Capítulo XXV

 

La osadía de la duquesa

 

El almuerzo fue un poco tenso.

Todos nos reunimos en la mesa a excepción de Regina y Jonathan que prefirieron hacerlo en su habitación, sabía que no sólo se trababa del malestar de Regina sino de una molestia de su parte para con Jonathan y eso me hacía sentir mal por él;

—Será mejor que el doctor Khrauss venga a revisarla —dijo Loui bebiendo un poco de vino.

—Yo mismo lo llamaré después del almuerzo —dijo Randolph.

—En su estado es normal que… todo lo interprete mal —dije cuando limpiaba mi boca con la servilleta—. Cuando intentaba llamar a Jonathan estaba molesta, es posible que siga así por el mismo motivo.

—Pero yo soy testigo que a su excelencia en ningún momento le sonó su teléfono —dijo Dylan—. Lo que él dijo sobre lo descargado que estaba es cierto.

—Y siendo así, estoy seguro que el pobre en vano se deshizo en aclarárselo —dijo Loui exhalando.

—Voy a tener que hablar con ella —insistí.

Loui me miró y entendí su mirada, evité poner los ojos en blanco;

—Jonathan es un hombre muy dulce y no voy a permitir que Regina lo haga sentir mal —lo miré con determinación.

—Será mejor que no te metas —levantó una ceja.

—No es justo —insistí—. Él tiene todo el derecho de salir a cabalgar, ir a la ciudad o donde le pegue la gana, no puede estar encerrado junto con ella. Regina se sintió mal de repente, no fue su culpa fue sólo una casualidad, ella no debe de ponerse en ese plan tan inmaduro.

—¿Y qué te hace pensar que está molesta con él por eso?

—¿Quieres apostar?

Negó apretando la mandíbula, sabía que no quería que intercediera por Jonathan, Loui tenía muy presente su inseguridad y nada de lo que yo hiciera lo haría cambiar, era yo la que comenzaba a fastidiarme. Randolph y Dylan no dijeron nada más.

Después de comer y de que el rey y su mano derecha se encerraran en su despacho fui a la habitación de los niños, se habían comido todo su almuerzo y postre y eso me llenaba de satisfacción, las nanas estaban muy pendientes de ellos y aunque el pequeño marqués estaba un poco irritante su nana sabía cómo controlarlo, seguramente quería estar con Regina. Mi pequeño Randolph también estaba jugando en un rincón en la habitación de los gemelos, así que al ver la molestia del marqués lo tomé en mis brazos y decidí llevárselo a Regina, estaba decidida a hablar con ella y que se le pasara su mal humor.

Antes de llegar a la habitación Jonathan salía de la misma y su mirada al verme con su hijo en brazos dijo mucho, estaba triste, pero el verde de sus ojos seguía siendo el mismo, era dulce, tierno, sentí pena, sabía que no se sentía bien y me limité a bajar la cabeza al no resistir su mirada, esa mirada que sentía seguía siendo mía. Se acercó a mí y acarició la carita de su hijo;

—Jonathan…

—Por favor, no digáis nada —me interrumpió tristemente.

—Jonathan no quiero verte así —deseaba acariciar su cara.

Negó con la cabeza y suspiró;

—Si las cosas hubiesen sido diferentes… —se detuvo y me miró fijamente—. Si tan sólo esta escena en la que estamos en este momento los tres…

Abrí mis ojos adivinando sus pensamientos, me asustó;

—Yo sería el hombre más feliz sobre la tierra —concluyó.

—Jonathan no digas eso.

—Es lo que siento y ya me cansé de callar.

Nos miramos fijamente, su mirada devota estaba intacta, Jonathan seguía sintiendo algo por mí y no sabía qué pensar, eso no estaba bien porque incluso a mí… hacía que no supiera qué sentir;

—Jonathan no es apropiado —susurré moviendo la cabeza y rogando porque las paredes no tuvieran oídos.

Exhaló y sacudió la cabeza;

—Disculpadme, no quiero importunaros.

—Papá —el niño le extendía los brazos y él lo sujetó por un momento besando su cabeza y suspirando en ella.

—¿Sois feliz? —me preguntó sin pensar.

—¿Por qué la pregunta?

—Contestadme.

—Sí —dije firmemente.

—¿De verdad?

Lo miré asintiendo, intentando mostrarme decidida;

—Porque yo no —confesó—. Y creo… que este circo y estas máscaras no voy a soportarlas por mucho tiempo.

—Jonathan…

—A veces ella… es incomprensible e insoportable.

—¿Regina?

—Sí y como hombre también tengo un límite.

—Entiende que el embarazo…

—No la escudéis en eso, su actitud no tiene justificación.

—Pero…

—¿Vos fuisteis así?

—No lo sé, es parte de la naturaleza, cuando estamos en un embarazo hay tantas cosas que… no soportamos, estamos muy irritantes y…

—Dudo mucho que vos seáis así.

—Jonathan voy a llevarle el niño a Regina y a ver cómo sigue, los extrañamos en la comida —intenté cambiar la plática.

—No gastéis vuestras fuerzas hablando con ella, muy en el fondo tiene herencia de su padre.

Abrí mi boca asombrada por lo dicho por él, me entregó al niño besándolo de nuevo, sujetó mi mano para besarla y sin decir nada más caminó firmemente quien sabe a dónde. Sus palabras me hicieron tragar en seco, sacudí la cabeza y seguí mi camino, si Regina era una cabeza dura yo de cualquier forma le iba a hacer entender la maravilla de hombre que era Jonathan y lo que estaba perdiendo por tonta.

Cuando entré a su habitación estaba sentada en un sillón cerca de la ventana, su mente perdida en el paisaje y al escuchar balbucear a su niño inmediatamente secó una lágrima que caía por su mejilla, tenía sus ojos rojos;

—Mami —dijo el pequeño cuando lo puse en el suelo corriendo hacia ella.

—Mi amor —lo sujetó sentándolo en sus piernas a la vez que lo besaba.

—¿Regina que pasa? —pregunté sin rodeos acercándome a ella.

Negó y suspiró;

—Dime —insistí sentándome frente a ella, se miraba fatal.

—Soy una tonta y a veces no sé llevar un matrimonio —contestó suspirando.

—No hace falta adivinar el porqué no nos acompañaron a la mesa, el doctor Khrauss vendrá a verte por orden de Loui.

Bajó la cabeza y tragó en seco, quería llorar abiertamente;

—Regina, es comprensible que en tu estado estés muy sensible, siempre he dicho que las mujeres embarazadas somos un fastidio porque es la verdad, todo nos molesta, estamos muy irritantes y no soportamos nada, nuestro cuerpo nos traiciona pero… ¿Tienen nuestros hombres la culpa de eso?

Mordió sus labios y miró por la ventana;

—Bueno… me refiero a que en parte pueden tener la culpa —sonreí y me ruboricé—. El proceso para ellos es un placer y para nosotras también no lo neguemos.

Hice que sonriera también;

—Regina, Jonathan es un amor no lo hagas cambiar, no cambies su dulzura, él te ama y recuerda quien eres tú, ya te había dicho que lo comprendieras y lo apoyaras, él salió a montar sin saber que te pondrías mal y Dylan es testigo de que su móvil estaba descargado, por favor no tengan problemas por un tonto malentendido.

—¿Sabes dónde está?

—No, creí que tú lo sabías.

—Salió de aquí, prefirió dejarme sola e irse.

—Lo encontré cuando yo venía para acá, pero no me dijo a donde iba.

—Seguramente quiere estar solo.

—Regina, ¿Qué le dijiste?

—Me exalté, reconozco que… no medí las consecuencias.

Negué y suspiré;

—Exageré como siempre, le hice sentir mal, no lo merezco Constanza, no merezco a un hombre como Jonathan.

—No te pediré detalles de la discusión pero si te voy a pedir que te tragues tu orgullo y le pidas perdón, te había dicho que lo adoraras en todos los sentidos y eso precisamente vas a hacer, vas a hacer a un lado tus malestares propios del embarazo que no es cosa de otro mundo, te vas a dar una ducha, te vas a arreglar y de ser posible lo contentas en la cama, ¿está bien?

Me miró incrédula abriendo los ojos al máximo;

—Regina mira a tu niño —ambas lo vimos que jugaba con los adornos de una mesa ajeno a lo que pasaba—. Es precioso y es el fruto de tu amor con Jonathan, él no merece tener unos padres que se la pasen peleando, el merece el amor de ustedes dos juntos y crecer rodeado de su cariño y apoyo, pero de sus padres juntos, ¿Vas a dejar que un simple malentendido vaya acabando poco a poco con todo? No lo permitas, no permitas que un estúpido aparato mine tu matrimonio, fue un descuido de él el no fijarse que estaba descargado pero sólo fue eso un descuido que le pasa a cualquiera.

Regina bajó la cabeza, en el fondo seguía siendo la misma de siempre, la misma que necesitaba ese impulso para ser mejor;

—Vamos —la tomé de la mano y la levanté—. Métete al baño, date una ducha relajante, vístete decentemente, arréglate muy bien y ve a buscar a Jonathan por todo el castillo, vas a pedirle perdón así te pongas de rodillas y lo vas a contentar como se debe, este mal rato que le hiciste pasar tienes que hacer que lo olvide, ¿está bien?

Me miró incrédula e intentó sonreír, asintió, me abrazó y solícitamente se metió al armario, se preparó y se metió al baño;

—Gracias Constanza —besó mi mejilla y más animada se metió al baño.

—Llevaré al pequeño con sus primos de nuevo —le dije sintiéndome mejor.

Ella asintió y lo agradeció.

Por la noche cenamos todos juntos en familia y al menos los duques estaban mejor, el doctor Khrauss había llegado por la tarde para ver a Regina pero al parecer ya estaba mucho mejor, igual coincidió que sus malestares eran propios del embarazo y que no debía de preocuparse, con guardar reposo en caso de sentirse mal era suficiente, tomar té naturales no dañinos para su estado y mantenerse tranquila por lo que prometió portarse bien y llevar su embarazo como lo había acostumbrado;

Después de cenar nos reunimos todos junto con los niños en el salón de televisión y mientras los hombres estaban entretenidos en sus asuntos y las nanas nos asistían con los niños, Regina me confesó su osadía;

—¡¿Qué hiciste qué?! —le pregunté evitando atragantarme.

—Shhhhh… baja la voz —me apretó la mano y se ruborizó al extremo.

—Repite eso por favor —sonreí.

Regina miró de reojo a su marido y luego se volvió a mí;

—Seguí tu consejo —dijo tranquilamente.

—¿Cuál de todos? —insistí.

—Pues todos —confesó.

—Podrías ser más específica —sonreí.

—Después de arreglarme salí a buscar a Jonathan —susurró—. Estaba en uno de los jardines traseros, un poco alejado del perímetro del castillo, estaba triste y melancólico, me sentí mal, jugaba con una vara que aventó después seguramente molesto por algún pensamiento y luego se acercó a uno de los tantos miradores. Me acerqué a él decididamente y sin decirle nada lo besé con fuerza, se sorprendió, me miró asombrado y quiso separarme de él, estaba desconcertado, sé que quería una explicación pero no le dije nada, volví a besarlo, lo dejé sin aliento, volvió a verme y al sentir su caricia en mi cara me estremeció deseando más de él, sujeté su cara y volví a besarlo, lo devoré, hice que se excitara, lo atraje hacia mí y me aprisionó entre un árbol y su cuerpo, me calenté enormemente.

—¿Y? —pregunté ansiosa—. ¿Con eso bastó para que te perdonara? No estuvo mal —sonreí.

—Bueno… —sonrió ruborizándose y bajando la cabeza—. Hice que me tocara… y al sentir su erección pues…

Inconscientemente abrí mi boca, quería saber más;

—Lo incité, lo toqué, me arrodillé suplicando su perdón y aprovechando que sus defensas se había ido…

Yo no dejaba de verla, quería que terminara de decirme, me mataba la curiosidad, me sentí pervertida pero quería saber;

—Saqué su miembro y…

—Ya, ya, ya… —la detuve sintiendo que no podía controlar la temperatura de mi cuerpo—. No es necesario que me des más detalles del asunto.

Regina sonrió;

—Después de complacerlo como quiso, me levanté de nuevo para besarlo, tenía sed de sus labios, levanté mi pierna e hice que me tomara en ese mismo momento, hicimos el amor candentemente así, de pie y con el pobre árbol como testigo.

Ambas sonreímos, Regina estaba más roja que un tomate y yo buscaba darme aire con uno de los cojines del sofá;

—Fue maravilloso —suspiró—. Sentirlo de esa manera, respondiendo a mí, ah… hace que desee querer volver a repetir el momento.

—Me alegra mucho —bajé la cabeza—. Me alegra que hayas hecho a un lado tu orgullo y hayas tenido la osadía de ser una mujer ansiosa y complaciente para él.

—Y yo te agradezco el jalón de orejas que me diste, no puedo perder el amor de Jonathan por estupideces, voy a controlar mi carácter en este embarazo, antes no me había pasado y no quiero ser otra persona, quiero ser la misma que ustedes conocieron y la misma mujer que tuvo el privilegio de casarse con un hombre tan bello como lo es mi Jonathan.

Nos miramos y sonreímos, observamos a nuestros hombres disfrutando el programa de televisión y no pude evitar posar mis ojos en él, en Jonathan, tenía un perfil perfecto, era hermoso, fino, delicado, su mirada verde brillaba y su sonrisa… podía derretir a cualquier mujer, entre más pasaban los años más atractivo estaba, inconscientemente pasé la lengua por mis labios y mordí el inferior;

—Ámalo como él se lo merece —le dije observándolo y suspirando.

 

Nieblas del pasado 2
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