Capítulo VI

 

El Almuerzo

 

 

Diciendo esto me retiré a todo galope y mientras regresaba al castillo no dejaba de pensar en este hombre. ¿Quién era en realidad? Ya no creía en las casualidades pero… Encontrarlo dos veces en la misma mañana me parecía extraño, su manera de ser también me recordó a Jonathan y físicamente eran parecidos, oh Jonathan… ¿Por qué sólo cuando me sentía mal por algo que Loui había hecho era cuando lo recordaba? “Obvio” —pensé— “porque él nunca me haría sentir mal” en momentos así envidio a Regina, es muy afortunada por tenerlo, Jonathan es un hombre dulce, tierno y… ¡Dios! No podía pensar así, ni ahora ni nunca, era la esposa de Loui y reina de Bórdovar y a pesar de todo lo amaba pero… deseaba mucho ser una persona normal como antes y evitarme tantos problemas por mi posición. Llegué al castillo y me quedé un momento en las caballerizas acariciando a Altaír antes de encontrarme con él otra vez, luego pasé a acariciar a Belladona para que no estuviera celosa. Era el colmo para mí, hacía unas horas lo deseaba con locura y ahora que estaba aquí, ya no deseaba verlo ni dirigirle la palabra, las lágrimas comenzaron a rodar de nuevo y lloré a solas un momento más, luego me controlé y traté de tener la cabeza fría, la mañana era un tanto agradable así que los niños ya estaban jugando en el jardín, era saludable para el pequeño Randolph respirar el aire puro de la mañana, me sentí bien al verlos jugando felices y me acerqué para estar con ellos un momento;

—Qué bueno que regresó majestad —dijo Gertrudis asustada—. El rey ya llegó y estuvo con los niños un momento, les trajo unos regalos y por eso están muy contentos jugando, pero preguntó por usted y al no saber qué decirle parece que lo molestó, nadie daba cuentas de usted y su semblante cambió, dijo que estaría en su despacho y que lo buscara allá.

—Está bien, no se preocupe, gracias.

—¡Mami, mami! —decían mis niños al verme mientras corrían hacia mí.

—Mis bebés… —Los abracé hincándome en la grama—. Veo que están muy felices con sus nuevos juguetes, ¿Les gustan?

—Sí —respondieron con su bella sonrisa que iluminaba mi día.

—Mmmm pero que bonitos juguetes. —Intenté sonreír—. Ludwig tiene un auto tan grande que puede entrar en él y manejarlo, es impresionante y Leonor tiene una muñeca más grande que ella y a duras penas puede sostenerla, creo que papá exageró con sus regalos. ¿No creen?

Los niños estaban muy felices disfrutando el día y sus juguetes y el pequeño Randolph también estaba muy entretenido con los juguetes propios para su edad, Loui le había traído una especie de alfombra con formas y colores que al tocarla hacía sonidos que a él le gustaron, así que al verlos que estaban muy bien y muy ocupados, decidí entonces ir a ver al rey y enfrentar su molestia de una vez. Llegué al despacho y muy educadamente toqué la puerta;

—Adelante —dijo su voz al otro lado.

Al verme los presentes que estaban con Loui, me hicieron la reverencia correspondiente incluyendo Randolph, les pidió que esperaran un momento ya que necesitaba hablar conmigo a solas por lo que todos salieron de la habitación para dejarme en la audiencia privada que creyeron que yo solicitaba al rey;

—Constanza ¿Dónde estabas? —Preguntó acercándose a mí—. Me preocupé mucho al saber que no estabas y que nadie me daba razón de ti.

—Ya estoy aquí —contesté secamente—. ¿Qué deseas?

—Amor mío no quiero verte así. —Intentó abrazarme y darme un beso—. Por favor, perdóname.

—¿Para qué quieres verme? —pregunté rechazando su abrazo y su beso y dirigiéndome a la ventana.

—Veo que sigues muy molesta y no te culpo. —Exhaló resignado—. Pero por favor no vuelvas a salir sin decir a dónde vas, recuerda que no puedes salir sin escolta.

Hice un puchero y levanté una ceja, miraba fijamente la ventana del balcón y los recuerdos me atraparon por un momento;

—Constanza has llorado, ¿Verdad? —Preguntó mientras me sujetaba del brazo—. Por favor no me hagas esto.

—Dime de una vez que quieres. —Volví a decirle seriamente.

—¿Puedes al menos cambiar un poco tu actitud? —Insistió seriamente.

Lo miré fijamente para que pudiera ver en mis ojos lo que sentía y pudiera leer sin palabras mi expresión;

—Necesito que… —dijo sin más remedio negando con la cabeza—. Que por favor organices hoy un almuerzo especial, será algo un tanto íntimo pero a la vez social, quiero presentar a un amigo y a la vez darle la bienvenida, así que necesito que como reina seas como siempre una digna anfitriona.

—Está bien —contesté sin dejar de observar por el balcón—. Como quieras, ¿Para cuántas personas?

—Máximo diez, ya se encargaron de hacer las llamadas para las invitaciones y…

Mientras Loui seguía hablando mi mente se perdió por un momento, recordé la primera vez que pisamos ese balcón, el amor que nos profesamos ese día, las fantasías que nos hicieron estremecer, la melancolía que nos embargó al creer que podía morir en el parto de los gemelos y la enorme tristeza que sentí al pensar en perderlos, todos esos recuerdos regresaron a mi mente y por un momento deseaba sentir a Loui con la ternura de ese día;

—¿Constanza me escuchaste? —Preguntó tocando con sus dedos mi barbilla y girando mi rostro hacia él—. Parece que sólo tu cuerpo está aquí, pero tu mente…

—Iré a la cocina a encargar todo. —Lo interrumpí dirigiéndome a la puerta—. No te preocupes será como tú quieras.

Y sin darle oportunidad a un acercamiento más salí del despacho, me sentía muy extraña y eso no lo había sentido, si mantenía esa actitud determinante hacia él poco a poco todo lo que había sentido iría desapareciendo y eso, me daba miedo pero a la vez una extraña fortaleza para sobrellevar todo. Cuando llegué a la cocina le dije a Carlota los deseos del rey y le sugerí un menú que no llevara mucho tiempo elaborar, dos tipos de carnes, dos tipos de entradas, dos tipos de ensalada, dos tipos de acompañamientos, dos tipos de postre y dos tipos de vino para que los presentes tuvieran la opción de degustar lo que más les apeteciera. Una vez hecho el menú regresé a la habitación a darme un baño y a limpiar un poco mis heridas desinfectándolas, me dolían pero más me molestaba lo que había pasado, sentía que todo lo estaba haciendo por compromiso y no por gusto, no sé porqué pero sentía que estaba adentrándome en otra etapa de mi vida en donde otra Constanza surgiría y lo que yo había sido quedaría atrás, tenía miedo de convertirme en otra persona pero al menos, tendría el orgullo y la satisfacción de cambiar gracias a otra persona y a las circunstancias y no porque yo lo quisiera. Al salir del baño me quedé sólo con mi bata y me arreglé el cabello, me consentí con mis acostumbradas esencias y dejé escapar de mi piel un aroma deliciosamente relajante. Me sentía un poco cansada y acostándome en mi canapé un momento sin darme cuenta, cerré mis ojos y me quedé dormida.

Un cálido aliento sobre mi cuello se dejaba sentir, mientras mi piel se estremecía al toque sutil de un roce que lentamente subía por mi pierna, inconscientemente comencé a moverme creyendo que estaba soñando, podía sentir unos tiernos y cortos besos jugando en mi cuello, mientras el aliento dejaba de ser tibio para volverse ardiente. Mientras los dedos seguían subiendo sutilmente por mi pierna, los otros buscaban abrirse paso a través del cuello de mi bata para encontrar mi pecho acariciando mi pezón, mi respiración comenzó a hacerse más acelerada al sentir la excitación que mi cuerpo estaba experimentando. Antes de que pudiera despertar, unos labios sedientos por beber encontraron los míos haciéndome sucumbir a ellos y a tan deliciosa lengua introducida dentro de mi boca, el toque de esos dedos que jugaban al placer cuando encontraron su destino me estaban enloqueciendo y el deseo que sentía en ese momento, me hacía desear más y más. Impulsada por el ensueño, por la falta de respiración y la curiosidad, abrí mis ojos y mi sorpresa fue grande, me asusté al verlo casi encima de mí por lo que agresivamente y con fuerza lo empujé, levantándome apresuradamente del canapé y tratando de encontrar el aire que me faltaba;

—¿Constanza que te pasa? Soy yo. —Me observó con asombro.

—¿Cómo te atreves a tocarme? —Le dije indignada cubriéndome con la bata—. No soy un objeto de placer, ni una muñeca para que juegues conmigo.

—Soy tu esposo y tengo todos los derechos sobre ti, te vi dormida y así, acabando de salir del baño, tan fresca y tan deseable, no pude controlar las ganas de acercarme, el aroma de tu piel me sedujo y…

—Y sólo obedeciste a tus instintos. —Lo miré fijamente—. Te agradeceré que la próxima vez simple y sencillamente me despiertes.

Y diciendo esto me dirigí al guardarropa para vestirme ya que pronto se llegaría la hora de la comida, realmente Loui y sus actitudes me hacían sentir sucia, sé que tenía todos los derechos sobre mí pero mientras siguiera siendo la dueña de mi cuerpo y mientras tuviera conciencia, no iba a permitir que hiciera algo que no yo quería, aunque en el fondo lo deseara con toda el alma.

Ya era el mediodía y mientras estaba frente al espejo dándome los últimos toques de un maquillaje natural, Gertrudis entró a la habitación a decirme que los invitados ya estaban llegando. Afortunadamente Carlota se había esmerado con los platillos y sabía que los postres de Pierre, serían una deliciosa manera de terminar un buen almuerzo. Cuando ya estaba lista para bajar, no recordaba mucho de lo que Loui me había dicho con respecto a los invitados y eso me puso un poco nerviosa;

—Se ve muy hermosa majestad, como siempre usted será la anfitriona, nadie puede brillar como usted, el rey me envía a decirle que ya es hora y la está esperando.

—Gracias por el halago, enseguida bajo. ¿Quiénes están llegando?

—Son unos cuantos miembros del parlamento, acompañados de sus esposas, al parecer son aquellos que tienen ganado y caballos, en otras palabras los que tienen animales.

—¿En serio? —Pregunté asombrada arrugando la frente y levantado una ceja—. ¿Qué tiene que ver todo eso? No entiendo…

—A mí también me parece extraño —contestó sonriendo—. Y ya que el doctor Khrauss y el doctor Valder también tienen sus propiedades con animales, ellos también acaban de llegar.

—Bueno pues tendré que bajar y ver de qué se trata todo eso. —Busqué mi cadena en el alhajero, me la puse y me levanté del tocador—. ¿Dónde están ahora?

—El almuerzo se dispuso hacerlo al aire libre, aprovechando que no hay mucho viento, la carpa y las mesas aún siguen en su lugar, todos están en el jardín y ya todo está listo, Carlota sólo espera sus órdenes.

—¿El rey también está en el jardín?

—Si majestad, él junto con el excelentísimo barón de Branckfort y un amigo de su majestad que es huésped del castillo ya están en el jardín y también los invitados ya están degustando el vino.

—¿Un huésped? —Pregunté extrañada—. No lo sabía, ¿Quién es?

—No lo sé, no lo conozco, al parecer es muy amigo de su majestad y creo que es por él, el motivo del almuerzo. Es un hombre joven, muy bien parecido y un tanto ansioso, cuando andaba cerca de ellos noté como él veía a todas direcciones, como si estuviera esperando ver a alguien entre la multitud.

—Bueno tendré que bajar para saber quién es. ¿Y los niños?

—No se preocupe majestad, a los príncipes se les antojó comer hamburguesas con papas fritas y su alteza acaba de comerse un cremoso puré de papas, dice Helen que el medicamento pronto le dará sueño.

Al saber que los niños estaban bien y que ya todo estaba listo decidí bajar, sólo esperaba poder disimular frente a todos lo que sentía y que nadie se diera cuenta, se suponía que debía de estar feliz y radiante por el regreso del rey y no sentir lo que sentía, así que tenía que sonreír y olvidar por un momento el mal rato de la mañana. Cuando llegué al escalón principal que daba hacia el jardín trasero, me detuve al principio de las escaleras para observar el ambiente, cerré mis ojos por un momento y respiré hondo, traté de relajarme y bajé firmemente los escalones. Uno de los invitados miró que me acercaba y se lo dijo a Loui, inmediatamente él apresurado se acercó para encontrarme y en tono de súplica me dijo;

—Amor mío por favor… —susurró mientras besaba mi mano—. Trata de disimular frente a todos, no quiero que comiencen las habladurías y los chismes sin sentido.

Lo miré con tristeza y decepción;

—¿Eso es lo único que te importa?

Me miró sin poder contestar;

—No te preocupes —bajé la cabeza resignada—. Ya lo había pensado, no te haré quedar mal.

Y mientras intentaba avanzar, con su otra mano tomó tiernamente mi rostro y acariciando mi mandíbula con su pulgar, me dio un casto beso en la mejilla ofreciéndome al mismo tiempo su brazo. Tratando de disimular la situación acepté su “caballeroso gesto” y avanzamos hasta donde estaban los invitados;

—Quiero presentarte el amigo del que te hablé —decía mientras caminábamos.

—¿Amigo? No sé de qué hablas.

—Constanza te hablé de él cuando estábamos en el despacho, no me digas que… ¿no me escuchaste por estar distraída?

—Perdón pero…

—Mira aquí está. —Señaló a un hombre que estaba de espaldas a él.

Mientras todos los demás presentes nos reverenciaban al pasar, el tipo estaba de lo más fresco bebiendo una copa, sin percatarse de nuestra presencia y del protocolo;

—Dylan... —Lo llamó Loui—. Quiero presentarte a mi esposa.

Muy solícitamente el tipo se dio la vuelta al sentir la mano de Loui en su hombro y la sorpresa de él y la mía fue mayúscula;

—¡¿Usted?! —dijimos ambos al mismo tiempo mirándonos fijamente.

Loui no entendía nuestra actitud y se sorprendió por lo mismo;

—¿Se conocen? —preguntó levantando una ceja.

Mis ojos no podían estar más abiertos en ese momento y el tipo estaba hipnotizado mirándome fijamente sin poder decir nada, no podíamos disimular, estábamos más que sorprendidos y tampoco podíamos distinguir si la sorpresa era agradable o no;

—Creo que… —comencé a decir.

—A sus pies majestad. —Reaccionó anticipadamente tomando mi mano y besándola.

—Te presento a Constanza Waldemberg, reina de Bórdovar. —Loui se limitó a hacer las presentaciones sin entender lo que pasaba.

—Constanza Norman… —interrumpí contradiciendo a Loui—. De… Waldemberg.

Sentí la mirada inquisidora del rey de nuevo, eso no le había hecho gracia;

—Mucho gusto —dije disimuladamente.

—Es un enorme placer para mí conocerla. —Me reverenció sin soltar mi mano.

Nuestras manos estaban heladas y el nerviosismo las hizo transpirar, mi corazón palpitó aceleradamente y trataba de contener mi respiración normal. El tipo a pesar de tener una piel blanca estaba más pálido que un papel;

—Amor mío te presento al doctor Dylan Schneider —dijo Loui con seriedad—. Médico veterinario y un buen amigo mío de estudios.

—Mucho gusto en conocerlo doctor y bienvenido a Bórdovar, bienvenido al Ange Château.

—Dylan y yo fuimos compañeros —continuó—, nos conocimos durante el servicio militar en Inglaterra, a él le apasiona volar pero su vocación y amor por los animales lo llevó a estudiar veterinaria y es por eso que está aquí. ¿Nos sentamos a la mesa?

—Sí claro —reaccioné—. Gertrudis por favor dígale a Carlota que sirvan todo de inmediato.

—Enseguida majestad.

Mientras íbamos de camino a la mesa que estaban unidas para un solo banquete, entre las personas estaba el doctor Khrauss y el doctor Valder, así que aproveché para saludarlos;

—Bienvenidos, que bueno que nos acompañan este día.

—Como siempre es un placer verla majestad. —Saludó el doctor Khrauss mientras me reverenciaba y besaba mi mano—. Y como siempre luce muy hermosa.

—Muchas gracias por el halago —sonreí—. Usted siempre es un caballero. —Luego me dirigí a Víctor—: Doctor Valder me da gusto volver a verlo en un escenario diferente.

—Y a mí me place enormemente que así sea —dijo muy cortés también mientras besaba mi mano.

—Randolph que gusto me da verlo. —Con él rompí el protocolo, abrazándolo y dándole un beso en la mejilla.

—El honor es todo mío majestad —contestó con su tierna sonrisa asintiendo con la cabeza y besando mi mano.

Y así, uno a uno los fui saludando a todos mostrándome feliz y tranquila, hasta que por fin llegamos a la mesa. Randolph estaba frente a mí, al lado izquierdo de Loui y a su izquierda estaba él; el amigo del rey, el hombre que había conocido en la granja, el que me sostuvo en sus brazos, el que me vio llorar y el que yo creí que era un turista, no dejaba de observarme, estaba hipnotizado y esa mirada me estaba incomodando. Comencé a sentir miedo, Loui podía darse cuenta y su amistad de años podría terminarse por mi culpa, aunque él no sabía quién era yo, este hombre sutilmente me había cortejado. A mi derecha estaba el doctor Khrauss y a su derecha obviamente el doctor Valder a quien de reojo pude observar que estaba mirando fija y seriamente al amigo de Loui y eso, ya me parecía el reto a un duelo. Mientras el modesto banquete ya estaba servido, Loui nos pidió sentarnos a todos los presentes mientras él se quedaba de pie para dirigir unas palabras;

—Les doy las gracias por venir, quise organizar esta comida para darle la bienvenida a un querido amigo mío y presentarlo ante ustedes como el nuevo médico veterinario que se encargará de nuestros animales. Como sabemos, por cuestiones de salud nuestro querido doctor Wilckham tuvo que dejar el reino e irse a vivir unas indefinidas vacaciones al trópico, por lo que me vi en la necesidad que requerir otro médico que pudiera atender a los animales del castillo, ya que ellos necesitan estar constantemente atendidos para dar el debido rendimiento. Así pues, les presento al doctor Dylan Schneider de origen alemán, mi buen amigo de estudios y huésped distinguido del castillo.

Un sonoro aplauso se dejó escuchar mientras Loui lo invitaba a ponerse de pie para que todos pudieran conocerlo mejor, al mismo tiempo que pedía levantar las copas;

—Pido un brindis por Dylan —continuó—. Y por la bendita gracia que lo hizo estudiar medicina veterinaria, brindo por el destino que nos permitió reunirnos de nuevo y por la oportunidad de volver a compartir un tiempo agradable, bienvenido a Bórdovar querido amigo. ¡Salud!

—¡Salud! —Exclamamos todos.

Mientras se sentaban pedí que sirvieran todo y al recordar lo que había pasado esa mañana, no pude evitar dejar escapar una ligera sonrisa que seguramente hizo que me ruborizara y Loui lo notó;

—¿Sucede algo amor mío? —Susurró tomando mi mano con la suya—. Dejaste ver una ligera sonrisa que he extrañado, tus mejillas tienen ese color que me vuelve loco. ¿Es por mí?

No esperaba ese halago por parte de él y mucho menos su pregunta, así que al verlo pudo ver que mi semblante cambió y mi mirada creo que le respondió, volví a ver el plato en la mesa y no dije nada, sé que se sintió mal y disimuladamente soltó mi mano, me dio vergüenza porque sé que los que estaban cerca de nosotros, pudieron notarlo. Los halagos por la comida no sé hicieron esperar y los presentes no se cansaban de alabar tan exquisito almuerzo, del cual Loui me daba todo el crédito, lo que tuve que aclarar porque no era justo, yo solamente di la idea del menú, la verdadera estrella era Carlota por lo que la mayoría estuvieron de acuerdo ante mi modestia. A pesar de tratar de estar en todo, no dejaba de observar el nerviosismo de Dylan, era muy evidente y ni siquiera había probado completamente el almuerzo, el chiste fue cuando una de las mucamas le ofreció un aperitivo;

—¿Desea ensalada de huevos con galletas de soda, señor?

La expresión de Dylan fue de lo más chistosa, sus ojos se abrieron al límite y por un momento se retorció en su silla, su cuerpo se tensó al mismo tiempo que el sudor en su frente se dejó ver, llevó sus manos a la boca para evitar una sonrisa y sólo se limitó a tomar una copa de agua fría mientras rechazaba el ofrecimiento con un gesto de su mano, reaccionando al mismo tiempo para pedirle a la mucama que le trajera una bebida más fuerte. A todo esto, él pudo darse cuenta después que yo lo estaba observando mientras tomaba mi copa y la vergüenza que sentía no podía disimularla, su tez blanca hizo notar su rubor, su cara estaba tan roja como las cerezas del postre;

—¿Te sucede algo Dylan? —Preguntó Loui un tanto sorprendido al ver a su amigo en ese estado—. Hasta el momento no has dicho nada.

—Estoy bien —contestó tratando de disimular—. No te preocupes.

—¿Seguro?

—Sí, es sólo que me siento abrumado con todo esto y… nunca había estado en una comida con personas tan finas y de la realeza.

—Es sólo un almuerzo social. —Loui bebió un poco de vino—. Imagina que estás en alguna reunión de reencuentro de compañeros y relájate, te veo muy tenso.

—Entiende que no debe de ser fácil para él estar en esta situación —le dije a Loui sin dejar de observar a Dylan—. Muchas veces las cosas no son siempre como las esperamos y la impresión tampoco es grata.

—No te entiendo. —Loui me miró desconcertado—. ¿Lo dices por algo en particular?

—Por mí —le contesté de lo más simple.

Por un momento todos hicieron una pausa y nos observaron, sin duda el ambiente silencioso comenzaba a sentirse tenso, así que al verlos a todos con sus miradas desconcertantes puesta en mí y antes que comenzaran a rumorar, tuve que irme por la tangente;

—Señores por favor —insistí firmemente—. Lo digo porque para todos ustedes la vida social es muy fácil y natural, excepto para el doctor Valder y para el doctor Schneider que tendrán que acostumbrarse a este estilo vida mientras estén en Bórdovar. Yo sé perfectamente cómo se sienten y los entiendo, recuerden que yo no soy de aquí y tampoco nací noble, para mí no ha sido fácil adaptarme pero lo he intentado, no se les puede obligar de la noche a la mañana a aceptar una situación porque el temor de que todo salga mal y que se escape de las manos estará allí. Hay que dejar que poco a poco lo asimilen y a su manera, sólo siendo uno mismo se logra sobrellevar todo, la decisión está en ellos y no en nadie más.

Todos me miraban fijamente sin siquiera respirar para poder digerir cada palabra que había dicho, aunque como siempre sabía que habrían malas interpretaciones;

—Y esa autenticidad en usted es algo que yo siempre he admirado —dijo Randolph asintiendo con la cabeza—. Siempre dice lo que piensa sin temor y sin esconder nada, desde el principio yo supe que sería una digna reina para todos. Levantemos nuestras copas por su majestad Constanza, reina de Bórdovar. ¡Salud!

—¡Salud! —Exclamaron todos ante la mirada desconcertante de Loui y la sonrisa complaciente y aliviada de Dylan.

El almuerzo transcurrió sin más novedades entre los bocadillos, las bebidas y los postres y mientras después todos los hombres se dirigían a las caballerizas a tratar sus asuntos al terminar, las damas nos sentamos en las mesas del jardín para disfrutar de un relajante té y bocadillos dulces, en compañía de las flores y el cálido sol;

Ay majestad… —suspiró una—. Como la envidio.

—¿Perdón? —pregunté desconcertada.

—Por su figura —continuó—. Tiene tres hermosos hijos y su cuerpo es envidiable.

—Es cierto —secundó otra—. Hemos notado que puede comer de todo sin tener que preocuparse por el peso.

—Bueno, es mi metabolismo —contesté encogiendo mis hombros—. Siempre he sido así, además el corsé ayuda mucho.

—Dentro de lo que cabe —dijo una tercera—. El corsé es una prenda útil pero no hace milagros o al menos no en nosotras, pero los embarazos son otra cosa y es muy difícil recuperar la figura en poco tiempo, a nosotras nos puede tomar años y no vemos el resultado.

—Todo está en la determinación —insistí mientras saboreaba el té—. En una dieta saludable, en una sana alimentación y en las cantidades que podemos comer.

—Todas quisiéramos ser determinantes en cuanto a la comida se refiere  —sonrió la primera—. Pero nos parece imposible y más con los suculentos postres.

Mientras todas hablaban y hablaban del cuerpo y la comida yo comencé a sentirme aburrida, hasta que una de ellas cambió de tema;

—Pues será mejor que el problema de la comida y el peso, desaparezca de nosotras. Los hombres son hombres y siempre buscan algo más, ya saben, lo único que les interesa y los sacia manteniéndolos contentos.

—Tienes razón —la secundó otra—. Cuando los hombres ponen su mirada lujuriosa en otra mujer es porque nosotras mismas tenemos la culpa, ya no somos la esbelta joven que conocieron y el deseo comienza a decaer, a veces en lo personal ya no me gusta que me vea y mucho menos que me toque porque ya no me siento cómoda, la llama que una vez los encendió se comienza a apagar y eso es un grave problema.

—Muy grave querida —dijo otra a la vez que probaba uno de los bocadillos—. Aunque no es nada nuevo que ellos mantengan sus amantes, desgraciadamente así son las cosas y no nos tenemos que sorprender por eso, todas tenemos lo mismo pero siempre hay mujerzuelas que saben hacer otras cosas y esas cochinadas, son las que los mantienen locos por esa clase de… mujeres.

Esa conversación impropia comenzaba a molestarme y no lo podía disimular;

—Es cierto querida —continuó otra—. Pero aunque así sea nosotras somos sus esposas y tenemos todos los derechos, nos guste o no nos tenemos que tragar toda humillación y tratar de atenderlos y complacerlos aunque lleguen de la calle. Somos las encargadas del hogar, de la casa y del cuidado de los niños, así ha sido desde hace mucho tiempo y dudo mucho que las cosas cambien, si algo tiene Bórdovar en comparación con la monarquía británica es que no está bien visto el divorcio.

Traté de disimular mi expresión pero no podía tener mis ojos más abiertos de los que los tenía. ¿Cómo podían comparar a Bórdovar con Inglaterra? La verdad mi estómago comenzaba que revolverse;

—No comparto tu punto de vista querida. —Insistió otra—. Los ingleses se creen muy correctos en todo pero no son nada de lo que aparentan, si has estudiado la historia te darás cuenta que han sido personas corruptas y de muy bajos instintos, sólo recuerda la escandalosa corte de Enrique VIII, por mucha caparazón de rectitud que quieran aparentar en mi opinión están más podridos que la fruta echada a perder de días en el mercado.

—Por favor… —les dije seriamente—. No comparto su opinión pero la respeto, sólo les pido que no generalicen, recuerden que mi cuñado es inglés y es un hombre digno, recto y muy noble.

—Perdón majestad. —Se disculparon bajando la cabeza—. Perdón si la ofendimos, olvidamos que su excelencia es inglés y como usted dice puede ser la diferencia, sólo estábamos hablando de un tema en general, además usted debe de sentirse muy afortunada.

—¿Perdón?

—No sólo por ser la reina, sino por el maravilloso hombre que tiene a su lado, el rey es un hombre que la adora y además él es un hombre joven y muy atractivo, puede ser la tentación para cualquier mujer pero a él no le interesa ninguna otra, sólo usted. Es envidiable el amor que se tienen y lo enamorados que se ven, nuestro noble y querido rey es igual a su padre en ese aspecto, el rey Leopoldo adoraba a su esposa en todos los sentidos, ah… como quisiera saber cuál es el secreto para una relación así.

La verdad en ese momento no sabía qué sentir ni qué decir, ese comentario me tomó por sorpresa;

—Ah… —suspiró otra—. La historia de amor de los reyes que en paz descansen era digna de un cuento de hadas, salvo por el triste final que envolvió el destino del reino. Pero que romántico debe de ser el encuentro de sus majestades cuando están mucho tiempo separados, me imagino que debe de ser el paraíso para ustedes, que dichosa debe de ser su majestad al sentirse tan plenamente amada por un hombre como el rey.

—Me disculpan por favor. —Me puse de pie para evitar retorcerme en la silla—. Me duele un poco la cabeza, quedan en su casa y disfruten todo lo que quieran, buenas tardes.

Ante el asombro de las damas me retiré, podía haberse sentido grosera mi actitud pero nunca hablaba con nadie de mis asuntos íntimos y estaba segura que después de estos años de matrimonio, ellas querían saber todo sobre nosotros y no les di la oportunidad. Me importaba un rábano lo que pensaran o lo que quedaran hablando a mis espaldas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nieblas del pasado 2
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