lo haré después, yo soy nada sin ti, tengo mucho miedo de dejarte un día a merced de todos estos buitres y no poder hacer nada para evitarlo, defenderte y protegerte, pero el día que tú me faltes ese día yo también…

—Sh… —musité colocando mis dedos en su boca—. Por favor ya no digas nada.

Nos miramos fijamente sin decir nada más, mientras me rodeaba la cintura con uno de sus brazos, con la otra mano comenzó a acariciar mi cuello apartando el cabello que estorbaba, mi cuerpo comenzó a estremecerse y a desearlo con locura. Lentamente, acercó sus labios a los míos con el temor de sentir que lo rechazara pero esta vez lo acepté, acepté sentir gustosa el cálido sabor que sus labios me ofrecían, mientras mis manos sujetaban su cara y acariciaban su nuca y su cabello. El dulce y tímido beso, tomó más fuerza al sentir que nuestras lenguas jugaban juntas, recorriendo nuestro interior con el deseo incontrolable de bebernos con locura, sus manos bajaron a mi cintura mientras su erección hacía aparición en escena, lo cual al sentir esa fuerza debajo de mí hizo que me excitara enormemente. Sin dejar de besarnos, sus manos comenzaron a recorrer mis piernas levantando mi vestido para sentir mi piel que comenzaba a arder por él, mi respiración se volvió más acelerada cuando sus besos dejaron mis labios para apoderarse de mi cuello, al mismo tiempo que sus manos ya habían llegado a la parte baja de mi espalda, donde comenzaron a recorrer todo lenta, sutil y libremente. Mis gemidos no se hicieron esperar al sentir ese glorioso toque de sus dedos introducirse dentro de mí, comencé a desabotonar su camisa para sentir y besar su pecho, su respiración también era profunda y estaba completamente excitado al sentir que lo estaba desnudando, mientras mi boca y mi lengua recorrían cada curva de su deseable pectoral. Mientras yo seguía encima de él, lo empujé para que se acostara y darme la libertad de quitar el cinturón de su pantalón, él cerró sus ojos liberando unos jadeos de placer que le provocaba al sentir como lentamente bajaba el cierre de su pantalón. Me incliné para besar libremente su pecho, mientras mi mano acariciaba y masajeaba su hombría, lentamente mis besos bajaban a su estómago, a su vientre y justamente cuando deseaba liberarlo e introducirlo en mi boca, él reaccionó sujetándome con ambas manos de mis brazos, acostándome en la cama y levantándose inmediatamente. Su reacción me había desconcertado y no lograba entenderlo;

Constanza no creo que sea bueno para ti —dijo parándose justo a mi lado, sujetando de nuevo su pantalón y tratando de controlar su respiración—. Hace poco no estabas bien y tengo miedo que eso te ocurra otra vez.

—Loui por favor, ya me siento mejor —le dije intentando encontrar la respiración.

—Amor mío por favor, contrólate. —Se acercó a mí—. Trata de respirar normalmente.

—Loui estoy bien, por favor no hagas eso.

—Necesito que el doctor te revise primero. —Insistía a la vez que pasaba sus manos por su cabello—. Estoy seguro que no se trata de un embarazo y eso es lo que me tiene intranquilo.

—Loui por favor no es justo. —Me hinqué en la cama y atrayéndolo hacia mí—. Los malestares ya pasaron, hemos estado mal este día y me trajiste aquí por una razón, por favor compláceme.

—Amor mío lo deseo pero no quiero. —Sujetó y besó mis manos—. Recuerda que yo estudié medicina y necesito estar completamente seguro de que no estoy poniendo en riesgo tu vida.

—Loui no exageres. —Lo besé en la mejilla—. Debo de estar un poco anémica pero te aseguro que sólo es eso, además en la madrugada me viste perfectamente bien, por favor no te detengas ahora, no ahora que si estoy dispuesta.

—Constanza no…

No dejé que siguiera hablando y lo besé con fuerza, aferré su cuerpo al mío atrayéndolo a la cama de nuevo, quité completamente su camisa y desabroché su pantalón otra vez, introduje mi mano y su erección seguía intacta sólo para mí, sus manos no pudieron controlarse y comenzó a recorrer mi cuerpo con fuerza, eso era lo que quería, que me tocara y sintiera como mi cuerpo le gritaba que lo poseyera. Se acostó encima de mí sin dejar caer todo su peso, mientras nuestros labios no lograban separarse, nuestra respiración se volvía más intensa cada vez. Mis manos acariciaban su espalda bajando su pantalón, sus besos buscaron mi cuello de nuevo bajando la manga de mi vestido y a la vez, encontrando uno de mis pechos el cual comenzó a besar tiernamente, jugando y rodeando con su lengua mi pezón lo cual me tenía muy excitada. Levanté mi pierna para que su mano la encontrara y siguiera el rumbo que le indicaba, subió a través de ella hasta llegar a mi muslo el cual apretó con fuerza, dejé escapar un leve gemido de placer y sus ojos se encontraron con los míos, deteniéndose de nuevo por un momento;

—¿Estás segura? —preguntó entre jadeos.

—Por supuesto, déjame demostrarte que me siento perfectamente bien.

Le di un tierno beso en la boca en señal de invitación y lentamente me di vuelta, dándole la espalda y quedando siempre bajo su cuerpo. Él entendió que tenía que desvestirme y mientras lo hacía y apartaba mi cabello, besaba con su aliento delicioso y ardientemente cálido mi oreja, mi nuca y mi espalda, haciendo recorrer una excitante corriente por toda mi columna la cual se concentraba en un sólo lugar, mientras quitaba mi vestido y todo lo demás descubriendo mi piel, el fuego de su aliento inundaba mi excitado cuerpo, el cual ya estaba a punto de explotar con sólo sentir sus caricias. Estando así, boca abajo y completamente desnuda para él, flexioné un poco la pierna invitándolo a entrar y al tenerme así, sin dejar de tocarme él se inclinó un poco y muy gentilmente con el mismo cuidado de la primera vez, me penetró de esa manera vaginalmente. Estaba lo suficientemente lubricada para que ambos pudiéramos sentir el placer de la penetración, mis gemidos no se hicieron esperar sintiendo cómo él se movía lenta y deliciosamente, hacia adentro y hacia afuera mientras yo, apretaba con fuerza las sábanas las cuales deseaba rasgar para liberar mi placer. Me concentré para lograr sentir sus gloriosos y candentes movimientos dentro de mí, que me estaban haciendo perder los sentidos, ese roce, esa fricción, esa penetración profunda, sus labios sobre mi nuca y espalda y esa deliciosa sensación de sentirlo dentro de mí con movimientos intensos cada vez, me estaban enloqueciendo y sentía que ya no podía más. Me di la vuelta y lo obligué a acostarse para colocarme encima de él a horcajadas, apoyando mis rodillas y piernas sobre la cama, sujeté su miembro y lo introduje en mí de nuevo, se saboreó y yo también, busqué sus manos que acariciaban mis piernas e hice que me tocara completamente. Cerré mis ojos, levanté mi cabeza lanzándola hacia atrás y dejando escapar gemidos comencé a moverme de manera circular, el ritmo de mis caderas lo tenía exageradamente excitado, cerraba sus ojos con fuerza y jadeaba de placer, sus manos recorrían plenamente mis pechos masajeándolos a su antojo, mientras yo sentía la gloria cubrirme por completo, él era delicioso, lo que me hacía al tocarme y al sentirlo era delirante, era nuestra intimidad, nuestra entrega, nuestro momento, amándonos intensamente y siendo sólo uno, disfrutándonos libre y placenteramente. Mis movimientos se volvieron más intensos a medida que la excitación crecía, ya no podía, quería más, no podía detenerme, quería llegar al orgasmo, lo necesitaba, ambos estábamos a punto de explotar sin poder detener el torrente de pasión que nos embestía en ese momento. Sus manos bajaron con fuerza a mis caderas y a mis muslos para impulsar y sentir más rápido y más fuerte mis movimientos dentro de él, arriba y abajo, hacia adelante y hacia atrás con fuerza, los compases de nuestra melodía nos estaban enloqueciendo completamente, mis gemidos estaban llegando al límite mientras levantaba e inclinaba mi cabeza hacia atrás al sentir sus manos recorriendo con fuerza mi cuerpo y al sentirlo él, se sentó para encontrarme, besando y succionando mis pechos, haciendo estragos con su lengua en mi pezones. Sus besos subieron por mi cuello, inhalando su aroma y me sujetó con sus brazos por la espalda con fuerza, para encontrar mis pechos con el suyo, me besó apasionadamente mientras nuestras lenguas se unían y jugaban, al mismo tiempo que me impulsaba con más fuerza hacia él. Yo también me aferré de su cuello el cual deseaba arrancar, en ese momento sentía que ya no podía más;

—Eres mía —decía encontrando la respiración y mirándome fijamente—. Absolutamente toda mía.

—Sí —susurré tratando de encontrar el aliento—. Soy sólo tuya, te pertenezco sólo a ti.

Me besó de nuevo ansioso y sediento como si deseara tragarme, nuestras lenguas se entrelazaban dentro de nuestras bocas de la misma manera en la que nuestros cuerpos lo estaban. Esta vez, ya no podíamos detenernos y sentía que el aire me faltaba por completo, una inmensa ola de orgasmos amenazaba con estrellarnos y desgarrar cada ardiente fibra de nuestro ser;

—Así, más fuerte amor mío —decía sin aliento impulsando mis caderas más rápidamente—. Más, ven a mí y dámelo todo.

—¡Oh sí…! —Gemía sintiendo que mi corazón y mis pulmones colapsarían—. Sí, más, más, ¡ah… sí! ¡sí…!

—¡Sí…!

Ambos gemimos fuertemente al llegar al clímax y explotar juntos en mil pedazos.

Sentíamos que habíamos estallado en miles de partículas en nuestro universo en ese momento y mientras Loui me sostenía con fuerza sintiendo aliviada y placenteramente como todo su precioso y vital líquido se había esparcido dentro de mí, se derrumbó en la cama llevándome con él para no separar nuestra posición. Estábamos exhaustos y nuestra piel cubierta de sudor, necesitábamos encontrar la respiración de nuevo especialmente yo, que sentía un intenso mareo y por un momento sentí mi cuerpo muy liviano mientras estaba encima de él, lo único que escuchaba en ese momento era el latir acelerado de su corazón, cerré mis ojos para tratar de controlarme mientras sentía como sus brazos rodeaban y acariciaban mi húmeda espalda. Nuestros cuerpos habían sido uno solo en ese momento, yo era completamente su mujer en todos los sentidos y él era plenamente sólo mío, nuestros cuerpos se habían comunicado a su manera y en ese instante habíamos dejado todo lo mejor de nosotros en la cama;

—Eres maravillosa —dijo cuando logró reaccionar, acariciando mi cabello y besando lo alto de mi cabeza—. Nunca, escúchame bien, nunca voy a tener suficiente de ti, nunca voy a saciarme de tu exquisitez, cada vez que eres mía y que tengo el placer de recorrer tu piel me siento el hombre más afortunado de la tierra.

—Yo también me siento muy afortunada al tenerte —le dije apartándome de su pecho y acostándome a su lado boca abajo—. Tus caricias me vuelven loca y sabes cómo hacerme feliz y complacerme.

—¿Amor mío qué pasa? —Preguntó acostándose parcialmente sobre mi espalda—. ¿Te sientes mal?

—No es nada, es sólo un pequeño mareo, no te preocupes.

—Amor mío eso no me gusta, voy a llamar al doctor Khrauss. —Intentó levantarse de la cama—. Fui un tonto, debí haber dejado que te revisara después del almuerzo.

—No amor, no lo hagas. —Lo detuve tomándolo de su brazo para sentir su calor de nuevo—. Sólo necesito descansar un momento, quédate así no te vayas, quiero sentir tu pecho sobre mi espalda, quiero sentir tu brazo rodeándome, abrázame y quédate junto a mí.

—Está bien amor mío, duerme. —Besó mi hombro y mi sien—. Voy a quedarme así como quieres, aquí estaré cerca de ti.

Y al escucharle decir eso sentí un gran alivio, limpiamos con toallitas de papel la evidencia de nuestro encuentro y nos cubrimos con las sábanas, se quedó cerca de mí abrazándome, mientras acariciaba mi cabello con ternura y finalmente, sintiendo esa sensación de paz sabiendo que estaba junto a mí consintiéndome, plácidamente me quedé dormida.

 

 

 

 

 

 

Nieblas del pasado 2
cover.xhtml
titlepage.xhtml
part0000_split_091.html
part0000_split_092.html
part0000_split_093.html
part0000_split_090.html
part0000_split_004.html
part0000_split_005.html
part0000_split_006.html
part0000_split_086.html
part0000_split_085.html
part0000_split_084.html
part0000_split_083.html
part0000_split_082.html
part0000_split_012.html
part0000_split_013.html
part0000_split_014.html
part0000_split_078.html
part0000_split_077.html
part0000_split_076.html
part0000_split_075.html
part0000_split_074.html
part0000_split_020.html
part0000_split_021.html
part0000_split_022.html
part0000_split_070.html
part0000_split_069.html
part0000_split_068.html
part0000_split_067.html
part0000_split_066.html
part0000_split_028.html
part0000_split_029.html
part0000_split_030.html
part0000_split_062.html
part0000_split_061.html
part0000_split_060.html
part0000_split_059.html
part0000_split_058.html
part0000_split_036.html
part0000_split_037.html
part0000_split_055.html
part0000_split_054.html
part0000_split_053.html
part0000_split_052.html
titlepage0001.xhtml
part0000_split_091.html
part0000_split_092.html
part0000_split_093.html
part0000_split_090.html
part0000_split_004.html
part0000_split_005.html
part0000_split_006.html
part0000_split_086.html
part0000_split_085.html
part0000_split_084.html
part0000_split_083.html
part0000_split_082.html
part0000_split_012.html
part0000_split_013.html
part0000_split_014.html
part0000_split_078.html
part0000_split_077.html
part0000_split_076.html
part0000_split_075.html
part0000_split_074.html
part0000_split_020.html
part0000_split_021.html
part0000_split_022.html
part0000_split_070.html
part0000_split_069.html
part0000_split_068.html
part0000_split_067.html
part0000_split_066.html
part0000_split_028.html
part0000_split_029.html
part0000_split_030.html
part0000_split_062.html
part0000_split_061.html
part0000_split_060.html
part0000_split_059.html
part0000_split_058.html
part0000_split_036.html
part0000_split_037.html
part0000_split_055.html
part0000_split_054.html
part0000_split_053.html
part0000_split_052.html
part0000_split_042.html
part0000_split_043.html
part0000_split_044.html
part0000_split_045.html
part0000_split_046.html
part0000_split_047.html
part0000_split_048.html
part0000_split_049.html
part0000_split_050.html
part0000_split_051.html